SCANDAL - Tercera temporada
![]() |
Actriz de raza |
Terminó el pasado jueves en ABC,
la tercera temporada de Scandal (Escándalo para los amigos y para Jimmy Kimmel), el The West Wing meets Gossip Girl de la todopoderosa Shonda
Rhimes. Con 3.4 en los demográficos logró el mejor dato de audiencia de su
historia y se confirmó como el drama (¿?) de network de moda entre las masas, y
sobre todo entre las señoras de Omaha (equivalente yankee a la señora de Cuenca). Si la primera temporada fue un ensayo y la segunda una explosión (de wtfuckismo) esta tercera ha sido quizás
la que se perdió en el bosque tras tomar el camino equivocado. En la disyuntiva entre campaña electoral y
conspiración de agencia de seguridad, Rhimes escogió la segunda. Y como en los
dibujos animados, eligió el camino tenebroso lleno de depredadores.
A partir de aquí spoilers a cascoporro
La trama política, o lo que de
ella quedó
Iniciábamos el curso con las
elecciones presidenciales al final del camino. Shonda fichó a Lisa Kudrow (la primera y por ahora
única actriz de verdad que ha pisado esta serie) como una ambiciosa y
carismática candidata a la nominación presidencial por el Partido Demócrata.
Armó una trama interesante alrededor de ella, poniendo a Olivia Pope (Kerry Washington, dándolo todo, por
desgracia) como su estratega de campaña. Lo lógico hubiera sido que a mitad de
temporada Kudrow se deshiciera de Reston (candidato asesino nº 1) en las
primarias y que Fitz (candidato asesino nº 2) hiciera lo propio con su propia y
desertora veep, la desquiciada y
cómicamente sublime Langston (candidata asesina nº 3). Dedicando los capítulos
post-parón de Navidad a resolver cual de los dos sería el nuevo Commander in chief. Error. La trama de
Kudrow se cerró precipitadamente con su retirada de las primarias con un trama
de “mi hermana es en realidad mi hija” de por medio cutre hasta para esta
serie. Y con ella se cerraron las puertas a la vía electoral. La campaña voló bajo
el radar a pesar de que la incorporación de Langston (Kate Burton) le dio cierta vidilla. Pasó tan inadvertida que
llegados a los últimos capítulos descubrí, ante mi asombro, que estábamos a 4
días de las elecciones, cuando yo pensaba que estábamos a cuatro meses. No hubo
convenciones, casi no hubo sondeos, vimos 4 minutos de debate, Reston salió
otros 4 en toda la temporada y no nos paseamos en bus de campaña por Ohio,
Florida y Pennsylvania. No Ohio, no party.
Aún así, los mejores momentos de
la temporada vinieron por este lado, lo cual corrobora la idea de que Shonda
falló al planear la gira de su Freak Show
este año. En primer lugar, nos dio la mejor secuencia de la serie, esa en la
que Olivia hablando con el jefe de gabinete, Cyrus (Jeff Perry, la coca hecha actor) se da cuenta de lo que dijimos antes, los tres
candidatos a presidente son unos asesinos. Autoconsciencia pura. Parte del
encanto trash de Scandal reside en que su equipo cree estar haciendo un
solvente drama político cuando en realidad están haciendo trashismo televisivo metanfetamínico.
¿Cómo coño va a ser esta serie un producto de calidad? No, no lo es y esa
secuencia demuestra que muy en el fondo ellos también lo saben. Scandal es puro delirio. En segundo
lugar, nos dio esa maravillosa y demencial trama en la que el jefe de gabinete
de la Casa Blanca empuja a su marido periodista a seducir al marido de la ultra-cristiana
vicepresidenta, para destruir la posible carrera presidencial de la misma,
trama que termina con ésta matando a su marido y el susodicho jefe de gabinete
tapando el crimen. Esto sólo puede pasar en Scandal.
El drama cómico definitivo. Y en tercer lugar, fue muy divertido como Shonda jugó,
desde su propia visión oligofrénica, con la política USA. Por un lado lanzando
a una vicepresidenta contra su jefe en la carrera por la reelección, cosa que
no pasa desde el inicio de la Unión. Por otro, mostrando a su manera el magma
ideológico que es el GOP (el Partido Republicano). Mientras Fitz (Tony Goldwyn) representa lo que en la
vida real es el GOP moderado y pro-negocios (en Scandal en realidad Fitz es un peligroso comunista que ama a los
inmigrantes, la educación, los gayers y la sanidad), Langston ejemplifica al
GOP cristiano radical (no confundir con el Tea Party o los libertarios, igual
de locos, pero que son otras facciones extremistas). En el Juego de Tronos de
Scandal, los ultra-cristianos están locos (y son unos asesinos), los
republicanos moderados son unos viciosos (y son unos asesinos) y los demócratas
son simplemente unos asesinos. Bien. La mirada al mundo de la política
americana de Shonda Rhimes es algo así como la secuencia en infrarrojos de Kill Bill. Cambiando la katana de La
Novia por un pene de plástico.
La gran conspiración
Sin embargo el eje de esta temporada
de Scandal fue el B-316, esa agencia
gubernamental secreta (y que se finanza gracias a un algoritmo: guau) que tiene
lo peor de la NSA, lo peor de la CIA, lo peor del Ejército y lo peor del FBI.
Todo en uno. El mal definitivo. Así, nos movimos todo el rato en el peligroso
terreno de la conspiranoia con personajes tan desatados como el padre de Olivia, todopoderoso comandante de la agencia, que tras caer en desgracia monta su
propio plan de asalto al poder a lo House
of Cards, la enajenada terrorista madre de Olivia, con una agenda criminal
tan esquizofrénica como ella misma o “el otro hombre” de Olivia, ascendido a
comandante de la agencia que supuestamente le destrozó la vida. El problema de
todos estos mimbres no es lo absurdos que resultan, sino lo poco graciosos que
terminan siendo. Este juego de ajedrez de atentados y amagos no acaba de cuajar
no por ser completamente surrealista, sino porque no es divertido, porque esta
gente no habla sobre gladiadores con traje o el six pack de líder del mundo libre. Se supone que son gente seria,
pero sólo son gente aburrida.
About Mellie y el thriller psicosexual
definitivo
![]() |
Filosofía americana |
Mi personaje favorito de la
serie, por ser la más fiel representación del público objetivo de la misma es
Mellie (Bellamy Young y sus caras de crazy bitch 500 pueblos más allá de un
ataque de nervios), esa primera dama puteada por su marido que nos tiene que
caer mal porque le gusta mucho el poder, dice Shonda. Como si no fuera
suficiente con que tu marido te aborrezca y tenga a su amante metida todo el
día en su despacho, para que uno se pueda apiadar de esta pobre alma en
suplicio, enferma de ambición, y reina del estilismo y el verbo más trash al
otro lado del charco, nos han dado una historia para perdonarla. Sí, para
perdonarla. En una serie de asesinos, terroristas y golpistas tenemos que
perdonar a Mellie. ¿Y cuál es esa historia? Pues que su suegro la violó en el
inicio de la carrera política de su marido y ha vivido todos estos años sin
saber quién es el padre de su hijo. Guau. A Shonda Rhimes le pasa en Scandal lo que a Ryan Murphy en Glee, no tiene ningún problema en
irrumpir como un elefante en una cacharrería en temas profundamente serios,
tornándolos con su estruendoso paso en algo descacharrante. Uno no se puede tomar
en serio a Mellie porque Mellie no es un personaje serio. Porque Scandal no es
una ficción seria.
Si todo lo dicho hasta ahora
parece escrito desde la oficina de Jordan Belfort en The Wolf of Wall Street o la de Paco Marhuenda en La Razón, me he
guardado para el final la trama más enajenada de la televisión de los últimos
tiempos: el thriller psicosexual de Huck (Guillermo Díaz, el peor actor que he
visto jamás) y Quinn (Katie Lowes). Descrita en una palabra: babas. Babas por
todas partes, dos tipos asquerosos escupiéndose y babándose y fornicando. Una
trama sucia hasta la nausea. En primetime de una network propiedad de Disney. Gracias.
De verdad, gracias, me he reído como creí que no era capaz de hacerlo. El
futuro del drama psicológico era esto. Las femme fatale han pasado a mejor
vida. Post-fatalismo. Post-fluídos. Post-todo.
En definitiva, una temporada mal
planteada, que en vez de darnos política-fricción, que es lo que nos
gusta, lo que hace a Scandal tan
irreal y tan divertida, nos enredaron con una trama high-concept demasiado gris
para una serie que si algo no es, o no puede ser, es monótona, seria, aburrida.
Con esto no quiero decir que no me lo he pasado bien esta temporada, que no me
he reído a mandíbula abierta, simplemente creo que pudo haber sido todo mucho
más absurdamente gracioso. Scandal no
es una buena serie, de hecho es como una droga dura, jodidamente mala,
jodidamente adictiva.
* Título por obra y gracia de mi pequeña hermana
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.