miércoles, 30 de diciembre de 2020

Mis series favoritas del 2020 II [del 20 al 1]

20. Devs (FX on Hulu | HBO)

Alex Garland es, claramente, uno de los grandes autores de la ciencia ficción audiovisual de las últimas décadas. Su salto al formato seriado, tras firmar grandes películas como Ex Machina (2015) o Aniquilación (2018), se salda con un éxito rotundo. Devs no solo es una de las mejores series de ciencia ficción del año, sino también una reivindicación de la slow tv en unos tiempos cada vez más acelerados. El novio de una programadora que trabaja para un genio de las nuevas tecnologías se suicida. Ella sabe que no puede ser cierto y se sumerge en una peligrosa búsqueda de la verdad. Lo que hallará será, sobre todo, un drama filosófico sobre el determinismo.

19. The Mandalorian (Disney +)

The Mandalorian es una gozada de serie. Un entretenimiento total. Un híbrido sensacional entre el western y el fantástico. Una ampliación del canon de Star Wars, que huye de dogmatismos y que no renuncia ni a su vertiente más lúdica, casi hedonista, ni a construir un discurso sociopolítico mejor que el que Lucas apuntó en la trilogía de los 00 y que el que Johnson intentó en su película de la trilogía de los 10. Jon Favreau y Dave Filoni, sí, éste es el camino. 

18. Normal People (BBC | Starzplay)

Como me dijo mi amiga Paloma, siempre tan certera, el título de la novela de Sally Rooney (y de su adaptación televisiva) es tan bueno porque lo que describen ambas son las roturas y las heridas que vamos acumulando a lo largo de la vida. Todos estamos un poquito rotos, por eso Marianne y Connell no dejan de ser gente normal. Desde el instituto hasta el final de la etapa universitaria los seguimos a ellos, a sus traumas y a su compleja relación de amor y amistad, embarcados a su lado en un viaje hacia la adultez. Lo más interesante de la serie es el retrato íntimo que compone sobre la incomunicación y el dolor que ésta nos causa. Las cosas que nos callamos, las cosas que malinterpretamos, las cosas que damos por supuestas... A estas alturas parece que es algo obvio pero hay que seguir repitiéndolo: con querer a alguien no llega. "La vida nos lleva por caminos raros".

17. Adult Material (Channel 4 | Filmin)

Esta obra de la siempre arriesgada Channel 4 complementa a la gran serie sobre la violencia machista de este año y de la que hablaremos un poco más abajo. Aquí, una mega-estrella del porno británico y madre de familia pone en jaque toda su, en apariencia, cómoda vida por defender a una debutante, que ella cree que no ha sido protegida por el director y el productor de la película que rodó. Al hacerlo, ataca los pilares básicos de la industria pornográfica y cuestiona la utilización de las mujeres ya no solo en esta industria, sino en los demás ámbitos de la sociedad. Lo que convierte a Adult Material en una serie especialmente interesante es que su protagonista, lejos de erigirse en una activista, es la primera en no ver esa violencia sistémica, en negarla y en condonarla. Su lucha se convierte así en un proceso de toma de conciencia pero también en una espiral de autodestrucción personal. Porque como decía Jack Nicholson en Algunos hombres buenos, nosotros no somos capaces de soportar la verdad.

16. Historias del bucle (Prime Video)

Esta miniserie aborda la vida de algunos de los habitantes de un pueblo situado encima de una empresa-laboratorio, el Bucle, en el que suceden todo tipo de acontecimientos que trascienden las leyes de la física y el espacio-tiempo tal cual lo conocemos. Hay muchas cosas en Historias del bucle que me gustan. Su aproximación íntima y sensible a la ciencia ficción, su construcción de un pequeño universo con sus reglas propias y sus modos de habitarlo, su exploración de algunas de las grandes cuestiones que ha abordado la ciencia ficción desde sus comienzos: los saltos y los bucles temporales, los cambios corpóreos, los mundos paralelos o los límites de la robótica. A este respecto, es curioso que en Historias del bucle lo importante no sean dichas cuestiones, o los artefactos narrativos que se emplean para afrontarlas, sino los efectos que tienen en las personas. 

15. El último baile (ESPN | Netflix)

El último baile es un fantástico documental seriado, que ofrece a los espectadores un viaje retrospectivo a los Bulls de Michael Jordan, deconstruyendo, a partir del análisis de su última temporada, toda la historia del equipo más laureado de la NBA. Un chute de entretenimiento que dibuja un retrato lleno de claroscuros de una personalidad obsesiva, manipuladora y adicta al éxito, Michael Jordan, un hombre que no sabe perder, así que lo único que puede hacer es ganar. Era difícil prever que el antihéroe del año iba a ser el mejor jugador de baloncesto de la Historia.

14. El colapso (Canal + | Filmin)

El sistema social, político y económico colapsa y comienza una carrera desesperada por sobrevivir. El colapso lleva la barbarie neoliberal hasta sus últimas consecuencias. Con todas las instituciones derrumbadas, el individuo, solo y asustado, tiene que conseguir mantenerse con vida. Cada capítulo de El colapso representa, mediante un único plano-secuencia, la historia de una persona o grupo de personas en espacios muy concretos y especialmente interesantes: una gasolinera, un aeródromo, una central nuclear, una residencia de ancianos. La utopía hobbsiana da mucho miedo. Y sí, el sistema colapsa, pero las clases sociales no.

13. Patria (HBO) y El Desafío: ETA (Prime Video)

Estas dos obras, una de ficción y la otra documental, maridan a la perfección para ofrecernos una panorámica del horror y el dolor que provocó el terrorismo durante décadas en todo el estado pero, en especial, en Euskadi. Y a pesar de su impacto sociopolítico a nivel macro, ambas brillan, sobre todo, cuando se convierten en relatos humanistas sobre personas cuyas vidas saltaron en mi pedazos. 
En el caso de 
El Desafío: ETA, los testimonios de las víctimas y de las familias de los asesinados huyen de la sensiblería para componer miradas llenas de dolor pero también de clarividencia sobre el Horror pero también sobre la sociedad vasca. En el de Patria, las relaciones humanas entre esas dos familias separadas y aniquiladas por el terrorismo son el centro del relato y lo que hace a la serie tan poderosa y compleja, mucho más que un retrato sociopolítico más simplista. Al final, lo importante son las personas. Siempre.

12. Territorio Lovecraft (HBO)

Quizás de todas las series de esta lista,
 Territorio Lovecraft sea la más divisiva y la que más críticas ha recibido. Esta adaptación literaria traslada el terror cósmico lovecraftiano a los Estados Unidos de las Jim Crow para hablar del racismo sistémico de un país fundado sobre la podredumbre moral y socioeconómica de la esclavitud. La serie no es precisamente sutil en su discurso, pero su uso del género (el fantástico, el terror, la ciencia ficción) es soberbio, logrando no parecerse a nada de lo que hemos podido ver este año en nuestras pantallas. Una obra radical y que fuerza los límites del arte audiovisual de masas. Ahí es nada.

11. Veneno (Atresplayer Premium)

Los Javis están en pleno proceso de maduración artística. Afrontar la reconstrucción de la vida de un icono de los años 90 tan complejo como La Veneno requiere mucha valentía. La tienen. A pesar de su tendencia natural hacia la sensiblería, en Veneno, la serie, logran capturar, de verdad, la esencia de aquella década en un país que se creía más moderno de lo que era, de una democracia que se pensaba más madura de lo que estaba. Contar la historia de colectivos invisibilizados o representados de forma injusta por el sistema mediático es un acto político loable. Veneno contribuye a la reconstrucción de una cierta memoria de los otros. 

10. Homeland (Showtime | Movistar +)

La crisis del coronavirus ha puesto fin a las dos primeras décadas del siglo marcadas, primero, por la war on terror post-11 S y, después, por la crisis económica y el auge de la ultraderecha nacionalista en las democracias representativas occidentales. Homeland, una de las series más importantes de la década de los 10, ha llegado a su fin ofreciendo una mirada inteligente a estas décadas peligrosas. Salvo por su tercera temporada, la serie ha sido extraordinariamente regular. Un análisis brillante de los enemigos exteriores e interiores del decadente imperio americano. El mundo es un lugar muy muy muy peligroso.

9. The Crown (Netflix) y Des (BBC | Movistar +)

The Crown
es la serie que más disfruto de toda la televisión(ish). En su cuarta temporada la obra de Peter Morgan viaja a los 80, la década de Margaret Thatcher, los años oscuros a los que debemos mirar para entender cómo hemos llegado a este punto, a este desmantelamiento de nuestro Estado del Bienestar, a este individualismo exacerbado. En su segundo episodio, ambientado en el refugio escocés de Isabel II, la serie tiene que decidir en cual de las dos protagonistas recién llegadas a la serie, Diana Spencer y Margaret Thatcher, se va a centrar y Morgan escoge a la primera. Para muchos ha sido un acierto priorizar lo familiar sobre lo político, sin duda la representación de Diana es exquisita (¿qué no lo es en The Crown?), pero al final queda la sensación de que ha desperdiciado una de las figuras políticas más importantes del último medio siglo y, junto a Angela Merkel, la mayor líder política mujer de la historia de las democracias. Aún así, cuando la serie opta por poner el foco en Thatcher (el último episodio), en sus políticas (el quinto) o en su conflicto con la Reina (el octavo), es brillante. 

Precisamente, los vacíos dejados por The Crown, sobre la década thatcheriana, los llena, con sordidez y pesadumbre, Des, la historia de un asesino en serie que se dedicaba a matar a víctimas del sistema político, social y económico neoliberal, a personas sin hogar, sin trabajo, sin esperanza. Y ahí es cuando Des pasa de ser un thriller sobre uno de los grandes criminales de la historia del Reino Unido para convertirse en un alegato contra el neoliberalismo, la destrucción de los servicios públicos y la creación de grandes bolsas de población arrojadas por el estado a la pobreza.

8. Vamos Juan (TNT España)

La Veep española ha crecido en su segunda temporada. Javier Cámara pocas veces ha estado mejor que aquí interpretando a ese político mediocre prototípico español. Manejar la vergüenza ajena no es sencillo, pero Vamos Juan ha hecho de ello un arte. El suyo. Por ello y por muchas otras cosas es la serie con la que más me reí este año. Una enmienda a la totalidad a la clase política y a las miserias partidarias. De ambas cosas habla la siguiente ficción, pero en un país vecino y con un tono bien diferente.

7. Baron Noir (Canal + | HBO)

¿Hacia dónde va la izquierda europea? ¿Es capaz de afrontar la amenaza doble que suponen el neoliberalismo hegemónico de las últimas décadas y el fascismo que se ha abierto paso en todos los parlamentos del continente? ¿Lo hará unida o disgregada? A estas preguntas busca responde la tercera y sensacional temporada de Baron Noir, el drama político francés que sigue a un oscuro, corrupto y, a la vez, idealista político socialista en su incansable esfuerzo por alcanzar el Poder. Surcando las turbulentas aguas de un partido en descomposición (el PS) y de otro que no termina de consolidarse (LFI), se va abriendo paso cara a su objetivo, no sin ahorrarse traiciones y no sin escatimar en riesgos políticos y personales. Adrenalítica y fascinante.

6. Antidisturbios (Movistar +)

Más allá del asfixiante estilo de dirigir de Rodrigo Sorogoyen, tan brillante como de costumbre, lo que él e Isabel Peña logran en
 Antidisturbios es extraordinario, sobre todo, por el contenido. Por ese retrato de las cloacas del Estado en las que se ven inmersos un grupo de policías antidisturbios y la encargada de investigar, desde Asuntos Internos, si cometieron o no alguna imprudencia en el desalojo de una vivienda. Lo que podría ser un mero thriller policiaco, se convierte en un retrato certero de un país con profundos problemas en la gestión de los servicios públicos y del aparato coercitivo del Estado. La corrupción es la gangrena que se extiende por todos los ámbitos de nuestro sistema social, político y económico.

5. Podría destruirte (BBC | HBO)

Michaela Coel ha firmado una de las obras audiovisuales más apabullantes, imaginativas y valientes del año. A través de un género (o más bien de un tono, de un enfoque) tan delicado y difícil de equilibrar como la dramedia, aborda la violencia machista contra las mujeres, el consentimiento y el horizonte del feminismo de una forma que nadie había hecho hasta ahora en el audiovisual. Lo hace mediante la construcción de un minucioso estudio de la psicología de una mujer violada, que tiene que luchar (sobre todo consigo misma) para encontrar la forma de lidiar con el trauma y hallar una especie de reparación personal frente a la agresión. Una obra fundamental en la era del #MeToo. Un tratado feminista inteligente, profundo y complejo. Televisión de vanguardia. 

4. BoJack Horseman (Netflix)

Se podrían decir muchas cosas sobre BoJack Horseman, una mirada aguda no solo a la industria del entretenimiento, sino a la vida contemporánea en general. Pero, para mí es, ante todo, una crónica de la desazón, de la insatisfacción como estadio vitado permanente, del dolor que sentimos dentro y no tenemos claro de dónde viene y, sobre todo, como extirparlo. BoJack, Diane, Princess y los demás personajes de la serie han tenido a lo largo de estos años muchos bajos y algún que otro alto. Quizás en estos últimos radique la felicidad, en asumir la derrota global y disfrutar de las pequeñas victorias. Vivir duele. Como dijo la gran filósofa del 2020 (¡chúpate esa Žižek!): "es mejor eso que morirse".

3. La conjura contra América (HBO)

En sus obras precedentes, David Simon fue construyendo un aparataje discursivo en confrontación directa con el aparato conceptual neoliberal. Denunciando una a una todas las líneas maestras del estado neoliberal centauro (Wacquant, Harvey). La conjura contra América, una adaptación extremadamente fiel (salvo en el punto de vista, lo cual no es baladí) de la novela homónima de Philip Roth llega en un momento histórico muy distinto al de sus obras más celebradas (The Wire, Treme): el auge del nacionalismo ultraconservador en Occidente y, especialmente, en los Estados Unidos de Donald Trump. Esta obra, una ucronía en la que el aviador Lindbergh derrotó a Roosevelt en las elecciones de 1940, USA no entró en la II Guerra Mundial y se comenzó a perseguir a los judíos en territorio estadounidense, dialoga de forma tan nítida con nuestro presente que es imposible no leerla como una advertencia. Nos dirigimos a un escenario de persecución al diferente, envueltos en la bandera nacional. El neoliberalismo destroza vidas, el fascismo es, en sí mismo, una negación de la vida, un elogio de la muerte.

2. La amiga estupenda (RAI-HBO | HBO)


La historia de Lena y Lila es uno de los grandes relatos (literarios y audiovisuales) de nuestro tiempo. Dos amigas, dos mujeres de clase obrera, de un barrio empobrecido, de una ciudad estigmatizada (Napoli), que habitan un pasado reciente salvajemente misógino y que cometen el pecado capital de ser ambiciosas, brillantes e independientes, se parten la cara contra el estado de las cosas para lograr lo que desean. Por el camino se quieren y se hacen daño, componen un frente común y estallan en una guerra civil. Por el camino, un viaje a la madurez. La magia de las cosas nuevas, de los descubrimientos. Los veranos en los que todo parece posible y en los que cualquier desgarro parece incurable. Por el camino, la vida. Dura, fascinante, inescrutable. Hermosa.

1. Mrs. America (FX on Hulu | HBO)

Mrs. America
es un crisol de historias en torno a la lucha por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Y un haz de derrotas. La Enmienda a la Constitución estadounidense que defendía la igualdad de género (Equal Rights Amendment, ERA) fracasó a pesar de que parecía tenerlo todo de cara en términos de estrategia política y el respaldo moral de estar en el lado correcto de la Historia. Y sin embargo, el viaje de todas aquellas mujeres que se implicaron ideológica y personalmente para lograr su éxito valió la pena, porque elevó la lucha feminista al corazón mismo de la opinión pública. Pero Mrs. America no es, solo, la historia de las feministas de vanguardia, sino también de las mujeres que creían que la igualdad de derechos amenazaba lo que ellas consideraban sus privilegios, su estatus de amas de casa y su modo de vida, cimentado sobre la institución familiar y la dirección por parte del pater familias de ésta. Estas mujeres, azuzadas convenientemente por los grupos de poder conservadores, estaban lideradas por Phillys Schlafly, una ambiciosa y brillante mente del Partido Republicana a la que los hombres taponan en su ascenso en la jerarquía del partido, paradójicamente (o quizás no tanto), por ser mujer. De tal forma que encuentra en la lucha contra la ERA la plataforma perfecta para hacerse con un espacio de poder dentro del GOP y del sistema político del país. Del otro lado, como decíamos, algunas de las líderes feministas más importantes de la historia de Estados Unidos, Gloria Steinem, Bella Abzug, Betty Friedman o la primera aspirante a presidenta de la federación, Shirley Chisholm. Teniendo en cuenta este tablero de ajedrez, Mrs. America podía tomar partido deliberadamente por el bando feminista, a la hora de construir la psique y los mundos de la vida de sus protagonistas. Sin embargo, tanto las feministas como las mujeres anti-ERA son representadas de forma rica y compleja, mostrando tanto su personalidad y vida personal, como su acción política, porque, sí, no hay que olvidarlo nunca, lo personal también es político. El resultado es una obra narrativamente justa y discursivamente abiertamente feminista, que no cae en la trampa de reducir a las mujeres conservadoras a meros maniquís sin cerebro. Menospreciar al enemigo, ridiculizarlo, infantilizarlo y demonizarlo no lleva a la victoria. Solo a ser incapaz de comprender por qué se perdió. PD: En el día en el que se publica este texto, la República Argentina ha legalizado el aborto. Seguimos.

lunes, 28 de diciembre de 2020

Mis series favoritas del 2020 I [del 40 al 21]

40. Little Fires Everywhere (Hulu | Amazon Prime Video)

El mejor culebrón del año enfrenta a una mujer blanca de clase alta llena de buenas intenciones con las que ahogar sus prejuicios frente a una mujer afroamericana torturada por su pasado que huye de ciudad en ciudad con su hija adolescente. Ambas se van arrojando a sus respectivos hijos a la cara mientras sus vidas se van yendo inexorablemente a la mierda. Además de entretenidísima, Little Fires Everywhere emplea los modos del culebrón familiar para ahondar en la cuestión racial a tumba abierta, señalando la estigmatización y los privilegios. Ser mainstream no implica renunciar a construir un discurso crítico con el estatus quo.

39. Ted Lasso (Apple TV)

Un entrenador de fútbol americano es fichado por una dirigente de un club de la Premier League para destruir al equipo desde dentro y vengarse de su exmarido. La premisa no es una genialidad. Sin embargo, la serie está construida con tanta bondad que resulta irresistible. En un mundo cada vez más oscuro y retorcido en el que priman el dinero y la productividad, que una serie defienda que lo más importante son las personas y no lo que puedas sacar de ellas para tu beneficio propio se asemeja a un abrazo audiovisual. El mundo del fútbol, el mundo en general, no es como el de Ted Lasso. Más bien todo lo contrario. Y eso es mierda.

38. The Great (Hulu | Starzplay)

El guionista detrás de La favorita (Lanthimos, 2018) continúa su labor de reírse de la realeza europea y sus delirantes y maquiavélicos juegos de poder en la divertidísima The Great, sobre el asalto al trono de Rusia de Catalina la Grande. Aunque a Tony McNamara le interesa más bien poco ser fiel a los acontecimientos históricos, logra construir una gran sátira sobre lo que es la ambición desmedida y como nos conduce a obsesionarnos con dominar a nuestros enemigos y controlar todo lo que sucede a nuestro alrededor.

37. Escenario 0 (HBO)

Escenario 0 recoge la herencia del histórico Estudio 1, la tamiza por el filtro del posmodernismo audiovisual (y sociológico) y ofrece un conjunto de obras lisérgicas que bucean en la hipocresía de nuestra sociedad actual, corroída por la codicia, aventurándose al abismo de un capitalismo moribundo. En este sentido, la más poderosa de todas las obras que conforman el proyecto es Mammon, la historia de una no-obra de teatro a través de la vorágine en la que se embarcan sus creadores para poder financiarla. Pero HermanasJuicio a una puta y Los mariachis también valen mucho la pena. 

36. Raised By Wolves (HBO Max | TNT España)

En un mundo apocalíptico, devorado por la guerra entre las religiones y el ateísmo, dos robots, Madre y Padre, tienen la misión de criar a un grupo de niños que erigirán una nueva humanidad sin religiones, en un planeta potencialmente habitable para el ser humano. La premisa suena bien. El caso es que la serie es tan loca que al finalizar el primer capítulo ya la ha quemado. De hecho con las tramas de esta primera temporada otros autores tendrían para diez entregas. Raised By Wolves atrapa al espectador en su vorágine narrativa y no lo suelta. Es una serie que se devora y que plantea mil enigmas y unas cuentas reflexiones morales y filosóficas de interés. 

35. Westworld (HBO) 

La serie de Jonathan Nolan y Lisa Joy ha salido del parque de atracciones y, en el camino, se ha dejado parte de su atractivo. Parecía que al extender la revolución de los robots a todo el planeta, Westworld ganaría en profundidad y empaque, pero ha perdido parte de su magia y abandonado un escenario fascinante por otro global y anodino. La importancia de los lugares que representamos. Aún así, la serie sigue siendo intrigante y ambiciosa. El reparto es sensacional y la capacidad de sorprender al espectador sigue intacta. 

34. 30 monedas (HBO)

Álex de la Iglesia y Jorge Guerricaechevarría han levantado, HBO mediante, su proyecto más ambicioso, 30 monedas, una serie sobre cómo la salvaje lucha por el poder en el Vaticano, termina por salpicar a un pueblo castellano. Por el medio, la religión, la brujería, el satanismo y la magia se mezclan para convertir a la ficción en un circo de pista múltiple. 30 monedas es divertidísima, café para los muy cafeteros de Álex de la Iglesia y que pide que dejes al lado durante una hora semanal la credulidad y los sinsentidos narrativos. A cambio ofrece un derroche de imaginería visual apabullante. La serie podría ser muda, que seguiría siendo igual de fascinante. 

33. Mira lo que has hecho (Movistar +)

En la última temporada de su serie, Berto Romero ahonda, más que nunca, en los dos elementos centrales de la misma: las relaciones paterno-filiales y la meta-comedia. En ambos aspectos sale airoso. La exploración de cómo nuestros padres, su forma de ser y de criarnos nos condiciona en la vida duele porque se siente palpable y real. La reflexión sobre qué es realidad y qué es ficción y cómo ambas se constituyen en vasos comunicantes cuando uno es un artista no es tan universal, puesto que la mayoría de personas no somos creadores culturales pero es brillante. Lo que sí es universal es que no podemos aspirar a que las diferentes esferas que componen nuestra vida no se contaminen. Es una utopía. Para finalizar, hay que elogiar su capacidad para analizar una cuestión tan difícil y polémica como la de los límites del humor con tanta franqueza. Romero expone y defiende su punto de vista con unas vehemencia y honestidad remarcables.

32. La madición de Bly Manor (Netflix)

Mike Flanagan, uno de los pocos autores a los que la industria de Hollywood aún le financia obras adultas, regresa a la televisión con La maldición de Bly Manor, la enésima adaptación de una de las novelas cumbres del terror, Otra vuelta de tuerca de Henry James. Al igual que pasaba con La maldición de Hill House, la serie apuesta, ante todo, por sus personajes, almas torturadas atrapadas en torno a un espacio bello, gótico y asfixiante. Y en esa apuesta, gana. Los personajes te importan, te emocionan y te hacen sufrir. Aunque no alcance las cuotas visuales de su predecesora (se nota que Flanagan no la dirige entera) y no dé mucho miedo, vale mucho la pena.

31. Valley of Tears (Kan 11 | HBO)

El género bélico ha mostrado su fortaleza en el cine en los últimos años, con obras como las grandilocuentes Dunkerque (Nolan, 2017) o 1917 (Mendes, 2019), pero también con películas provenientes de cinematografías no anglófilas, como Land of Mine (Zandvliert, 2015). Sin embargo, esta pequeña era dorada del género no se ha trasladado a la televisión. En este sentido, Valley of Tears es una rareza. Una serie bélica israelí, ambientada en la Guerra del Yom Kippur, que huye de la espectacularidad de las grandes obras cinematográficas para ofrecer un exquisito retrato psicológico de los soldados, en la estela de la serie bélica canónica, Band of Brothers (Stephen Ambrose, 2001), y plantar en el espectador un temor constante a que alguno de dichos soldados muera. De fondo, un contexto sociopolítico riquísimo, un país en guerra con todos sus vecinos y lastrado por la desigualdad interior. 

30. Parliament (France TV | Filmin)

A la luz de las últimas noticias sobre orgías en Bruselas, con eurodiputados involucrados, incluido uno del partido de Viktor Orbán, esta coproducción televisiva entre Francia, Bélgica y Alemania (es decir, la Europa de verdad) se queda corta en su sátira sobre el Europarlamento. La comedia, protagonizada por un asesor novato de un eurodiputado liberal, francés, vago y sin ambición, brilla en su retrato de la delirante burocracia de la Unión Europea, la maraña legislativa, el circo que son los grupos políticos y el peso de los asesores y los lobbystas en el entramado de poder de Bruselas. Patina, en cambio, cuando se mueve hacia territorios convencionales, como la relación romántica. Por suerte hay bastante más de lo primero, que de lo segundo. Ojalá haya una segunda temporada de Errejón en Bruselas. Esta serie es servicio público.

29. El Ministerio del Tiempo (TVE)

Cuando pienso en qué RTVE me gustaría, El Ministerio del Tiempo surge, rápidamente, como el tipo de obras por las que una televisión pública debería apostar. Una serie inteligente y que, lo que es más importante, considera al espectador-ciudadano como una persona inteligente. Que a pesar de las carencias de medios, no renuncia a hacer ciencia ficción de primer nivel. Y que, sobre todo, busca poner en valor la cultura de un estado complejo y recuperar la memoria histórica de un país con demasiados traumas recientes a sus espaldas. Vamos, una ficción audiovisual que es puro servicio público.

28. Cuando el polvo se asienta (DR | Filmin)

La amenaza terrorista ha sido una constante de la Europa del S.XXI. Una cuestión que ha envenenado y emponzoñado las sociedades europeas, sobre todo las del norte, lo que desde este país segundomundista llamamos el primerísimo primer mundo. El paraíso danés del bienestar ha sido mirado con envidia desde el sur europeo. Una sociedad abierta, diversa, con impuestos altos y servicios públicos excelentes. Y siendo verdad algunas de estas cuestiones, sobre todo las dos últimas, no lo es menos que la sociedad danesa se ha visto tensionada por el auge de la extrema derecha y el racismo. Ni eran tan abiertos ni sabían gestionar tan bien la diversidad. Cuando el polvo se asienta retrata cómo gestionan las víctimas de una masacre terrorista la tragedia y los miedos y las pulsiones a las que tienen que hacer frente. Solo con humanismo, comunicación y justicia podrán sobrevivir nuestros sistemas democráticos.

27. The New Pope (Sky Italia-HBO | HBO)

Paolo Sorrentino cierra la historia del papa Pío XIII siendo en todo momento fiel a sí mismo y a su personalísimo estilo. No le interesa retratar tanto la hipocresía de la curia vaticana, aunque no pierde ocasión en hacerlo, o analizar una posible revolución en la Iglesia, aunque algo de eso hay, como regodearse en la fascinación que le producen sus protagonistas y proponer una cierta espiritualidad para el S.XXI, pop y trash, frente a la lenta muerte de la espiritualidad de las grandes religiones. Precisamente esto convierte a los popes de Sorrentino en una de sus obras más ambiciosas. Y también de las más interesantes.

26. La innegable verdad (HBO)

A esta terrible historia sobre dos hermanos gemelos profundamente desgraciados se la tildó, desechándola, de pornografía del sufrimiento humano. Quizás se pueda llegar a pensar al ver los dos primeros episodios, pero una vez que entras en su mundo de desgracias entiendes que es un retrato incluso hermoso sobre personas que sufren. ¿Y quién no lo hace? Derek Cianfrance y Gina Prince acaban por componer un relato que, rozando el realismo mágico en su extraordinario capítulo flashback, dibuja cómo el dolor, al igual que el dinero, se hereda. 

25. The Investigation (SVT1-TV2 | Movistar +)

El nordic noir conquistó medio mundo hace una década con obras como Forbrydelsen (Sveistrup, 2007-2012) o Bron/Broen (Rosenfeldt, 2011-2018) como punta de lanza. Desde aquellas, la industria audiovisual nórdica se ha consolidado como un espejo en el que mirarse. En este contexto, The Investigation es una serie que destaca por sus arriesgadas decisiones narrativas. Por una parte, la serie que cuenta la investigación de un asesinato real cometido por un ciudadano danés contra una periodista sueca en el pequeño submarino del primero, sitúa al asesino en off, en un fuera de campo permanente. Nunca jamás vemos al asesino, a pesar de que el mismo está detenido. Una decisión audaz y más teniendo en cuenta que el autor detrás de la obra, Tobias Lindholm, viene de trabajar en Mindhunter (Joe Penhall, 2017-2019), una serie que descansa, en gran medida, sobre los asesinos a los que analizan sus protagonistas. Por otra parte, The Investigation opta por una narración decididamente pausada, aproximándose a cómo son, en realidad, las investigaciones policiales, a lo complicado que es armar un caso que pueda ser llevado a juicio por un fiscal de forma exitosa. Lo importante no es cazar al asesino, es conseguir demostrar fuera de toda duda que lo es. Y, de paso, rendir tributo a la víctima y a su familia.

24. HIT (TVE) y Rita (TV2 Danmark | Netflix)

Resulta curioso, cuanto menos, lo poco que el arte audiovisual ha reparado en el hecho educativo y en el sistema de enseñanza-aprendizaje. A pesar de que el audiovisual USA se ha centrado en los institutos como espacios a los que representar de forma bastante habitual, la educación no ha sido, por lo general, el motor de las obras. La industria audiovisual que más caso ha hecho al proceso educativo ha sido la francesa. Desde el cine de Truffaut al de Tavernier, pasando por toda una ganadora de la Palma de Oro como La clase (Cantet, 2008). 
Teniendo en cuenta este background es muy estimulante que este año hayan coincidido dos series tan buenas como la española HIT y la danesa Rita que, a partir de sendos profesores carismáticos y disruptivos, exploran numerosos debates candentes sobre cómo estamos educando a las nuevas generaciones, qué le pasa a los anquilosados sistemas educativos o por qué los padres renuncian a educar a sus hijos. Además, Rita y HIT se complementan la una a la otra, puesto que la primera está centrada en la educación de pre-adolescentes y la segunda en cómo lidiar con esa etapa tan convulsa y compleja del crecimiento de las personas. Nadie tiene la receta secreta para transformar los sistemas y procesos educativos pero está claro que algo está fallando. Las sociedades, las tecnologías y nuestra forma de vivir y relacionanlos han cambiado, la educación debe hacerlo también.

23. Star Trek: Discovery (CBS All Access | Netflix)

Discovery
es junto a The Expanse la gran space opera de la última década. Una actualización de los valores profundamente humanistas del universo Star Trek. Frente a la premisa apocalíptica de la temporada anterior, ésta está siendo mucho más pausada y analítica. Se agradece. Siempre resultan más interesantes los debates morales que los giros y cliffhangers, por mucho que los segundos dejen a uno con la boca abierta. Visualmente sigue siendo exquisita y su aproximación a esa Federación en decadencia nos remite, irremediablemente, a nuestra Unión Europea, paralizada por su sobredimensión e incapaz de afrontar los ataques de los enemigos exteriores y, sobre todo, interiores.

22. The Good Fight (CBS All Access | Movistar +)

En su obsesión por analizar la actualidad, los King a veces derrapan. The Good Fight, siempre divertidísima, me interesa menos cuando se obsesiona por escrutar los Estados Unidos de Trump, que cuando desarrolla dilemas morales-legales interesantes o entra más al fondo de las entrañas del sistema político-institucional estadounidense. Por ejemplo, en el último episodio de la temporada, se pone a jugar con el caso Epstein y aunque resulte muy entretenido no deja de ser puro efectismo vacío de contenido. No es el mejor capítulo de una temporada que ha vuelto a resultar apasionante, pero quizás sí sea el más vistoso.

21. Gambito de dama (Netflix)

Creo que no resulta exagerado afirmar que Gambito de dama es el fenómeno seriéfilo del año. Un rotundo éxito del boca oreja que hasta provocó que se dispararan la venta de tableros de ajedrez en todo el mundo. La globalización era esto. En términos estrictamente artísticos, la serie es una delicia. Un drama adulto clásico sobre una niña huérfana que encuentra en el ajedrez su tabla de salvación en medio de una vida miserable y que tiene que lidiar, ya de adulta, con sus adicciones y sus traumas, mientras intenta convertirse en la mejor del mundo. Anya Taylor-Joy está inmensa.

jueves, 23 de abril de 2020

La amenaza fascista

THE PLOT AGAINST AMERICA



Durante las últimas seis semanas, HBO ha emitido o, más bien, teniendo en cuenta que vivimos en la era del streaming, "ha puesto a disposición de sus clientes" (esa frase tan prefabricada y tan preñada de neoliberalismo) la última ficción de uno de los mayores enemigos de este último, David Simon, que junto a Ed Burns, su socio en The Wire y Generation Kill, ha adaptado en formato audiovisual la soberbia novela de Philip Roth, The Plot Against America. Tanto la novela como la serie, una adaptación absolutamente fiel de la primera, están ambientadas en unos Estados Unidos que aún seguían abogando por el aislacionismo y que se resistían a entrar en la II Guerra Mundial y... que no entraron en la misma. En este contexto ucrónico, una familia judía de New Jersey irá experimentando en sus propias carnes cómo el nacionalismo y el odio al diferente pueden corromper a todo un país

La miniserie, compuesta por seis episodios de una hora de duración, va analizando cómo el fascismo se infiltra en la sociedad y lo emponzoña todo. Las relaciones familiares, laborales, comunitarias y, por supuesto, políticas. Absolutamente todo nuestro mundo de la vida pasa a estar condicionado por la amenaza fascista, por sus modos de proceder, al principio sibilinos, luego directamente violentos. Así, cada episodio se vuelve más opresivo y aterrador que el anterior. Analizar la gangrena poniendo el foco de atención en una familia de clase media-baja, en su día a día, en la cotidianidad en tiempos en absolutos cotidianos es, precisamente, lo que permite que la obra se sienta tan cercana, tan plausible. Podría ser nuestra familia. Podríamos ser nosotros.

Roth publicó la novela en el 2004, tres años después del 11-S, en unos Estados Unidos embarcados en una war on terror global, que devastó países, estigmatizó a los musulmanes y sirvió de coartada para la deriva autoritaria del neoliberalismo durante la Administración Bush, con la Patriot Act recortando derechos y libertades en nombre de la seguridad nacional. Su adaptación audiovisual llega, también, en el último año del primer mandato de un presidente republicano, Donald Trump, cuyas políticas, apoyadas desde el nacionalismo de derechas, han puesto en el punto de mira a los inmigrantes y a las potencias exteriores, como culpables de que Estados Unidos dejara de ser grande. No pocas personas han criticado a David Simon y Ed Burns por construir, en The Plot Against America, una metáfora demasiado obvia y demasiado partidista sobre el trumpismo. Sin embargo, no hay nada en la miniserie que no estuviera en la novela de Philip Roth. El discurso contra la alt-right nacionalista no está en la serie, sino en la propia opinión pública de las democracias occidentales. La serie no nos habla del presente, sino que nos invita a reflexionar sobre el mismo, sobre la deriva de nuestras sociedades. Precisamente la idea de deriva moral, ética, social, política, es uno de los motores discursivos de la obra y lo que hace que se vaya volviendo cada vez más oscura, sin embargo, The Plot Against America es, sorprendentemente, la obra más optimista de Simon. 


En su díptico sobre Baltimore (The Corner, The Wire) nos mostraba cómo era imperativo combatir algunos de los postulados hegemónicos de nuestro sistema social, político y económico, pero que lo único a lo que podíamos aspirar era a lograr pequeñas victorias, que funcionaban como cuidados paliativos para un sistema de muerte. En Treme, más luminosa pero también más trágica, sucedía otro tanto de lo mismo. Las comunidades, golpeadas una y otra vez por los efectos del neoliberalismo combatían diariamente por sobrevivir. En Show me a hero, un modesto plan de des-ghettificación urbana se llevaba por delante a la clase política local y evidenciaba algunas de las heridas más sangrantes del país: el racismo, el clasismo... No había en ninguna de ellas demasiada esperanza en la capacidad de transformar el sistema de forma significativa. El juego siempre estaba amañado. Sin embargo, The Plot Against America muestra más confianza en el sistema y en su capacidad de proteger a la ciudadanía frente a la barbarie. Quizás porque en las anteriores ficciones de Simon el enemigo era el neoliberalismo depredador, mientras que en esta serie el enemigo es el fascismo. En las primeras había que combatir contra el sistema, en la última hay que protegerlo. La democracia liberal, cada vez más porosa al poder y con menos capacidad de redistribuir la riqueza está podrida pero siempre será mejor que un estado fascista. En The Wire o Treme nos encontrábamos en un estadio socioeconómico malo pero The Plot Against America nos recuerda que podemos estar en uno aún peor. Casi como si Simon y Burns hicieran suyo el chiste del pesimista y el optimista. El pesimista dice "no podemos estar peor" y el optimista le replica "sí, claro que podemos". Por eso, en su última ficción parece que los autores, Roth mediante, nos vienen a decir que sí, el neoliberalismo sigue siendo tan nocivo como lo era hace 20 años pero no debemos olvidarnos de que el fascismo es aún peor. El primero deteriora nuestro mundo de la vida pero el segundo es, en sí mismo, una negación de la vida, un elogio de la muerte.

domingo, 2 de febrero de 2020

Los No Oscar 2019: Dirección, Fotografía y Montaje

Montaje


5. Evan Schiff por John Wick: Capítulo 3 - Parabellum
La tercera película de John Wick es mejor, más grande y más alocada. Pero sobre todo está mejor hecha. La fotografía y el montaje son una gozada. Desde luego tiene en su haber las mejores y más bellas secuencias de pelea del año. Pero además Schiff sabe manejar muy bien el ritmo de un film que alterna secuencias velocísimas con pausas muy medidas, que atrapa sin agotar.

4. Jennifer Lame por Historia de un matrimonio
Como bien nos enseñó el famoso video en el que se compara el (apabullante) guion de Baumabach con el resultado final de la película, nada en Historia de un matrimonio se dejó al azar, quizás sea la obra más calculada del año. Teniendo en cuenta esto, la tarea de Lame era cuadrar todos los elementos para que, efectivamente, la película fuera segundo a segundo como Baumbach la tenía en su cabeza. El resultado es brillante.

3. Fred Raskin por Érase una vez en... Hollywood
Érase una vez en... Hollywood es la primera película de Tarantino tras el fallecimiento de la montadora de todas sus películas, Sally Menke. Por ello el reto que tenía Raskin ante sí ya era, de partida, enorme. Pero el mismo se complica aún más porque su principal misión es poner orden en el guion más deslavazado de Tarantino, que combina de forma anárquica las historias de los protagonistas, Rick y Cliff, con la de su personaje histórico de referencia, Sharon Tate. Y aunque las secuencias funcionen mejor en el plano interno (cada una es sensacional por sí misma), que relacionadas entre sí, es justo reconocer el trabajo de Raskin. De hecho su ausencia en los Oscar fue una de las pocas sorpresas de las nominaciones.



2. Ronald Bronstein y Benny Safdie por Diamantes en bruto

El triángulo creativo Safdie's-Bronstein escribe, dirige y monta una de las películas más oligofrénicas del año, un viaje desquiciado por una ciudad, Nueva York, no menos desquiciada, en el que un adicto al juego tiene que saldar las múltiples deudas que ha contraído, mientras es incapaz de superar su adicción y sus acreedores lo persiguen. 


1. Louise Ford por El faro

La perturbadora y magnética El faro se asienta sobre tres pilares: sus actores, las poderosísimas imágenes que crean Robert Eggers y Jarin Blaschke y el montaje de las mismas, a cargo de Louise Ford. Precisamente en cómo esas imágenes están montadas radica el mayor logro del film de Eggers, ese ritmo de delirio, asfixiante, sudoroso, opresivo que eleva la película en su segunda hora a un terreno casi lynchiano



Fotografía



5. Dan Laustsen por John Wick: Capítulo 3 - Parabellum
El director de fotografía de las últimas películas de Guillermo del Toro, lleva la fotografía de la saga Wick a un territorio más complejo, en el que se combinan luces y escenarios muy diversos sin perder nunca la homogeneidad ni la personalidad de una propuesta muy vistosa y sensorial. Si ver a Keanu Reeves repartir estopa resulta tan hipnótico como en la saga Matrix en parte es gracias al brillante trabajo de Laustsen.

4. Pawel Pogorzelski por Midsommar
Frente a algunas de las propuestas de esta lista que se hacen grandes en la nocturnidad y en juego con la oscuridad, el trabajo de Pogorzelski se sustenta sobre el manejo de un día casi perpetuo, en las proximidades del Polo Norte. El bukkake de luz al que nos someten Ari Aster y su director de fotografía impresiona. Midsommar es gélida, hermosa e inquietante.

3. Claire Mathon por Atlantique
De todos los campos cinematográficos, la dirección de fotografía es uno de los que han estado (y continúan estando) más vedados a las mujeres. Por eso mismo la explosión este año de Claire Mathon es algo que debemos remarcar. En Atlantique se pone a las órdenes de Mati Diop para crear una pequeña fantasía pesadillesca, en la que la durísima realidad (cientos de miles de personas arriesgan a diario su vida por llegar a Europa) se mezcla con una premisa sci-fi escurridiza para hablar, finalmente, de la dominación, de la resistencia y del amor. Mathon logra crear imágenes imposibles con un uso de la luz prodigioso, casi alienígena. 

2. Hoyte van Hoytema por Ad Astra
El director de fotografía que surgió del frío (Déjame entrar, 2008; El topo, 2011) y mejoró la plasticidad de las películas de Christopher Nolan (Interstellar, 2014; Dunkerque, 2017) firma su trabajo más poético e impactante a las órdenes de James Gray en Ad Astra. En este viaje al corazón de las tinieblas espacial, la fotografía juega un papel capital: las imágenes, aderezadas por la voz en off, te van sumergiendo en el viaje emocional, mental y, casi, ideológico de Brad Pitt en busca de su padre y del sentido de la vida. van Hoytema se confirma como uno de los grandes cinematógrafos de la actualidad.

1. Claire Mathon por Retrato de una mujer en llamas
¿Cómo puede ser que este trabajo no esté nominado al Oscar? Demuestra un conocimiento profundo de la historia del arte y se erige en sí misma en una obra de arte. Es pintura en movimiento. Lleva a cabo un uso de los elementos (el mar, el fuego) sobrecogedor para retratar, nunca mejor dicho, las emociones y pasiones de dos mujeres atrapadas en su tiempo. Mathon logra captar toda la belleza de este mundo. La natural y la humana. Es fascinante.



Dirección


5. Greta Gerwig por Mujercitas
Con su primera película como directora, Lady Bird, Gerwig confirmó su talento para construir personajes femeninos y para entender el mundo millenial. Con su segunda obra, la enésima adaptación audiovisual de Mujercitas, dos novelas clásicas estadounidenses, ha demostrado que ha llegado para quedarse. Su Mujercitas es, posiblemente, la mejor adaptación que se ha hecho de la(s) obra(s) hasta el momento y también una película más ambiciosa y, en mi opinión, mejor que la anterior. Al alternar las dos novelas, combinando los tiempos mediante el uso de flashbacks, Gerwig ha logrado construir una película con un ritmo endiablado, que siempre raya alto, en lo emocional y en lo cinematográfico. 

4. James Gray por Ad Astra
La película más ambiciosa de James Gray es la continuación lógica de su anterior obra, La ciudad perdida de Z. En su epopeya espacial están presentes, también, la fascinación por el descubrimiento, la necesidad de saber quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos, las relaciones paterno-filiales y la imposibilidad de volver a atrás. Y al igual que en aquella, pone todo su talento visual al servicio de su historia. Sin duda Gray es uno de los grandes autores del cine actual.

3. Céline Sciamma por Retrato de una mujer en llamas
La segunda película de Céline Sciamma tiene muchas secuencias prodigiosas, pero hay una, quizás no tan excelsa en el terreno visual, que me fascina especialmente. Marianne está pintando a Héloïse. Mirándola. Escrutándola. Y nosotros con ella. Pero Héloïse se revuelve, no le parece justa la relación de poder que esto implica. Y la cámara de Sciamma, de forma muy sutil, se gira y nos muestra de verdad por primera vez a Marianne y logra que a partir de ahí ninguna de las dos nos parezcan iguales. Sciamma tiene talento de sobra para ser una de las grandes autoras francesas de nuestro tiempo.

2. Noah Baumbach por Historia de un matrimonio
A pesar de que al final no consiguió la nominación al Oscar a la mejor dirección y que es muy improbable que gane el Oscar al mejor guion original, Historia de un matrimonio ha supuesto la consagración definitiva de uno de los grandes cineastas del indie estadounidense de las últimas tres décadas. Esta película es la obra más redonda de Baumbach, tanto en términos de escritura como sobre todo en lo relativo a la dirección. Un trabajo de puesta en escena sutil pero excelente, que maneja a la perfección los encuentros y desencuentros de dos personas que se quieren pero que se duelen. 


1. Pedro Almodóvar por Dolor y Gloria
Tras varias películas en las que lo estético devoraba, un poco, a los relatos (Los abrazos rotos, La piel que habito, Julieta), ha vuelto el Almodóvar que siempre pone la cámara al servicio de la historia. Su historia, para ser más exactos. De tal forma que Dolor y Gloria brilla, sobre todo, en los momentos más íntimos, en los que la mirada de Almodóvar se centra en sus personajes, dibujando con nitidez las relaciones que existen entre ellos, ya sea la materno-filial, la de ex-amantes, o la de ex-colaboradores artísticos. En cambio, cuando rueda una película dentro de la película (su infancia), los planos son más amplios, el espacio resulta más libre y las imágenes desprenden más poesía. Ambas películas son fascinantes y ambas van en la misma dirección: la deconstrucción del hombre detrás del artista.