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jueves, 26 de marzo de 2015

Una cartografía de las relaciones afectivas

LOOKING - Segunda temporada


Spoilers a mansalva sobre el segundo año de Patrick y compañía

Este domingo HBO emitió el final de la segunda temporada de Looking. Ayer se confirmó lo que todos nos temíamos, la cadena cancela la serie, pero emitirá un capítulo especial para cerrar las tramas abiertas. La decisión es lógica, teniendo en cuenta las ínfimas audiencias y la nula repercusión en premios. Aunque ya estaba concienciado para que terminara, me ha dolido la noticia porque soy uno de esos insensatos que la van a echar mucho de menos. Su primera temporada no acabó de convencerme, aunque ya encontré en ella elementos muy interesantes, sobre todo a partir de su ecuador. Pero esta segunda entrega me ha parecido sensacional. Hay mucha gente que sigue creyendo que es una serie errada, que no acaba de tener unos objetivos claros ni de generar unos personajes realmente interesantes. Otros, en cambio, nos hemos enamorado de la ficción de Andrew Haigh y Michael Lannan hasta las trancas. Supongo, que como casi siempre, será en el punto intermedio entre ambas posturas dónde cabría situar la realidad. Pero desde luego, este artículo será una defensa a ultranza de la serie. Sentiría que me estoy engañando a mí mismo sino es así. Con ello no quiero decir que Looking sea la serie profunda y sensible que para mí es. Como todo arte, la televisión, es profundamente subjetiva. Lo que puede elevar a Looking, es la posibilidad de conectar con sus personajes, sentimientos y conflictos. Si no lo haces, la serie será fría y ligera (en el peor sentido). Si lo haces, y yo este año lo he hecho, te encontrarás con una disección interesante de muchos conflictos vitales anclados, sobre todo, en el plano sentimental.

Precisamente, en esta segunda temporada, Looking ha iniciado el trazado de una especie de cartografía de las relaciones afectivas. Somos seres sociales, por lo tanto seres anclados a relaciones, laborales, familiares, de pareja y de amistad. Y Looking ha querido abordar la vida, y por lo tanto el retrato, de sus personajes en función de sus relaciones afectivas. Desde la relación con tus mejores amigos, a la que tienes con tu novio, pasando por la que mantienes con tu ex o con tu hermana. Haigh y Lannan han tendido una amplia red de relaciones, hasta dibujar el entramado social de una serie de hombres (y una mujer), y cómo dicho entramado social los moldea. En la última temporada de otra serie de HBO, Boardwalk Empire, un personaje, a punto de ser ejecutado decía una frase que se me ha clavado en la mente, posiblemente para siempre: “Todo es una quimera, jamás nadie ha sido libre”. En cierta forma Looking va en esa dirección, no somos libres porque nuestras vidas dependen intensamente de las vidas de aquellos que nos rodean. Al principio Patrick (Jonathan Groff) no puede amar libremente a Kevin (Russell Tovey), porque Kevin tiene novio. Y al final, no puede amarlo completamente porque Kevin quiere tener una relación abierta en el terreno sexual. Se podría argumentar que Patrick es libre de dejar a Kevin, sin embargo, Patrick no es libre porque lo ama. De hecho es posible que ame a Kevin y a la vez ame a Richie (Raúl Castillo), y sin embargo no quiera amarlos de forma conjunta, porque cree en la monogamia, tanto sentimental como sexual. Lo cual nos lleva a decir que ya no es sólo que no seamos libres porque estamos atados a los demás, sino que no somos libres porque estamos atados a nosotros mismos, a nuestros deseos y miedos.

De hecho, Patrick se pasó la temporada atormentado entre lo que deseaba (Kevin) y lo que necesitaba (Richie). Un cruce de sentimientos en el que, desde luego, me sentí identificado. No es fácil salir indemne de esa encrucijada. Patrick deseaba a Kevin, a su lado se sentía más vivo, más osado. Sacaba su lado “salvaje”. Richie en cambio es la estabilidad emocional, la tranquilidad, esa persona en la que confiar. Sacaba, pues, su lado “sereno”. A lo largo de la temporada Patrick fue metiéndose en la boca del lobo con Kevin, porque Kevin lo hacía feliz, lo hacía sentirse especial, su amor era pasión (que no es igual a sexo). Pero su relación con Kevin siempre estuvo lastrada por la desconfianza. Al fin y al cabo, durante casi toda la temporada se negó a dejar a su novio y terminó por partirle el corazón a Patrick en el sensacional Looking down the road (2x04). Por eso mismo, cuando le propone tener una relación abierta en el terreno sexual, a Patrick se le viene el mundo encima. La larga y terrible sombra de la desconfianza de nuevo. De ahí que el final no pueda tener más sentido. ¿Dónde termina el confuso Patrick? En el único sitio dónde se siente seguro, dónde su confianza es total, en la barbería de Richie, el hombre que siempre confió en ellos.



La relación amorosa entre Patrick y Kevin, ha sido, por lo tanto, la trama más relevante de este curso en Frisco. En paralelo, hemos visto la transformación de Agustin, ligada a su enamoramiento de un chico con VIH, y la progresión de la amistad entre Dom y Doris, ahora que ella ha encontrado a un hombre que la hace feliz. El cambio radical de Agustin (Frankie J. Alvarez) es interesante, más extra-narración que intra-narración por la honestidad creativa que conlleva. Uno de los principales problemas de Looking en su primer curso era que uno de sus tres protagonistas era un personaje insufrible. No una mala persona a la que puedes entender o de la que necesitas saber más para intentar descifrarlo. No, simplemente era un personaje terrible, errado en su totalidad. Sin embargo, este año Agustin, además de soltar las pullas más graciosas, ha sido escrito con mucha sensibilidad. Una catarsis emocional total. Haigh y Lannan asumieron las críticas vertidas por la gran mayoría de los seguidores de la serie, y corrigieron el rumbo. Reconocer que te has equivocado y enmendar el error es un acto de honestidad al que muchas veces los autores se niegan. La gracia, además, residió en que salpicaron el relato de constantes referencias a la transformación radical de Agustin. Hicieron de la corrección una broma recurrente extra-narrativa. Lo cual tuvo su cima en ese terriblemente incómodo discurso que dio Patrick borracho en Looking for Gordon Freeman (2x06), y en el que dispara a dar a sus amigos. Tuve que parar el capítulo porque no podía seguir viéndolo, era como observar a un tren descarrilar. A nivel intra, las tramas de Agustin aunque fueron las menos relevantes, funcionaron muy bien a la hora de explorar cómo es una relación con una persona que tiene VIH, y sobre todo, al mostrarnos cómo un miedo espeso e incontrolable, ciega a nuestra razón, a lo que sabemos. Estamos concienciados sobre el VIH, y sabemos cómo se contagia y cómo no, no tenemos prejuicios de ningún tipo, pero ay, en situaciones inesperadas (en este caso semen en un ojo), nuestro miedo se apodera de nuestras creencias. Y ello es algo con lo que tienen que lidiar día a día muchas personas con VIH, ese miedo encubierto, irracional, delirante y agazapado, que se puede apoderar de las personas en momentos incontrolados.




En cuanto a Dom (Murray Bartlett) y Doris (Lauren Weedman), esa amistad a prueba de bombas, no puede haber más que halagos hacia la ficción. En un reparto masculino, es curioso (o no) que el personaje más consistente y divertido sea el interpretado por la única mujer del elenco. Doris es una de esas secundarias que se apoderan del show con cuatro frases. No necesita más. Y sin embargo, le dieron un capítulo de lucimiento total, el del entierro de su padre, Looking for a plot (2x07), y el resultado fue mi capítulo favorito de Looking. Sensible, gracioso, triste, hondo. Un capítulo sobre la muerte que resultó ser como la vida misma. Las relaciones paterno-filiales, las amistades, la familia, la muerte, la infancia, la adolescencia y la ciudad natal como cárcel vital. Todos esos temas, y algunos otros, estuvieron en ese capítulo, y recorren a su vez esa relación de amistad a través de las décadas. De hecho lo que exploró Looking en esta temporada fue la llegada de dicha relación a la madurez definitiva. ¿Cómo es la amistad cuando uno se asienta definitivamente en el plano sentimental? ¿Cuando encuentra una pareja y empieza a construir su vida en primera persona del plural? La respuesta es: diferente. Ni mejor, ni peor, simplemente otro estadio. Constantemente nos encontramos en nuestras vidas a personas que empiezan a tener una relación y se olvidan de sus amigos. Como si la pareja anulara la amistad, cuando en realidad estamos ante dos formas de querer distintas y complementarias. 

martes, 11 de marzo de 2014

Quemas

LOOKING - Primera temporada


He estado ahí

Inicio este análisis dividiendo la primera temporada de Looking en dos mitades simétricas y emocionalmente antagónicas. La primera mitad, la toma de contacto, se caracterizó por vacilar en sus intenciones y sobre todo en la construcción de sus personajes. Dibujó a su protagonista, Patrick (Jonathan Groff), de forma muy superficial, hasta banal diría, un diseñador de videojuegos constantemente al borde de ser un drama queen y un attention whore. Flotando en un mundo irreal en torno a su ego. No digo que no haya gente así, tan alejada emocionalmente de los demás que es incapaz de descubrir los sentimientos de los otros. Gente vacía. Relacionarnos con los demás es lo que nos llena, porque cuando llegamos a este mundo no somos nada más que recipientes vacíos. Lo más destacable de esta primera Looking eran sus explosiones de humor negro y zafio. Y el dibujo de la crisis de la mediana edad que hacía a través de Dom (Murray Bartlett).

Cada vez más el cine y la televisión exploran la deriva emocional en la que se encuentran los hombres cuando rondan los 40. Ahí está esa maravilla que es Una pistola en cada mano (Gay, 2012). Sin embargo, tener como animal de experimentación a un hombre homosexual es novedoso. Los personajes homosexuales que recrea la cultura audiovisual suelen ser veinteañeros que buscan conocerse o se conocen ya muy bien. Siendo su sexualidad el epicentro de sus conflictos emocionales, de tal forma que el hecho de envejecer se muestra como un drama en tanto en cuanto condiciona la vida sexual. Un planteamiento cimentado sobre tópicos. Así, la crisis existencial de Dom que comienza siendo sexual (“ya no follo tanto como antes” “soy viejo para los niñatos”) evoluciona, en la segunda parte de la temporada en algo más profundo, en una crisis existencial total: profesional, económica, emocional, afectiva, y obviamente también sexual, el sexo es importante, simplemente quiero incidir en que no lo es todo. Y justamente me gusta de Looking su forma de abordar el sexo, tanto la forma naturalista en que está dirigido (en casi todos los caps) por Andrew Haigh (sí, el hombre detrás de Weekend) como en la forma en la que está descrito a través de los diálogos y de las caras de los actores. Estoy hablando del sexo en torno al protagonista, no de la trama sexual de Agustin (Frankie Alvarez), la gran mancha de fuel que ensucia los logros de la serie.

No tenía pensado hablar de Agustin, quería comenzar a engañar a mi memoria sobre su existencia, pero no puedo. Agustin es el vacío, un vacío además irritante. Un artista sin arte. Un amigo sin piedad. Un novio sin respeto. Un error. Mucho van a tener que trabajar en la trastienda Michael Lannan (el creador del invento) y Andrew Haigh perfilándolo de nuevo si no quieren que este personaje lastre también la segunda temporada de la serie. En él, el sexo es puro artificio, porno rodado con clase, pero hueco, muy hueco. Dom fue siempre un personaje interesante, Patrick comenzó siendo una caricatura (perfilada con brocha gorda queriendo construir un personaje tipo Girls, y fracasando estrepitosamente) pero a partir del capítulo 5 se convirtió en una persona con la que era capaz de conectar, con sus errores y con sus aciertos, con sentimientos.

Ha sido la vía emocional la que ha permitido que Looking al final se convirtiera en una serie con algo que decir, con voz propia. La exploración de los sentimientos de unos personajes que luchan por no estar solos en el mundo se convirtió en el epicentro de la serie, convirtiéndola en algo relevante. Looking no es una serie de autor, no es, volvamos a la dichosa comparación, Girls, no tiene que ser sarcástica y punzante, no tiene el ingenio en la escritura necesario, su medio y su fin deben ser las emociones. Por eso el capítulo 5, el mini-Weekend, es tan bueno. Porque gira todo el rato sobre los sentimientos de los protagonistas. No hablan de nada especialmente relevante, no reflexionan sobre cosas sesudas, simplemente son dos hombres desnudándose emocionalmente uno frente al otro, poniendo su pasado sobre la mesa para alumbrar su presente. Un hermoso acto de valentía y madurez sentimental. Al quinto día, la serie encontró el tono, y pudo por fin definir sus coordenadas, construir a su protagonista, ese Patrick interpretado con tanta candidez por Jonathan Groff. Y los tres capítulos que siguieron supieron mantenerse en esas coordenadas (a pesar de las tramas de Agustin, su novio y su puto). Por un lado tenemos a Dom y sus crisis de la mediana edad, por otro a Patrick y el inexorable precipicio de los 30, ese precipicio lleno de miedo a la soledad, en el que las fiestas dejan de ser tan divertidas y tener una pareja a la que abrazar y una película en el ordenador parecen el plan más apetecible del mundo.

Y también he estado ahí

Con el tren hacia la madurez sobre las vías del AVE (el de verdad, no el de Galicia), el sexo no se presenta como algo juvenil, fresco, divertido, ingenuo (como la secuencia de cruising que abre la serie) sino que torna mucho más denso, más viscoso, más real, más palpable (como en la secuencia de sexo de la season finale), más trascendente. Las conversaciones en torno al sexo de Patrick y Richie (Raúl Castillo) nos suenan también más cercanas. Ya no es tanto ensayo-error como en el inicio de la vida sexual. Con el paso del tiempo, y sobre todo con la madurez emocional, el sexo se vuelve un acto más oral, eso que nos han dicho desde niños de que “los adultos resuelven los problemas habando”. Y a mí, que hablar con la otra persona me gusta, que hablar en la cama me parece el salto sin red desde más altura que puedo realizar, este sexo hablado me gusta, este sexo que más que fricción entre cuerpos es un baile entre entrañas de dos personas distintas. Me gusta. Y por eso me gusta cómo la serie aborda la relación de Patrick con el sexo, ese juego de deseo y miedo que se ve condicionado por los sentimientos que se pueda sentir por la otra persona. A veces estamos dispuestos a que nos haga daño un desconocido pero no nos queremos arriesgar a que nos haga daño alguien al que queremos. La secuencia de sexo de la finale y la última conversación entre Patrick y Richie cierran el mensaje lanzado desde el capítulo 5. Puedo joder lo que no me importa, pero no quiero joder lo que sí lo hace. El amor duele. Ouch. Pero aún nos queda el futuro.