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martes, 19 de febrero de 2019

Los No Oscar 2018 III: Actores

Actor de reparto

5. Alessandro Nivola por Disobedience
Disobedience es la historia de dos mujeres enamoradas cuya relación es imposible porque pertenecen a una comunidad judía muy ortodoxa. Nivola encarna al marido de una de ellas. No está, por lo tanto, en el centro del relato. Sin embargo logra construir un personaje tremendamente conmovedor. Lejos de ser un arquetipo, destruye todos los tópicos y muestra a un hombre frágil y compasivo. Cala hondo.

4. Alex Wolff por Hereditary
La prometedora carrera de Wolff casi se va por el retrete por culpa de la espantosa adaptación que hizo Netflix del anime Death Note y su delirante interpretación del protagonista. Por suerte, Ari Aster lo rescató de sí mismo y consiguió exprimirle todo su potencial. Este adolescente maldito y torturado se te clava en el cerebro, porque Wolff sabe retratar la angustia, la locura y la turbación de una persona empujada más allá de sus límites.

3. Michael B. Jordan por Black Panther
Desde su irrupción en Friday Night Lights, Michael B. Jordan no ha dejado de crecer, como masa musculosa, como actor y como estrella. En su tercera película con Ryan Coogler, Jordan ha logrado, por fin, que todo el mundo se fije en él y lo ha hecho entregando la mejor interpretación que ha dado el Marvel Cinematic Universe (MCU) hasta la fecha. Su villano está dotado de capas de profundidad y Jordan aprovecha todas y cada una de sus secuencias para afianzar el discurso de la película con convicción y para devorar al protagonista. Sin duda alguna gana en el cuerpo a cuerpo.

2. Steven Yeun por Burning
Yeun se ha marcado un año sensacional entre Burning y Sorry to bother you. En la película coreana está sobresaliente encarnando a uno de los villanos más fascinantes del cine reciente y también uno de los más enigmáticos. Detrás de cada sonrisa hay un cadáver en su armario. Detrás de cada gesto teóricamente desinteresado una trampa. Construye desde la naturalidad un personaje terrorífico, por lo que esconde, más que por lo que hace.

1. Jake Gyllenhaal por Wildlife
Una vez más Gyllenhaal muda la piel y se adapta a un hombre que poco tiene que ver con él. Un marido y padre ausente, perdido en la vida, compungido y fracasado, irascible. Su personaje tiene muchas caras, casi todas angulosas y Gyllenhaal las clava todas y cada una. Da miedo y pena. Firma una radical deconstrucción de la peor vertiente del clásico hombre blanco heterosexual. Uno de los mejores actores de su generación y de los más arriesgados e interesantes.

Actor

5. Ryan Gosling por First Man
Gosling y Armstrong se parecen bastante, celosos de su vida privada, impasibles y enigmáticos. Es por ello que Gosling era una elección perfecta para encarnar al primer hombre que pisó la Luna. Y no defrauda. Logra reconstruir a ese hombre que llevaba a sus espaldas el inmenso dolor de perder a una hija y los sueños de la humanidad. Ahí es nada. Gosling construye su trabajo desde la gravedad, que transmiten sus gestos, sus movimientos y su mirada triste. Aunque pueda resultar frío, en realidad logra conmoverte, porque consigue transmitir los sentimientos de ese hombre normal, antiheroico, que no sabe comunicarse mejor.

4. Andrew Garfield por Under the Silver Lake
David Robert Mitchell usa a Andrew Garfield para efectuar una reformulación del loser, de ese chaval bueno para nada, sin ganas de vivir, que sale de su anodina vida para lanzarse a una aventura conspiranoica por Los Angeles. Entre la incredulidad, la frescura, la inocencia y la frustración, Garfield compone un personaje potencialmente icónico. Dota al pagafantismo de carisma para convertir al geek en mainstream. Se entrega totalmente a la causa y se echa la película a los hombros. Este chico tiene talento.

3. Ben Foster por Leave no trace
Foster siempre trabaja en los márgenes del sistema. Tiene a sus espaldas ya un buen puñado de grandes papeles y películas independientes. En Leave no trace encarna a un padre conspiranoico que cría a su hija en el monte, alejados del mundanal ruido. Su personaje, rudo y desconfiado, habla poco, pero Foster es capaz de decir mucho, de visibilizar todos los conflictos que lo consumen, de contextualizar todas las decisiones que el personaje toma. Y lo hace usando su rostro. Es un espectáculo.

2. Stephan James por If Beale Street Could Talk
2018 nos ha enseñado que necesitábamos a Stephan James aunque no lo supiéramos. Si en Homecoming estaba sensacional como un soldado torturado por la Guerra, aguantándole la conversación a una estrella (y excelente intérprete) como Julia Roberts, en If Beale Street Could Talk compone a un joven enamorado, joven y esperanzado, atrapado en la madeja del sistema judicial estadounidense, brutalmente racista. El resultado es tremendamente conmovedor. James tiene una de las miradas más puras, transparentes y emotivas que he visto en mucho tiempo. Ojalá esté mirándonos durante muchos años. Aquí hay una estrella.

1. Ethan Hawke por First Reformed
Tras 30 años en el disparadero, Hawke se ha ganado un estatus de actor importante y respetado dentro de la industria cinematográfica. Ha hecho de todo. Películas buenas y películas malas, cine de autor, cine radical y cine comercial. Por todo ello no se entiende que no esté nominado este año al Oscar. Posiblemente First Reformed sea la interpretación más brillante de su carrera, más allá de la importancia y la valentía que implican afrontar su Jesse de la trilogía Before. Su párroco corroído por las dudas metafísicas e ideológicas viene a ser una versión estadounidense del San Manuel Bueno Mártir de Miguel de Unamuno. Un hombre ahogado en sus propias incertezas. Una interpretación salvaje, entregada y espectacular. El mejor trabajo interpretativo del 2018.

lunes, 18 de febrero de 2019

Los No Oscar 2018 II: Guiones

Guion adaptado

5. Ian McEwan por On Chesil Beach
El sexo juega un papel importante en las relaciones. Hablar sobre sexo también. El sexo no puede ser nunca un tabú o una carga. En On Chesil Beach, McEwan, uno de los novelistas vivos más importantes de la literatura inglesa, explora como el sexo puede dinamitar una pareja que a priori se ama. On Chesil Beach es una película que escama y que está escrita con la precisión de un cirujano que abre en canal a su paciente para encontrar donde se encuentra el problema, qué es lo que provoca que el cuerpo esté a punto de colapsar.

4. Alex Garland por Annihilation
Tras triunfar con su ópera prima, Ex Machina, Alex Garland, uno de los guionistas de ciencia ficción más reputados y solventes de las últimas décadas, se enfrenta a un reto aún mayor en esta adaptación de la novela homónima de Jeff VanderMeer. Una obra ambiciosa narrativamente y exigente visualmente, que aborda cuestiones netamente metafísicas sobre la creación, la evolución, la destrucción y la reconstrucción de los seres vivos. Garland siempre se ha movido bien en el terreno de la reflexión ética en el ámbito científico y aquí es capaz de convertir un survival en un tratado, si bien, hubiera hecho falta más desarrollo de la historia, puesto que la idea central es tan poderosa que aún podría crear más reflexiones.

3. Zoe Kazan y Paul Dano por Wildlife
Que una pareja afronte la adaptación de una novela como Wildlife tiene algo de suicida. La historia de un matrimonio condenado a romperse porque está conformado por dos personas que no se entienden, no se hablan y no se respetan, es muy agria y muestra demasiadas taras de la vida en pareja y de los sacrificios que la misma exige. Kazan y Dano logran construir una historia comedida pero compleja, en la que los tres personajes centrales, la madre, el padre y el hijo, tienen aristas y son comprensibles. No esa película agradable, pero sí una película verdadera.

2. Lee Chang-dong y Jungmi Oh por Burning
Adaptar a un escritor tan conocido y reconocible como Murakami no es fácil. Sin embargo, Chang-dong y Oh han salido airosos gracias, en parte, a un guion que maneja con maestría los discursos de sus personajes y, lo que es más importante, sus silencios. Así, este thriller atípico logra dosificar la información, generando con el paso de los minutos una sobrecogedora sensación de desasosiego y fascinación. Ni siquiera en su final se permite resultar obvia o explicativa. Este guion, huidizo y atmosférico, deja al espectador jugar con su propia imaginación.

1. Armando Iannucci, David Schneider, Ian Martin y Peter Fellows por The Death of Stalin
Primero, Armando Iannucci desnudó a la política británica (The Thick of It, In the Loop), luego arrastró por el suelo a la estadounidense (Veep) y ahora se atreve a reírse de los tejemanejes y las salvajes guerras de poder en la extinta URSS tras el fallecimiento del todopoderoso Iósif Stalin. Si el thriller político es un género a reivindicar, la sátira política es uno a bendecir. Nadie en el audiovisual de hoy en día es capaz de mostrar con tanta mordacidad e ingenio la banalidad e insustancialidad de la alta política. Es el poder. Todo por okuparlo. Aunque luego no se sepa qué hacer con él.

Guion original

5. Tamara Jenkins por Private Life
La ternura con que Jenkins retrata a sus personajes no se ve todos los días. El ansiado regreso de la cineasta, tras la excelente The Savages, es otra dramedia emotiva y honesta sobre dos personajes en crisis existencial. En este caso, un matrimonio de mediana edad a la deriva, que no consigue tener un hijo. La premisa permite a Jenkins explorar las frustraciones que vas acumulando con el paso de los años y cómo éstas afectan a las personas a las que queremos. Private Life es una clase maestra de construcción de diálogos y personajes.

4. Boots Riley por Sorry to bother you
El momento estelar de Riley en esta carrera de premios fue su polémica con Spike Lee, al que acusó de haberse adocenado al adaptar la historia real en la que está basada BlacKkKlansman. No es un conflicto baladí. Porque es verdad que la película de Lee ofrece una reflexión domesticada (ergo apta para blancos no especialmente concienciados) sobre el conflicto racial que arrastra Estados Unidos. En cambio, Sorry to bother you, no contenta con entrar a degüello en la cuestión, se mete en el fango de la guerra de clases, de la lucha entre las grandes corporaciones y los trabajadores precarizados y la (des)unión de estos. Todo ello encapsulado en un thiller cómico de ciencia ficción. Este guion es una patada en la boca y una bocanada de aire fresco. Habrá que seguirle la pista a Riley.

3. Diablo Cody por Tully
Cody es una de las guionistas que más pasiones enfrentadas levanta hoy en día. Su nueva colaboración con el director Jason Reitman y la actriz Charlize Theron se aproxima, de una forma distinta, más dulce, más cariñosa, al tema central de su antecesora, la corrosiva Young Adult: la madurez. ¿Cómo lidiamos con la madurez? o más bien ¿cómo lidiamos con el fracaso de nuestras expectativas vitales? ¿nos hemos traicionado a nosotros mismos? Todas estas preguntas y muchas más pululan sobre la historia de una madre de familia colapsada y que se siente (y está) profundamente sola. Más allá de las trampas que nos tiende Cody, es innegable el talento que tiene para manejar los conflictos humanos y para sacar humor de situaciones dramáticas. Para bien o para mal, es una guionista importante.

2. David Robert Mitchell por Under the Silver Lake
La segunda película de Mitchell, tras el enorme éxito cosechado por It Follows, lo ratifica como uno de los cineastas más interesantes del panorama actual. Poniéndonos en la piel de un nini, un chaval sin presente ni futuro, Mitchell nos sumerge en un viaje lisérgico por la cultura pop, una deconstrucción de Los Angeles como ciudad-símbolo del capitalismo cultural y una aproximación delirante a la pulsión conspiranoica que mueve nuestras sociedades. El resultado es una película profundamente irregular, críptica y tremendamente estimulante. Una de las obras más extrañas y personales del año, un bukkake metarreferencial inabarcable.

1. Hirokazu Koreeda por Shoplifters
A estas alturas, el papel central que ha jugado Koreeda en el cine del nuevo milenio es incontestable. Este año, además, ha ganado el premio más importante al que puede aspirar un autor: la Palma de Oro y ha conseguido su primera nominación al Oscar (en la categoría de mejor película de habla no inglesa). Todo ello gracias a Shoplifters, la historia de una familia pobre que sobrevive como puede en la inmensa e impersonal Tokyo. Al igual que su maestro y referente más obvio, Yasujiro Ozu, Koreeda ha dedicado su filmografía a reflexionar sobre la familia, institución social básica para entender nuestro mundo de la vida. Y al igual que Ozu, la ha escrutado desde un humanismo militante, desde la calidez y la bondad, dos de las mejores virtudes que podemos tener los seres humanos. El guion de Shoplifters no es perfecto, pero retiene entre sus líneas algunos momentos de poderosa belleza.