jueves, 30 de diciembre de 2021

Mis series favoritas del 2021 II [del 20 al 1]

20. La sangre helada (Movistar +)

Andrew Haigh ha sobresalido en la última década como uno de los grandes creadores audiovisuales del Reino Unido. Desde Weekend hasta Lean on Pete, pasando por 45 años o su anterior serie, Looking, ha demostrado querencia por los dramas de personajes y por la relevancia del espacio en sus historias. Con La sangre helada confirma todo lo que ya podíamos pensar de él y añade al cóctel una capacidad inusitada para crear imágenes profundamente desasosegantes. El marco, desde luego, ayuda. Esta miniserie cuenta la historia de una ballenera al Ártico en el S. XIX. El protagonista, un médico expulsado del ejército de Su Majestad, va adentrándose en la maraña de relaciones insanas y objetivos perversos que articula el micro-mundo del barco. Como si fuera el protagonista de El corazón de las tinieblas o su libre adaptación fílmica, Apocalypse Now, en busca del enloquecido Kurtz río arriba. Con la pequeña diferencia de que su Kurtz, un cazador de ballenas salvaje y despiadado, viaja ya con él, acorralándolo milla a milla.


19. Arcane (Netflix)

Ponerse a ver una serie generada a partir del universo League of Legends, si no tienes ni idea "del LoL" puede sonar a una idea a todas luces pésima. Por suerte vencí mis reticencias iniciales. No hace falta saber nada sobre el LoL para entenderla (aunque supongo que se disfrutará más si sí conoces sus códigos y personajes). Porque, ante todo, Arcane es una gran historia sobre una ciudad dual carcomida por la discriminación y la avaricia. Una aventura maravillosamente ejecutada, con ciertas influencias estéticas y temáticas del steampunk, que es capaz de crear en 9 capítulos un universo riquísimo del que quieres saber más. Del que necesitas saber más. La ciencia y la magia se dan la mano para hablar, desde la fantasía, de la desigualdad y el progreso dos de los motores de la Historia. La animación es espectacular. Barroca, colorida, apabullante. Y todos los personajes son interesantes. Todos tienen un relato que deseas seguir leyendo.


18. Fragile (Filmin)

En el mundo se producen miles de series al año. Obviamente no todas se estrenan en España, donde mayormente llegan las series estadounidenses e inglesas. Filmin está haciendo una gran labor al traernos algunas series que se producen en otros países y que no se estrenaron en su día aquí. Una de estas obras es Fragile, una miniserie canadiense de 2019, que gira en torno a dos jóvenes, un ex-presidiario de familia rica y un mecánico de familia obrera, cuyas vidas se entrelazan, surgiendo entre ellos un espacio de amor y comprensión inesperado que les permite lidiar con sus respectivos problemas. Así, aunque Fragile se disfrace de thriller, no deja de ser un drama familiar sobre el amor y la compasión. Emocionante.


17. The Good Fight (Movistar +)

Con el paso de las temporadas, The Good Fight ha ido mudando desde el estilo de su serie madre, The Good Wife, un drama más sobrio, hacia el despiporre de otra creación de los King, Braindead. Siempre pegada a la actualidad, The Good Fight apuesta ahora por abordar la realidad social, política, económica y cultural desde el surrealismo hedonista, convirtiéndose en una gran fiesta. ¿Desbarra más que su predecesora? Sí pero también se toma menos en serio a sí misma y es igual de divertida. O incluso más. En esta temporada ha desarrollado varios temas importantes socialmente como la eterna herida racista que desangra Estados Unidos, los disensos entre minorías de poder o la cohabitación con la alt-right. Quizás el más interesante de todos ellos, por la forma narrativa de abordarlo, fue la lentitud y burocratización de la Justicia, que se representó a través de un juzgado ficticio puesto en marcha por un juez que no es jurista (divertidísimo Mandy Patinkin), a medio camino entre la mediación y el sistema judicial real. Aunque es justo (nunca mejor dicho) señalar que desbarra al final de la trama.


16. La delgada línea azul (Filmin)

Aterricé en este fresco sobre los policías de la ciudad de Mälmo cargado de desconfianza. En primer lugar, porque me olía un lavado de cara de la policía, en segundo, porque los primeros capítulos resultan áridos narrativamente. No hay muchas tramas dentro de una serie centrada total y absolutamente en sus personajes, que por otra parte son un grupo de personas normales, sin características extraordinarias. Sin embargo, el realismo visual y narrativo con el que está hecha la serie termina por ser su gran baza. Una vez que el espectador se familiariza con los personajes y con las dinámicas entre ellos y las comunidades locales, la serie es una delicia. Reivindica la actividad policial (bien hecha) como servicio público; al igual que hacía Antidisturbios, exculpa (parcialmente) a las personas (aunque muestra todas sus imperfecciones); y ataca a la institución en particular y a la deriva neoliberal en general: desigualdad urbana, desmantelamiento de lo público, recorte de medios, dejadez de funciones y abandono de espacios y personas. 


15. La directora (Netflix)

El departamento de Literatura inglesa de una universidad, antaño prestigiosa, está en crisis. Las humanidades son para los viejos, la programación informática es el futuro. En este contexto accede a la dirección del departamento la primera mujer y, por encima, asiática. La nueva directora tiene grandes planes para revitalizar el departamento y garantizar su supervivencia en medio de un proceso de recortes en la educación superior y la investigación en humanidades y lo que se viene en llamar ciencias sociales. Sin embargo, rápidamente se encuentra con la oposición de los profesores más veteranos, anquilosados en sus privilegios y del rectorado, dispuesto a desmantelar el departamento. Así dicho, podría parece que estamos ante un drama, sin embargo, La directora también acierta en apostar por los códigos de la dramedia, para aligerar su tono y abordar sus temas desde la ironía.


14. Pongamos que Nueva York es una ciudad (Netflix)

Más allá de sus películas de ficción, Martin Scorsese tiene una larga carrera como director de documentales, generalmente centrados en personalidades del ámbito cultural, como los Rolling Stones o Bob Dylan. En su segunda colaboración con Netflix, tras El irlandés, ha creado una miniserie documental en torno a la escritora y cronista urbana Fran Lebowitz, abordando tanto la personalidad fascinante de la autora como la relación de ésta con la ciudad en la que vive, Nueva York y su personalísima forma de ver un mundo en constante cambio. Cada secuencia evidencia la veneración que Scorsese siente por Lebowitz y ofrece a la audiencia alguna idea interesante sobre las ciudades y sociedades occidentales. Deliciosa.


13. 22 de julio (Filmin)

El 22 de julio de 2011, Anders Breivik, un terrorista de extrema derecha, asesinó a ocho personas en Oslo y a 69 jóvenes de las juventudes socialdemócratas en la isla de Utoya. Este acontecimiento ya ha sido abordado por el audiovisual en una película noruega y en una estadounidense, centradas en el acto criminal en sí, en la carnicería de Breivik. Sin embargo, 22 de julio saca el foco del asesino para ponerlo en los servicios públicos: policías, médicos, educadores; en los medios de comunicación y en los propagadores de los discursos de la extrema derecha. De esta forma, 22 de julio no se limita a ser la crónica de una masacre, sino que se erige en un documento audiovisual que pone en valor lo público y señala los errores cometidos en la gestión de la crisis.


12. Solo asesinatos en el edificio (Disney +)

Steve Martin, Selena Gómez y Martin Short son tres vecinos de un inmenso edificio de Nueva York en el que se comete un asesinato. Los tres, solos y a la deriva en medio de la gran ciudad, son amantes de los podcasts de true crime, así que acaban uniéndose para hacer su propio podcast sobre la investigación del crimen. Solo asesinatos en el edificio es una comedia criminal llena de giros inteligentes y personajes escritos con mucho cariño, que hace una defensa cerrada de la construcción de espacios de encuentro entre generaciones distintas, justo en un momento en el que las diferencias socioeconómicas, culturales y políticas entre las diversas generaciones adultas, nos empuja al enfrentamiento. Una de esas escasas obras que le recomendaría a todas y cada una de las personas que conozco. 


11. La asistenta (Netflix)

El año pasado Netflix cosechó un éxito aplastante con Gambito de dama. Más allá de ciertas conexiones temáticas entre aquella miniserie y ésta: ambas están protagonizadas por dos mujeres muy interesantes con problemas materno-filiales y traumas infantiles a las que la vida no trata demasiado bien. Lo que las acerca es la forma en la que están contadas. Tanto Gambito de dama como La asistenta son dos dramas adultos al estilo del mejor Hollywood de antaño, impecablemente escritos, dirigidos con oficio, llenos de personajes interesantes, claros narrativamente, pelín manipuladores emocionalmente, profundamente entretenidos. La asistenta es la historia de una madre coraje que lucha por sacar adelante a su hija mientras lidia con la violencia y el abandono que ha ido sufriendo a lo largo de su vida y con el desmantelamiento neoliberal del Estado del Bienestar. Es, también, la confirmación definitiva de Margaret Qualley como una de las mejores actrices de su generación. Qué mirada.


10. Station Eleven (HBO Max)

Si no está más alta en la lista es porque solo he podido ver media temporada. Aclarado esto, vamos al lío: ¿qué es Station Eleven? Una especie de mosaico sobre personas cuyas vidas se ven sacudidas por una pandemia mucho más peligrosa que la nuestra. La serie, cuyos capítulos van saltando del pasado al presente post-pandémico, centrándose en diferentes personajes pero con una protagonista como hilo conductor, muestra el colapso de la civilización desde un territorio casi mágico. La covid nos ha enseñado que en el apocalipsis no habrá zombies, solo dolor y extrañeza. La serie de Patrick Somerville está plagada de imágenes hermosas, arrebatadoras y profundamente emotivas. En el tercer episodio, dirigido por Hiro Murai, me atrapó definitivamente. Por si todo esto fuera poco, me recuerda, por tono, puesta en escena y discurso, a una de las series capitales de la década pasada: The Leftovers. Palabras mayores.


9. Hacks (HBO Max)

Una cómica en decadencia, con un show fijo en un casino de Las Vegas, ficha a una guionista de comedia millenial "cancelada" y a la deriva, para ayudarle a renovar sus chistes. Durante 10 capítulos se odian mutuamente y, poco a poco, van construyendo un espacio de confianza, sinceridad hiriente y comprensión. Hacks es una serie divertidísima y una de las mejores dramedias de los últimos años, plagada de diálogos brillantes y que, al igual que Solo asesinatos en el edificio, aboga por las relaciones intergeneracionales como lugares desde los que crear cosas poderosas. Y a pesar de todo lo dicho, lo mejor de Hacks son sus dos actrices protagonistas, la revelación Hannah Einbinder y la dama de la televisión Jean Smart, frescura y grandeza.


8. Small Axe (Movistar +)

El cineasta Steve McQueen debuta en la ficción seriada con una obra que pone en cuestión, por enésima vez, las fronteras cada vez más líquidas entre el cine y la televisión o, más bien, entre el formato película y el formato serie. Así, su Small Axe es una miniserie compuesta por cinco episodios de duración variable (de las 2 horas a los 50 minutos), independientes narrativamente pero cohesionados temáticamente. A través de estas cinco historias, McQueen recupera la memoria colectiva de la comunidad afrocaribeña londinense, poniendo el foco en el racismo y en la lucha contra el mismo, pero también en la cultura de esta comunidad. A destacar, los capítulos Mangrove y Lovers Rock.


7. Anna (Disney +)

Al comienzo de la serie, un cartel indicativo nos señala que la misma comenzó a rodarse antes de la covid y que está basada en un libro homónimo del propio creador que tiene más de un lustro de antigüedad. Es la forma que tiene Niccolò Ammaniti de alejarse de la pandemia global para que no intentemos trenzar similitudes con la plaga mortífera de la que habla Anna. El personaje que da nombra a la obra y su hermano pequeño sobreviven escondidos en su casa, en una isla italiana, después de que una extraña enfermedad haya matado a todos los adultos del planeta. En el mundo de Anna no existe ni vacuna, ni esperanza. La humanidad será exterminada, puesto que los niños al crecer también desarrollan la enfermedad. Una premisa tan salvaje le permite a Ammaniti explorar, como ya hizo en El milagro, las miserias humanas, el fin de la civilización y algunas de sus obsesiones personales (la religión, la filosofía, la iconografía). Está muy lejos de ser perfecta pero es, quizás, la serie más especial y diferente de la lista.


6. Para toda la humanidad (Apple TV)

¿Cómo habría transcurrido la Historia si los soviéticos hubieran llegado a la Luna antes que los yankees? De eso va Para toda la humanidad, la gran serie de la plataforma de streaming de Apple y que, al igual que todas las obras de la plataforma salvo Ted Lasso y The Morning Show, no está teniendo el impacto social que se merece. Quizás en parte porque su primer capítulo resulta demasiado plomizo e inconexo o porque en su primera temporada la ucronía no se despega demasiado de la Historia tal como la conocemos o, quizás, porque a diferencia de otras series de la plataforma, Para toda la humanidad no tiene ni una sola estrella en su reparto. Sea como fuere, la segunda temporada de la space opera de Ron D. Moore (Battlestar Galactica), el gran maestro del género, es brillante, adictiva y espectacular. Sí, está contada desde el punto de vista estadounidense. Y se nota. A pesar de todas sus malas decisiones siempre son los buenos de la historia. Si uno perdona el ultranacionalismo yankee (es tan burdo que es fácil esquivarlo), que permea toda su cultura, la serie es fabulosa y está plagada de ideas, tanto narrativas como discursivas, estimulantes. 


5. It's a sin (HBO Max)

Russell T. Davies (Queer as FolkCucumberYears and Years) es uno de los grandes autores televisivos actuales y, quizás, el gran narrador queer del medio. Y no, no me estoy olvidando de Ryan Murphy, un creador en declive por inflación creativa. Su última obra, la miniserie It's a sin, ofrece un retrato duro pero vibrante, paradójicamente lleno de vida, de la pandemia de VIH que asoló a las comunidades queer en los años 80. A través de un grupo de amigos cuyas vidas se ven marcadas definitivamente por el VIH, Davies explora el dolor, la rabia y la frustración que provoca la expansión del virus y como va segando la vida de miles de jóvenes, así como la lucha contra un sistema político-social profundamente homófobo, compatibilizando lo sentimental con lo activista, porque desde luego el cuerpo es político. Como siempre con las series de Davis, hay que ir preparado para llorar. 


4. Mare of Easttown (HBO Max)

Antes de que las miniseries (o series limitadas) se pusieran de moda hasta convertirse en el formato más en forma de la "televisión" actual, HBO era la única cadena que apostaba por ellas. De ahí que tenga en su catálogo algunas de las mejores miniseries jamás hechas, desde Hermanos de sangre hasta Ángeles en América, pasando por Olive Kitteridge o la anterior obra televisiva protagonizada por Kate Winslet para la cadena, Mildred Pearce. Mare of Easttown, escrita por Brad Ingelsby y dirigida por Craig Zobel se une a este grupo de obras importantes. La serie, partiendo de un planteamiento de whodunnit, en el que una pareja de policías dispares, interpretados por una inmensa Winslet y un gran Evan Peters liberado de la afectación del Murphyverso, tiene que investigar un asesinato y un par de desapariciones de adolescentes es una pequeña ciudad de los Estados Unidos postindustriales. Lo que hace que Mare of Easttown se eleve es la decisión narrativa de situar a la investigación policial al servicio de los personajes y del paisaje social que construye. Vidas segadas por la drogadicción o el desempleo en ciudades abandonadas por los poderes públicos, que no ofrecen salidas a sus jóvenes para construir buenos proyectos de vida. El otro elemento que convierte a Mare of Easttown en una obra relevante (directamente ligado al anterior) es un reparto en estado de gracia, con unas Kate Winslet, Julianne Nicholson y Jean Smart descomunales.


3. Venga Juan (HBO Max)

Desde hace mucho tiempo tengo la teoría de que la historia de España es, en gran medida, la historia de un estado corrompido desde sus orígenes. Puede sonar a eso que se ha dado en llamar "la leyenda negra". No es mi intención. De hecho podría esbozar la idea sin acritud. Mires por dónde mires en la historia, encontrarás a alguien corrupto de por medio. La corrupción ha sido moneda de pago habitual, auténtico motor de crecimiento y decadencia. No hay que irse a las grandes corruptelas. De los validos a los tesoreros de partidos políticos. La corrupción forma parte de nuestra sociedad. Está ahí cuando el fontanero te pregunta si quieres factura. O cuando en un comercio te dicen que mejor pagues en efectivo. Todos somos corruptos, en mayor o menor medida. 

Sin embargo, nos hemos auto-protegido a través de una disociación. La corrupción es algo terrible. Un acto deleznable que solo cometen las malas personas. Una buena persona no puede ser corrupta. O, por salirnos del terreno moral, una persona corriente, simple, sin grandes dotes ni intelectuales, ni empresariales, ni afectivas, no puede ser corrupta. Vota/Vamos/Venga Juan de Diego San José ha venido a sostener lo contrario. La corrupción está en todas partes y los que la ejercen a menudo no son ni conscientes de estar haciéndolo o de que están haciendo algo realmente malo. Así de interiorizados tenemos sus mecanismos.

Más allá de la chapa, la tercera entrega de la historia del profesor de instituto Juan Carrasco, reconvertido en político de altos vuelos y directivo empresarial está siendo, al igual que sus hermanas, un festival. La comedia más graciosa, inteligente y desvergonzada del año y la confirmación de esta trilogía como una de las mejores y más certeras series españolas. Javier Cámara, en la mejor interpretación de su carrera, que ya es decir, es capaz de dotar de un patetismo entrañable a ese "buen" (las comillas no volverán a ser las mismas tras esta serie) hombre, ese tonto inútil, ese arquetipo de lo español. Tan histórico que nadie lo describió mejor que Antonio MachadoEste hombre no es de ayer ni es de mañana, sino de nunca; de la cepa hispana, no es el fruto maduro ni podrido, es una fruta vana. 


2. Misa de medianoche (Netflix)

El señor Mike Flanagan (La maldición de Hill House, Doctor Sueño) entrega su obra más personal en este drama fantástico protagonizado por una pequeña comunidad isleña y la Iglesia católica. Un ex-convicto vuelve al hogar de sus padres, tras salir de la cárcel, atormentado por lo que lo llevó a ella. Un nuevo párroco llega al mismo pueblo, casi a la vez, para cubrir la baja por enfermedad del cura autóctono. Ambos se encuentran con un grupo de personas emocionalmente destruidas, arrasadas por los sinsabores de unas vidas difíciles. A partir de ahí, la serie pasa del drama intimista al terror fantástico, combinando lo que mejor sabe hacer Flanagan: el minucioso estudio de personajes y la construcción del horror desde la emoción. Los tiempos difíciles son terreno abonado para que crezcan los discursos fascistas que niegan la vida misma. 


1. Succession (HBO Max)

Una de las personas cuyas ideas más estimo de esa otra gran familia de miserables que es Twitter, @Poliptoton, escribió, a rebufo de uno de los primeros capítulos de esta temporada, que una de las cosas que más le gustaba de Succession es que los guionistas dejan que los personajes hablen, siempre, un par de minutos más de lo que se haría en otra serie. Y en esos dos minutos caen en el total ridículo. En este sentido, Succession es una serie implacable para con sus protagonistas. No los juzga, hace algo mucho peor: deja que se retraten. Una mirada cínica, despiadada y divertidísima al Poder. Es increíble el don que tiene la serie para escribir diálogos que no dicen nada pero que son brillantes. El arte de la oquedad.

Es verdad que a diferencia de la temporada anterior, en esta tercera entrega la trama empresarial ha sido bastante floja. Solo en los últimos episodios se volvió interesante. Por el contrario, el retrato de los hermanos Roy ha sido apabullante. Una construcción y deconstrucción de personajes demoledora. A Kendall le regalaron el via crucis más obvio. A Shiv, el despertar más amargo. A Roman, el desengaño más hondo y sutil. Y con Tom hicieron algo similar a lo que cocinaron Coppola y Puzo en El Padrino con Michael Corleone, pero desde el territorio de la sátira salvaje, no del drama importante.

En el último episodio de la temporada, el mejor escrito y dirigido del año, hay dos juegos de planos impresionantes. Por un lado, los tres hermanos juntos, primero con Kendall en el suelo y luego con Roman. Por otro, y volviendo a El Padrino, Shiv mirando a Tom al otro lado de la puerta. En un diálogo brillante con el final de la película de Coppola, en el que una puerta separa para siempre a Michael de Kay. Succession nos viene a decir que había algo peor que que tu marido reconvertido en monstruo te cerrara la puerta en las narices: que la dejara abierta y te envolviera en su oscuridad. Como diría Rafa Méndez: supercoreografía amazing que te cagas energy.

miércoles, 29 de diciembre de 2021

Mis series favoritas del 2021 I [del 40 al 21]

40 y 39. Lucía en la telaraña y Ruiz-Mateos: el primer fenómeno viral (RTVE Play)

El formato docu-serie ya había obtenido algún éxito importante, en cuanto a trascendencia social se refiere, con obras como Alcassèr, un true crime adictivo, pero 2021 ha sido el año de su explosión como fenómeno mainstream en España. Los tres de mayor trascendencia social han sido Rocío: contar la verdad para seguir viva (Telecinco), que abordaba el caso de violencia vicaria y maltrato psicológico televisado de Rocío Carrasco, la hija de La Más Grande. Dolores (HBO Max), una especie de The Affair en el que Dolores Vázquez, erróneamente condenada del asesinato de Rocío Wanninkhof, hija de su ex-pareja, Alicia Hornos, contrapone su versión de la historia a la de Hornos. Y ¿Dónde está Marta? (Netflix) sobre el asesinato y la investigación policial consecuente de Marta del Castillo. Los tres tienen elementos de interés pero también más agujeros (audiovisuales y éticos) que un queso gruyere. Por eso traigo a esta lista otras dos obras, ambas de la plataforma de streaming de la tele pública.

Lucía en la telaraña aborda un interesantísimo caso poco cubierto mediáticamente, en el que se entrelazan la violencia machista y la corrupción policial y empresarial. Una mujer, con información sobre actividades delictivas del SEPRONA en el tráfico de animales exóticos, es asesinada por orden de su ex-pareja, uno de los implicados en el caso. Su asesinato desenreda una maraña criminal. 

En las antípodas se encuentra Ruiz-Mateos, un empresario al que los medios de comunicación le entregaron sus altavoces para instalarse en la opinión pública española durante décadas. Todo ello a pesar de que había arruinado a miles y miles de familias en todo el país. Un Trump antes de Trump, vinculado al Opus y netamente español.


38. Fundación (Apple TV)

El azar y una pandemia han provocado que en el mismo año se hayan estrenado dos adaptaciones audiovisuales de dos de las sagas literarias de ciencia ficción más famosas del S.XX, Dune de Herbert y Fundación de Asimov. La segunda prometía ser el mayor éxito de la plataforma de streaming de Apple, su Juego de Tronos. Sin embargo, ha pasado alarmantemente desapercibida. La serie nos cuenta a través de tres tramas básicas (con saltos temporales) el previsible colapso del Imperio galáctico, regido por clones del primer emperador. Política, religión, ciencia y filosofía se entremezclan para dibujar una distopía espacial que, para una persona fascinada desde niño con la ciencia ficción y el espacio exterior, es un inmenso parque de atracciones. Eso sí, va de más a menos.


37. Doctor Portuondo (Filmin)

El humor de Carlo Padial (Algo muy gordo) no es apto para todos los estómagos. Hasta que estrenó la primera serie original de Filmin, para el mío tampoco. Sin embargo con esta historia me ha cautivado. Una versión nada disimulada de sí mismo lidia con sus neuras, traumas y problemas recurriendo a un psicoanalista cubano. La relación que se establece entre ambos, a ratos entrañable, casi siempre surrealista, es el auténtico motor de la serie. Padial acierta al llevar la precariedad al diván y la puesta en escena logra convertir en un acierto la evidente falta de presupuesto. Los planos están siempre al servicio de los personajes, actitudes y sus ideas.

 

36. Line of Duty (BBC | Movistar +)

El final de la sexta temporada de Line of Duty fue la emisión de ficción más vista de las últimas dos décadas en Reino Unido. Que una serie tan veterana se halle en la cima de su éxito y en un momento creativo tan espléndido tiene mucho mérito. Y más teniendo en cuenta que Jed Mercurio sigue escribiendo todos y cada uno de los episodios y desarrollando entre medias otros proyectos como la excelente Bodyguard. En esta entrega, Mercurio termina por atar los diversos cabos sueltos de las anteriores investigaciones, para certificar la corrupción institucionalizada en la Policía y su connivencia con el crimen organizado. Lo hace construyendo otro caso sensacional y adictivo, con una nueva "villana" tan buena como sus antecesores, interpretada por Kelly Macdonald, un seguro de vida. Ahora a esperar que ojalá Mercurio quiera escribir una séptima temporada.


35. The White Lotus (HBO Max)

Si existiera un título para la serie más refrescante del verano, este año se lo habría llevado The White Lotus de calle. Mike White (Iluminada) encierra a un grupo de blancos adinerados en un paradisíaco resort vacacional junto a los precarios trabajadores del establecimiento. Las relaciones se van enturbiando y los personajes van mostrado uno a uno todas sus miserias. White ni juzga ni se ríe de sus personajes, se limita a mostrárnoslos tal como son: en bastantes ocasiones tan horribles como nosotros mismos.


34. Vigil: conspiración nuclear (Movistar +)

El subtítulo español de Vigil nos retrotrae a los thrillers de los 90. Aquellos que veía de pequeño los viernes por la noche en Cine 5 Estrellas de Telecinco. Ya sea por suerte o por desgracia, esta miniserie de la BBC no va por esos derroteros palomiteros de aquel Hollywood. En Vigil, dos inspectoras, una montada en un submarino nuclear y la otra con los pies en tierra, investigan una sospechosa muerte acaecida en la nave. Cuánto más se aproximan a la verdad, más se retuerce una historia 100% disfrutable, que tiene de fondo la geopolítica mundial. Un thriller adictivo y lleno de giros que no descuida en ningún momento la construcción de personajes. Este tipo de serie solo la hacen así de bien los ingleses. 


33. How To With John Wilson (HBO Max)

La comedia más delirante y clarividente que se está haciendo en "televisión" es una especie de serie documental, que se centra, en cada capítulo, en un tema diferente. El monólogo cómico de John Wilson, narrado en voz en off, se fusiona con imágenes grabadas a través de la ciudad, unas parecen, casi, metraje encontrado, otras, videos caseros de Wilson. Lo real y lo ficticio se entremezclan en un estudio urbano provocador, camuflado por lo entrañable que resulta su autor.


32. Cardo (Atresplayer)

Antes del estreno de Cardo, una serie salida de la fábrica de Los Javis (pero que no es suya), la prensa madrileña le colgó el cartel de obra importante. Relato capital de una generación con el agua al cuello. La mía. Desde luego existe en Cardo esa ambición. La miniserie de Ana Rujas y Claudia Costafreda relata la caída al abismo de una joven millenial que va dando bandazos por la vida y acaba involucrada en un posible delito. La imaginería católica se da la mano con el relato posmoderno para componer un fresco de una generación con muchos problemas: económicos, emocionales... Si no me acabó de fascinar es porque creo que al igual que pasa con Todo lo otro (HBO Max), su reverso mainstream (y menos interesante), la serie no se puede sentir del todo real si se ve desde fuera de Madrid. Y esto no es, per se, una crítica. De todas formas, no sé si Cardo es una serie importante, pero sí que es interesante, tanto discursiva como estéticamente.


31. El tiempo que te doy (Netflix)

En el primer episodio de El tiempo que te doy vemos el nacimiento y el final de una relación. A partir de ahí, cada capítulo de 11 minutos nos cuenta un minuto más de cómo se lidia con el final del amor (presente) y un minuto menos de cómo fue la relación. Minuto a minuto, el dolor va dejando paso a la vida pero jamás se agota del todo, porque ningún olvido es absoluto, siempre habrá algún minuto del día en que los recuerdos vuelvan a llamar a la puerta. Es una pena que el final tire, en cierta forma, todo su discurso por la borda.


30. Dopesick (Disney +)

Estados Unidos está asolado por múltiples problemas estructurales enquistados. El racismo, la desigualdad social y territorial, la desprotección sanitaria... Pero hay uno bastante desconocido al otro lado del charco: la adicción a los opioides. Cientos de miles de estadounidenses son adictos a estas drogas legalizadas. Sobre todo blancos de los estados posindustriales. Dopesick aborda desde múltiples puntos de vista (adictos, médicos, fiscales, agentes de narcóticos y farmacéuticas) cómo se gestó una crisis con la que muchas personas se han hecho millonarias. Y que ha devastado a miles de comunidades de todo el país. Con una narración clásica, la serie se va moviendo a través del tiempo para cubrir las últimas décadas, convirtiéndose en una obra entretenida y didáctica.


29. Wandavision (Disney +)

Todo aquel que me conozca sabe que no soy, precisamente, el mayor fan del Universo Cinemático de Marvel. Y ello no se debe a que la mayoría de películas que lo componen me parezcan malas, siendo honestos, tampoco es que me parezcan buenas, sino a que ni me interesan ni me entretienen. Sin embargo, Wandavision sí lo hizo. Sobre todo lo primero. La historia de la Bruja Escarlata se disfraza de cóctel metarreferencial y de carta de amor al medio televisivo para acabar hablándonos de la mayor de las emociones humanas: el amor. Personajes con profundidad, sátira multigenérica bien hilada y, ante todo, Kathryn Hahn, que no mató a Frozen pero sí a Sparky. 


28. Hierro (Movistar +)

Llega a su final la serie canaria de Portocabo, que en su primera temporada fue una grata sorpresa y en su segunda entrega se confirmó como uno de los mejores dramas españoles de la última década. La historia de una jueza que llegue a El Hierro y se ve envuelta profesional y personalmente en los conflictos de la isla y en una trama criminal, nos ha dado no solo personajes y tramas interesantes, sino una forma de entender el espacio narrativo que debería crear escuela. Hierro no huye de su espacio, ni lo enmascara en nombres falsos, ni renuncia a su cultura propia. Hierro coge una isla especial, actores locales y la forma en que fluye la vida en ese espacio y monta su historia en torno a todo ello. Y se nota. Para hacer un producto global no hay que renunciar a lo local, hay que potenciarlo. 


27. El ferrocarril subterráneo (Prime Video)

Uno de los cineastas más interesantes del panorama estadounidense de la última década, Barry Jenkins (MoonlightEl blues de Beale Street), lleva al audiovisual seriado una novela ganadora del Pullitzer sobre la huida de esclavos afroamericanos desde los estados sureños al Norte. Desde luego el proyecto sonaba potentísimo. Prime Video no escatimó en dinero. Y se nota. La ambientación es exquisita y el inmenso don de Jenkins para componer imágenes poderosas nos regala secuencias sobrecogedoras. Sin embargo, la miniserie pasó muy desapercibida y su recorrido en los premios también está siendo mediocre. Estaba llamada a dar a Prime Video el mismo prestigio que le dan a HBO sus grandes miniseries, pero no ha sucedido. ¿Los motivos? Una adaptación del libro extremadamente fiel. Jenkins no se ahorra ni un solo capítulo del vía crucis de Cora, una joven esclava que lucha por su libertad mientras es perseguida por un cazarrecompensas. Y eso hace que la serie adquiera un ritmo extremadamente lento con paisajes farragosos. A mayores, una cosa es leer desgracias y otras verlas en pantalla, retratadas en todo su salvajismo. En ocasiones se hace difícil aguantar la mirada y uno llega a creer que no hay esperanza. Por todo ello, El ferrocarril subterráneo es una obra a veces hipnótica y por momentos aburrida. Pero siempre profundamente poética en su retrato del horror.


26. Secretos de un matrimonio (HBO Max)

Hagai Levi (En terapiaThe Affair) se ha erigido en el gran autor de dramas psicológicos seriados. De ahí que pueda tener sentido que quiera atreverse a adaptar al, quizás, mayor cineasta del drama psicológico: Ingmar Bergman. Su Secretos de un matrimonio es claramente diferente a la de Bergman. Está escrita (y rodada) con menos garra, se nota más artificial, hace menos daño, tiene menos ideas. Y aún así sigue siendo una miniserie interesante y que va de menos a más. Sus dos primeros capítulos no me interesan demasiado, hacen una aproximación al "fin del amor" mil veces vista. A partir del tercero, en cambio, da un salto de calidad y sus dos excelentes intérpretes están soberbios, arrancándose la piel a bocados. El amor no muere, ni aunque lo entierres. 


25. Ted Lasso (Apple TV)

La primera temporada de Ted Lasso, una serie centrada en un entrenador de fútbol americano que es fichado por un equipo de fútbol de la Premier League en crisis, fue un pelotazo inesperado. Crítica, público y premios se rindieron a ella. Por lo tanto, la segunda tenía el listón alto. Lo cual, unido a un arranque un poco inane, encendió algunas alarmas. Sin embargo, tras el especial navideño la serie despegó, apostando por los conflictos psicológicos de Lasso y su reverso oscuro, Nathan, situando la salud mental en el centro de la serie de una forma emocionantemente natural. Todo ello sin perder ni un gramo del encanto que caracterizó a la primera entrega. Sin embargo, me parece indudable que la serie ha sacrificado parte de la comedia para apostar decididamente por el drama y lo que antes era una dramedia que tendía más hacia la comedia y el happy place, ahora es un drama adulto con pinceladas cómicas. Y no tengo muy claro qué opinar al respecto de esta evolución, más allá de que la serie sigue funcionando y su galería de personajes secundarios es fabulosa. 


24. Star Trek: Discovery (Pluto TV)

Lo he dicho en años anteriores, no debería repetirme pero no puedo evitarlo, Discovery es la serie más profundamente humanista del audiovisual actual. Y, quizás por ello, también la más optimista. En tiempos oscuros y, desde luego, estos dos años pandémicos lo han sido, es profundamente reconfortante tener un espacio semanal en el que evadirte del mundo real e imaginar un universo mejor. Visualmente sigue siendo preciosa, el infinito cariño que desprende por sus personajes resulta conmovedor y sus historias y aventuras ahondan en algo tan importante desde el cine mudo: la sensación de maravilla.


23. Perni (Filmin)

En esta casa siempre estamos a favor de las ficciones nórdicas. Perni es una dramedia protagonizada por una trabajadora social que a la vez que lidia con los problemas de personas en riesgo de exclusión social, tiene que gestionar los conflictos en el seno de su familia y su conversión en una mujer madura. Lo que hace la serie tan disfrutable es una protagonista total y absolutamente deliciosa con la que es imposible no empatizar. La galería de secundarios, desde su excéntrico padre hasta su potencial interés amoroso, ayuda a enriquecer la historia de una mujer cariñosa e ingeniosa pero también llena de miedos. Una mujer gloriosamente imperfecta. 


22. Reservation Dogs (Disney +)

Un grupo de jóvenes nativo-americanos pasa los días cometiendo pequeños robos, con el objetivo de financiar su huida a California. A medio camino entre el drama social y la comedia absurda, Reservation Dogs explora la discriminación sistémica de los pueblos originarios en USA. Así como los problemas sociales que se han enquistado en dichas comunidades: el juego, el alcoholismo, la delincuencia, etc. Los dos primeros capítulos resultan menos interesantes, pero después se convierte en un fresco emocionante. Elevándose cuando cada uno de los cuatro protagonistas interacciona con los adultos que los rodean. Sus madres, sus padres, sus tíos, amigos de la familia... 


21. Mythic Quest (Apple TV)

Las workplace sitcoms nos han regalado algunas de las mejores comedias de todos los tiempos: 30 Rock, The Office, Parks and Recreation... a la infinita lista hay que sumar ya a Mythic Quest. Esta serie, ambientada en las oficinas de un videojuego online de éxito, es un despiporre. La clave, como en muchas de estas comedias, no está en lo que cuenta: cómo se idea, desarrolla, testea y gestiona un juego de éxito, sino en sus personajes y las dinámicas que se establecen entre ellos. Sus capítulos embotellados ambientados en el pasado son, simplemente, sublimes.

jueves, 22 de julio de 2021

Quo Vadis, Aida? | No laberinto da morte

 


No medio da década de pólvora, sangue e barbarie na que se disolveu Iugoslavia, en xullo de 1995, para ser precisos, o exército serbio de Bosnia, comandado polo coronel Ratko Mladic, entrou na declarada pola ONU zona segura de Srebrenica, facéndose, primeiro, co control da cidade e logo deportando ás mulleres bosnio-musulmanas, que fuxiran da mesma e se atopaban dentro ou ás portas da base militar neerlandesa de cascos azuis, teóricos responsables da zona e da protección da poboación civil. Os homes foron asasinados, co fin de levar a cabo unha limpeza racial. A comunidade internacional, ese concepto, non fixo nada. Srebrenica foi testemuño do maior asasinato masivo acometido, nisto que damos por chamar Europa, dende o final da II Guerra Mundial. Mladic e Radovan Karadzic, líder político dos serbios de Bosnia e considerado autor intelectual da masacre, non foron detidos polo estado de Serbia ata 2011 e 2008, respectivamente. Ambos foron xulgados polo Tribunal Penal para a Antiga Iugoslavia (TPIY). Na actualidade están a cumprir sendas condenas a cadea perpetua.

O filme de ficción bosnio Quo Vadis, Aida? aborda o acontecido durante eses días de verán en Srebrenica. E faino a través da historia dunha profesora bosnio-musulmana, Aida, que traballa como tradutora para os cascos azuis e, polo tanto, goza de protección como persoal da ONU. Ao longo dos días que transcorren dende a chegada de Mladic á cidade e o asasinato dos homes musulmáns, vemos, a través dos seus ollos, como se vai cociñando a masacre e, subsidiariamente, tamén por medio dos do seu marido, que, licencia narrativa, participa na conversa entre o militar ao mando das tropas da ONU e o coronel serbio-bosnio. A mesma, gravada por orde de Mladic, supuxo, basicamente, unha rendición dos cascos azuis e, polo tanto, da ONU. A continuación non so non se protexeu á xente que se apiñaba ás portas da base, senón que se permitiu o acceso das tropas serbio-bosnias ás instalacións das Nacións Unidas, coa escusa de buscar armas entre a poboación e, finalmente, expulsouse do lugar ás persoas alí refuxiadas. A cambio, Mladic asegurou que toda a xente ía ser enviada a territorio controlado polos bosnio-musulmáns. Obviamente mentía. E as forzas de paz sabíano.

Esa é, basicamente, a tese que expón e defende a cineasta Jasmila Zbanic en Quo Vadis, Aida? En Srebrenica cometeuse unha matanza na que foron asasinadas milleiros de persoas e a ONU mirou para outro lado, a pesar de que o fixeron, case literalmente, nas súas narices. Isto, é dicir, ser unha película de tese, que estrutura o relato en torno á demostración da mesma, tomando partido de forma manifesta e militante pola causa bosnio-musulmana, podería ser a maior debilidade do filme. Sen embago, Zbanic logra convertelo nun acerto porque se agradece a honestidade da cineasta e porque precisamente iso, ser honesta, é o que lle permite realizar un filme denuncia no que os serbios se amosan como viláns, e o mundo como cómplice, maniqueo, si, pero non manipulador, que vai de fronte durante as case dúas horas de duración. De feito, que Zbanic decidira relatar o acontecido en Srebrenica a través da ficción, unha reconstrución ficticia obviamente pegada á realidade, pero que inventa personaxes e simula situacións, en vez de empregar a linguaxe, os códigos e os procedementos do cinema documental é, tamén, outro acto que honra a súa mirada. Quo Vadis, Aida? non busca contar a verdade, senón expor o que a cineasta, fielmente documentada, considera que é a verdade sobre a que se cimenta a memoria do seu pobo.

A maiores, tamén poderíamos reflexionar sobre se ao mellor, nese instante preciso da Historia, os serbios foron, efectivamente, a reencarnación do Mal, sen ambaxes, e as potencias globais deixaron que o fosen, case ante os nosos ollos. Cómplices silenciosos da barbarie. Neste senso, non é casual que Zbanic amose sempre ao Mladic ficcionado pegado a un cámara que viaxa con el, rexistrando a gran vitoria da nación serbia. O xenocidio si será televisado e estaremos tan anestesiados ante a dor e a violencia que nos dará igual.

Outra cuestión sería entrar a analizar a fondo as guerras balcánicas, causa e consecuencia da desintegración de Iugoslavia, que se estenderon por toda a década dos 90. Para facer iso precisaríamos unha serie de moitas horas. Tódalas guerras son complexas. Sobre todo no terreo das causas. Como chegamos a isto? Pero as guerras iugoslavas o son máis aínda. Porque nelas combináronse cuestións raciais, relixiosas, territoriais, nacionais e históricas. Unha tormenta perfecta que arrasou con toda a humanidade das persoas e levou a veciños asasinar a veciños, como nas máis cruentas guerras civís. Tendo en conta isto, a cineasta bosnia non pretende, tampouco, construír un relato que abranga a guerra na súa totalidade, senón retratar un momento xusto da mesma, quizais o máis terrible de todos. Non pode un extraer de Quo Vadis, Aida? aue os serbios foron os culpables de todo o que aconteceu nos Balcáns e que os demais pobos da península foron completamente inocentes.

Finalmente, tamén acerta Jasmila Zbanic, ao abordar a súa análise da Historia, con maiúscula, a través dunha historia, con minúscula, profundamente íntima e dolorosa, a dunha muller que intenta salvar a súa familia da morte, loitando contra forzas superiores a ela, batendo unha e outra vez contra a realidade, áspera, terrible. Así, o derradeiro gran acerto de Zbanic é que fuxe do sentimentalismo, incluso as escenas máis dolorosas son abordadas pola cineasta de forma aséptica e naturalista, limitándose a perseguir a súa protagonista como o fai a morte, atopándoa en cada esquina, alcanzándoa inclusive cando corre, dun lado ao outro, desesperada, buscando unha saída do labirinto no que se atopan. Incluso cando a vida da protagonista está a piques de saltar polos aires, non se recrea, non forza un momento de sensibilidade artificial, ata nese momento a mirada da cámara de Zbanic é dura, implacable. E xusto aí triunfa, porque sendo unha película tan rotundamente partidista, non pode caer na manipulación emocional. E non o fai. De tal forma que Quo Vadis, Aida? remata por ser un filme maiúsculo, cru e demoledor, pero é que non pode haber outra forma ético-fílmica de abordar un acontecemento histórico tan inhumano como o de Srebrenica.

miércoles, 21 de abril de 2021

Elogio de la dignidad

Es una creencia bastante extendida que la repostería casera, el alcohol y las obras culturales nos salvaron durante el confinamiento estricto y, en menor medida, a lo largo del último año. No cabe añadir mucho sobre las dos primeras. Ante ellas solo se puede declarar uno como "un admirador, un esclavo, un amigo, un siervo". De la tercera, la cultura, se puede y se debe decir mucho. Las industrias culturales se han visto salvajemente afectadas por la crisis pandémica. Por ello reivindicarlas es, casi, un mandato cívico, un acto de dignidad. Y de eso quiero hablar hoy. De la dignidad como arma de liberación y como reivindicación de la igualdad y la fraternidad. Los valores republicanos, tres de las ideas más hermosas concebidas por la humanidad, deben ser principios motores de nuestras vidas siempre pero aún más en tiempos convulsos, cuando se convierten, también, en refugios mentales en los que guarecerse de la inhumanidad de algunos. 

No resulta baladí que precisamente en este año coronavírico, las películas que más me han emocionado hayan sido pequeñas historias sobre un mundo grande, complejo, caótico y extraño, protagonizadas por personas comunes que se apoyan en su dignidad para (sobre)vivir. Una de estas historias, Nomadland, dirigida y escrita por Chloé Zhao, a partir de una obra de no ficción, es la favorita a coronarse como la ganadora del Oscar a mejor película el próximo domingo.

En esta road movie, la cámara de Zhao sigue a Fern (Frances McDormand), una mujer que perdió en los últimos tiempos los dos pilares que conformaban su hogar, primero su marido y luego su casa, puesto que el pueblo en el que se encontraba era propiedad de una empresa minera que echó el cierre (la sociedad post-industrial y otras chicas del montón). Ante esta situación, Fern se lanza a la carretera, convirtiendo una pequeña furgoneta en su casa rodante, a las personas con las que se va encontrando por el camino, casi todas ellas reales, en su compañía y a los inmensos paisajes estadounidenses en el sitio de su recreo. Zhao retrata la vida nómada en la mayor economía de Occidente, desde un inmenso respeto, logrando desde esa posición ético-fílmica componer una sinfonía de voces sobre la dignidad humana. No hay en Nomadland una romantización del nomadismo, tampoco, como algunas personas han querido ver, una vindicación del modelo "productivo" de Amazon (Fern trabaja en uno de sus almacenes durante la campaña navideña), ni, desde luego, pornografía de la pobreza. Nomadland es, ante todo, la historia de una mujer marcada definitivamente por la pérdida y un fresco naturalista sobre personas que viven en los márgenes del sistema, algunas por decisión propia, otras empujados por las circunstancias, pero todas ellas orgullosas de quiénes son. No hay en la película ni un solo relato en el que la persona muestre vergüenza hacia sí misma o hacia su modo de vivir. Frente al odio que propugna la extrema derecha contra las personas que no entran en sus cánones socioeconómicos, dignidad. Frente a la desinformación, realismo. Frente a los discursos inhumanos, humanismo.

Pero no solo la protagonista de Nomadland y las diversas personas con las que se encuentra en su camino hacen gala de esa dignidad en el cine de este último año. En la propia categoría de mejor película de los Oscar se puede encontrar otro ejemplo emocionante de dignidad: Sound of Metal de Darius Marder. Esta obra se centra en Ruben (Riz Ahmed), un batería de un grupo de heavy metal que comienza a perder su capacidad de audición. A lo largo del metraje Ruben va lidiando con la situación pasando por diversas etapas, pero siempre decidiendo por sí mismo que cree que es lo mejor. Incluso cuando se equivoca, lo hace poniendo su dignidad como persona en el primer puesto de sus prioridades. Y precisamente por ello esta historia de auto-aceptación es tan poderosa. Porque Marder y Ahmed logran que Ruben y sus conflictos ante una situación trágica y en un contexto altamente precario, se sientan reales y tengan un impacto social amplio. 

En el terreno de la dignidad se mueven, también, otras de las nominadas del año, desde la resurrección coreana del sueño americano que plantea Minari de Lee Isaac Chung, hasta la lucha frente al sistema mediático que dibuja Mank de David Fincher, pasando por el camino de la venganza de la protagonista de Una joven prometedora de Emerald Fennell o el compromiso político de los activistas anti-bélicos de El juicio de los 7 de Chicago de Aaron Sorkin. Este artículo no pretende ser expansivo, no hablaremos de todas ellas y de otras muchas porque mi humilde propósito es poner el acento en tres fogonazos de dignidad que me removieron emocional y mentalmente y que se centran en tres personajes que representan a tres personas comunes, alejándose de acontecimientos y debates históricos biggers than life

Teniendo en cuenta todo esto, vamos a terminar con la muestra más estremecedora de dignidad del año cinematográfico y que, por desgracia, se quedó fuera de los premios de la Academia, a pesar de ser, también, una película estadounidense: Nunca, casi nunca, a veces, siempre de Eliza Hittman. En su segunda obra tras la estimulante Beach Rats, la cineasta nos cuenta la historia de Autumn (Sidney Flanagan), una adolescente de una pequeña ciudad del Rust Belt (la desindustrialización, de nuevo) que se queda accidentalmente embarazada. Como en su estado, Pennsylvania, no puede abortar libremente, viaja en autobús con una prima y amiga a Nueva York para interrumpir voluntariamente el embarazo. Como ninguna de las dos tiene dinero, duermen en las estaciones de transporte, recorriendo la ciudad con sus maletas a rastras. Antes de proceder con el aborto, la trabajadora social debe realizarla un cuestionario a Autumn. Esa secuencia, que da título a la obra, supone la demostración más excelsa de lo que es la dignidad. Manteniendo como puede la entereza, la adolescente contesta a todas y cada una de las preguntas. Hittman paraliza la cámara en su rostro y logra captar una verdad a la que la ficción tiene, por naturaleza, difícil acceso. Vivir de forma nómada, lidiar con la pérdida de un sentido tan importante como la audición y ejercer tu derecho a gobernar tu propio cuerpo son acciones tremendamente difíciles en nuestras actuales sociedades. Ni Zhao, ni Marder ni Hittman las retratan desde la compasión más bienintencionada, sino desde el respeto más profundo y el realismo más militante. El resultado son tres reflexiones poderosísimas sobre la dignidad en los tiempos de la cólera. 

Así, en estas tres películas la dignidad se convierte en el motor de los protagonistas para seguir hacia adelante, a pesar de sus traumas y de un sistema que los empuja hacia sus márgenes. Y vivir en las cunetas del poder nunca ha sido fácil. Estas tres historias nos muestran lo que tienen que hacer nuestros Estados del Bienestar y no hacen: garantizar que todas las personas pueden ser ayudadas por el sistema si así lo desean, tejer una red de protección sobre la que construir nuestras vidas. El Estado del Bienestar no solo responde a los principios de igualdad y fraternidad, sino también al de libertad. En un momento en el que la entente neoliberal-fascista intenta robarnos ese valor, hay que conceptualizarlo y okuparlo todos los días. 

Al igual que en las obras de David Simon (The Wire, Treme...), sí, tenía que hablar de mi libro, en estas tres películas podemos observar cómo el repliegue del Estado en el terreno del bienestar, a partir de la revolución neoliberal y el Consenso de Washington, ha dejado espacios sociales desolados que solo las comunidades y el activismo han conseguido ocupar de forma precaria, puesto que carecen de los recursos y la inmensa maquinaria de los estados. Ya sea el apoyo mutuo sobre el que se sustenta la comunidad nómada; el empuje que vemos en la comunidad de personas con problemas auditivos, que mediante la educación pretende ayudar a las personas con diversidad funcional a ser independientes y, por lo tanto, libres; o la labor de las clínicas abortistas gratuitas, en las que trabajan de forma precaria profesionales comprometidas, a las que les gustaría poder hacer más. Al final todas estas obras nos muestran la dignidad de las personas frente a un sistema corrompido, atenazado por la amenaza doble del neoliberalismo y el fascismo. Son tan emocionantes porque nos hablan de nosotros, sin paternalismos ni condescendencias, de lo que nos une, nos muestran qué significa ser personas en este mundo. Parece mentira que haya que reivindicar lo humano, pero es que cada vez hay más gente que no es persona. Y lo peor es que son mayoría entre los que ejercen el poder.