LOOKING - Primera temporada
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He estado ahí |
Inicio este análisis dividiendo la primera temporada de
Looking en dos mitades simétricas y emocionalmente antagónicas. La primera
mitad, la toma de contacto, se caracterizó por vacilar en sus intenciones y
sobre todo en la construcción de sus personajes. Dibujó a su protagonista,
Patrick (Jonathan Groff), de forma muy superficial, hasta banal diría, un
diseñador de videojuegos constantemente al borde de ser un drama queen y un attention
whore. Flotando en un mundo irreal en torno a su ego. No digo que no haya gente
así, tan alejada emocionalmente de los demás que es incapaz de descubrir los sentimientos
de los otros. Gente vacía. Relacionarnos con los demás es lo que nos llena,
porque cuando llegamos a este mundo no somos nada más que recipientes vacíos.
Lo más destacable de esta primera Looking eran sus explosiones de humor negro y
zafio. Y el dibujo de la crisis de la mediana edad que hacía a través de Dom (Murray
Bartlett).
Cada vez más el cine y la televisión exploran la deriva
emocional en la que se encuentran los hombres cuando rondan los 40. Ahí está
esa maravilla que es Una pistola en cada mano (Gay, 2012). Sin embargo, tener
como animal de experimentación a un hombre homosexual es novedoso. Los
personajes homosexuales que recrea la cultura audiovisual suelen ser veinteañeros
que buscan conocerse o se conocen ya muy bien. Siendo su sexualidad el
epicentro de sus conflictos emocionales, de tal forma que el hecho de envejecer
se muestra como un drama en tanto en cuanto condiciona la vida sexual. Un
planteamiento cimentado sobre tópicos. Así, la crisis existencial de Dom que
comienza siendo sexual (“ya no follo tanto como antes” “soy viejo para los
niñatos”) evoluciona, en la segunda parte de la temporada en algo más profundo,
en una crisis existencial total: profesional, económica, emocional, afectiva, y
obviamente también sexual, el sexo es importante, simplemente quiero incidir en
que no lo es todo. Y justamente me gusta de Looking su forma de abordar el
sexo, tanto la forma naturalista en que está dirigido (en casi todos los caps)
por Andrew Haigh (sí, el hombre detrás de Weekend) como en la forma en la que
está descrito a través de los diálogos y de las caras de los actores. Estoy
hablando del sexo en torno al protagonista, no de la trama sexual de Agustin
(Frankie Alvarez), la gran mancha de fuel que ensucia los logros de la serie.
No tenía pensado hablar de Agustin, quería comenzar a
engañar a mi memoria sobre su existencia, pero no puedo. Agustin es el vacío,
un vacío además irritante. Un artista sin arte. Un amigo sin piedad. Un novio
sin respeto. Un error. Mucho van a tener que trabajar en la trastienda Michael Lannan (el creador del invento) y Andrew Haigh perfilándolo de nuevo si no quieren que este personaje lastre también la
segunda temporada de la serie. En él, el sexo es puro artificio, porno rodado
con clase, pero hueco, muy hueco. Dom fue siempre un personaje interesante,
Patrick comenzó siendo una caricatura (perfilada con brocha gorda queriendo
construir un personaje tipo Girls, y fracasando estrepitosamente) pero a partir
del capítulo 5 se convirtió en una persona con la que era capaz de conectar, con
sus errores y con sus aciertos, con sentimientos.
Ha sido la vía emocional la que ha permitido que Looking al
final se convirtiera en una serie con algo que decir, con voz propia. La
exploración de los sentimientos de unos personajes que luchan por no estar solos en
el mundo se convirtió en el epicentro de la serie, convirtiéndola en algo
relevante. Looking no es una serie de autor, no es, volvamos a la dichosa
comparación, Girls, no tiene que ser sarcástica y punzante, no tiene el ingenio
en la escritura necesario, su medio y su fin deben ser las emociones. Por eso
el capítulo 5, el mini-Weekend, es tan bueno. Porque gira todo el rato sobre
los sentimientos de los protagonistas. No hablan de nada especialmente
relevante, no reflexionan sobre cosas sesudas, simplemente son dos hombres
desnudándose emocionalmente uno frente al otro, poniendo su pasado sobre la
mesa para alumbrar su presente. Un hermoso acto de valentía y madurez
sentimental. Al quinto día, la serie encontró el tono, y pudo por fin definir
sus coordenadas, construir a su protagonista, ese Patrick interpretado con
tanta candidez por Jonathan Groff. Y los tres capítulos que siguieron supieron
mantenerse en esas coordenadas (a pesar de las tramas de Agustin, su novio y su
puto). Por un lado tenemos a Dom y sus crisis de la mediana edad, por otro a
Patrick y el inexorable precipicio de los 30, ese precipicio lleno de miedo a
la soledad, en el que las fiestas dejan de ser tan divertidas y tener una
pareja a la que abrazar y una película en el ordenador parecen el plan más
apetecible del mundo.
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Y también he estado ahí |
Con el tren hacia la madurez sobre las vías del AVE (el de
verdad, no el de Galicia), el sexo no se presenta como algo juvenil, fresco,
divertido, ingenuo (como la secuencia de cruising que abre la serie) sino que torna
mucho más denso, más viscoso, más real, más palpable (como en la secuencia de
sexo de la season finale), más trascendente. Las conversaciones en torno al sexo
de Patrick y Richie (Raúl Castillo) nos suenan también más cercanas. Ya no es
tanto ensayo-error como en el inicio de la vida sexual. Con el paso del tiempo,
y sobre todo con la madurez emocional, el sexo se vuelve un acto más oral, eso
que nos han dicho desde niños de que “los adultos resuelven los problemas
habando”. Y a mí, que hablar con la otra persona me gusta, que hablar en la
cama me parece el salto sin red desde más altura que puedo realizar, este sexo
hablado me gusta, este sexo que más que fricción entre cuerpos es un baile
entre entrañas de dos personas distintas. Me gusta. Y por eso me gusta cómo la
serie aborda la relación de Patrick con el sexo, ese juego de deseo y miedo que
se ve condicionado por los sentimientos que se pueda sentir por la otra
persona. A veces estamos dispuestos a que nos haga daño un desconocido pero no
nos queremos arriesgar a que nos haga daño alguien al que queremos. La
secuencia de sexo de la finale y la última conversación entre Patrick y Richie
cierran el mensaje lanzado desde el capítulo 5. Puedo joder lo que no me
importa, pero no quiero joder lo que sí lo hace. El amor duele. Ouch. Pero aún
nos queda el futuro.
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