EMPIRE/ SCANDAL/ HOW TO GET AWAY WITH MURDER
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Frases y atuendos lapidarios non-stop |
Los tres dramas con mejores datos
en los demográficos de la televisión actual (más allá del fenómeno The Walking Dead) son tres series en
abierto que combinan con astucia, thriller, culebrón y drama. Pero lo más
llamativo de estas tres series es que sus protagonistas son mujeres. Y además
negras. Estas tres ficciones son Empire, Scandal (Escándalo, para
los amigos) y How to get away with murder.
Y sus protagonistas, Taraji P. Henson, Kerry Washington y Viola Davis,
respectivamente. La mujer negra siempre ha sido una gran olvidada por parte del
audiovisual americano. Lo cual es bastante lógico si tenemos en cuenta que
tanto los negros por un lado, como las mujeres por el otro, han sido
ninguneados históricamente, sobre todo en la televisión. Sin duda en los
últimos años esto está cambiando a gran velocidad. Cuando en 2011 The
Help, de Tate Taylor (y co-protagonizada por Davis), se convirtió en un éxito brutal de taquilla y de
apoyo popular (nominaciones al Oscar incluidas), Hollywood pudo constatar que
efectivamente el público estaba interesado en ver historias protagonizadas por
mujeres afroamericanas. Lo que han hecho FOX y ABC, ha sido colarse por esa
ranura y ampliarla hasta convertir a estas tres series en fenómenos de
audiencia.
Pero la forma de presentarnos a
la mujer afroamericana actual en estas tres series es muy diferente. Si en las
series de Shondaland, Scandal y How to get away with murder, tanto la cuestión de género, como
sobre todo la racial, están más diluidas, en Empire, ambos temas, sobre todo el
racial, tienen una gran importancia narrativa. Esto no quiere decir que a Shonda Rhimes y sus asociados no les interesen
estos temas, simplemente que han decidido que sus series no pivotarán sobre los
mismos. Scandal y Murder serían completamente distintas si
sus protagonistas fueran hombres, sobre todo en el caso de la primera, dónde el
género es relevante en más de una ocasión. En cuanto al debate racial, en Scandal se ha apuntado en alguna
ocasión, pero nunca ha sido relevante, y en Murder
es inexistente. Scandal cambiaría
un poco si su protagonista fuera blanca, Murder
no, salvo por el recurso dramático de la peluca. Ambas series han seguido el
modelo iniciado por la fundacional Grey’s
Anatomy, “no hablemos de racismo, presentemos a negros en situación de
poder”. No hace falta conocer mucho a Shonda Rhimes para saber que le preocupan
tanto los problemas de género (y muchas veces relacionados con lo sexual) y el
conflicto racial. Pero su aproximación a los mismos no es a través de la
confrontación, sino del discurso normalizador.
Frente a esta postura, o visión,
si se quiere, Lee Daniels y Danny Strong
(un homosexual negro y un heterosexual blanco) han decidido articular su serie
en torno a la cuestión racial. Y lo han hecho sin andarse con rodeos, de hecho Empire
resulta refrescante porque muchas veces entra en sus dilemas como un elefante
en una cacharrería. Para la historia ya ha quedado la secuencia en la que uno
de los hijos de los protagonistas dice que Obama es un negro de mierda. Ese
desparpajo, esa falta de vergüenza (incluso a veces a mí me la da ajena) la
hacen muy divertida y muy provocativa, lo cual desde luego explica su enorme
éxito, sobre todo entre la población afroamericana. Y dentro de todo el circo
que es ese clan familiar muy turbio y muy pasado de rosca, brilla con luz
propia Cookie, el personaje de P. Henson, esa madre manipuladora y desbocada
que sacrificó casi veinte años de su vida yendo a la cárcel para que su marido
pudiera crear el imperio musical que da nombre a la serie.
Si en el universo de
Shonda las mujeres negras son de clase alta, profesionales liberales de
reconocido prestigio y que se han educado en la Ivy League, en Empire, su mujer protagonista es una
chica del barrio ambiciosa, deslenguada, irreverente y brutalmente honesta y mal
educada. Lo interesante de estos dos perfiles de mujeres tan diferentes es que
ambas, tanto las pulcras chicas de Shondaland (aunque unas delincuentes de
mucho cuidado, ojo) como la navajera de Daniels y Strong, pretenden llegar al
mismo sitio: el éxito. Obviamente, cada una con sus armas, casi todas muy
cuestionables moralmente, lo cual es también muy enriquecedor, ya que los
anti-héroes siempre son hombres. A modo de conclusión, el éxito en audiencia de
estas tres series, abiertamente generalistas y de masas, me parece algo de lo
que nos debemos alegrar, más allá de la calidad de las mismas (las tres son
bastante trash, yo las disfruto
mucho, pero intento no tomármelas muy en serio). No sólo porque giren en torno
a poderosas mujeres negras, sino también porque muestran el lado oscuro de las
mismas. Algo está cambiando. A mejor.
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