THE RED ROAD, THOSE WHO KILL, HANNIBAL y THE AMERICANS
The Red Road nos demuestra que sin rebeca gris no hay inestabilidad emocional que alguien se crea |
Dos canales, dos nuevas apuestas
La temporada televisiva pasada se vio marcada por la
irrupción de la plataforma Netflix en el mundo de la producción de ficción
propia. Su llegada a lomos de House of Cards y el comeback de Arrested
Development fue un vendaval que se ha visto confirmado esta temporada con el
estreno de Orange is the new black y un millonario acuerdo con Marvel para
producir series sobre superhéroes de la casa. Sin embargo, no fue el único
actor en aventurarse en el cada vez más convulso panorama seriéfilo americano.
Dos cadenas, Sundance Channel y A&E, también se lanzaron a la producción de
ficción. La primera con la miniserie de Jane Campion Top of the lake, y el
drama ¿existencial? Rectify, y la segunda con la precuela de Psycho, Bates
Motel, y el policiaco ambientado en el medio-oeste Longmire. Mientras la primera tuvo más
suerte entre crítica y premios, la segunda triunfó en audiencias. En esta
temporada además de emitir las segundas temporadas de estas series han elevado
la apuesta estrenando en los últimos días, The Red Road, Sundance Channel y
Those who kill, A&E.
The Red Road es un drama actual ambientado en territorio
indio en el que conflictos del pasado entre dos familias, una india y la otra
blanca, tienen dramáticas consecuencias en el presente. Tiene como mayor logro,
vistos sus dos primeros capítulos, una fantástica atmósfera, y como mayor
reclamo a la ascendente (y magnífica, in my opinión) Julianne Nicholson
(Masters of Sex, August: Osage County) interpretando a una madre deprimida
entregada al alcohol y la histeria. El piloto lo dirige ni más ni menos que
James Gray, uno de los grandes autores del cine americano de los últimos años,
y su sello se nota en el ritmo lento pero denso del primer capítulo, casi plúmbeo,
rocoso. La mente pensante tras la propuesta es Aaron Guzikowski, el guionista
de la fantástica Prisoners (Villeneuve, 2013). ¿El pero? El resto del reparto
(Jason Momoa incluido) no parece estar a la altura de lo que el drama va a
exigir. Su primera temporada tendrá, como ya pasó el año pasado con la fantástica Rectify,
solamente 6 episodios.
Si The Red Road me parece una propuesta interesante, capaz
de capturar mi atención todo el rato, el piloto de Those who kill, dirigido por
Joe Carnahan, se me hizo eterno. Esta serie, creada por Glenn Morgan (cuyo
mayor mérito es haber escrito para X Files) es otra nueva adaptación de una
serie danesa (esa raza de seres humanos superiores) que se centra en torno a
una detective psicológicamente inestable (Chloë Sevigny, siempre maravillosa) y
a un profesor universitario no menos desquiciado (James D’Arcy). El problema de
la serie es que suena a ya vista, que los protagonistas no acaban de funcionar
como pareja y que aún siendo malrollera no terminar de impactar. Pero sobre
todo el enemigo está fuera, y se llama Hannibal, que jugando en la misma liga
de asesinos en serie sádicos, le gana por goleada.
Hannibal y su visión mortífera del ser humano |
Sophomores fortalecidas
La televisión post-Juegos Olímpicos nos ha traído de vuelta
a dos de las series que más respaldo crítico tuvieron el invierno pasado.
Hannibal, o el mejor drama que ha tenido NBC desde el final de The West Wing. Y
The Americans, ese drama de espías (y matrimonios en crisis) en la era Reagan. Si en su primera temporada The Americans me conquistó, hasta el punto
de incluirla entre lo mejor del curso televisivo, es verdad que con Hannibal no
fui tan entusiasta. Sí, me fascinaba su salvaje y apabullante apuesta visual,
pero muchas veces me dejaba demasiado frío, aunque es verdad que la serie fue
de menos (el piloto no funcionaba nada bien) a más, como consecuencia de la
vorágine psicótica en la que se iba sumergiendo su protagonista, Will Graham, el bueno de Hugh Dancy demostrando que tiene mucho talento.
Sin embargo mi escepticismo para con Hannibal ha saltado por
los aires en el arranque de su segunda temporada. Lo único que tengo ahora es
fascinación. Las dos secuencias que abren los dos primeros capítulos, dirigidos ambos por Tim Hunter, son brillantes. La tensión elevada a su máximo nivel. Llegué a pasarlo muy mal. El éxito de Hannibal reside en que aunque te repugne lo que ves no puedes
dejar de verlo, en que aunque lo que te muestra es terrible no deja de ser
hermoso, visualmente bello. Lo cual logra perturbarte intensamente. ¿Cómo puede
parecerme apetitoso un trozo de carne humana? ¿Cómo puedo estar horrorizado y
fascinado a la vez? Hannibal, además de un drama psicológico escrito con una
precisión y unos diálogos sensacionales, es ante todo un tratado visual. Un
tratado sobre la belleza del mal. Quizás sea la apuesta visual más salvaje de
la televisión. Quizás no, seguro.
Frente a la serie de Bryan Fuller, está la The Americans de
Joseph Weisberg, ante todo, sobria, pero no por ello menos asfixiante.
Recorrido el camino inicial de este matrimonio de espías rusos que viven
peligrosamente, ahora nos movemos en un estado de paranoia constante, con el
cuchillo siempre cerca de la garganta de nuestros protagonistas. Cuanto más se
acerca uno al precipicio para descubrir lo que hay al final de la caída, más
cerca está de comenzar a caerse. Por lógica narrativa el cerco se irá
estrechando cada vez más, y como pasa con gran parte de los grandes dramas del
cable, al final de la partida, a los protagonistas les tocará perder. Tan
interesante como el intercambio de golpes sordos entre la URSS y USA, resulta
el rotundo análisis que hace la serie del matrimonio como institución social y
de la familia como una crisis constante. Mantener una comunidad de vida
compartida es inmensamente difícil, no sólo si eres espía o agente del FBI. No.
Es difícil para todos.
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