THE GOOD WIFE
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La trampa reside en que no se puede salir del laberinto por donde se ha entrado |
Spoilers hasta el 6x10 a gogó
El pasado domingo CBS emitió la winter finale del mejor
drama de la televisión actual, The Good Wife. Estos diez primeros
capítulos de la sexta temporada de la serie del matrimonio King, han sido un caleidoscopio de la frustración. Tanto
Alicia Florick como Cary Agos han estado estrellándose contra diversos muros
todo el tiempo. La vida es lo que transcurre entre obstáculo y obstáculo, tanto
si los saltamos como si nos damos de bruces contra ellos. Si hasta ahora, tanto
uno como el otro no habían hecho más que medrar profesional y personalmente,
quizás hayan llegado a un punto en el que progresar se paga caro. Tanto el
crimen como la política (que cada vez más parece un subtipo de crimen) son
demasiado peligrosos tanto moral como judicial o mediáticamente hablando.
Cuánto más alto subes, más frío puedes llegar a sentir y más dura será la
caída.
El proceso de Cary A.
"Alguien debió de haber calumniado a
Josef K., porque sin haber hecho nada malo, una mañana fue detenido".
Así empezaba El Proceso de Franz
Kafka, la historia de un hombre que se ahoga en un mar de burocracia y poder
gélido como el témpano. Y su eco resuena desde el arranque de la temporada
hasta el plano final del décimo capítulo, The
Trial (6x10). La historia de un hombre utilizado por actores más poderosos
que él. Desde el capo de la droga hasta el FBI, pasando por la fiscalía.
Culpable de un delito que no ha cometido, ¿no? Cuando en ese plano final Cary
Agos asume su derrota y se declara culpable estamos ante la claudicación
definitiva. El sistema ha ganado, los ciudadanos han perdido. Más allá del
plano personal-sentimental, dónde Matt
Czuchry hace un trabajo descomunal, sin levantar la voz, interiorizando esa
frustración y esa resignación final, ese cansancio ante un proceso que lo va
carcomiendo poco a poco. Más allá de eso, decíamos, este arco argumental es interesante
por las múltiples lecturas político-sociales que puede tener. Por lo agrio que
es su pesimismo y por lo inteligente y desafiante que es su discurso. No es un “la
justicia es ciega”, es algo mucho más complejo. No es que el sistema judicial
sea injusto, es que el sistema está moldeado por las estrategias de poder y
lastrado por la burocracia, que puede llegar a ser delirante (véase la
asistente de la condicional o cuando Cary sale medio kilómetro de Illinois).
Nada es blanco o negro, por muy oscura que sea la espiral en la que se ve
atrapado Cary. El poder actúa así, generando normas a la velocidad de la luz para enredarnos en nuestro desconocimiento de las mismas, hasta que llegamos a un punto en el que ya ni nosotros mismos recordamos que, efectivamente, nunca llegamos a hacer nada malo.
Banalpolitik
Vivimos en tiempos muy banales. Sobre
todo en el terreno de la política. Mucha gente sostiene que este fenómeno tiene
su explosión (sobre todo mediática) a raíz de las mamadas presidenciales de
Lewinsky a Clinton en el Despacho Oval, en los inconscientes años 90. Lo que
empezó entre saliva y pellejo ha germinado un alud de cargos públicos diciendo
sandeces o lo que es peor, no diciendo nada en absoluto. La palabra o se ha
transformado en exabrupto o se ha vaciado por completo. El resultado de todo
ello es que nuestros cargos públicos no son capaces de decir nada que no sean
eslóganes prefabricados aptos para todos los públicos, de escuchar y olvidar,
consumibles en el periódico gratuito en el metro o entre broma telefónica y
broma telefónica en los programas matinales de radio. En este terrible mundo
nos estamos zambullendo por completo este año en The Good Wife. La campaña de Alicia Florick (Julianna Margulies en el 6x09 firma una de sus mejores
interpretaciones) para convertirse en Fiscal del Estado está siendo un
divertidísimo viaje a las cloacas de la nadería.
Llegados ya al capítulo 10, ¿sabemos
qué propone Alicia Florick, más allá de que quiere jugar limpio y no quiere una
administración corrupta? No, y los ciudadanos que la van a votar tampoco. Y no
lo sabemos porque no importa nada en absoluto. Vivimos en la sociedad del
espectáculo. Show must go on. Lo
importante es si Alicia es cristiana o si su rival (un fantástico David Hyde Pierce) es homosexual. Si su
marido se acuesta con una vieja amiga (ouch, el 6x09, Sticky Content) o si su rival salta del Partido Republicano al
Demócrata según le convenga. Un mundo en el que es más influyente Buzzfeed (los
test de Buzzfeed >>> Nosotros, los mortales) que el NYTimes (léase
esto mientras uno se imagina a Perez Hilton meando sobre un ejemplar de All President’s Men). La banalización
global de la política, que ha pasado de ser un instrumento de cambio, de
transformación, a ser un mero entretenimiento del circo mediático. Un
entretenimiento que premia los golpes bajos: ver como Alicia y su rival se ven
empujados (o quizás, no tanto) a echarse basura a la cara ha sido una de las
pequeñas tramas redondas de lo que va de temporada. Y aún más, lo políticamente
correcto. ¡No hagas bromas! Alicia, no seas graciosa, no seas ingeniosa, no
seas mordaz, no seas interesante, sé un robot. Suelta promesas que no valen
nada y eslóganes que no dicen nada. ¿Quién quiere votar por una persona
inteligente, graciosa y que se cuestiona determinados comportamientos sociales
o la vigencia de nuestros derechos? Nadie. Todo el mundo quiere votar a “la
buena esposa”, el problema reside en que, como ya hemos dicho, Alicia Florick
ya no es esa buena esposa. Sí, The Good
Wife ha comenzado el curso consolidando su liderazgo en las ficciones en emisión.
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