Esta semana ha muerto Mike Nichols, uno de los más grandes directores
teatrales americanos del último medio siglo. Como nunca pude ver una obra suya,
obviaré, a partir de aquí, ese hecho, como lo obviaría si hablara de, pongamos,
Elia Kazan. Ya en el terreno audiovisual, Nichols era uno de esos directores
excelentes que se negaron a ser y a ejercer de autores. Un orfebre del cine (y
la televisión). Un obrero con talento, sobre todo, para dirigir actores. No soy
un gran experto en su obra, creo que por lo tanto no soy digno de hacer un
repaso exhaustivo a la misma. Logró 7 Tonys como mejor director (y otro par más
como productor), 2 Emmys y 1 Oscar. Pasará a la historia como el director de The
Graduate (por la que ganó su Oscar). A la historia de la cultura
occidental del S.XX, ahí es nada. Su última película fue Charlie Wilson’s War, con guion de Aaron Sorkin. Pero no hablaré ni
de una, ni de otra. Tampoco hablaré de una película que me encanta pero que fue
bastante apaleada en su época, Primary Colors, un atrevido y oscuro thriller político sobre los
Clinton y lo carroñeras que son las luchas de poder. Hablaré sólo de los tres derechazos
más bestias que su obra audiovisual me asestó. Tres derechazos grabados todos
ellos tras haber sido primero, claro, obras de teatro.
- Angels in America (2003)
Vi la adaptación que hizo Nichols
de la obra de Tony Kushner para HBO
hace mucho tiempo. En el pleistoceno de mi vida como seriéfilo. Frente a las
puestas en escena más teatrales de las dos películas de las que hablaré a
continuación, en esta miniserie Nichols exprimió las posibilidades del
audiovisual para volverse onírico, saltando del cielo al infierno, de lo real a
lo imaginado. Aún a día de hoy sigue siendo la obra centrada en el SIDA que más
me gusta. Es inteligente, es dura, es ingeniosa y sí, es desoladora. Tiene una
factura espectacular (puro HBO) y un reparto increíble liderado por una
desatada Meryl Streep, el mejor Al Pacino de los últimos 20 años, Patrick
Wilson en la mejor interpretación de su carrera, Mary Louise-Parker, que
tampoco nunca estuvo mejor, y Emma Thompson. Es de esas miniseries que
recomendaría ver del tirón en una tarde de fin de semana lluviosa, tapado con
una manta y concienciado de que te va a hacer sufrir. Y aplaudir.
- Who’s afraid of Virginia Woolf? (1966)
Tengo una memoria bastante
endeble, así que no sólo se me olvidan los finales de las películas, sino que
también se me olvidan las condiciones en las que las vi. El entorno. Sin embargo, recuerdo cómo olía la noche de verano que vi Who’s afraid of Virginia Woolf? El calor húmedo que hacía aquella
noche. Cómo estaba situada la silla dónde tenía colocado el portátil. Cómo
estaba yo acostado en el sofá. Quise vivirla tanto, que todo lo que giró en torno
a ella lo viví demasiado. Who’s afraid of
Virginia Woolf? fue la primera película que dirigió Nichols, su ópera
prima, aunque ya era un peso pesado en Broadway. Su primera película es una de
mis películas favoritas. Soy público cautivo de lo que podríamos llamar el
micro-género de películas sobre parejas que discuten. Y esta adaptación de la
obra de Edward Albee es una de sus
cumbres. Nunca he visto un duelo tan descarnado entre dos actores, como el que
trazan aquí Elizabeth Taylor y Richard
Burton. Vuelcan su vida real en estos personajes y lo que logran es una
ficción que te rompe por dentro, porque ves como secuencia a secuencia ellos se
van devorando el uno al otro. Si hiciera una lista con mis interpretaciones
favoritas, la de Elizabeth Taylor estaría, sin lugar a dudas. Creo que nunca una
interpretación me ha dolido tanto.
- Closer (2004)
He visto esta adaptación de la
obra homónima de Patrick Marber unas
cinco veces. Y siempre digo que cada vez que la veo me parece mejor que la vez
anterior. No es tanto que Closer sea
una gran película, como que es una gran película para mí. No es una de mis
películas favoritas, pero sí es una de las películas de mi vida, por la
conexión que a lo largo de una década se ha creado entre ella y yo. No lloro
viendo películas, pero Closer siempre
consigue dejarme al borde de la lágrima. Julia Roberts, Jude Law y Clive Owen
están fantásticos en esta película. Natalie Portman está extraordinaria
encarnando la más rabiosa de las fragilidades. Si Closer me gusta más cada vez que la veo es porque mi reloj vital
cada vez se acerca más al de sus protagonistas, y eso hace que entienda cosas
que no había entendido antes. O más que entender, que conecte. En los últimos
tiempos me ha pasado que canciones que conozco desde hace mucho tiempo y que no había escuchado en años, adquieren un nuevo significado, porque ahora las puedo leer
desde una perspectiva diferente. La edad, la experiencia, no sé, la vida,
supongo. Con Closer me pasa algo
parecido. Cuando la veo me gusta jugar a dilucidar quién soy yo de ellos 4. A
cual me parezco más. En casi todas las ocasiones acababa pensando que al
personaje de Julia Roberts, lo cual es bastante decepcionante porque quizás sea
el personaje con menos magia y chispa. Es la magia de creer que las películas
no son un texto fijo, inamovible, sino que cambian, tienen vida, tantos
significados como formas de verlas. Hace ya un par de años que no la veo,
quizás debería sentarme mañana con una pizza en el regazo y volver a jugar. Who's afraid
of Virginia Woolf / Virginia Woolf, Virginia Woolf / Who's afraid of Virginia
Woolf…
Completamente de acuerdo con lo de Closer. Recuerdo la primera vez que la vi, y lo poco que me gustó... era demasiado joven para entenderla.
ResponderEliminarTras verla en varias ocasiones con el paso de los años ha conseguido atraparme, identificándome con sus personajes pero no queriendo ser ninguno.
jajajajaja justo! no sabía como decirlo! te identificas con ellos pero no quieres ser ellos, es una identificación en modo negativo!
EliminarRecuerdo la vez que la vimos juntos jajaja :)