AMERICAN HUSTLE
Redefiniendo el loco loco loco mundo del cabello |
La nueva película de David O’Russell (peor persona viva)
narra, a grandes rasgos, cómo un agente del FBI (Bradley Cooper, lo más
divertido de la función) monta junto a dos timadores (Christian Bale y Amy
Adams, solventes, como casi siempre) una operación policial de ilusionismo para
desmantelar una red de corrupción que implica a políticos y empresarios de la
mafia. Todo ello tras una larga introducción de 30 minutos trenzada en torno a
las asfixiantes voces en off de los protagonistas que nos explica como estos
tres personajes tan dispares acaban trabajando juntos. Hay que reconocerle, en
primer lugar, a American Hustle ser una película ágil, divertida, contada con
ritmo gracias a la labor del espectacular reparto y sobre todo al trabajo de
dirección de O’Russell. Nunca creí que iba a decir esto pero me ha gustado
mucho la puesta en escena, con esos movimientos de cámara hacia delante, como
si la película fuera una constante huida, como si el devenir de los acontecimientos
se abalanzara sobre los personajes.
El problema de American Hustle es que David O’Russell se estrella
otra vez contra Martin Scorsese. Si la convencional dirección de The Fighter (2010) palidecía
ante el vals sobre el ring de Raging Bull (1980), en esta ocasión y a pesar de que me
parece su trabajo como director más inspirado, más consistente y elegante, la
pulcritud, la falta de vísceras con la que se cuenta una historia a priori
sórdida y turbia, cae por comparación ante Goodfellas (1990) y Casino (1995), y, aunque aún no
la haya visto, seguramente (lo que es aún peor por ser del mismo año) ante The
Wolf of Wall Street. En American Hustle, O’Russell entrega un Scorsese
para todos los públicos, sin sexo, sin violencia, sin sangre ni muerte, sin
cocaína. Estamos ante una película tímida, demasiado correcta teniendo en
cuenta que sobrevuela algo tan apestoso como la corrupción y la mafia. No ayuda
el empeño de O’Russell en renunciar a darle un potente empaque visual a sus
películas, la fotografía de Linus Sandgren no podría ser más anodina, carecer
de menos intención.
¡Quién me va a decir a mí que no puedo poner metal en un microondas! |
Hay que reconocerle, eso sí, los estallidos de humor marca
de la casa(todas las secuencias entre Louis C.K. y Cooper funcionan), el
preciso retrato, una vez más, del chonismo histérico de extrarradio (Jennifer
Lawrence, excesiva y fantástica) y la inteligencia de construir una película
divertida y dinámica sin entregarse a un montaje esquizofrénico, dirigiéndola
con estilo, O’Russell no es Scorsese, pero este trabajo es un salto cualitativo
en su carrera. Quizás el principal problema, además de la limpieza con la que
está contada y la idealización de unos personajes moralmente muy cuestionables (esto
también es marca de la casa), es que American Hustle nunca estalla. Te pasas
toda la película esperando a que todo y todos salten por los aires y eso nunca
llega a pasar, es un coito sin orgasmo, como si en Argo (Affleck, 2012) (no sé
por qué son dos películas que me resultan similares) nos dejaran sin la
secuencia del aeropuerto (y antes sin la del bazar). Es un trabajo muy
entretenido pero jamás llega a ser tenso, y eso en un thriller de estas
características es un problema, quizás no tanto de dirección como de guion. Incluso
cuando la trama se resuelve y la operación termina lo único que sientes es
normalidad, el gran giro se queda a medio camino, no hay pico (en todos los
sentidos), simplemente se abalanza el final, te lo has pasado bien, pero no ha
sido una noche redonda.
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