MONTAJE
5. Spencer Averick por Selma
El gran reto de Selma es mezclar la esfera íntima,
pequeña, como las reuniones políticas o las discusiones matrimoniales, con la
esfera pública, los discursos, la iglesia, las manifestaciones. Y el montaje
logra congeniar perfectamente ambas escenas, hacer la transición entre los dos
mundos de forma muy natural. Obviamente dónde brilla (al igual que la dirección
o la fotografía) es en las secuencias de las manifestaciones, que están
montadas con una elegancia y una fuerza increíbles.
A estas alturas sabemos que
montar las películas de Christopher 1
millón de planos Nolan, tiene un mérito increíble. Es una lucha titánica contra
al ego de Nolan y la ingente cantidad de material que rueda. En Interstellar, Smith vuelve hacer un
trabajo de primera poniendo orden narrativo en el caos de ideas (tanto
argumentales como visuales) del director. Todas las secuencias de acción
espacial están muy bien resueltas y las tramas espacio-temporales distanciadas
están bien atadas. Otra vez ningunean su trabajo, aunque este año había
demasiados rivales de altura.
3. Douglas Crise y Stephen Mirrione por Birdman
Si primero la discusión giró
sobre la persistente batería de Antonio Sánchez, luego la misma se trasladó al
montaje del film. ¿Si el falso plano-secuencia son 12 planos cosidos podría
decirse que Birdman tenía un gran
montaje? Si consideramos la planificación como parte del montaje, es decir, que
Birdman es una película montada antes
de ser rodada, sí. Si no, pues posiblemente su no nominación al Oscar sea
lógica. Yo soy del primer grupo, creo que Birdman
es una película en la que dirección, fotografía y montaje tuvieron que
concebirse al unísono, como una actividad conjunta. Y desde luego el trabajo es
brillante.
2. Jay Cassidy, Stuart Levy y Conor O’Neill
por Foxcatcher
El montaje de Foxcatcher es, en gran medida, el
“culpable” de que el film sea lo gélido que resulta ser. Y sin embargo es un
montaje muy fluido, las distintas secuencias no están cosidas de forma abrupta,
sino que te van conduciendo unas a otras en una sucesión de pequeños puñetazos,
de pequeñas roturas. Miller monta un puzzle y lo van rellenando pero sin tener
la menor intención de completarlo nunca. El montaje de Foxcatcher juega con eso precisamente. Con lo que no nos muestra entre secuencia y secuencia, lo que
se ha producido entre fundido a negro y fundido a negro.
1. Kirk Baxter por Gone Girl
Tras ganar dos Oscar con las dos
anteriores películas de Fincher al lado de Angus Wall, Baxter se ha quedado
fuera de la nominación por su excelente trabajo en Gone Girl, ese juego de máscaras, mentiras y medias verdades, en el
que el montaje es tan importante de cara a estructurar el relato como indeleble
a la hora de narrarlo. Mérito doble, pues. La secuencia de la huida y el
descubrimiento del macro-engaño, la del sexo sanguinario, la de la entrevista… Gone Girl está plagada de secuencias que
más allá de lo bien dirigidas que están, cuentan con un montaje brillante.
Algún día caerá el tercer Oscar. Seguro.
DIRECTOR
5. Ava DuVernay por Selma
Si con Damien Chazelle ya iba
convencido de que me encontraría con un director con un estilo personal muy
marcado y estimulante, he de reconocer que con DuVernay, creía que me iba a encontrar
con un trabajo solvente pero impersonal. Craso error. Lo que eleva a Selma de
drama sociopolítico interesante a film poderoso es la dirección de DuVernay (y
la fotografía, el montaje y la banda sonora). Incluso aquellos a los que Selma
no les ha gustado aplauden el pulso y el estilo con el que DuVernay rodó las
secuencias de las manifestaciones. Pero Selma y el trabajo de su director es
mucho más que eso, es un drama consciente de que las imágenes son tan poderosas
como las palabras. Lejos de confiar en que la fuerza de Martin Luther King
sostendría la película, DuVernay se esfuerza por elaborar una puesta en escena
muy potente. Buen trabajo, sus imágines emocionan.
4. Christopher Nolan por Interstellar
Poco que decir a estas alturas
sobre Christopher Nolan. En la vorágine de amor/odio a la que nos empujan los
nolanistas y los antinolanistas, es difícil esgrimir argumentos razonables. A
mí me gustan mucho las películas de Nolan, me parecen diversión en estado puro
y aplaudo su ambición, sus ganas de forzarnos a pensar, de desafiarnos, Interstellar como perfecto ejemplo de
todo ello. Creo que es capaz de construir secuencias de acción fabulosas, pero
también soy muy crítico con la sobresaturación de planos a la que nos somete.
¿Por qué usar diez plano cuando te llega con uno? En ese debate interno me encuentro. Nolan sí o Nolan no. Aún no he llegado a una conclusión. Por ahora, Nolan
sí, pero con peros.
3. Damien Chazelle por Whiplash
Chazelle abordó su trabajo partiendo
de la base de que el guion es un lienzo casi en blanco en el que poder pintar
infinidad de imágenes. Lo que logró fue una película adrenalínica con un don
extraordinario para escupir planos extraordinarios, de esos que impactan tanto
que sientes como la saliva, el sudor y la sangre te mojan. Chazelle tiene una
desbordante capacidad de pensar en imágenes, de sumergirnos en la historia, de
insuflarnos frenesí. Una auténtica pena que se quedara fuera de los Oscar
frente al impersonal trabajo de Morten Tyldum. He aquí una estrella en ciernes.
2. Xavier Dolan por Mommy
En su quinta película, Dolan
confirma lo ya observado en la anterior, Tom
a la fèrme, ha madurado como director de una forma extraordinaria. El
manierismo de antaño ha dado paso a una preciosa obsesión por el rostro humano.
Esos planos cortos, epidérmicos, se combinan con imágenes preciosas del espacio
como territorio liberador. Nosotros somos nuestra propia cárcel, lo que nos
rodea es la constante posibilidad de liberarnos de nosotros mismos. Por eso en
la que es sin duda una de las secuencias del año cinematográfico, el
protagonista abre literalmente el plano. Rompamos con lo que nos atrapa. Seamos
libres. El Xavier Dolan director es más libre que nunca. Y tiene un
extraordinario don para producir sentimientos a través de sus imágenes.
1. David Fincher por Gone Girl
Si partimos de la base de que
David Fincher es (con permiso del maestro Scorsese) mi director favorito del
cine actual, era bastante predecible que lo colocara en el primer puesto por su
excelente trabajo en Gone Girl. Entre
los dos planos circulares poderosísimos que abren y cierran la película,
Fincher compone un thriller-cebolla, en el que debajo de cada secreto hay otro
secreto más. Mueve la cámara por esa capa gris que cubre a los protagonistas,
apuntando en sus rostros todas las miserias que esconden debajo de la piel. La
cámara los escruta hasta desnudarlos. Es un trabajo sutil. Preciso. Casi
quirúrgico. Nadie maneja la tensión y el humor negro como él. Por eso es el
gran autor del thriller americano de las últimas décadas. Obviamente, en mi
humilde opinión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.