Guion adaptado
5. Jesse Andrews por Me, Earl and the Dying Girl
El cine indie estadounidense se ha aproximado a la
adolescencia en múltiples ocasiones. Este año dos de las películas
independientes más interesantes y que más trascendencia han tenido abordan esta
convulsa e intensa etapa vital. Una es The Diary of a Teenage Girl y la otra
Me, Earl and the Dying Girl. Si bien la ópera prima de Marielle Heller me
parece una apuesta más osada y novedosa, creo que Me, Earl and the Dying Girl
es una obra más redonda, aunque sus ambiciones sean más limitadas. Esta
historia de amistad entre un adolescente perdido y una chica enferma combina
con astucia emoción y humor meta (los vídeos que hacen el protagonista y su
mejor amigo son oro) para ganarse al espectador. Es un guion muy astuto.
Cuando se juntan dos de los escritores más extraños y
fascinantes del cine (Kauffman) y la televisión (Harmon), lo que obtienes es,
irremediablemente, una película extraña y fascinante. Anomalisa tiene uno de
los guiones más agrios y pesimistas del cine de 2015. Es una patada en el estómago.
También es un libreto clarividente, dotado de una sensibilidad especial.
Asusta.
3. Donald Margulies por The end of the tour
Margulies logra que el enfrentamiento entre dos hombres, que se admiran pero a la vez desconfían el uno en el otro, funcione a la perfección en The end of the tour. Sus dos mayores logros son unos diálogos inteligentes, ácidos, tiernos y emocionantes, y una construcción sensacional de David Foster Wallace. Aunque parezca una película pequeña, The end of the tour desarrolla un gran puñado de temas, de temores, de anhelos, que todos podemos tener en nuestras cabezas.
2. Andrew Haigh por 45 years
Haigh maneja en 45 years tan bien los silencios como los
propios diálogos, precisos, naturales y contundentes. 45 years es una película
sobre la crisis de un matrimonio cuando se acercan al final de sus vidas. El
gran mérito de este guion es cómo nos dosifica la información y cómo retrata
dicha crisis sin emplear acaloradas discusiones. 45 years no es Who’s afraid of Virginia Woolf. Sus personajes no gritan, de hecho los momentos más tensos los
protagoniza el rostro callado de Charlotte Rampling. Sus protagonistas no se
vomitan las verdades a la cara, sino que las ocultan, incluso en las secuencias
que dibujan amagos de discusiones. Y por eso la película cala tan hondo, porque
está escrita desde las entrañas, desde la imposibilidad de hablar.
1. Aaron Sorkin por Steve Jobs
El mejor dialoguista del mundo continúa explorando en Steve Jobs, el lado más oscuro del éxito en la Era de Internet. Si primero apuntó
hacia Facebook, ahora lo ha hecho hacia Apple. El resultado es otro guion
extraordinario, que combina diálogos fabulosos con una construcción de
personajes muy completa y una estructura ambiciosa. En tres días
cruciales en la carrera de Jobs lo seguimos a él y a sus más cercanos
colaboradores en una batalla sin tregua. Sorkin puede resultar cargante, pero
desde luego es un genio.
Guion original
5. Sean Baker y Chris Bergoch por Tangerine
Hay momentos en los que Tangerine parece una screwball
pasada por el filtro del queer cinema de los 90. En cambio en otros es un drama
social indie. Y así todo el rato. El film va saltando de género, mutando,
evolucionando, para ser únicamente fiel a sí mismo. Pasamos un día pateando las
calles junto a dos protagonistas de lengua viperina y vida muy dura. A través
de diálogos sensacionales, Baker y Bergoch nos dibujan su mundo y consiguen que
las comprendamos.
4. Noah Baumbach y Greta Gerwig por Mistress America
Baumbach y Gerwig siguen levantando acta de la derrota total
de una generación, la mía, vomitándonos a la cara todas sus mentiras,
autoengaños, frustraciones y nadería (emocional, intelectual...). Lo hacen
construyendo personajes tan abofeteables como abrazables (pobres perdedores
pagados de sí mismos) y escribiendo diálogos punzantes, todo ello bañado por
una infinita catarata de referencias culturales. Estamos ante uno de los combos
creativos más interesantes del cine actual.
3. Taylor Sheridan por Sicario
El gran mérito del guion de Sheridan es ocultarnos más de lo
que nos muestra, jugar con nuestras expectativas para destrozarlas, engañarnos,
ponernos en la misma situación en la que se encuentra la protagonista del
relato. En ese sentido, Sicario es un thriller modélico, punteado por un grupo
de personajes que valen más por lo que callan que por lo que dicen, que cuenta
con giros de guion lógicos y sorprendentes y que construye, con pocos recursos,
una gran panorámica del peligroso mundo del narcotráfico.
2. Quentin Tarantino por The Hateful Eight
Uno de los grandes shocks de las nominaciones a los Oscar
fue la ausencia de Quentin Tarantino en una categoría en la que ya ha vencido
en dos ocasiones, gracias a Pulp Fiction y Django Unchained. En su regreso al
despiadado Oeste post-Guerra de Secesión, Tarantino vuelve a componer una
historia llena de vericuetos y giros, y preñada de diálogos brillantes. The
Hateful Eight es, para bien y para mal, puro Tarantino. Personajes bastardos, violencia, humor negro y
crítica social.
1. Olivier Assayas por Clouds of Sils Maria
El teatro dentro del cine es un micro-género que siempre me
resulta interesante. Y, precisamente, el año pasado se impuso en los Oscar un film
centrado en un obra teatral, Birdman. Clouds of Sils Maria, que al igual que la
película de Iñárritu, es un film de 2014, pero estrenado en USA (y en casi
todas partes) en 2015, hace un fabuloso y tenebroso retrato de los miedos que
sufren los actores a la hora de sumergirse en un papel. En cierta forma, Sils
Maria y Birdman son películas hermanas. A los actores envejecer les aterroriza.
Las nuevas generaciones les dan miedo. Y volver a papeles que llegaron a
eclipsarlos, pavor. Si todo esto no fuera poco, Assayas escribe un retrato
brillante de una mujer compleja. Un guion lleno de duelos sensacionales y juegos metarreferenciales.
Director
5. Andrew Haigh por 45 years
El cineasta inglés Andrew Haigh tiene un don para rodar la
intimidad que se establece entre una pareja. Ya lo había demostrado
anteriormente en Weekend y la serie Looking, pero en 45 years se supera a sí
mismo. Haigh construye a la perfección el entorno familiar de paz y
tranquilidad en el que viven sus protagonistas, para ir retratando con su
cámara cómo este entorno se resquebraja. Es un trabajo delicado, pausado y
hermoso.
4. Quentin Tarantino por The Hateful Eight
¿Qué decir ya de Tarantino que no se haya dicho aún? Su
trabajo brilla en los espacios abiertos y es una lección de planificación en
los cerrados. Dinámico, plástico y poderoso, como casi todo su cine. En una
película en la que en gran parte de sus secuencias hay una gran cantidad de
personajes a los que hay que vigilar de cerca, la dirección se vuelve
fundamental para guiar (y a veces engañar) al espectador. Otro trabajo
fantástico de un director inmenso.
3. Denis Villeneuve por Sicario
Desde que irrumpió en el panorama internacional con la
inmensa y abrasiva Incendies, Villeneuve se ha labrado un status de director de
prestigio. En Sicario da el salto definitivo a Hollywood, prestando su inmenso
talento visual y atmosférico para contar una historia sobre narcotráfico y
corrupción. La entrada en Juárez, el asalto al túnel... Sicario está plagada de
secuencias dirigidas con un pulso extraordinario. Dentro de 2 años veremos su
secuela de Blade Runner, y aunque las expectativas están por las nubes, parece
difícil que Villeneuve pueda decepcionarnos.
2. László Nemes por Saul Fia
Una ópera prima de las que marcan a fuego toda una carrera.
Nemes ha construido un relato innovador sobre un tema, el Holocausto, que ya ha
sido tratado desde múltiples puntos de vista en la historia del cine. Lo ha
hecho fiándolo todo a su puesta en escena, y ha triunfado. Su cámara persigue a
un hombre despojado de toda vida, siempre pegada a su cogote, como una negra
sombra. A su alrededor Nemes juega a enseñarnos y ocultarnos el caos que trae
consigo la barbarie. Saul Fia era una película que se merecía mayor suerte en
los Oscar. En un año bastante flojo, es difícil de argumentar que el mejor film
de habla no inglesa del curso no esté nominado en mejor película y, sobre todo,
mejor dirección.
1. Todd Haynes por Carol
La dirección de Todd Haynes en Carol es el trabajo más
preciso y medido de todos los que se han hecho este año. El cineasta estadounidense
no sólo ha resucitado al melodrama como género cinematográfico, sino que lo ha conducido
a cotas más elevadas. Haynes es uno de los directores actuales con más
sensibilidad, estilo y visión. Carol recoge lo ya explorado en Far from heaven
y Mildred Pierce, para pulirlo hasta convertirse en un film redondo, precioso
hasta la lágrima. Haynes no es sólo uno de los directores con un sentido de la
estética más personales, sino que además se ha convertido en un narrador
sensacional. Lejos quedan ya sus inicios bajo los paradigmas del queer cinema
de los 90, formal y narrativamente arriesgados y caóticos. En Carol todo está
bajo control, todo, salvo los sentimientos de sus personajes. Es increíble que
Haynes aún no haya sido nominado al Oscar al mejor director. Es, prácticamente,
el único gran cineasta estadounidense surgido a principios de los 90 que no ha
sido aún nominado por la Academia en la categoría de mejor director. Tarantino,
Linklater, los Anderson (P.T. y Wes), Fincher, Soderbergh (el único que ha ganado
el Oscar), Payne, Aronofsky... todos tienen por lo menos una nominación a mejor
director en su haber, todos menos Haynes.
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