Donald J. Trump es, hoy por hoy, el líder de las primarias
republicanas para lograr la nominación del GOP de cara a las elecciones
presidenciales de este año. Suma, tras los caucus de Iowa y las primarias de
New Hampshire, 17 delegados (es una cifra ridícula, pues son necesarios 1237 para obtener la nominación), y
es el principal favorito para imponerse en las próximas citas electorales, las
primarias de South Carolina y Nevada. La envergadura del fenómeno Trump ha llegado
a tal punto que posiblemente estemos ante el mayor trolleo de la historia. Un
iracundo, misógino, racista, clasista y enfebrecido multimillonario está cada
vez más cerca de optar a ser el presidente del país más poderoso del planeta. O
lo que es peor aún, a ser el comandante en jefe del más destructivo ejército
que haya conocido la humanidad. Que todo sea una ficción es la única
explicación lógica a semejante fenómeno. Como el I’m still here de Cassey
Affleck y Joaquin Phoenix, pero jugando con los códigos de los misiles
nucleares.
Pero alguien vio venir este cataclismo, Charlie Brooker, ese
profeta de los tiempos convulsos que se nos avecinan, o que quizás, sin
habernos dado cuenta, ya están aquí, sumiéndonos en la inquietud crónica. Si
Brooker comenzó su obra cumbre, Black Mirror, esa antología de mediometrajes
distópicos, empujando al Primer Ministro británico a profanar el ano de un
cerdo, acabó volviendo, en el 2x03, a la política. The Waldo Moment, escrito
por el propio Brooker a partir de una idea original suya y de Chris Morris, nos
cuenta cómo un muñeco digital faltón, soez y excesivo, el Waldo del título,
controlado por un humorista fracasado, se presente a las elecciones en un
distrito inglés para salir elegido diputado de la Cámara de los Comunes, cómo
parte del propio programa de televisión que protagoniza. Lo que en principio
era una broma de dicho programa, termina convirtiéndose en un fenómeno político
real cuando el personaje se convierte en un candidato serio para la victoria. The
Waldo Moment tuvo un recibimiento bastante frío cuando se emitió, de hecho aún
a día de hoy es el capítulo peor valorado por los usuarios de Imdb y Filmaffinity,
de los 7 que se han estrenado hasta el momento.
Quizás el mayor problema del episodio sea que, contagiado
por su protagonista, deja de lado toda sutilidad y su discurso resulta
demasiado obvio y estridente. Aún así, The Waldo Moment, visto con la
perspectiva que da el tiempo, nos vino a hablar del auge de líderes populistas que
hoy en día sufre Occidente. Personas, mitad políticos, mitad bufones, en los
que la ideología se diluye en favor del espectáculo non stop. Donald Trump podría ser la versión real de Waldo, podría ser un personaje de Black Mirror. La campaña presidencial del magnate inmobiliario
parece el rodaje de un programa de televisión. Y cómo todo buen relato
televisivo va increscendo. A la larga lista de personas a las que ha agraviado
Trump se ha sumado, desde hoy, el Papa Francisco, que había criticado en su
viaje a México la construcción del muro que planifica levantar Trump si es
elegido presidente. Donald Trump parece el presentador/párroco de un programa
de Fox News, sino tenemos en cuenta, claro, que Trump y el principal canal
conservador de USA son enemigos declarados e irreconciliables.
En el epílogo de The Waldo Moment, un salto sin red hacia
una distopía radical, el cómico que controlaba a Waldo aparece en la calle como
un vagabundo en medio de un estado policial cuya cara visible es Waldo. Orwell en
la era digital. Las medidas policiales que quiere imponer Trump nos encaminarían
hacia una sociedad controlada. Aunque a veces su campaña parezca
una gran parodia corrosiva y desproporcionada, no lo es, o no sólo. Trump puede
ser una de las dos personas que luchen en noviembre por presidir Estados
Unidos. La distopía no nos espera en el futuro, ya está aquí, invisible, como
una gran campana de cristal sobre nuestros hombros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.