THE HOMESMAN
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John Ford que estás en los cielos |
No hay género cinematográfico más norteamericano que el western. Polvo, sangre, whisky y redención. En las últimas décadas, sin embargo, su presencia en los cines se ha ido difuminando, desapareciendo en su dimensión más pura, pero colándose por las rendijas de otros géneros. De tal forma que se producen muy pocas películas del Oeste, con sus cantinas y sus forajidos, pero sus formas y elementos, su mitología al fin y al cabo, pululan por muchas películas, creando sub-géneros que son pura mutación como el western post-apocalíptico a lo Cormac McCarthy, como The Road (Hillcoat, 2009), que adapta una de sus novelas, o The Rover (Michôd, 2014). La enorme influencia del western en el audiovisual yankee, ha llegado además a la televisión, desde Breaking Bad y su drama de frontera, hasta The Walking Dead y su mundo de pistoleros luchando por su supervivencia.
A pesar de todo ello, aún se
siguen produciendo algunos westerns de nivel, que profundizan en el imaginario
del género y lo llevan hacia territorios más oscuros. Con Unforgiven (1992), Clint Eastwood inició la nueva y pedregosa senda
a recorrer por las películas del oeste, una evolución del género que se ha
venido a denominar: western crepuscular. En esa misma línea hemos podido ver
obras como la True Grit (2010) de los
hermanos Coen o The Homesman, film que presentó Tommy Lee Jones en el pasado Festival de Cannes entre grandes
elogios. Lejos ya de los grandes héroes de antaño, el nuevo western se centra
en personajes en la recta final de su recorrido vital. Ya no hay
descubrimiento, sólo supervivencia.
The Homesman cuenta el viaje que han de realizar una mujer
desesperada en su soledad (Hilary Swank
en su salsa) y un forajido al que le salva la vida (el propio Lee Jones) para
llevar a tres mujeres que han caído presas de la locura, desde sus hogares
hasta una ciudad dónde las puedan cuidar adecuadamente. Del polvo y el calor, a la nieve y el frío, seguimos a
este grupo de personajes en un camino que cada vez se vuelve más oscuro, más
trágico. Ya no es melancolía por tiempos mejores de lo que habla aquí Lee
Jones. Es algo más tenebroso. Dibuja, el camino hacia la muerte, hacia la
perdición de toda esperanza. El gran atractivo de la película es su total
ausencia de optimismo. Todo lo que puede salir mal, saldrá incluso peor. No hay
redención posible para este grupo. No hay catarsis emocional. No hay una experiencia
vital redentora. Decía Nacho Vegas que “el final es como un desparramarse”,
pues eso. Y si en la mirada cansada y la sonrisa socarrona de Tommy Lee Jones
vemos a un hombre que hace tiempo ha asumido que su vida se precipita hacia la
nada, en la de Hilary Swank (en su mejor trabajo desde Million Dollar Baby) vemos todo lo contrario. Swank encarna una fe
ciega en aquello de “mañana será un día mejor”. Por eso también es el corazón
de la historia, aunque no sea su protagonista. Es el personaje que incendia los
planos.
No es The Homesman una película perfecta, de hecho tiene un tercio final,
que a pesar de ser muy valiente, se hace muy pesado. Es coherente, pero no por
ello funciona narrativamente. En cierta forma es como un pollo sin cabeza que
se ha escapado de las manos de su ejecutor. Para comerlo había que cortársela,
pero ahora anda dando tumbos frente a nuestros ojos y perdiendo todo el plumaje
que había conseguido. Aún así, se reconoce el atrevimiento de Tommy Lee Jones
al plantear la historia con la sequedad con que lo hace. No hay concesiones, ni
si quiera narrativamente hablando. En cuanto a la apuesta formal, el cineasta
es capaz de exprimir ese Oeste vacío y desolador, y ayudado de la inquietante
música de Marco Beltrami, y sobre todo de la apagada fotografía de Rodrigo
Prieto, crear una atmósfera que grita derrota. Para hablar de muerte era
preciso crear un paisaje muerto. Y sí, lo logra. Paradójicamente, da gusto ver
que a pesar de todo, el western sigue latiendo.
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