THE KNICK y MANHATTAN
De los estrenos seriéfilos de
este verano, casi toda la atención se ha centrado en dos. Por un lado en el
regreso de Damon Lindelof a la televisión de la mano de HBO con el drama
existencial (¿?) The Leftovers. Y por
otro lado, en Halt and catch fire, el
drama sobre los pioneros de la informática que ha permitido a AMC apuntarse su
primer tanto (en cuanto a calidad) en bastante tiempo. Ambas series con sus personajes
atormentados han eclipsado (en cuanto a visibilidad) a otros dos estrenos que
nada tienen que envidiarles (en cuanto a excelencia): el drama médico-histórico
The Knick emitido en el canal
secundario de HBO: Cinemax; y el drama científico-histórico Manhattan, segunda serie de producción
propia de WGN America, tras el fracaso en cuanto a críticas de su primaveral
Salem. Estas cuatro ficciones del cable, han sido junto con la británica The Honourable Woman, y las veteranas The Killing, Orange is the new black, Rectify
y Masters of Sex, lo más
interesante de la época estival. Y por lo tanto las primeras series destacables
de la temporada televisiva 2014-2015.
Cirugía en la incubadora
Tras el éxito cosechado por su
telefilm Behind the candelabra, el
oscarizado director Steven Soderbergh se
vuelve a asociar con la HBO, pero esta vez para lanzar una serie que sitúe a su
segundo canal, Cinemax, en el mapa
de las televisiones de calidad. El proyecto elegido es The Knick, la aséptica y
gélida aproximación de Soderbergh al mundo de la cirugía en el Nueva York de
principios del S.XX. El director de Traffic
y Erin Brockovich dirige los ocho
capítulos de esta primera temporada (ya está renovada para una segunda),
repitiendo la jugada del último vencedor del Emmy a mejor director, Cary
Fukunaga (True Detective). Soderbergh dirige The Knick, precisamente como un cirujano se adentraría en el
corazón de un paciente. Con distancia, con precisión y de la forma más aséptica
y fría posible. Casi parece que en lugar de mover la cámara, estuviera operando
a los guiones. Una apuesta formal arriesgada, que lleva el estilo de sus
últimos dramas con connotaciones médicas (Contagion
y Side Effects) a un nivel de
riesgo y osadía estética mayor. Desde luego se nota su impronta.
Por lo demás, The Knick presenta un mundo que poco se
asemeja al que las ficciones protagonizados por médicos nos tienen
acostumbrados. No se anda, además, con paños calientes. Es una serie
desagradable cuando necesita serlo para potenciar el mensaje de que la medicina
aún estaba en pañales. Si Halt and catch
fire nos presentaba el nacimiento de los ordenadores personales, The Knick nos muestra el amanecer de la
medicina moderna. La sangre, las entrañas y las drogas bailan entre sí hasta
envolvernos en una atmósfera que es a la vez hiperrealista y pesadillesca.
Clive Owen consigue dotar al protagonista de una presencia imponente, hay un puñado de
secundarios interesantes (el gestor del hospital, el cirujano negro), y además
aborda con bastante crudeza la discriminación racial (y la económico-social) de
una sociedad aún primitiva. En un panorama televisivo cada vez más
congestionado, el principal mérito de The
Knick es el ser una ficción diferente, con un estilo tanto narrativo como
visual muy reconocibles.
El hombre es una bomba para sí mismo y para quienes lo rodean
Ayer mismo, The Imitation Game, la gran apuesta de The Weinstein Co. de cara a
la venidera temporada de premios cinematográficos se alzó con el premio del
público en el Festival de Toronto, el gran escaparate crítico e industrial de
los filmes de cara a los Oscars. La película combina una vertiente científica
(Alan Turing, el matemático), una bélica (II Guerra Mundial), una de espionaje
(de las propias autoridades a sus trabajadores de cara a descubrir a topos) y
una emocional (la homosexualidad del protagonista). Exactamente este mismo
combo de elementos es el que sustenta Manhattan, la serie que posiblemente
más me ha interesado en los últimos meses. Esta ficción creada por Sam Shaw (que antes había escrito
capítulos de Masters of Sex como los
fantásticos Catherine y Fallout), está ambientada en la ciudad-campamento en
medio del desierto que levantó USA para alojar a los científicos que debían dar
a luz a la bomba atómica. Estamos, por lo tanto, chapoteando en medio de una II
Guerra Mundial, que los aliados aún no tenían a favor, con dos equipos de
científicos internamente enfrentados, y que a su vez necesitan construir la
bomba antes que sus homólogos nazis. Una carrera desesperada por la
supervivencia.
Manejando conceptos y
razonamientos científicos que obviamente se le escapan al espectador medio, Manhattan ha sido capaz de crear un
drama muy poderoso apoyándose en los demás elementos (el psicológico de
sentirse atrapado, el emocional de estarlo), construyendo un conjunto de personajes
muy interesante. Además de centrarse en los propios científicos, es capaz de
dotar de profundidad a sus mujeres, envolviéndonos en sentimientos tan oscuros
como el miedo, la paranoia o la frustración. Más que un drama sobre la bomba
atómica, Manhattan es un drama sobre
los seres humanos que volcaron sus entrañas en el alumbramiento de la misma.
Con su factura casi de western post-apocalíptico, la serie logra transmitir esa
sensación de aislamiento y control absoluto que atenaza a sus personajes. La
lectura política que hace de las estrategias del gobierno americano, ahondan en
ese desasosiego vital pero también social. En tiempos de guerra, la libertad es
un bien sacrificable. Lejos de presentarnos a unos héroes, lo que aquí tenemos
son hombres atormentados. Lejos de hablar de un país que lucho por la libertad,
ponen en duda las decisiones tomadas por los altos mandos militares, políticos
y científicos americanos. No estamos ante un cantar de gesta. Eran tiempos
oscuros. Muy oscuros.
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