THE PLOT AGAINST AMERICA
Durante las últimas seis semanas, HBO ha emitido o, más bien, teniendo en cuenta que vivimos en la era del streaming, "ha puesto a disposición de sus clientes" (esa frase tan prefabricada y tan preñada de neoliberalismo) la última ficción de uno de los mayores enemigos de este último, David Simon, que junto a Ed Burns, su socio en The Wire y Generation Kill, ha adaptado en formato audiovisual la soberbia novela de Philip Roth, The Plot Against America. Tanto la novela como la serie, una adaptación absolutamente fiel de la primera, están ambientadas en unos Estados Unidos que aún seguían abogando por el aislacionismo y que se resistían a entrar en la II Guerra Mundial y... que no entraron en la misma. En este contexto ucrónico, una familia judía de New Jersey irá experimentando en sus propias carnes cómo el nacionalismo y el odio al diferente pueden corromper a todo un país.
La miniserie, compuesta por seis episodios de una hora de duración, va analizando cómo el fascismo se infiltra en la sociedad y lo emponzoña todo. Las relaciones familiares, laborales, comunitarias y, por supuesto, políticas. Absolutamente todo nuestro mundo de la vida pasa a estar condicionado por la amenaza fascista, por sus modos de proceder, al principio sibilinos, luego directamente violentos. Así, cada episodio se vuelve más opresivo y aterrador que el anterior. Analizar la gangrena poniendo el foco de atención en una familia de clase media-baja, en su día a día, en la cotidianidad en tiempos en absolutos cotidianos es, precisamente, lo que permite que la obra se sienta tan cercana, tan plausible. Podría ser nuestra familia. Podríamos ser nosotros.
Roth publicó la novela en el 2004, tres años después del 11-S, en unos Estados Unidos embarcados en una war on terror global, que devastó países, estigmatizó a los musulmanes y sirvió de coartada para la deriva autoritaria del neoliberalismo durante la Administración Bush, con la Patriot Act recortando derechos y libertades en nombre de la seguridad nacional. Su adaptación audiovisual llega, también, en el último año del primer mandato de un presidente republicano, Donald Trump, cuyas políticas, apoyadas desde el nacionalismo de derechas, han puesto en el punto de mira a los inmigrantes y a las potencias exteriores, como culpables de que Estados Unidos dejara de ser grande. No pocas personas han criticado a David Simon y Ed Burns por construir, en The Plot Against America, una metáfora demasiado obvia y demasiado partidista sobre el trumpismo. Sin embargo, no hay nada en la miniserie que no estuviera en la novela de Philip Roth. El discurso contra la alt-right nacionalista no está en la serie, sino en la propia opinión pública de las democracias occidentales. La serie no nos habla del presente, sino que nos invita a reflexionar sobre el mismo, sobre la deriva de nuestras sociedades. Precisamente la idea de deriva moral, ética, social, política, es uno de los motores discursivos de la obra y lo que hace que se vaya volviendo cada vez más oscura, sin embargo, The Plot Against America es, sorprendentemente, la obra más optimista de Simon.
En su díptico sobre Baltimore (The Corner, The Wire) nos mostraba cómo era imperativo combatir algunos de los postulados hegemónicos de nuestro sistema social, político y económico, pero que lo único a lo que podíamos aspirar era a lograr pequeñas victorias, que funcionaban como cuidados paliativos para un sistema de muerte. En Treme, más luminosa pero también más trágica, sucedía otro tanto de lo mismo. Las comunidades, golpeadas una y otra vez por los efectos del neoliberalismo combatían diariamente por sobrevivir. En Show me a hero, un modesto plan de des-ghettificación urbana se llevaba por delante a la clase política local y evidenciaba algunas de las heridas más sangrantes del país: el racismo, el clasismo... No había en ninguna de ellas demasiada esperanza en la capacidad de transformar el sistema de forma significativa. El juego siempre estaba amañado. Sin embargo, The Plot Against America muestra más confianza en el sistema y en su capacidad de proteger a la ciudadanía frente a la barbarie. Quizás porque en las anteriores ficciones de Simon el enemigo era el neoliberalismo depredador, mientras que en esta serie el enemigo es el fascismo. En las primeras había que combatir contra el sistema, en la última hay que protegerlo. La democracia liberal, cada vez más porosa al poder y con menos capacidad de redistribuir la riqueza está podrida pero siempre será mejor que un estado fascista. En The Wire o Treme nos encontrábamos en un estadio socioeconómico malo pero The Plot Against America nos recuerda que podemos estar en uno aún peor. Casi como si Simon y Burns hicieran suyo el chiste del pesimista y el optimista. El pesimista dice "no podemos estar peor" y el optimista le replica "sí, claro que podemos". Por eso, en su última ficción parece que los autores, Roth mediante, nos vienen a decir que sí, el neoliberalismo sigue siendo tan nocivo como lo era hace 20 años pero no debemos olvidarnos de que el fascismo es aún peor. El primero deteriora nuestro mundo de la vida pero el segundo es, en sí mismo, una negación de la vida, un elogio de la muerte.
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