SENSE8 - Primera temporada
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Con carnaza y SIN spoilers (o eso creo) |
El pasado fin de semana Netflix volcó la primera temporada de
Sense8 (así, sin separar), la nueva obra de los hermanos Wachowski, esta vez en formato de ficción seriada de
12 capítulos. Junto a ellos, co-escribe J.
Michael Straczynski, creador de Babylon
5, y en la dirección, además de los propios Wachowski, nos podemos encontrar a James McTeigue o a su
amigo Tom Tykwer, entre otros. Casi como si se tratara de una reunión de
cineastas que asombraron al gran público con sus primeros films. Así, tras sorprender
con Bound y, sobre todo, Matrix en el caso de los Wachowski, V for Vendetta, en el de McTeigue, y Run Lola Run en el de Tykwer, sus
carreras han terminado por generar una honda decepción. Precisamente con Tykwer,
los Wachoswki codirigieron su gran logro (a nivel artístico) post-Matrix, la hipnótica, hermosa y a ratos
absurda Cloud Atlas, la referencia
más obvia de este puzzle de personajes en situaciones extremas que es Sense8.
La serie sigue a 8 personajes (4 mujeres, 4 hombres) conectados entre
sí, de tal forma que pueden hablar entre ellos, proyectarse mentalmente y hasta
ocupar el cuerpo de otro de los miembros del grupo. Juntos en la distancia,
tendrán que luchar contra una macro-conspiración que pretender asesinarnos a
ellos y a los demás seres ¿humanos? que tienen dichas características
especiales, cuya sensibilidad permite que se pongan, literalmente, en la piel
del otro. Y a la vez, tendrán que hacer frente a sus propios problemas
personales, así tenemos desde una mujer que tiene que lidiar con un delito de
corrupción que no ha cometido (mi personaje favorito, sin duda alguna), hasta
un gay armarizado (el español Miguel Ángel Silvestre), pasando por un conductor
de autobús que se ve sumido en una lucha entre bandas criminales o la chica
que, buceando en su pasado, va desentrañando toda la historia.
Teniendo en cuenta todo esto, podríamos decir que Sense8 es a la vez una serie syfy, un drama de vidas
cruzadas y un thriller de acción. Un
cóctel multigenérico explosivo. Es también una ficción muy ambiciosa en cuanto a los temas que pretende tratar,
pero muy naif en su forma de abordarlos. A ratos delirante, siempre
entretenida. A veces está dotada de una
sensibilidad muy poderosa, en cambio en otras ocasiones hace gala de una
violencia banalizada hasta el extremo. Desde luego es una serie muy bien
dirigida, con un empaque visual fabuloso, que hila razonablemente bien las
historias y sobre todo que se maneja muy bien en los flashbacks de sus
protagonistas. El problema de Sense8 es que cree ser mucho mejor de lo
que es. Algo que les pasa habitualmente a los Wachowski. En realidad es la serie que harían unos
adolescentes pajilleros, enamoradizos y amantes de las ensaladas de ostias.
Por ello mismo es tan inocente, e incluso simple (hay diálogos que parecen
escritos por Paulo Coehlo), pero también por ello tiene tanta energía. Está
dotada de una vitalidad extraordinaria, inconsciente, enternecedora.
En un tiempo en el que las grandes ficciones seriadas son oscuras y complejas (Game of Thrones, The Good Wife o la niña
bonita de Netflix, House of Cards), Sense8
es una hermosa evasión. Como si respiráramos hondo, tras perseguir a
alguien jugando al pilla-pilla. Felices y exhaustos.
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Los partos en Sense8, son tan traumáticos como hipnóticos |
Con esa mirada inocente, los
Wachowski, que siempre han observado el mundo desde su particular punto de
vista, deformándolo hasta hacerlo irreconocible, se aproximan, como dijimos, a temas de fuerte carga emocional como el
amor (paternofilial, romántico y amistoso), la pérdida, la incomunicación o la
diversidad (social, sexual, religiosa). Es tal la ambición que, obviamente,
se quedan casi siempre en la superficie de todos estos temas. La aproximación
al debate religioso es, por ejemplo, bastante ridícula. En cambio, en esa panorámica que hacen de la
diversidad sexual, salen mucho más airosos, secuencia onírica de orgía
plurisexual incluida. La reflexión sobre el amor entre padres e hijos sin
ser honda, es cierto que funciona, incluso llega a emocionar, gracias, sobre
todo, a que los personajes están escritos con mucho cariño. Quizás demasiado.
Porque incluso cuando cometen actos atroces (la violencia desenfrenada es lo
que tiene), los guionistas los tratan como héroes, exonerándolos de cualquier
responsabilidad moral. Pero sin duda son
estos personajes, además del atractivo visual de la serie, la gran virtud de Sense8. La trama de fondo no acaba
de ser especialmente interesante, el villano, Whispers, no tiene entidad, y
todo su discurrir es bastante predecible y formulaico. En cambio son esos
pequeños momentos tiernos que comparten los protagonistas los que hacen que Sense8 pueda acariciar a sus
espectadores. Esos momentos son, junto con la fabulosa puesta en escena, los
que hacen que la serie sea tan hipnótica, por muchos fallos que acumule.
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