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Jódete y baila |
Algunas de las series más
influyentes y relevantes del último lustro han terminado o terminarán a lo
largo de la actual temporada televisiva. En verano echaron el cierre True Blood, convertida en un circo desde
hace 4 años, pero aún así una serie de peso sobre todo en sus 3 primeras
temporadas; y The Killing, una de las
primeras víctimas insignes del arte del hate-watching.
Antes de navidad, Sorkin nos enseñará los 6 últimos capítulos de The Newsroom, esa serie que no pudo ser.
Y en la primavera de 2015 se despedirán dos de mis series favoritas, una tal Mad Men, quizás hayan oído hablar de
ella, y esa obra de autor mayúscula que es Louie.
Además de estas ficciones ya emitidas o por emitir, hay dos que están en antena
ahora mismo, los dramas criminales Boardwalk
Empire de HBO y Sons of Anarchy
de FX. Con ellas se termina, en cierta forma, una 2ª generación de series (y
autores) de lo que se ha venido en llamar la 3ª Edad de Oro de la Televisión
(americana).
Si la 1ª generación fue la de David Chase (The Sopranos), David Simon
(The Wire), David Milch (Deadwood), Alan Ball (Six Feet Under) o Shawn Ryan
(The Shield). Esta 2ª generación
combinó:
- Nuevas series de los creadores de la 1ª generación:
Simon con Treme, Ball con True Blood, Ryan con Terriers, Milch con Luck, Kohan (Weeds) con Orange is the new black…
- Series creadas por guionistas
curtidos en las cocinas de las grandes ficciones de la 1ª generación. Como Weiner (Mad Men), Kessler (Damages) y Winter (Boardwalk Empire)
que salieron de The Sopranos. O como
Kurt Sutter que fue guionista en The Shield.
- Creadores que habían crecido
artística y profesionalmente en importantes dramas de networks (al igual que
pasara con los autores de la 1ª generación). Gente como Vince Gilligan (Breaking Bad) o Gordon y
Gansa (Homeland).
- Creadores recién llegados al
medio. Desde el matrimonio King (The Good Wife) hasta el tándem Benioff-Weiss que dirige la nave de Game of Thrones, pasando por la polémica
(y brillante) Lena Dunham de Girls o el showrunner de la adaptación
USA de House of Cards, Beau Willimon.
Brett Martin en su libro Difficult Men, llama “los herederos”
a los principales representantes de esta segunda oleada televisiva dentro de la
3ª Edad de Oro. Si tenemos en cuenta que las dos principales ficciones de esta
ola, Breking Bad y Mad Men, han terminado o están a punto
de hacerlo, y que lo mismo pasa con otras dos de las más influyentes como Sons y Boardwalk, que ya están en su recta final, nos encontramos con que
quizás haya que empezar a hablar del final de esa segunda generación y el salto
hacia una tercera.
Dos series sacudieron la burbuja
seriéfila a principios de año (en la recta final de la temporada televisiva
pasada, por lo tanto), y mucho se ha escrito sobre ellas, desde la HBO, True
Detective, y desde FX, Fargo. Ambas, dos series antología
(cada temporada cuenta una historia cerrada e independiente), escritas por un
único guionista (Nic Pizzolato y Noah Hawley, respectivamente), y que cuidaban
el plano formal hasta extremos pocas veces vistos en televisión (quizás, sólo
en Breaking Bad). Es posible que el
estreno de ambas ficciones haya supuesto el pistoletazo de salida para esta
nueva tercera generación y que no
seamos capaces de discernirlo con claridad hasta dentro de unos años. Nadie,
cuando AMC estrenó las series de Weiner y Gilligan, sabía que estaba abriendo
una segunda fase en la revolución televisiva del cable que se iba a distinguir
por la brutal diversificación de la oferta (y el talento).
Destino final: Sangre
Como hemos dicho, actualmente
están en emisión las últimas temporadas de Sons
of Anarchy y Boardwalk Empire. La
primera ha completado ya su primer tercio y la segunda ya ha sobrepasado el
ecuador. Ambas se han limitado a preparar el terreno de las guerras que
vendrán. En la primera todo girará en torno a la familia, mientras que en la
segunda lo hará en torno al poder. Han llegado quizás un poco exhaustas a la
línea de meta. En el caso de la serie de Sutter, me atrevo a quitarle el
“quizás”. A pesar de los golpes de genio (que los sigue teniendo), a Sutter se
le ha ido la serie de las manos, demasiados capítulos para una historia que no
requería tantas temporadas. Dice Martin en su libro que “la filosofía de Sutter
podía resumirse en no utilizar nunca una
simple pistola si puedes utilizar una granada”. Esto en Sons, no es aplicable sólo a cómo se
plantea la violencia. Si no que va más allá. Esa frase resume en sí misma la
forma de escribir de Sutter. ¿Por qué ir sembrando las tramas como harían, por
ejemplo los King de The Good Wife, si
puedes tirar de explosiones narrativas salidas de la nada? Los giros bruscos e
enrevesados de la serie son su principal seña de identidad, su principal herramienta
para crear adicción en el espectador, pero también su principal debilidad, lo
que ha hecho que la serie se fuera diluyendo y estrellándose en callejones sin
salida.
En cambio el declive de Boardwalk Empire, que desde luego es
mucho menos acentuado que el de la serie de Sutter, no se ha debido a errores a
la hora de plantear el discurrir del relato. La serie de Winter siempre ha
tenido un problema a la hora de construir sus temporadas. Exigía al espectador
soportar una primera mitad tibia, incluso pesada, para después ofrecerle una
segunda mitad hasta arriba de dinamita. Esta dicotomía en la estructura le ha
planteado siempre muchas críticas. Pero a nivel macro del relato en su
conjunto, el problema de Boardwalk Empire
ha residido en que de los tres protagonistas que tenía en un principio ha
llegado al final sólo con uno de ellos. Y que además la historia cuenta el declive de
dicho protagonista. De la Atlantic City frenética de la primera temporada poco
queda ya. Ahora, llegados a la quinta, nos encontramos con una ciudad
paralizada, flotando sobre una balsa que se hunde poco a poco. No es casual por
lo tanto, que el 4º capítulo, haya sido el mejor. Por un lado ha tenido mucho
peso uno de los personajes principales de la serie que se había diluido en el
relato. Y por otro, la acción se ha partido entre Atlantic City (y Cuba) y
Chicago. Si Boardwalk Empire cuenta
el declive de Nucky Thompson (y Atlantic City), también narra el ascenso de Al
Capone (y Chicago). He tenido varias conversaciones en Twitter con seguidores
de la serie, y todos nos hemos puesto de acuerdo en pedir un spin-off centrado
sólo en el bueno de Al.
Más allá de todo lo dicho, lo
importante es dilucidar si la televisión está preparada para el final de estas
ficciones, si hay proyectos que recogerán el testigo. Series como las ya
mentadas True Detective y Fargo, hacen creer que sí, que la 3ª
Edad de Oro de la televisión seguirá viva y expendiéndose hacia nuevos
territorios (tanto en temáticas y estilos como en lo referente a nuevos
medios). Habrá que ver si están al nivel de sus predecesoras.
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