jueves, 27 de febrero de 2014

Los No-Oscar 2013 (II)

Director

Spike Jonze por dos ¿dónde hay que firmar?

5. Jeff Nichols por Mud
Nichols se está convirtiendo en un maestro a la hora de rodar historias que se mueven entre la más cruda realidad (cierto análisis social hay en su cine) y el terreno de la fantasía, la confusión. Podríamos circunscribir sus films en un realismo mágico a la americana. Es Jeff Nichols también un poeta del hipnótico paisaje rural de los Estados Unidos. Gran parte del éxito de sus películas se debe a la fuerza de sus imágenes, las imágenes que capta su cámara describen el estado de ánimo y sobre todo el estado psicológico de sus protagonistas. Si en Take Shelter construía un drama psicológico asfixiante, en Mud nos sirve un cóctel multigenérico, en el que predomina ante todo un espectacular y contemplativo sentido de la aventura, marcado por el respeto a la tierra, a las tradiciones, a la historia, a las raíces.

4. Joel y Ethan Coen por Inside Llewyn Davis
Los hermanos Coen son unos de los cineastas más influyentes del cine americano de los últimos 30 años, son gente que no tiene nada que demostrar porque ya lo han demostrado todo, por eso sus películas son siempre extremadamente personales, nuevas ampliaciones y reformas de su microcosmos. Inside Llewyn Davis bajo su forma de cancionero folk es quizás una de las más dramáticas piezas que hayan firmado, no tanto por el tono, sino por el mensaje, y por las imágenes sobre las que se sustenta, esas imágenes grises de un hombre gris, no por falta de talento, sino por falta de dirección. Inside Llewyn Davis es también una película tranquila, que se regodea en un protagonista autodestructivo y en un entorno que funciona como un coro de reproches. Los Coen llevaron a sus actores hacia la irritación y a sus imágenes hacia la melancolía. Su momento de mayor lucimiento en cuanto a la puesta en escena es ese viaje a Chicago, esa pequeña road-movie encorsetada en forma de pesadilla.

3. Paolo Sorrentino por La grande bellezza
Y Roma encontró a Sorrentino y Sorrentino encontró a Roma. La cámara de Paolo Sorrentino es una bailarina que se mueve por la ciudad eterna en un, también, eterno deambular. La grande bellezza es entre otras cosas un constante bombardeo de postales, de secuencias maravillosas, de movimientos de cámara elegantes. Si La grande bellezza es una película tan magnética y visual es sin duda mérito de Sorrentino, que en su crítica feroz a la vieja Europa, a la Roma anquilosada también le escribe una carta de amor, de fascinación ante su belleza. Se le pueden achacar al cineasta italiano muchas cosas, sobre todo su gusto por el exceso, narrativo, visual… pero desde luego construir imágenes poderosas, emotivas, enigmáticas y melancólicas no. La grande bellezza es una de las demostraciones visuales más sugerentes del 2013.

2. Abdellatif Kechiche por La vie d’Adèle
Si hay un director este año que tenía claro que película quería hacer ese es Abdellatif Kechiche. El único elemento imprescindible en su película es Adèle, todo lo demás o orbita en torno a ella o es meramente accesorio. No hay lugar para nada más. El resultado es una puesta en escena naturalista, de planos largos y encuadres cortos, nada estilizada. No podría ser más diferente el estilo de dirección de Kechiche del que tiene el cineasta que lo precede en esta lista, Paolo Sorrentino. Es parte de la magia del cine que haya múltiples formas de crearlo, porque al fin y al cabo lo que importa es lo que se quiere transmitir, el mensaje, y en La vie d’Adèle, la historia de una chica sencilla y de su discurrir vital una puesta en escena estilizada hubiera sido un error narrativo de bulto, una contradicción insalvable. Como ya apunté cuando hablé de sus actrices, hay que reconocerle a Kechiche un indudable talento para dirigir a actrices, otra cosa muy diferente es si el logro obtenido justifica las técnicas empleadas. Y en último lugar hay que destacar, claro, las secuencias de sexo, rodadas a bocajarro, con la cámara tan pegada a los cuerpos que hace que sientas el sudor, la fricción, la pasión desmedida, la jodidamente hermosa pasión desmedida.

1. Spike Jonze por Her

El gran mérito de Spike Jonze es conseguir que el espectador se crea la historia de amor entre un hombre y un sistema operativo, que el hecho de que uno de sus dos protagonistas no tenga presencia física no afecte negativamente a la película, crear con imágenes una relación que no las tiene porque es meramente oral. Llenar el vacío de un cuerpo en las secuencias requiere mucho talento, mucha sabiduría visual. Spike Jonze la tiene. En Her todas las imágenes caminan hacia la construcción de ese mundo futuro pero próximo de desconexión social, de incomunicación urbana. Frente a la ciudad, a la mole de edificios infinitos, al plano general, está el hogar, la cara de la soledad, la cara de Joaquin Phoenix, el primer plano. Y en el medio, el interior de edificio dónde vive Phoenix, la relación de amistad entre él y Amy Adams, el plano medio. La película se articula así en tres niveles narrativos, espaciales y visuales. El íntimo entre Phoenix y Johansson en su casa pero también en espacios abiertos, siempre en encuadres cortos. El amistoso entre el protagonista y su amiga-vecina, en el edificio, en planos medios. Y el exterior, la ciudad como espacio de soledad, como lugar en el que el hombre es uno entre un millón, en planos generales y panorámicas. Se puede caer fácilmente en la trampa de que el mérito de Her reside en su guion, de hecho es algo con lo que cineastas como Jonze o como Alexander Payne llevan lidiando muchos años. Pero es un error. El guion de Her es brillante pero su traslación a imágenes, no lo es menos.

Película


10. August: Osage County

Esta adaptación de la obra homónima de Tracy Letts (que firma el guion) partía como uno de los pesos pesados de la carrera por los Oscar. Por su referente teatral, por su reparto y por la mano que mece la cuna (Harvey Weinstein), sin embargo la tibia acogida que recibió en Toronto pronto la relegó a las categorías interpretativas. El film narra el encuentro en la casa materna de una familia gobernada por mujeres más allá de la histeria llena de secretos y mentiras que diría Mike Leigh, un cineasta que jamás haría algo parecido. Entiendo a la gente que no soporta esta película irritante e irritada, llena de gritos, insultos, veneno. Una película artificial sobre una familia imposible. Sin embargo me gusta esta película, no puedo evitarlo, me gustan las películas en las que los protagonistas se pasan todo el rato hiriéndose los unos a los otros, me gustan estos films de diálogos pasados y veloces, de puñales que cortan un aire cargado de odio. Si digo que no me lo pasé como un enano estaría mintiendo. Disfruté el film, lo disfruté mucho, disfruté de ellas, de estas mujeres con corazones podridos de latir que diría Sabina.

9. Prisoners

Unas niñas desaparecen, un posible sospechoso, un padre que camina hacia la locura. Prisoners es un thriller adulto, moralmente complejo, turbador, es algo que yo siempre agradezco. Denis Villeneuve se confirma este año (también gracias a Enemy) como uno de los cineastas más interesantes del panorama actual tras la maravillosa Incendies. Los Oscar no han tratado por norma general muy bien al género, a pesar de excepciones como The Silence of the Lambs o Mystic River. Prisoners fue devorada por la turba de películas que se estrenaron desde Toronto hasta final de año. Sin embargo no me cabe la menor duda de que será una película que se recuerde mucho más que alguna de las nominadas.

8. Short Term 12

La ópera prima de Destin Cretton pivota en torno a una trabajadora de una casa de acogida de menores conflictivos marcada por su propio y terrible pasado. Lo que podría ser un drama asfixiante como por ejemplo La herida, es una película luminosa, salpicada de humor inteligente, triste y dolorosa, sí, pero también optimista. Es una pequeña joya que no te esperas, que te sacude, una aportación valiosa al cine independiente americano. Una película diferente, emotiva, bien escrita, bien dirigida y muy bien interpretada. A mí me llegó. Iba a ver solo 30 minutos porque era de madrugada y tenía que levantarme pronto pero no fui capaz, tuve que verla entera. Me cazó.

7. Stories We Tell

¿Cuándo será el año en que se cuele un documental en la categoría reina de los Oscar? Sarah Polley mete el bisturí en los engranajes que mueven su familia, persigue el recuerdo de su madre intentando atraparlo para sentirse más cerca de ella, salta del drama familiar al thriller, para en última instancia hacernos reflexionar sobre como en toda historia hay diversos puntos de vista. Una de las películas más emotivas del 2013. Dije en su día en twitter algo así como “Sarah Polley lleva toda su carrera demostrando que se puede ser sensible sin ser sensiblero” y me ratifico, Polley es una cineasta inteligente y delicada, que sabe maneja correctamente los sentimientos, sin corromperlos a su favor.

6. Mud

La historia de un adolescente que entabla amistad con un prófugo de la justicia que se esconde en una isla permite a Jeff Nichols demostrar que es quizás el director con más talento de eso que se ha venido a llamar desde Cannes 2012 como “los novísimos americanos”. Su capacidad de construir imágenes hermosas a la par que turbadoras es innegable. Sus dotes narrativas también. Su buena mano para los actores, desde luego. Mud es una película de aventuras, un drama familiar, un drama romántico y sobre todo una historia de descubrimiento, de transición hacia la vida adulta. Una película cargada de magia.

5. Blue Jasmine

He leído críticas bastante tibias sobre esta película. Un Allen menor es una frase recurrente. Yo creo que un Woody Allen pegado a la realidad, al mundo actual, nunca puede ser menor. Blue Jasmine es la historia de una ricachona que cae en la pobreza y se encuentra sumida en un constante ataque de nervios. Es a la vez un análisis feroz sobre la histeria y la ansiedad de la vida moderna y un retrato caricaturesco de la crisis financiera y los lobos de Wall Street. Es una película nada complaciente, incluso cruel. Esa secuencia final en ese banco es uno de los momentos más crudos del cine de 2013. Una película más densa que lo que su histerismo puede hacer creer a primera vista.

4. Inside Llewyn Davis

Algo se les torció a los Coen en esta carrera de premios. Empezaron bien, con el apoyo unánime de la crítica, y sin embargo cuando empezaron a anunciar los gremios profesionales sus nominados Inside Llewyn Davis se esfumó. De la debacle solo han sobrevivido fotografía (extraordinario trabajo de Delbonnel) y sonido. ¿La causa? No es una película agradable. De hecho es una película empeñada en no ser agradable, que roza constantemente la irritación, la furia. La historia de un músico folk brillante pero empeñado en no cambiar, anclado en sí mismo, es una película que no persigue ser emotiva, de hecho lo evita con vehemencia. No es una película fácil, pero sí es un film relevante. Es un monumental tratado sobre la derrota y la deriva tras la derrota. Hoy, que muchos sentimos que nuestra vida camina sin rumbo, esta película es un terrible espejo en el que mirarnos, en el que contemplar nuestro propio desastre.

3. La grande bellezza

La obra maestra de Sorrentino es el retrato de la Italia del bunga bunga, de una Europa anclada en un mundo que ya no existe, que se ha agotado, anclada en el pasado, con una clase alta banal hasta la carcajada. También es una emotiva reflexión sobre la melancolía, sobre el tiempo perdido y el tiempo por perder, sobre la más honda soledad, la soledad del alma. Hay algunos sketches que no funcionan, a Sorrentino se le va de las manos la crítica a la élite eclesiástica, cae a veces en alguna caricatura grotesca que palidece ante la fina ironía del conjunto, ante el cinismo desgarrador de la propuesta. Aún así es una película maravillosa sobre la vida urbana, sobre lo trágico que es sentirse vacío.

2. Before Midnight

Céline y Jesse han envejecido, y nosotros con ellos. Del frescor juvenil, rebelde, del inicio de esta trilogía poco queda. En ellos y en nosotros. Before Midnight nos escupe la basura que genera la vida compartida, la basura que genera el amor con el paso del tiempo. Querer, amar, no lo arregla todo, no es una goma que borra todo daño. El amor duele. Esta película es cine mayúsculo porque es en primer lugar un film sincero, realista, con vocación de ahondar en nuestros miedos pero también en nuestras esperanzas. Posiblemente ninguna película de este año está escrita de forma más precisa, más certera. Gracias por el viaje Linklater, Delpy y Hawke. Gracias por hablar con el corazón en la mano, sin trampa ni cartón.

1. La vie d’Adèle

La Palma de Oro de Cannes de 2013 ha sido uno de los fenómenos cinematográficos del año. Polémicas entre su director y sus actrices, sus productores y la Academia francesa, su paso fugaz por los EFA, su carrera fracasada por los premios USA, sus secuencias sexuales… Desde mayo no se ha parado de hablar de La vie d'Adèle. Para mí es la película del año. Mi favorita. Me hizo recordar lo mucho que me gusta el cine, lo precioso que puede ser sentarse a que te cuenten una historia. En este caso la historia de la joven Adèle y como descubre primero el amor y la sexualidad y después el desamor y la soledad. Es una película a la que no le quitaría ni un segundo, una película que es puro sentimiento, pura realidad. Fue una película que hizo que me sintiera identificado en muchas cosas, en muchos sueños, en muchas decepciones. No lloré, pero no le faltó mucho. El primer capítulo me dejó maravillado, con ganas de vivir, el segundo desolado, con ganas de un abrazo. Cuando me acerco a una película no busco que me emocione, lo que quiero es que me aporte algo, que haga que mi vida tenga sentido durante su visionado y que perviva después en la memoria. Me gusta el cine que me hace hablar, el cine que se puede comentar, el cine interpretable, el cine discutible, y Adèle es la película de la que más he hablado de 2013, ya sea de si le sobra la secuencia final o si hay demasiado o no el suficiente sexo, o si es mejor el primer capítulo que el segundo, o si yo, ávido comedor de pasta puedo o no puedo comer mejor los espaguetis que Adèle, o… Y así eternamente, y digo eternamente porque no olvidaré nunca esta película, o por lo menos no la olvidaré mientras aún pueda recordar las cosas bonitas de mi vida.

martes, 25 de febrero de 2014

Los No-Oscar 2013 (I)

Llevo 3 años haciendo lo que yo llamo Los No-Oscar, que es básicamente hacer listas (listas listas listas) con aquellos que se quedan fuera de los premios de la Academia. Así, los únicos requisitos son no estar nominado al Oscar y que la película se haya estrenado en Estados Unidos durante 2013. Por eso está una película de 2012 como Mud pero no está una de 2013 como The Congress, o dos enormes actrices españolas como Marian Álvarez y Aura Garrido. Lo hago porque son muchos los blogs y webs que repasan la lista de nominados a los Oscar haciendo análisis muy buenos y no creo que tenga nada que aportar que no se haya dicho, y además me parece justo recordar a aquellos de los que estos días ya no se habla. Hoy, 20 actores que han brillado este año, pero que no han sido nominados al Oscar. 

Actriz de reparto

Sé que quieres comprobar si toda yo soy azul, bribona

5. Margot Robbie por The Wolf of Wall Street
Conocía (como mucha otra gente) a Margot Robbie por ese naufragio televisivo que fue Pan Am, dónde interpretaba a una azafata tan guapa como hueca. Papel que se parece en parte al que hace en el primer tramo de The Wolf of Wall Street. El de la inocencia. Pero cuando su personaje comienza a ver la mierda que se acumula a su alrededor Robbie consigue llevarlo a una nueva dimensión sin dejar de ser creíble. La secuencia de la disputa familiar con DiCaprio, terrible, la única de fuerte carga dramática del film, le permite lucirse y demostrar que aquí puede haber algo más que una cara bonita (¡y tan bonita!). Habrá que estar atentos.

4. Scarlett Johansson por Her
Comenzó siendo una broma recurrente de la carrera pero terminó siendo una demanda de parte de los espectadores, Scarlett Johansson nominada al Oscar por su trabajo vocal en la Her de Spike Jonze. Después de ver Her uno no puede imaginar otra voz que no sea la de Scarlett Johansson, áspera, bronca, sensual, sexual. Un trabajo lleno de matices, al fin y al cabo interpreta a un sistema operativo embarcado en una relación sentimental, con sus altos y bajos. Tiene que sonar llena de felicidad pero también llena de insatisfacción, de incertidumbre. Es un gran trabajo, y ya que la nominación era en realidad imposible, creo que es justo reconocérselo.

3. Sarah Paulson por 12 years a slave
Sarah Paulson está en el mejor momento de su carrera, en televisión Ryan Murphy y Brad Falchuk le han regalado grandes personajes con posibilidades de lucimiento en American Horror Story (sobre todo la Lana Banana de Asylum), y en cine empieza a tener papeles en películas de primer nivel como Mud o como la 12 years a slave de Steve McQueen. Interpreta en la película a la mala de la función, la insatisfecha y frustrada mujer del esclavista que encarna Michael Fassbender. Un personaje gélido en su torturada maldad. Sin apenas mostrar nada, Paulson logra que nos interese todo. Crear un personaje complejo psicológicamente no exige dar muchos gritos, aunque una buena bofetada nunca está de más. Yo la hubiera nominado antes que a su compañera de reparto y futura ganadora del Oscar, Lupita Nyong'o. Sí, soy un talifán, y no, no me convencen las lágrimas.

2. Julianne Nicholson por August: Osage County
Julianne Nicholson corría el riesgo de verse aplastada por la vorágine de gritos y excesos en la que se embarcan Meryl Streep, Julia Roberts y Margo Martindale. Quedar relegada al cuarto puesto de relevancia en la historia de August: Osage County. Pero no, no pasó, Julianne Nicholson desde la fragilidad y la delicadeza, ha sobrevivido, no sólo ha sobrevivido, sino que logró erigirse como el corazón de una familia, y una película, con las entrañas ennegrecidas. Julia Roberts y Meryl Streep me gustaron, salvajes en un duelo salvaje, pero Julianne Nicholson me conmovió. Me caló hondo. Merecía la nominación al Oscar, pero nunca fue una posibilidad real. Una pena.

1. Léa Seydoux por La vie d’Adèle
Léa Seydoux es la actriz francesa con más proyección desde Marion Cotillard (esperemos que sepa hablar mejor en inglés). Ha encadenado ya varios trabajos, ha demostrado ser una intérprete solvente, es sexy y tiene ese toque salvaje y fama de badass (Kechichegate) que la encaminan hacia el estrellato. En La vie d’Adèle es la mujer que está al otro lado de la pared. La historia se cuenta siempre desde el punto de vista de Adèle, desde sus labios y sus ojos, a Emma la observamos siempre desde la distancia, fascinados por su belleza, por su carácter, por su energía, por su atrevimiento. Seydoux es una fuerza de la naturaleza. Y además tiene esa secuencia, la del naufragio, que es pura voracidad interpretativa. La mejor actriz de reparto del año. 

Actor de reparto

Buscando los dientes del abuelo

5. Matthew McConaughey por Mud
Matthew McConaughey, el hombre del momento, roza con la punta de los dedos su oscar como protagonista gracias a Dallas Buyers Club, sin embargo, a mí me convence bastante más en Mud, como ese forajido enamorado anclado en una isla a medio camino de la realidad y la fantasía. McCounaughey pone todo su carisma sureño para construir un personaje que te embauca en su ingenuidad. Consigue hacer magia.

4. James Gandolfini por Enough Said
No poca gente ha denunciado que si James Gandolfini estuvo presente en la carrera de premios fue porque había fallecido y este era su testamento cinematográfico. Obviamente su trágica muerte ha sido determinante para que la gente reparara en su trabajo, pero la calidad está ahí, Gandolfini compone a un perdedor cariñoso, gracioso, inteligente, bonachón, triste… a una persona, no a un personaje. A mí me emocionó su interpretación, comedida, natural, al servicio de la historia. No, Gandolfini no tiene clip de Oscar en Enough Said, pero demuestra, por última vez, que era un actor dotado con el don de la profundidad.

3. Daniel Brühl por Rush
En segundo lugar he colocado a Daniel Brühl y su cerebral y soberbio (en varios sentidos) Nikki Lauda. Sin duda Brühl fue uno de los grandes perdedores de las nominaciones al Oscar, había logrado la nominación en todos los premios relevantes, pero a la hora de la verdad, lo barrieron en beneficio de los actores de las películas nominadas a mejor film. Es el suyo un trabajo de imitación concienzudo, con transformación física y cambio de acentos, que no se queda sólo en eso, en esa imitación precisa, sino que busca y logra capturar la mentalidad de un hombre complejo. Brühl logra mostrar el cerebro de un tipo reservado, los sentimientos de una persona arisca, desagradable. Si Rush es una buena película es en parte gracias a que Brühl logra que Lauda sea realmente interesante.

2. Jake Gyllenhaal por Prisoners
Prisoners levantó no pocas pasiones críticas en septiembre. Un thriller denso, gris, de reparto impecable, bien rodado, serio. Y sin embargo, terminó por esfumarse. A esa desaparición de la película en la temporada de premios sólo sobrevivió el eterno nominado Roger Deakins, por su húmeda y plúmbea fotografía. Una pena, sobre todo por Jake Gyllenhaal que años atrás ya había sido ninguneado por otro thriller terrible que los premios no supieron querer, el Zodiac de David Fincher, el cual guarda muchas conexiones con Prisoners. La interpretación de Gyllenhaal es de esas que no se suelen premiar, tranquila, imperturbable, salpicada por algún tic que dotan de vida al personaje, pero desde luego una interpretación fría, muy fría. Gyllenhaal carga con el peso de la investigación y con el peso de tener que ser el hombre tranquilo frente a un Hugh Jackman desmedido (tanto el actor como el personaje). Gyllenhaal lleva bastante tiempo demostrando que es un actor solvente y comprometido y Hollywood sigue empeñado en negarle una segunda nominación, tras aquel Oscar que perdió injustamente por Brokeback Mountain.

1. Will Forte por Nebraska
Parto de la idea de que para mí Will Forte es el protagonista de Nebraska y no Bruce Dern, pero ya que Hollywood lo ha considerado al revés voy a jugar según sus reglas. Forte es el pilar sobre el que se sostiene Nebraska. El straight man que resiste todos los envites. De su interpretación me quedo con su mirada entre cansada y triste y con la solidez con la que afronta un personaje normal, un hombre responsable, que tiene que lidiar con algo que nos espera a todos algún día: la vejez de nuestros padres. No es el de Forte un personaje lucido, y por eso mismo es difícil conseguir que sea un personaje tan interesante como resulta ser. Forte tiene el doble mérito de mantenerse a flote al lado de dos pesos pesados como Dern y June Squibb que tienen mejores frases que las suyas. Y lo logra dotando al personaje de mucho sentimiento y de mucha verdad, con una interpretación naturalista. A mí me llegó, ojalá le hubiera ido mejor en la carrera de premios.

Actriz

No, no había otra foto, no otra posible, no otra justa

5. Julia Louis-Dreyfuss por Enough Said
Julia Louis-Dreyfuss curtida en los excesos interpretativos de la comedia televisiva ha tenido que desnudarse para afrontar a esta mujer de mediana edad sola, que un día se encuentra con el amor, y al siguiente, con el miedo al mismo. Una mujer corriente en un mundo corriente. Julia Louis-Dreyfuss dota de gracia y humor (¡y qué humor más delicioso!) a un personaje en constante equivocación, perdido en sí mismo, en sus fracasos pasados. Ella y James Gandolfini son una de las parejas más enternecedoras y creíbles del cine de este año.

4. Emma Thompson por Saving Mr. Banks
Del quinteto irreversible de nominada a mejor actriz que se dibujó al inicio de la carrera sólo se cayó una, Emma Thompson, gran atracción cómico-alcohólica de la temporada de premios y fantástica P.L. Travers en Saving Mr. Banks. El papel de la autora de Mary Poppins es el mayor regalo que ha recibido Thompson desde sus felices años 90, un muro de cinismo y crueldad resquebrajado por los dolorosos recuerdos del pasado que acaba siendo un personaje de una carga emotiva innegable. Y Emma Thompson estuvo a la altura, fría y sensible a partes iguales. Sin ella Saving Mr. Banks no formaría el nudo en la garganta que forma en su tramo final. Bienvenida de nuevo, Emma.

3. Brie Larson por Short Term 12
El nombre de Brie Larson comenzó a sonar pronto en las quinielas como la apuesta joven, americana e indie de cara a los Oscar. El poco respaldo que recibió entre los círculos críticos (que eran los que tenían que haberla aupado, al igual que a una de la que hablaré un poco más abajo) hizo imposible que lograra dar la sorpresa y colarse entre tanta vaca sagrada. Brie Larson dibuja con mucho encanto, gracia, fuerza y garra, una herida, a una mujer marcada para siempre, traumatizada. Short Term 12 se podría haber caído con todo el equipo, y sin embargo es un pequeño milagro, una luminosa película sobre las tinieblas del maltrato. Es mérito del guion, pero sobre todo es mérito de Brie Larson y su sonrisa pícara y sus ojos dulces.

2. Julie Delpy por Before Midnight
Aquí estamos, Julie. He vivido tantos años de mi vida queriendo a Céline y admirando a Julie Delpy que se me hace raro hablar de ellas aquí sin mezclar totalmente mis sentimientos. Así que no lo haré, no puedo hacerlo. La interpretación de Julie Delpy en Before Midnight es un arrebato de valentía, de exposición, de entrega total a un personaje, a una idea, a un sentimiento. Julie Delpy me hizo sufrir en el cine como pocas actrices lo han hecho. Terminé calado hasta los huesos. Ser graciosa, natural y mordaz para acto seguido saltar a la más honda tristeza y a la neurótica desesperación tiene mucho mérito. Mucho. Julie Delpy no es la mejor actriz del mundo pero sí es la única capaz de llevar este personaje a dónde lo ha llevado, Céline nació de ella, Céline es ella. Perdón por no darte el prestigiosísimo No-Oscar, sabes que te quiero, mucho.

1. Adèle Exarchopoulos por La vie d’Adèle
Adèle Exarchopoulos ha entrado en el cine como un vendaval. No es un mero soplo de aire fresco. Es otra cosa. Algo más hondo, más trascendente. Su trabajo en La vie d’Adèle es uno de los ejercicios interpretativos más grandiosos que yo he visto. 3 horas con la cámara pegada al cuerpo, bañada en sudor, espaguetis, saliva. Hay que ser muy valiente para asumir el reto. También hay que estar muy bien dirigida, Kechiche será un tirano, pero ¡qué bien exprime las naranjas! Por hacer de la entrega total un arte, el arte de emocionar, de transmitir, de captar las entrañas del amor y del desamor, de la ilusión y la soledad, por todo ello, Exarchopoulos es la actriz del año.

Actor

Fucker en la mediana (y extremadamente colorista) edad

5. Tye Sheridan por Mud
Irrumpió en manos de Malick (safarse de su tijera ya tiene mérito per se) enseñándonos la magia de la infancia y después protagonizó esta Mud de Jeff Nichols para enseñarnos como de compleja pero también fascinante es la adolescencia. Este papel a ratos dramático, a ratos cómico, aventurero, atrevido, es un regalo, pero es Sheridan el que transforma el regalo en verosimilitud. Tiene muchísimo futuro por delante este actor. Esperemos que le sigan ofreciendo roles tan interesantes en películas tan valiosas.

4. Oscar Isaac por Inside Llewyn Davis
Isaac se pone en Inside Llewyn Davis al servicio de un tipo nocivo para sí mismo y para los que lo rodean, perdido, a la deriva, egoísta y necio. Este cantante de folk talentoso pero fracasado es una joya. Y no es irónico. Este personaje, el retrato de una vida derrotada, del auto-sabotaje, es una joya. Y captar todo eso, mascullarlo con palabras, expresarlo con ojos cansados, caminarlo con pasos irregulares, es difícil, o tiene que serlo, por eso me parece que tiene mucho mérito Oscar Isaac. Los premios van y vienen, pero este personaje será siempre fundamental en su carrera.

3. Joaquin Phoenix por Her
Discutía con mi amigo Juan, hace unos días sobre Joaquin Phoenix, a él le gusta siempre, atado o desatado, a mí solo cuando se mete en un corsé y su interpretación sale del estómago, no de la mandíbula. Por eso este Joaquin Phoenix me parece superior al del año pasado en The Master. Mejor contenido que excesivo. Mejor sentido que histérico. La contención con que aborda este personaje tan solo, tan alicaído, tan desconectado, es clave para que la película sea creíble, para que el amor entre él y un sistema informático sea creíble, palpable, posible, real. Sí, la interpretación de Joaquin Phoenix en Her es ante todo real.

2. Ethan Hawke por Before Midnight
No me parecía justo darle a Julie Delpie el estatus de runner-up y no hacer lo propio con Ethan Hawke. No se puede entender el trabajo del uno sin el del otro. Toda la historia de Céline y Jesse es obra de ambos (y de Linklater, claro), del interior al exterior, del cerebro a las entrañas y de ahí a la pantalla. Un proceso complicado pero precioso. Hawke consigue que el huracán Delpie no se lo trague en su intensidad, tiene que interpretar a un tipo al que le cuesta más expresar sus sentimientos, un personaje que no está siempre construido a flor de piel. No me parece justo restarle valor al trabajo de Ethan Hawke, no voy a entrar en ese juego, Before Midnight es una película de los dos, y para mí ambos están extraordinarios.

1. Toni Servillo por La grande bellezza
Este año el cine europeo produjo dos grandes películas, La vie d’Adèle y La grande bellezza, ambas fueron estrenadas en Estados Unidos de cara a colarse en los Oscar. Adèle ha naufragado (empeñarse en no adelantar el estreno en Francia para ser preseleccionada no ayudó) y la película de Sorrentino no ha progresado más allá de película de habla no inglesa. Y no será por méritos, porque categorías como película, dirección, fotografía o montaje podrían haber estado a su alcance. Y desde luego mejor actor. Servillo logra algo que quizás sólo DiCaprio ha conseguido en esta carrera: construir a un icono. Pasarán los años pero este Jep Gambardella no se olvidará, no se perderá en la vorágine cinéfila, es demasiado trascendente este brutal (pero a la vez cariñoso) retrato de la intrascendencia, de la banalidad, de la melancolía de una vida malgastada de fiesta en fiesta. Y este escritor de novela única, dandy de mediana edad, es Toni Servillo. Y no puede serlo nadie más. Nadie más. Esos andares despreocupados, esas miradas altivas, esas tormentas pasadas que se acumulan en forma de arrugas. Construir un personaje complejo es algo muy difícil, construir un personaje a la vez complejo y simple, tiene que serlo más aún. Aquello de que en la nada no hay nada es una simplificación que no se puede aplicar a este caso. La nada no existe, por eso en la nadería de Jep hay un montón de matices. Y Servillo los captura para atraparnos con ellos.

domingo, 23 de febrero de 2014

El amigo chino

HOUSE OF CARDS - Segunda Temporada


¿Si me pinchas acaso no sangro? NO

El thriller político es un género que el audiovisual americano cultivó concienzuda (y brillantemente) en las décadas de los 60, 70 y 80 con films como de The Manchurian Candidate (Frankenheimer, 1962), All the President’s Men (Pakula, 1976) o Missing (Costa-Gavras, 1982). Y que con la caída del muro de Berlín y la extinción de la URSS se esfumó hasta ser casi imperceptible durante los ingenuos años 90 (aunque curiosamente la House of Cards británica se emitiera en esa década). El 11-S y la “guerra contra el terror” lo trajeron de vuelta, hibridado con el cine bélico, confundido. El género se asentó sobre todo en la dialéctica capitalismo-comunismo, USA-URSS, y cuando ésta desapareció dejó de tener su razón de ser. Dicha relación dialéctica, juego entre iguales (dos sistemas, dos estados), no puede extrapolarse al etéreo y heterogéneo terrorismo islámico, quizás ni siquiera a algunos de los países que USA ha señalado como sus enemigos en la última década, como Irán, simplemente porque no es una lucha entre iguales.

Tras la caída del bloque soviético, USA pasó a ser la única superpotencia del planeta. El sheriff de un mundo globalizado. Sin embargo, la China abierta al capitalismo y cerrada a la democracia ha ido creciendo entre las grietas económicas occidentales hasta adquirir el estatus de superpotencia. La relación entre norteamericanos y chinos marcará el devenir de la política internacional de las próximas décadas. Frente a la claridad de posicionamientos de la era soviética, ahora lo único que tenemos es confusión. Entre USA y China no hay ni habrá una guerra fría. La tensión entre ambos países no es ni militar ni ideológica, sino meramente económica, una guerra comercial. China le está haciendo a USA el abrazo del oso, al adueñarse de su deuda también se adueña de sus posibilidades de maniobra. Los americanos dependen del dinero chino pero a la vez los chinos dependen del mercado americano. Los intereses de uno y otro lado se entremezclan, se funden y al final lo que obtenemos es un escenario tan enrevesado, que la mejor política ha desarrollar es el mantenimiento del status-quo.

Por todo esto era sólo cuestión de tiempo que el thriller político pusiera su foco de atención en el amigo chino. Y House of Cards, la adaptación (libre no, lo siguiente) de las novelas de Michael Dobbs y la miniserie británica de Andrew Davies, ha venido a iniciar lo que puede consolidarse como una nueva vía (y vida) para el género, tomando el testigo de los camaradas soviéticos. Si el tema central de la serie de Beau Willimon es el poder: acumulación y mantenimiento, el eje central de esta temporada es la relación triangular entre el poder político americano, el poder económico americano y el poder político-económico chino (todo confluye en el Partido en China). Y toda la mugre que se acumula en las orillas de dicho triángulo. Quizás por esto la segunda temporada de House of Cards sea mejor que la primera. La primera era un apasionante thriller, sí, pero no buscaba trascender, no apuntaba hacia ningún gran conflicto del mundo actual. No tenía un mensaje más allá de que las esferas de poder arrojan un hedor que lo impregna todo.

Este fotomontaje made in paint parece sacado de una distopía futurista chusquera

La gracia del triángulo que ha trazado esta temporada es que todas las líneas que lo conforman son interesantes:

1) El dinero mueve el mundo, y más en este mundo cada vez más globalizado. Las relaciones económicas entre empresarios occidentales y empresarios de los grandes mercados mundiales a explotar (China, pero también India o Brasil o cualquier otra potencia emergente) marcan las agendas políticas. Cuando los dirigentes viajan a otros países, los acompañan siempre ilustres empresarios. La política es negocio. Así, en esta temporada de House of Cards, nuestro protagonista, el ególatra Frank Underwood (Kevin Spacey, mascando el personaje para escupírselo a los espectadores), tiene que moverse con astucia en medio de la relación entre el multimillonario Raymond Tusk (Gerald McRaney en modo Margo Martindale en la temporada 2 de Justified) y otro poderoso actor chino, Xander Feng, para satisfacer sus intereses por encima de los de estos.

2) La convulsa y oscura relación entre el poder económico (eléctricas, bancos, petroleras, constructoras etc.) y el poder político (gobiernos elegidos por los ciudadanos) es algo a lo que no se suele prestar atención (las empresas mediáticas se mueven en este ámbito) pero que marca gran parte de las iniciativas que emprenden los estados. Lo podemos ver hoy en día en España con respecto a los precios de la electricidad. Y House of Cards nos permite echar un ojo a como fluctúan las relaciones entre grandes empresarios y políticos, los intereses que se mueven. La relación entre Tusk y el presidente de Estados Unidos (un convincente Michael Gill) funciona como paradigma de la confusión entre legitimidades, entre poderes.

3) Llegamos así a la línea que cierra el triángulo y que ya apuntamos anteriormente. El poder económico se relaciona a nivel mundial. El poder económico se relaciona con el poder político. El poder político se relaciona también a nivel mundial condicionado por las dos clases de relaciones anteriores. Así, la relación entre el Presidente Walker y los líderes chinos se ve enturbiada por la relación entre Tusk y Feng, y la del primero con el propio Presidente, el cual confía, durante la primera temporada, ciegamente en él.

Si la primera temporada de House of Cards era hacia dentro, un viaje a la psique de su protagonista y al funcionamiento de la política en Washington, la segunda es más hacia fuera, hacia la relación entre políticos y empresarios y entre las dos actuales potencias mundiales: Estados Unidos y China. Todo ello bañado en dinero y poder, si es que en el mundo actual cabe diferenciar entre ambos. El lobbista Remy Danton sostiene en la season finale que “el poder es mejor que el dinero, mientras dura”. La serie de Beau Willimon ha elevado la apuesta, ha ido cerrando los flecos que dejó la primera temporada y roto relaciones con la House of Cards británica, nacida en el ocaso del thatcherismo. House of Cards no era una serie perfecta en su primer año y tampoco lo ha sido en su segundo, algunas tramas secundarias no funcionan (la de Rachel y Doug no lo ha hecho), no acaba de tener un reparto a la altura de las circunstancias (aunque la incorporación de Molly Parker ha sido todo un acierto) y muchas veces los engranajes narrativos resultan demasiado forzados, por muchos problemas que les surjan, los Underwood acaban saliéndose siempre con la suya.

A pesar de todas estas aristas, que no son pocas ni menores, este año la serie ha dado la sensación de estar más focalizada, de tener un mensaje más nítido. El personaje de Claire Underwood (Robin Wright, la actriz más gélida de la actualidad) ya no es un satélite, han sabido astutamente meterla en el juego de poder principal, convertirla aún más en una máquina de matar. House of Cards se confirma como una serie grande y el final de esta segunda tanda implica sin duda un paso hacia delante, una mutación del formato. La británica no lo encajó del todo bien, de tal forma que las dos miniseries que siguieron a la primera (To play the King y The Final Cut) no estuvieron a la altura de las circunstancias. Sin embargo creo sinceramente que a la americana le puede venir bien el cambio de molde: más política y menos thriller.

viernes, 21 de febrero de 2014

Dos amaneceres distintos en el transcurso de un año

BEFORE SUNRISE / STOCKHOLM


La información es poder... poder enamorarte

Hace un año vi Before Sunrise (Linklater, 1995), tras haberla visto mucho tiempo atrás y guardar un gran recuerdo de ella, ya que la trilogía Before… de Richard Linklater, Julie Delpy y Ethan Hawke se caracteriza por producir un gran impacto emocional si el espectador entra de lleno en la historia. La vi, esa segunda vez, acompañado (o algo así), y eso también condicionó mi visionado. No sólo pensaba en qué me estaba pareciendo a mí, sino que además me preguntaba todo el rato a mí mismo, ¿qué estará pensando la otra persona?, ¿en esta secuencia verá lo mismo que yo? ¿verá que ella es una bomba siempre a punto de explotar? ¿que él no sabe dónde se está metiendo, que es un puto inconsciente?. Y así todo el rato. Cómo y con quién ves una película obviamente altera tu percepción de la misma. Para mí Before Sunrise dejó de ser la misma película que había conocido en su día. Tampoco yo era la misma persona, quiero pensar que ahora soy un tipo un poco más maduro, sobre todo emocionalmente, que 7 años atrás, cuando aún estaba saliendo de la pubertad.

La primera vez que vi la película me fascinaron su romanticismo y su osadía aventurera, sus ansias de exploración. La segunda vez, en cambio, fue la sensación de complementariedad que transmiten esos dos desconocidos que se encuentran en un tren y deciden pasar una noche juntos surcando Viena. El amor tiene que ver más con estar a gusto con una persona que con vivir una gran aventura. Nos acabamos de conocer pero siento que te conozco de toda la vida. Más confianza y complicidad que frenesí.

Se cometieron errores

El año natural que siguió a ese día, con sus altos y sus bajos, por ese orden, lo completé, con un día de retraso, y esta vez solo, con el visionado de Stockholm de Rodrigo Sorogoyen, la película española de 2013 que más ganas tenía de ver. El espontáneo encuentro en una fiesta entre dos jóvenes con amigos en común entre los que va surgiendo una química especial según avanza la película. Llegaba advertido (es difícil llegar virgen tras un año de run run) de que llegado un momento su aire de comedia romántica se cargaría hasta evolucionar en otra cosa. Y aún así cuando llegó el giro yo no estaba emocionalmente preparado. El amanecer en Before Sunrise era un canto a la esperanza (y también a la inconsciencia), en Stockholm es un crujido, una decepción, un desencuentro. El desencuentro entre una persona que quiere demasiado pronto y otra que quiere demasiado tarde. Ouch. Ahora ya estoy preparado para quererte. Pues yo ahora ya no quiero. Y del constante desencuentro lo único que surge es dolor. Dolor y rabia. Y en última instancia también una honda angustia.

Así, ese piso madrileño de azotea con vistas maravillosas, se convierte en una cárcel en la que no sabemos muy bien quién es el carcelero y quién el prisionero. Al final de Before Sunrise todo eran promesas. En Stockholm en cambio, nos hablan de promesas que no valen nada, quizás porque nunca valieron nada o quizás porque han caducado de mero cansancio, por no ser tomadas en serio a su debido momento. Debe ser el espectador, en todo caso, el que decida, si es capaz de hacerlo. El quizás es algo común a ambas películas, sin embargo en el film de Linklater los quizás se proyectan hacia el futuro, en cambio en el de Sorogoyen danzan noqueados entre los dos protagonistas (Aura Garrido y Javi Pereira, brillantes, sobre todo ella) anclados al pasado, a los errores cometidos.

Es normal en películas que giran en torno a un duelo entre dos personajes tomar partido por el que crees que te identifica mejor. Yo lo hice con las dos primeras películas de Before… y en cambio en la tercera, en la que justamente el conflicto es el eje central aprendí a no hacerlo. Ahí sí que supongo que jugó la madurez, o más que la madurez la experiencia sentimental. Uno no puede quedarse parapetado en sus propios sentimientos, tiene que intentar entender los de la otra persona. Eso quizás sea querer a alguien. Obviamente es algo complicado. Y lo que pasa cuando no lo consigues, cuando te quedas solo, únicamente acompañado de tu dolor, es que te haces daño a ti mismo en una espiral sin fin y acabas haciéndole daño a la otra persona. Lo que pasa en esos casos es Stockholm. El deterioro de una relación entre dos personas que a priori sí funcionan juntas, dos personas que empiezan siendo como los protagonistas de Before Sunrise, adecuadas (no es una palabra romántica, pero creo que es la más acertada) la una para la otra, “las personas” y terminan por no ser, a pesar de ellas mismas, de sus deseos. Stockholm es una película que quema, no como ese café al viento en la azotea, que abre una puerta a la posibilidad de corregir los errores, pero que con su final acaba por cerrárnosla en las narices. Quizás esos tres minutos finales sería lo que cambiaría de la película. Sí, quizás.

miércoles, 19 de febrero de 2014

Películas que están bien, películas que son relevantes

OSCARS 2013 - Big 9



Después de las vacaciones y con las nueve películas de los Oscar (el Big 9 para los amigos) vistas creo que ha llegado el momento de escribir sobre ellas, aunque ya haya hablado con anterioridad de 12 years aslave y American Hustle. Quiero dejar claro que esta es mi opinión, que defiendo la influencia de la esfera personalísima en la percepción de las películas, y que las dos categorías en las que divido a las nueve películas nominadas a mejor film de 2013 en los Oscar pueden ser consideradas un error, e incluso una ofensa, aunque no es mi intención en absoluto. Tiendo a hacer listas con todo, listas y categorías, cuando terminé de ver Philomena y comencé a pensar en los nueve films en su conjunto, rápido llegue a la conclusión de que había dos grupos. Las películas que me parecieron que estaban bien, que me resultaron entretenidas, incluso interesantes, y las películas que me llegaron de verdad, que por múltiples razones creo que recordaré cuando pasen los años, esas películas que sé que volveré a ver varias veces en mi vida. En el primer grupo he metido a American Hustle, Captain Phillips, Dallas Buyers Club y Philomena. En el segundo a las otras cinco, 12 years a slave, Gravity, Her, Nebraska y The Wolf of Wall Street.

Mi película favorita en 2010 fue The Social Network, en 2011 The Tree of life, en 2012 Zero Dark Thirty, las tres estuvieron nominadas a mejor film en sus respectivas ediciones. Este año, la película que más me cautivó no llegó a los Oscar, La vie d’Adèle. De las cinco nominadas que he catalogado como relevantes, para mí, claro, cualquiera me parecería una digna vencedora. Quizás en mi papeleta preferencial pondría a la película de Scorsese de primera, pero cualquiera de las otras cuatro son películas que me importan. A veces mi relación con el cine es una relación cuasi personal, que gira en torno a si la película me importa o no. Tiendo a sobrevalorar las películas, a enrocarme en mi cariño a ellas, no es algo que esté bien, pero es algo que tampoco puedo evitar si nace un vínculo entre ellas y yo.

Películas que están bien

El par de motivos de Amy Adams para justificar que American Hustle está bien

Ninguna de estas cuatro películas me parece cine insignificante. Le agradezco a Philomena que trate con delicadeza la cuestión de la compra de niños; a Dallas Buyers Club que se aproxime al drama del SIDA en el sur de Estados Unidos y no en NYC o Frisco; a Captain Phillips que nos hable de la piratería en pleno S. XXI; y a American Hustle que ponga el foco sobre la corrupción y el arte del engaño, aunque sea de una forma tan blanda. Pasé un buen rato con estas cuatro películas. Salí encantado del cine con Captain Phillips, me divertí mucho con American Hustle, me emocioné con Philomena y Dallas Buyers Club me resultó interesante. 

Pero tan pronto como llegaron se fueron. Estas películas no han perdurado en mi cabeza. No han crecido en el recuerdo, sino más bien todo lo contrario, me gustaron más cuando terminé de verlas que con el paso de las horas, de los días. No me han empujado a reflexionar y a darles mil y una vueltas. Son cine volátil, de mero impacto. No necesito volver a verlas. Ese es el problema que les encuentro, que no me empujan a revisionarlas, que no me aportan lo suficiente. Seguramente dentro de cinco años me cueste recordar el nombre de la película por la que Matthew McConaughey y Jared Leto ganaron un Oscar.

Películas que son relevantes

Esta es mi escopeta, sino te gusta tengo otra

Frente al grupo anterior, han llegado al final de la carrera de premios cinco obras que han tenido una influencia en mí, que han permanecido en mis entrañas revolviéndolo todo. 12 years a slave, el relato de un hombre libre que un día fue esclavizado, me pareció tras salir del cine una buena película. Cine sólido, denso, contundente, pero es verdad que no me apasionó, fue con el paso de los días, de las vueltas y vueltas que fue dando en mi cabeza que comenzó a hacerse grande. Llegado un punto necesité verla, esta vez por fin en versión original y ahí sí, todo lo que había ido apuntando en mi lista mental, todos los detalles que necesitaba revisar estaban ahí. 12 years a slave no pretende ser la película definitiva sobre la esclavitud, pero es por el momento la que mejor la ha abordado, con más crudeza, de forma más analítica, mérito del guion y sobre todo del medidísimo trabajo de Steve McQueen.

Her, refleja cómo la incomunicación urbana empuja a un hombre ahogado en melancolía y soledad a encontrar el cariño, la cercanía, la compañía, el amor, en una máquina. Es una película que me emocionó y entristeció.. Es una película que duele. Una película rodada con mucho tacto, escrita con mucha inteligencia, con mucha paciencia, con mucho cariño. En lugar de escupirnos nuestros miedos, nuestras dolencias comunicativas, Spike Jonze nos las susurra. Her es una película delicada.

Gravity, la odisea espacial de una doctora sola ante la adversidad, es a la vez la opción comercial y la opción artística de esta carrera. Alfonso Cuarón rodó una carta de amor a la imagen, al plano como elemento básico cinematográfico, y por ello mismo, una carta de amor al cine como arte audiovisual. El guion de Gravity es mínimo y tiene un par de añadidos sentimentaloides innecesarios. Sin duda. Pero es que en Gravity la forma es forma y fondo. Es casi un tratado cinematográfico. Como si volviéramos al inicio del cine. Pura exploración e incertidumbre. ¿Dónde está el límite del arte?

Like father, like son

La road-movie es un género típicamente americano que no ha tenido nunca mucha repercusión en los Oscar. Un género que ha explorado bastante en los últimos tiempos el indie, o el pseudo-indie (el Off-Hollywood). A Alexander Payne, a su mundo, a su humor, a su humanismo, le viene como anillo al dedo. A la mayoría de la gente la película que más le emocionó del Big 9 fue Her, o por lo menos esa es la impresión que tengo, a mí quizás fue Nebraska, a lo mejor también porque la sentí más próxima, más palpable. Una película que cada día que pasa me gusta más (algo que también me pasa con Her, pero menos), que danza entre la ironía y amabilidad, entre la frase letal y el abrazo, sin perder nunca el equilibrio. Payne no es el rey de la comedia dramática actual por casualidad. Es un autor con tanto talento, tacto y clase que lo único que puedo hacer es rendirme una vez más ante él. Nos hacemos mayores y a cada paso que damos nos cuesta un poquito más cargar con nuestras vidas, con nuestro pasado, con nuestras responsabilidades.

Llegó tarde y eso sin duda lastró sus opciones. Su tono hiperbólico y descacharrante tampoco ha ayudado. The Wolf of Wall Street, el auge y caída de un poderoso capo de las finanzas, es el regreso de Martin Scorsese como cronista del exceso. La evolución natural de The Goodfellas y Casino. El retrato de un mundo a la deriva manejado por depredadores de vidas lujosamente vacías. Que Scorsese es uno de mis directores favoritos es algo que todo aquel que me conozca sabe. Que me encanta Leonardo DiCaprio también. Que yo le tenía muchas ganas a este proyecto desde que se puso en marcha, sin duda. Por todo ello era muy fácil que me sintiera decepcionado. Y no. No me decepcionó este Scorsese desenfrenado (la secuencia de las drogas caducadas es ya de las mejores de su carrera) pegado, una vez más, a la realidad del mundo actual. Estamos aquí (en esta crisis, o más bien en estas múltiples crisis concatenadas) por toda esta banalidad devoradora. De aquellas fiestas privadas y robos de lo público, estos lodos.

sábado, 8 de febrero de 2014

Las 5 (-1) películas de los Goya

PREMIOS GOYA

Goya haciéndose un selfie

Mañana tendrá lugar en Madrid ese reparto anual de amor y ostias que son los premios de la Academia española de cine. Este año por primera vez cinco son las películas nominadas a mejor film (por qué no se amplía el número a 5 en todas las categorías es una de las múltiples y eternas preguntas sin respuesta sobre el funcionamiento de la Academia). Era mi intención hacer con los Goya lo que hice con los EFA, ver todas las candidatas en las categorías fuertes, analizarlas y proponer mis nominadas (y ganadoras) pero no he podido hacerlo. Ni yo ni nadie que no viva en Madrid, Barcelona y alguna otra ciudad grande. El también eterno problema de la distribución y la exhibición en este país cada año se agrava más. Así que me voy a limitar a hablar de las 4 obras nominadas a mejor película que he podido ver: 15 años y un día, Caníbal, La gran familia española y La herida. No he podido ver Vivir es fácil con los ojos cerrados, una película que por temática, tono y críticas debería haber funcionado muy bien en taquilla pero que tuvo una presencia nula en los cines. Es normal que películas como Caníbal o La herida no hagan buenas taquillas, son demasiado crudas y frías para el gran público, pero que a películas como Vivir es fácil, accesible para todos los espectadores, amable, tierna, se le cierren las puertas a poder conquistar a los espectadores es una vergüenza. Simplemente. Ahora, a hablar de las otras cuatro.

- 15 años y un día
Dirigida por Gracia Querejeta / Escrita por Gracia Querejeta y Santos Mercero

Maribel deja de acaparar

La película se centra en un adolescente conflictivo, al que su madre es incapaz de controlar, de tal forma que lo manda a vivir con su abuelo, un antiguo policía, para que lo enderece. Este es el punto de partida de una cinta que a mitad del metraje decide que no quiere seguir siendo un drama familiar, y en cierta forma social, y se transforma en un thriller sin nervio. 15 años y un día no es una mala película, se mueve bien en las relaciones familiares, está bien interpretada, pero es una película fallida, que no tiene claro que quiere contar y dispara en múltiples direcciones esperando dar en la diana en algún momento.

La nominación del film de Gracia Querejeta tanto en película como en dirección es la reafirmación de un error. Una huída hacia delante. 15 años y un día fue la película que sorprendentemente la Academia seleccionó para competir en los Oscar. Cuando se hizo el anuncio se montó un escándalo mayúsculo y le llovieron piedras (tanto al film como a la Academia) por parte de una prensa que ya la había visto muchos meses antes en Málaga. La Academia no reconoce el error cometido e insiste en colarla en las categorías reinas en detrimento de otras películas como las ganadoras del Feroz, Stockholm y 3 bodas de más, o el empastillado aquelarre de Álex de la Iglesia, Las brujas de Zugarramurdi. En una noche muy abierta, es claramente la película con menos posibilidades de victoria.

- Caníbal
Dirigida por Manuel Martín Cuenca / Escrita por Manuel Martín Cuenca y Alejandro Hernández

Sierra Nevada, cámara frigorífica

Manuel Martín Cuenca sigue expandiendo su particular (y gélido) mundo cinematográfico en esta película sobre un sastre caníbal al que se le cruzan en su apaciblemente siniestra vida dos hermanas rumanas. Caníbal es una película con una buena parte inicial, tensa, contemplativa, extrañamente hermosa, coronada por la mejor secuencia del cine español de este año (la de la playa) y que sin embargo tiene una segunda parte cobarde, a la deriva, con decisiones de guion muy cuestionables. Antonio de la Torre es el favorito para ganar mañana el Goya a mejor actor. A mí no me parece que haga nada extraordinario, y sí, soy consciente de que no glorificarlo está muy mal visto en este país. El Goya que seguro que no se le escapa al film es el de mejor director de fotografía, extraordinario trabajo de Pau Esteve Birba, de verdad, extraordinario.

Desde que se vio en Toronto (el principal escaparate de cara a los Oscar) y en San Sebastián se le colgó el cartel de favorita. Su no selección para los Oscar, la mala recepción por parte de los espectadores y no haber logrado vencer en mejor película en ninguno de los premios previos a los Goya (Forqué, los primerizos Feroz, CEC) han reducido sus posibilidades de victoria. Personalmente, creo que es una película demasiado antipática para vencer, y sinceramente, tampoco creo que se lo merezca.

- La gran familia española
Dirigida y escrita por Daniel Sánchez Arévalo

Quim Guitiérrez, sal del bucle... primo

La final del mundial de 2010. Una boda entre adolescentes. Una familia llena de miedos, secretos y problemas. Una comedia, aunque su director se haya pasado la carrera por los Goya diciendo, con condescendencia, que su película no era una comedia… muy mal Daniel Sánchez Arévalo, muy mal. Sin embargo, si él me lo permite, lo cierto es que yo me reí bastante con la película, y también me emocioné un poco, pasé un buen rato en el cine. Salí feliz tras verla. El problema es que es una película que se evapora. Como si fuera cine de usar, disfrutar y olvidar. Nada trasciende en esta película. Sí, funciona durante su visionado, pero después se hace pequeñita, terminando por desaparecer en la memoria.

Su condición de película con más nominaciones, 11 (esa nominación en efectos especiales tendría que ser considerada delito), la debería situar como favorita, pero es innegable que se ha desinflado con el paso de los meses y que su catastrófico recorrido por la carrera de premios (no ha ganado nada, pero nada, nada) tampoco ayuda. No me sorprendería su victoria, es (con mucha diferencia) la película con más aceptación popular y taquilla de entre las nominadas, pero parece que no será el año de Sánchez Arévalo después de todo.

- La herida
Dirigida por Fernando Franco / Escrita por Fernando Franco y Enric Rufas

Marian Álvarez, la perra vida

El montador Fernando Franco quería hacer un documental sobre el trastorno límite de la personalidad y se encontró con una película de ficción. Con una historia de soledad y dolor. Con una mujer a la que sólo le queda su propio sufrimiento. Esta película tiene muchas cosas que me fascinan. La dirección de Franco, con una puesta en escena cimentada sobre primeros planos pegados al rostro y a la nuca de su actriz principal. Ella, Marian Álvarez, ganadora virtual del Goya salvo sorpresa mayúscula, que firma una de las mejores interpretaciones que he visto en el cine español. Pura verdad. La herida en sí misma, que como si fuera la Rebeca de Hitchcock (otra herida) sobrevuela todo el rato la película pero nunca vemos qué es exactamente, sí, nos dan pistas bastante claras de qué es lo que le pasó a este mujer, pero nunca enfocan a la herida a la cara, no hay luz y taquígrafos, sólo oscuridad. Tras decir todo esto creo que no hace falta que diga cuál es la película que quiero que gane.

La herida es, para la mayoría de analistas de la carrera por los Goya, la favorita para imponerse en la anarquía del domingo y repetir la victoria extrema de La soledad de Jaime Rosales (del que Franco bebe, y mucho), el triunfo de un cine pequeño de historias femeninas complicadas, un cine que no busca empatizar con el espectador, aunque con algunos lo consigue, un cine que es una experiencia muy subjetiva, yo reconozco que conecté con este película de una forma muy profunda y que entiendo que mucha gente no lo haga. Tras ganar el Gran Premio del Jurado y la Concha de Plata a la mejor actriz en Donostia, venció en los Forqué, estuvo nominada en Feroz y CEC y ha conseguido el Fotogramas. No es un mal bagaje. Sinceramente creo que la victoria estará entre esta película y Vivir es fácil con los ojos cerrados, la Academia tiene una deuda histórica con David Trueba y quizás este sea el año de saldarla, como cuando Isabel Coixet se impuso con La vida secreta de las palabras.

miércoles, 5 de febrero de 2014

Cadenas de favores

PARKS AND RECREATION / COMMUNITY

El último golpe

El pasado jueves Parks and Recreation y Community, la dos sitcoms de NBC, y para mí las más en forma de la televisión ahora mismo, tuvieron una trama principal bastante similar. Ambos capítulos giraron en torno a una cadena de favores. En el episodio de Parks, Leslie y Ann tenían que ir trenzando favores para conseguir entrar en el terreno (futuro parque) que hizo que se conocieran para cerrar el círculo ante la marcha de Rashida Jones de la serie. Mientras que en el capítulo de Community, Annie y el profesor que interpreta Jonathan Banks (Mike de Breaking Bad) tienen que enfangarse en el entramado institucional de Greendale para ir subiendo en la cúspide de poder y conseguir colocar un tablón de anuncios en la cafetería.

Dos tramas similares, dos puntos de vista, o más bien dos formas de tratarlas completamente diferentes. En Parks and Recreation se toman las corruptelas de la cadena de favores con dulzura, centrándose sobre todo en la relación personal de los dos personajes, justo antes de que sus vidas tomen caminos separados. La trama de Parks es pura melancolía. La importancia está en los personajes, en el cariño que se tienen Leslie y Ann, en su química, y en el cariño que le tenemos nosotros, los espectadores. La cadena de favores solo es una excusa para recordarnos alguna de sus aventuras pasadas y sobre todo para regalarnos una última aventura de ambas. Es una despedida, graciosa, emotiva, bonita. A mí, que Ann y Chris no me gustaban especialmente, incluso diría que eran los personajes a los que menos cariño les tenía, su marcha me conmovió. Pocas series saben moverse en el mundo de la emotividad cómica como la serie de Michael Schur.

Annie oliendo el hedor del poder

En cambio en Community lo relevante era la trama en sí misma, las pullas con la que la salpicaron, el mensaje. Si en Parks la cadena de favores era dulce, en Community es oscura, una crítica mordaz (y desternillante) a la corrupción del sistema y de las personas que se mueven en las esferas de poder. Annie, que cada día es más Lisa Simpson, entra en la cadena de favores con la mejor de las intenciones y sin embargo acaba completamente corrompida. Algo que es una constante en el personaje. Annie es la brújula moral de Community, y constantemente se ve tentada por el lado oscuro de la fuerza, como Lisa en Los Simpson. En la espiral de favores, acaba olvidando cual fue el motivo que la llevó a meterse en la misma. Al final, lo único que importa es seguir escalando, consiguiendo cada vez más y más poder. Una metáfora política negrísima en medio de una sitcom. Por eso la serie de Dan Harmon es grande. Así, mientras Parks and Recreation apela a la emoción, Community tira de ironía (la fiesta de los bedeles con congresistas y generales de por medio fue un recital de ostias y carcajadas). Un mismo esqueleto puede dar como resultado productos muy diferentes, en función de cómo los vistas. Dos estilos, dos series, dos maravillas.