martes, 17 de mayo de 2022

Las cifras no mienten

La ciudad es nuestra. Parte 2

Los "investigadores" en "Ciencias" Sociales que hacemos cuali ("metodología" cualitativa) tenemos un persistente sentimiento de inferioridad con respecto a nuestros colegas que hacen cuanti ("metodología" cuantitativa). Y tanto unos como otros somos unos pobres pardillos con respecto a los investigadores de verdad, los de Ciencias (sin comillas). Referenciando a un icónico capítulo de Los Simpson, los científicos son DaVinci, los cuanti son Newton y nosotros somos Homer Simpson. 

Parte de la superioridad de la investigación social cuantitativa radica en que todo el mundo sabe que es más valioso analizar datos y cifras que analizar cosas tan mundanas e irrelevantes como lenguajes, artes o discursos. Las cifras, al contrario que las personas, nunca mienten. O sí. 

En el segundo capítulo de La ciudad es nuestra, Ed Burns y George Pelecanos regresan a una cuestión que ya estaba presente en las temporadas 4 y 5 de The Wire. Es más, regresan al Baltimore de The Wire a través de flashbacks que nos explican el viaje del protagonista, Wayne Jenkins, hacia el abismo de la corrupción. En este Baltimore, Tommy Carcetti recupera su nombre original, Martin O'Malley y se profundiza en la construcción artificial de las cifras contra el crimen.

Si desde la cúpula policial se ordena efectuar más arrestos, sin importar si luego la aplastante mayoría de ellos quedan en nada, el resultado será que se podrá demostrar que la lucha contra la violencia y la criminalidad se ha intensificado y que está dando sus frutos. La realidad, en cambio, seguirá inalterable e inalterada. La policía habrá ocupado las calles y detenido a ciudadanos de forma arbitraria única y exclusivamente para cimentar la estrategia de poder del alcalde-candidato a gobernador. 

¿Por qué los policías colaboran? Cuántas más detenciones hagan más subirán sus mediocres honorarios. Así, el derroche neoliberal de fondos públicos para la war on drugs no servirá para poner coto a las organizaciones criminales, ni para recuperar espacios urbanos abandonados, ni para apostar por servicios públicos o incentivar el desarrollo económico, Ni siquiera para ofrecer salarios dignos a los policías. Sino que su misión será, ni más ni menos, que asentar las parcelas de poder de los actores que controlan el sistema. Una simulación de la realidad en la que los medios replican que el crimen está en retroceso, mientras el mundo de la vida de las personas que viven en los barrios ghettificados se deteriora por momentos. La gran farsa de la mano dura contra el crimen.

Los datos mienten tanto como los discursos, porque son discursos en sí mismos. Pero además lo hacen de una forma mucho más deshonesta, porque se disfrazan de veracidad. No son más que otra herramienta al servicio de la estrategia de poder de quién los enarbola. Es importante escrutar las ideas que están detrás de los datos

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