POLÍTICA, MANUAL DE INSTRUCCIONES
A las puertas del inicio oficial de la campaña electoral (la oficiosa comenzó con las elecciones europeas de 2014 y la irrupción de Podemos), Fernando León de Aranoa, máximo exponente del cine social español de las últimas décadas, estrenó Política, manual de instrucciones, un documental producido por Mediapro, uno de los grandes grupos mediáticos españoles, que narra la evolución de Podemos desde la asamblea fundacional de Vistalegre (octubre de 2014) hasta las elecciones generales del 20 de diciembre de 2015. El film, narrado desde una mirada aséptica, no sólo no elude los conflictos internos, sino que en cierta forma se estructura a partir de los mismos. Política, manual de instrucciones no es sólo la historia de un éxito electoral, también es una reflexión, a veces agria, a veces esperanzada, sobre lo que implica poner en marcha una estrategia ganadora para hacerse con el poder. En este conflicto entre ideales y pragmatismo en un partido que pretende construir un bloque contra-hegemónico, el único actor que salió victorioso de cada escaramuza no fue Pablo Iglesias, sino, Íñigo Errejón, verdadero protagonista del documental, una bestia política disfrazada de nieto geek.
En el seno de un partido, al igual que en el de cualquier
relación humana, se producen quiebras y grietas. La primera que sufrió Podemos
tuvo lugar en Vistalegre, en el inicio de su “asalto a los cielos”,
remitiéndose a Marx. Lo que estaba en juego en aquel cónclave era la
organización interna del partido. Lo que, en aquel momento, era el equipo de
Pablo Iglesias propugnaba construir un partido organizativamente similar a los
hegemónicos, con un liderazgo sólido y volcado en las dinámicas comunicativas
externas, en vez de en las internas. Mientras que la oposición interna al
mismo, una entente cordiale entre el ala más radical, liderada por Teresa
Rodríguez, y la más moderada, aglutinada en torno a Pablo Echenique, defendía
un partido más horizontal que vertical, con un liderazgo plural, que trasladara
a la práctica la idea-fuerza de que en Podemos no mandaban los cargos, sino
directamente todos sus miembros. Aranoa acierta de pleno al mostrarnos, no sólo
los discursos construidos por ambos bandos, sino también las estrategias que
fundamentaban dichos discursos. Aquella primera disputa supuso la pérdida de la
inocencia del partido. La victoria aplastante de las tesis del equipo de
Iglesias, que había condicionado su continuidad al frente del partido a la
victoria de sus propuestas, convirtió a Podemos no en un partido que trabajara
la democracia real, como la estructura en círculos invitaba a creer, sino en
una máquina electoral diseñada para ganar.
El siguiente conflicto de calado se produjo, tras el auge de
Podemos en las encuestas, en el seno del propio equipo de Pablo Iglesias. Lo
cual hace que dicho conflicto sea la parte más interesante del documental de
Aranoa. A principios de 2015, el acoso de las empresas mediáticas hegemónicas
vino acompañado de dos campañas que buscaban desprestigiar al partido en su propio
terreno: la lucha contra la corrupción. Una, de baja intensidad, tenía como
protagonista a Íñigo Errejón y un contrato de investigación en la Universidad
de Málaga. La otra, que llegó a dañar gravemente en el terreno comunicativo al
partido, tenía como foco a Juan Carlos Monedero y a la Hacienda pública. Tras
aquellos escándalos y el declive de Podemos en las encuestas, Monedero
terminaría abandonando la dirección. La salida de Monedero se nos explicó como
consecuencia del éxito que la campaña mediática y partidista había tenido.
Podemos, había sido derrotado en su terreno de lucha predilecto: la corrupción.
Sin embargo, de fondo había un conflicto bastante más trascendental en términos
de estrategia de poder. Mientras Errejón abogaba y aboga por luchar sólo las
guerras que se pueden ganar, Monedero defendía que no valía de nada no entrar
en debates peliagudos, es decir, posicionarse, proponer... errar. Para Errejón el
objetivo único es crear un bloque contra-hegemónico, liderado por Podemos,
transversal (la palabra mágica), sin posicionamientos ideológicos manifiestos,
que pueda conectar con una mayoría social apartidista, aunque ello implique
evitar conflictos y propuestas, ya que los mismos traen consigo la pérdida de
votantes que dejan de sentirse identificados con un proyecto diseñado sobre
ideas-fuerza que apelan al sentido común. En cambio, Monedero cree que intentar
alcanzar el poder abandonando las propuestas más polémicas y transformadoras,
evitando sufrir daños, es un error de calado, puesto que supone construir un
proyecto sin propuestas específicas. Monedero plantea el asalto al poder desde
posiciones ideológicas sólidas, Errejón desde una transversalidad social que
demanda justamente lo contrario. Para Monedero importa el proceso, para Errejón
lo relevante es el fin: ejercer el poder para emprender medidas de menor
calado, pero que generan un mayor consenso social. En cierta forma la victoria
de Errejón sobre Monedero supuso la contradicción inmediata de la frase más
célebre que pronunció Iglesias en Vistalegre: “el cielo no se toma por
consenso, se toma por asalto”. De hecho, en una de las maravillosas anécdotas
trascendentes que nos deja el documental, Errejón desaconseja a Iglesias que
pronuncie dicha frase, porque será con lo que titulen los medios. Dicha
predicción se cumple e Iglesias cierra la discusión, entre risas, sosteniendo
que tenía que dejar una frase para los historiadores.
Podemos salió de aquella crisis doble, interna y externa, gracias
al éxito de las confluencias municipales, más que por los resultados obtenidos
en las elecciones autonómicas, a las que acudió en solitario. Sin embargo, el
espectacular resultado de Ciudadanos en las elecciones catalanes y el fracaso
de Catalunya si que es pot, volvieron a situar al partido en una situación precaria
en las encuestas. De ahí nace la estrategia de la remontada que acabaría
llevando a Podemos y a sus confluencias a las puertas del sorpasso al PSOE.
Pero antes de todo ello, se produjeron dos nuevos conflictos, uno, por las
listas electorales, otro, por la confluencia a nivel estatal con Izquierda
Unida. En ambos casos triunfaron las tesis de Errejón: liderazgo centralizado y
transversalidad. Sin embargo, una vez más, el sistema mediático español dibujó
a Iglesias (y a su ego) como el villano del relato. Algo que se reproduciría en
las negociaciones para formar gobierno. Es más fácil, en términos puramente
narrativos, convertir en el enemigo a un hombre como Pablo Iglesias. Es difícil
dibujar a Errejón como un peligro, al igual que a Alberto Garzón. Ambos hablan con
tranquilidad, evitan un discurso abiertamente conflictivo y no polarizan las
opiniones de aquellos con los que se comunican. En cambio, Iglesias sí lo hace,
y en ello reside su éxito, pero también sobre ello se cimientan las tácticas
que se ponen en marcha en su contra. Como dice una amiga mía sobre otra, que a
menudo no usa sujetador: lo que ves es lo que hay. Iglesias es así, brillante,
egocéntrico, manipulador, astuto y divisivo. Iglesias, al igual que mi amiga,
va por la vida sin protegerse el pecho. Por ello se puede consumir en cualquier
momento. En cambio Errejón, quizás el mayor estratega de la política española
actual, ha llegado para quedarse. El gran logro de Política, manual de instrucciones
es haber profundizado en el discurso, la estrategia y la psique de un actor
llamado a ocupar un papel relevante en las dinámicas de poder de nuestro sistema
durante mucho tiempo: Íñigo Errejón.
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