Salvo Showtime, que estrenó Penny Dreadful en primavera y ha
guardado para el verano sus dos estrenos más sólidos de la temporada pasada, Masters of Sex y Ray Donovan, las otras 3 grandes cadenas del cable de calidad:
HBO, FX y AMC, se han reservado nuevos ases para la temporada estival. Queda
así claro que en el cable todas las estaciones son campos de batalla. HBO
emitirá este verano las últimas temporadas de True Blood (hallelujah) y The
Newsroom (soy de los que sufren por ello), y el domingo pasado estrenó la
nueva serie de Damon Lindelof (Lost),
que adapta una novela de Tom Perrotta (Little
Children), The Leftovers, que
vendría a significar en castellano “los restos”. Antes, en el mes de junio, AMC
puso en marcha Halt and catch fire,
una serie ambientada en los años 80 en los albores del PC y la universalización
de la informática. Mientras que FX ya ha emitido dos capítulos de Tyrant, la nueva serie de Gideon Raff (el
creador de la serie israelí original que adaptó Homeland) y Howard Gordon (uno de los showrunners de Homeland, precisamente), ambientada en
una dictadura pro-occidental en un país árabe (Egipto, Libia, etc.). Y aún tiene
en la sala de espera, The Strain,
drama paranormal de Guillermo del Toro. Teniendo en cuenta todo esto, voy a
hablar de los tres primeros grandes estrenos del cable para este verano.
El malo: Tyrant
![]() |
Querido papá |
Con una premisa tan golosa: “el
hijo de un dictador árabe afincado en USA vuelve a casa justo en el momento en
el que el régimen de su padre empieza a derrumbarse”, Gideon Raff y Howard Gordon han engendrado un despropósito. Una
serie en la que todos los personajes, salvo el protagonista (Adam Rayner tiene la presencia necesaria para el papel), son delirantes,
sobre todo la mujer, uno de los personajes femeninos más naif que se han
escrito últimamente en la televisión americana. Más que recordar a Homeland, a lo que recuerda Tyrant es a Kings, el problema es que Kings
sabía usar los elementos de culebrón a su favor, para dotar a los personajes de
profundidad dramática, mientras que en Tyrant
todo es artificiosamente fallido. Las expectativas que la serie había generado
no han ayudado. Cuando se anunció el proyecto se dijo que Ang Lee (ni más ni
menos) iba a dirigir el piloto, el taiwanés acabó abandonándolo por “problemas
de agenda” (ahora ya sabemos por qué) y ficharon a David Yates (el director de las últimas 4 entregas de Harry Potter)
en su lugar. Y se estrellaron. No sólo los guiones y el reparto fallaron,
visualmente el piloto no puede ser más anodino. La serie que tiene en su
interior un enorme potencial, sobre todo para reflexionar sobre la dicotomía
dictadura-orden vs. democracia-caos, que no podría estar más en boga hoy en día
en los países de la Primavera árabe
(Egipto está volviendo a girar hacia un régimen militar autoritario, por
ejemplo). Sin embargo les falta valentía, hondura, y les sobran conflictos
personales manidos. No ayuda a ver la serie que todos los personajes hablen en
inglés, aunque sean terroristas
islámicos o niños de barrios pobres. Cuando en la propia FX tenemos a The
Americans en la que los rusos hablan en ruso, ver a un líder árabe dirigirse a
su país en inglés escama. La seguiré viendo porque me entretiene y tengo la
esperanza de que sepan meter el dedo en yagas políticas muy feas, pero desde
luego Tyrant no es una buena serie,
es una ficción fallida.
El neutro: The Leftovers
![]() |
¿Por dónde se va a Mulholland Drive? |
En el caso de esta serie las
expectativas generadas no eran per se buenas, había gente que tenía ganas de
verla por ser de Damon Lindelof,
había otras personas que tenían ganas de destrozarla por ser de Damon Lindelof,
y después estábamos otros espectadores que no terminábamos de posicionarse en
cuanto a lo que había que esperar de la serie y de su creador. En cierta forma
le ha pasado lo mismo que le pasó a Sorkin cuando estrenó The Newsroom hace dos veranos. Lindelof es una figura tan polémica
desde el final de Lost y el estreno
de Prometheus (el guion es suyo) que
su figura enturbia el visionado y análisis de la serie. Estamos prácticamente
ante un presidente del Gobierno que presenta su programa y pide la confianza
del Congreso. Y posiblemente seremos los no-alineados los que decantaremos la
balanza a su favor o en su contra, puesto que si no te gusta Lindelof, no te
gustará The Leftovers, una serie fiel
a su creador. Dicho todo esto, la serie parte de una premisa high-concept, “un día desaparece el 2%
de la población mundial”, para, tras un salto en el tiempo de 3 años, desembocar
en un drama de personajes que tienen que lidiar con las consecuencias de lo
acontecido en un mundo ligeramente distópico. Justamente ahí reside el interés
de la serie, teniendo en cuenta que sólo hemos visto el piloto. Ese mundo
levemente estropeado, deformado, es la gran baza de la serie.
La desaparición del 2% de la
población ha creado un caldo de cultivo en el que emergen sectas, líderes
carismáticos y una fractura en los códigos morales de los supervivientes. Si
los personajes por ahora no resultan especialmente interesantes, el ambiente en
que se mueven sí lo es. Por ejemplo, esa fiesta a la que acude la hija del
protagonista, un policía interpretado por Justin
Theroux, en la que el sexo es banal y sucio, tiene mucha fuerza, es muy
perturbadora. Y lo mismo se puede decir de la secta de fumadores liderada por Ann Dowd. Precisamente, para recrear
ese mundo tan turbio, hubiera sido necesario contratar a un director con
capacidad para incomodar y atreverse con una apuesta formal arriesgada, y desde
luego Peter Berg no es ese director.
En año de True Detective o Fargo, una dirección meramente funcional
no es suficiente. El piloto de The
Leftovers no me ha entusiasmado, pero la seguiré viendo porque creo que
tiene elementos interesantes, pero al final, la clave estará en si Lindelof es
capaz de dotar a los personajes de complejidad o no. Ahí es dónde se juega el
partido.
El bueno: Halt and catch fire
![]() |
Cómo componer un plano |
Siendo justos, hay que precisar
que el nuevo drama de AMC juega con ventaja frente a sus rivales porque ya ha
emitido 5 capítulos, y por lo tanto tenemos una radiografía de la serie mucho
más nítida. Habiendo apuntado ese dato, me atrevo a decir que Halt and catch fire es lo mejor que ha
estrenado AMC desde Rubicon. De hecho
tiene un tono, entre misterioso y parsimonioso, muy similar a la gran serie de
espías (analistas, en realidad) que AMC canceló cuando creía que se iba a comer
el mundo. Ahora, con el gigantesco éxito en audiencias que es The Walking Dead, y con sus dos grandes
dramas, Breaking Bad y Mad Men, de retirada, quizás esta serie
de informáticos ante la incertidumbre corra mejor suerte que Rubicon, y más teniendo en cuenta que Hell on wheels o Turn han sido renovadas por muy desapercibidas que pasen. Esta
ficción está centrada en una empresa pequeña de informática texana que se mete
de lleno en la carrera por desarrollar los PC, enfrentándose contra el gigante
IBM. Pero más que esta premisa, lo relevante es, al contrario que en las dos
series de las que hablé antes, sus personajes. Sobre todo sus mujeres, más que
sus hombres. Tanto la joven Cameron (Mackenzie
Davis tiene un magnetismo brutal), una especie de genio caótica, como Donna
(Kerry Bishé se come la pantalla
cada vez que aparece en un plano), una mujer abocada a vivir a la sombre de su
marido, son dos personajes femeninos monumentales. Llenos de matices, sólidos,
complejos. Ellas son el corazón de la serie, frente a ellos, que aunque son muy
interesantes son tan narcisistas que es difícil cogerles cariño. Esos hombres
son Joe (Lee Pace es un tipo raro y
este papel le va como anillo al dedo), un sociópata obsesionado con triunfar,
camelador profesional y profundamente torturado que lleva la parte comercial de
la aventura informática, y Gordon (Scoot
McNairy), el marido de Donna, y el jefe del tinglado informático, un hombre
frustrado y obsesivo, que vive enfadado con el mundo por no haber logrado el
éxito que cree merecerse (ojo, muy Walter White, pero sin cáncer y cambiando la
metanfetamina por el hardware).
Y más allá de mostrarnos a un
grupo de personajes interesantes danzando con varios conflictos a la vez, Halt and catch fire acierta en tono,
ritmo (¡viva la slow-tv!), recreación
de una época (¡la música!) y dirección. Frente a los casos anteriores, AMC
contrató a un gran director, Juan José
Campanella, para dirigir los dos primeros capítulos y establecer las constantes
de puesta en escena de la serie, el resultado es una serie magnética, atractiva
y que funciona como un reloj, sobre todo cuando empuja a sus personajes hacia
territorios incómodos. Cuando me siento a verla me emboba como me emboba Mad Men, como si el cuerpo se me
durmiera y mi cabeza se sumergiera en el ritmo de la serie, como si
sincronizara con ella. Cuando se ponen técnicos (y lo hacen mucho) no me entero
de nada, pero da igual, porque aquí sí, aquí lo importante son los personajes y
su camino de empoderamiento en la industria informática.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.