martes, 13 de mayo de 2014

Caballero sin espada

GAME OF THRONES


Game of Thrones ha entrado de lleno en la segunda parte de su cuarta temporada escalando su segunda cima del curso, si la primera fue la Boda Púrpura (3x02), la segunda ha sido el juicio a Tyrion Lannister que hemos podido ver en este The Laws of Gods and Men (3x06). Que el personaje que interpreta Peter Dinklage haya estado en el centro de ambos acontecimientos no es casualidad, para mí es el corazón y el personaje más interesante de la serie, el más matizado, el que está construido con más verdad, el que es más palpable. Ese hombre sabio que ha sido infravalorado toda su vida. Esa alma condenada a la pena.

A partir de aquí spoilers del 3x06 


La representación que hace Game of Thrones del juicio a Tyrion bebe de ese arquetipo que es el del inocente condenado de antemano. Y eso le permite construir el capítulo desde la rabia y la impotencia. Este Tyrion Lannister traicionado hasta por la mujer a la que ama es un trasunto (bastante imposible) del James Stewart de Caballero sin espada (Mr. Smith Goes to Washington, Capra, 1939), llegó para mejorar King’s Landing, y la capital (y sus juegos de poder) han terminando devorándolo, como a todo lo que la habita. Ese hombre honesto frente a la adversidad también recuerda al Gary Cooper de Solo ante el peligro (High Noon, Zinnemann, 1952). Tras salvar a la ciudad en la batalla de Aguasnegras  (2x09) ve como ésta le da la espalda, dejándolo a merced de los depredadores. Y por supuesto, cuando hace su rabioso alegato final, es imposible no compararlo al Gregory Peck de Matar a un ruiseñor (To Kill a Mockingbird, Mulligan, 1962), intentando hacer justicia en un mundo que le ha dado la espalda a la misma. Como le decía Tommy Lee Jones a Harrison Ford cuando lo perseguía en El Fugitivo (The Fugitive, Davis, 1993) “no me importa si lo has hecho o no”. Game of Thrones, y los conflictos internos del clan Lannister, han llegado a tal punto en que no importa si Tyrion asesinó a Joffrey. A Cersei la ciega la ira, la impotencia de ver morir a su hijo (/monstruo) entre sus brazos. El juicio no es más que una pantomima, la representación teatral del odio. Los Lannister han entrado en una espiral cainita que precipita al clan hacia la autodestrucción. Como le dice Jaimie al patriarca Tywin o Davos a los banqueros de Braavos ¿qué pasará tras la muerte de Tywin? ¿Qué será de los Lannister?

Con la muerte de García Márquez aún muy reciente, es sorprendente ver como a cada paso que damos en el camino, los Lannister se parecen más y más a los Buendía. Condenados a cien años de soledad. A derrumbarse de dentro hacia fuera. Y lejos de luchar contra su destino, al final, se resignan a él. Tras ser traicionado por Shae, Tyrion decide que no quiere seguir peleando. ¿Para qué sirve pelear, si desde que ha nacido es culpable? Culpable de ser un enano. Y volvemos a Matar a un ruiseñor, allí el acusado era culpable de ser negro. O podemos mirar hacia La herencia del viento (Inherit the Wind, Kramer, 1960), dónde el acusado era culpable de creer en la ciencia, en la evolución de las especies. El alegato final, pronunciado con la vehemencia del Maximilian Schell de ¿Vencedores o vencidos? (Judgment at Nuremberg, Kramer, 1961) y la rabia al borde del desgarro de la Emma Thompson de En el nombre del padre (In the name of the father, Sheridan, 1993), es la aceptación de la derrota tras toda una vida peleando contra las circunstancias. Si funciona también este capítulo es porque quema. Mucho. Es de esos que hacen daño. Además de estar muy bien escrito, está muy bien interpretado. Las palabras que dice Tyrion están en el guion, los matices en el rostro y la voz no. Esos nacen de las entrañas de Peter Dinklage. Analizar la evolución de su cara a lo largo del juicio es ver a un actor de una sutileza y una profundidad apabullantes. La cara de la derrota. De la rabia. De la pérdida de toda esperanza en la humanidad. Y cuando uno ya no cree en los seres humanos, sólo le queda encomendarse a los dioses. El destino de Tyrion Lannister está en manos de ellos ahora. De ellos, y de dos caballeros, estos sí, con espadas, que se batirán en duelo para decidir si vive… o muere.

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