MUCHOS HIJOS, UN MONO Y UN CASTILLO de Gustavo Salmerón
THE DISASTER ARTIST de James Franco
Tommy Wiseau quería hacer una película, una película de Hollywood de verdad, para ser exactos. Julita Salmerón quería un castillo (porque los hijos y el mono ya los tenía). Ambos tenían un sueño irrisorio a ojos de la mayoría de las personas. Sin embargo, y en contra de todos los consejos y del(o que entendemos por) sentido común, ambos lo llevaron a cabo. Espero que el lector de este artículo no considere esta afirmación un spoiler. Pues ni The Disaster Artist, ni Muchos hijos, un mono y un castillo se sustentan sobre el enigma de la llegada (o no) del héroe (o no) a la meta. Partiendo por lo tanto de premisas extrañamente similares, las obras de James Franco y Gustavo Salmerón, apuestan por tramas bien distintas. Mientras Franco relata el cómo Wiseau llevó a cabo su sueño, Salmerón analiza las consecuencias de la consecución. Encontrándose los dos films en el por qué de las decisiones tomadas por sus protagonistas. Así, The Disaster Artist es una obra militantemente hedonista, tan irónica como naif, tan meta como inocente. El espectador nunca sabe hasta qué punto James Franco admira a Tommy Wiseau o se ríe de él. Posiblemente ni Franco lo sepa. En cambio, Muchos hijos, un mono y un castillo, es una obra netamente reflexiva. Aborda, desde el humor, el pasado (la guerra civil, el franquismo...) y su influencia en el presente (¿las cosas que hemos poseído a lo largo de nuestra vida forman parte de nosotros mismos? ¿nos hemos apoderado de ellas hasta ese punto?), pero también la importancia de la familia, la vejez, la muerte y hasta la crisis económica. Que una sola película sea capaz de enlazar la guerra y la crisis del 2008 es casi un milagro artístico y discursivo.
Mientras The Disaster Artist se proyecta hacia el futuro: persigue tus sueños, una idea-fuerza que ha marcado para siempre a la generación millenial o Y. Muchos hijos lo hace hacia el presente y hacia el pasado: vive siendo consciente de quién eres, de dónde vienes y a quién (y qué) tienes. Esto provoca que la película de los Salmerón (está claro que es una obra familiar) tenga alcance universal, no tanto en el espacio (es una obra muy española y mucho española), como en el tiempo, porque es, sin duda, un film transgeneracional. A través del discurso, a ratos delirante, a ratos brutalmente lúcido, de Julita Salmerón, Muchos hijos deconstruye a la señora bien española, explica los últimos 100 años de nuestro país y entrelaza la generación de la guerra con la generación X. España es así, caótica, peculiar, apasionante, morriñenta de un país que nunca existió y familiar. Somos personas brutalmente familiares, aún a día de hoy. La institución sobre la que se sustenta toda la sociedad. En cambio The Disaster Artist habla de la familia que eliges (ese concepto): tus amigos. Reivindica así que ante las adversidades la amistad es un refugio impenetrable. Greg Sestero no duda, ni por un segundo, en abandonar a su madre en San Francisco y lanzarse a la aventura con su nuevo mejor amigo, Tommy Wiseau. En The Disaster Artist no existe el pasado, de hecho nada sabemos del de Wiseau, ni de dónde ha sacado todo el dinero que malgasta en The Room, ni de dónde viene, ni cuantos años tiene. En la película de Franco sólo existe un potencial futuro en el que puedes alcanzar tus sueños y enmendar un presente en el que no lo haces. Puro discurso para millenials. Y sí, funciona, es una dosis lisérgica de esperanza.
En última instancia, ambas obras son dos manifiestos sobre la pulsión irrefrenable de hacer cine. En una extraña, pero bien hilada, reflexión meta-cinematográfica circular (puesto que comienza a esbozarla al inicio del film y la continúa al final del mismo), Julita Serrano le explica a su hijo Gustavo, a la postre director de la obra, lo que a los espectadores realmente les interesa. Ellos (Nosotros) no quieren saber las historias de una vieja loca, que un día se vuelve millonaria y unos años después acaba siendo desahuciada de su castillo. Lo que desean es una película bien hecha, con un buen guion, una buena dirección y una buena fotografía. Lo que Tommy Wiseau, el personaje y el cineasta, definiría como "una película como se hace en Hollywood". Es decir, una película con dinero. Sin embargo, el éxito imposible de The Room y los esforzados éxitos de The Disaster Artist y Muchos hijos, demuestran lo contrario. El público quiere una buena historia. Las de dos personajes tan fascinantes (y fascinados) como Wiseau y Salmerón lo son. Las películas de Franco y Salmerón son dos relatos apasionantes sobre los sueños, sobre la obligatoriedad emocional de seguirlos y sobre el cine, sobre el arte de hacer cine.
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