Otro año más (y van cuatro) intento homenajear humildemente a algunas de las películas y trabajos más interesantes del año que no han sido nominados a los Oscar. La únicas dos normas son que las películas fueran elegibles en los premios de la Academia, este año lo eran la friolera de 341 films; y que los trabajos en cuestión no hayan sido descalificados por los gremios, como es el caso de la (sensacional) fotografía de Phantom Thread. Así, habrá en mis listas películas de 2016, como Grave o The Lost City of Z, pero no de 2017 como Estiu 1993.
MONTAJE
5. William Goldenberg y Harry Yoon por Detroit
Detroit será recordada más que por su visión del conflicto
racial, por su excelente acto central: el asalto salvaje de la policía de la
ciudad a un hotel. Esas secuencias, frenéticas, tensas hasta cortar la
respiración, agobiantes y durísimas, suponen un prodigio tanto a nivel visual
como narrativo. Las grandes labores de dirección de Kathryn Bigelow y
fotografía de Barry Ackroyd se ven elevadas por un trabajo de montaje fabuloso.
4. Maxime Pozzi-Garcia y Agnès Varda por Visages Villages
No se suele reconocer a las película documentales en
categorías técnicas. A pesar de que la labor de montaje en las mismas suele ser
ingente, dada la enorme cantidad de material con la que los montadores tienen
que trabajar. La directora de cine Agnès Varda y el artista visual JR, recorrieron
Francia llevando a cabo intervenciones artísticas en lugares especiales (o no)
y con personas especiales (o no). Visages Villages es un road trip que resume
esa maravillosa experiencia. El montaje consigue construir un relato unitario
que va conduciendo al espectador a través del país y sus gentes, pero también a
través de la relación entre Varda y JR y de los recuerdos y sentimientos de la
primera.
3. Andrew Weisblum por mother!
Poner orden en ese volcánico caos que es mother! tiene un
mérito descomunal. La película de Darren Aronofsky es una orgía narrativa dónde
el espectador se ve acuciado por cientos de detalles que se van acumulando en
secuencias cada vez más agobiantes. Weisblum consigue que la película, a pesar
de su tono anárquico, fluya y sea entendible y procesable
para los ojos de quien la contempla… y la sufre.
2. Walter Fasano por Call Me By Your Name
Una de los elementos que hace hipnótica a Call Me By Your
Name es la cadencia de la película. Ese ritmo aletargado de tarde cálida de
verano. Todo en la película se mueve como si estuviéramos inmersos en un sueño.
El trabajo de Luca Guadagnino en la puesta en escena y de Walter Fasano en el
montaje logran ese efecto casi mágico, dotando al film de un aura casi mágica.
¡Qué sutil, qué calculado, qué maravilla!
1. Dylan Tichenor por Phantom Thread
Phantom Thread es una telaraña, que comienza acariciándote
para rápidamente comenzar a envolverte sin escapatoria posible. La transición
entre secuencias no podría estar mejor ideada. Toda la película es una gran
trampa. Paul Thomas Anderson y Dylan Tichenor han escogido sabiamente qué
querían mostrar y qué querían ocultar de la relación entre los protagonistas,
imprimiendo un ritmo y un tono incómodos a una película definitivamente
exigente y retorcida.
FOTOGRAFÍA
5. Elisha Christian por Columbus
Hay algo en el aspecto visual de Columbus que la hace
artificial y realista al mismo tiempo. Los tonos cálidos parecen diluir la
realidad, sin embargo los espacios que habitan los protagonistas son netamente
urbanos y uno casi puede sentir que está ahí, recorriendo la ciudad a su lado. Todo en Columbus se siente suave como una caricia, incluida su preciosa fotografía.
4. Alexis Zabé por The Florida Project
Sean Baker y Alexis Zabé realizan una panorámica chillona y
brillante de las decadentes y delirantes postrimerías de la fábrica capitalista
de los sueños, Disney World. Los moteles de carretera, las circunvalaciones,
los descampados, las tierras baldías, los hoteles cutres y los negocios de
tamaños desorbitados pueblan la película, dándole un aspecto visual a medio
camino entre el sueño lisérgico y la pesadilla mrwonderfuliana. El uso de los
colores (el azul, el rosa…) es fascinante.
3. Andrew Droz Palermo por A Ghost Story
A Ghost Story comienza teniendo una tonalidad crepuscular,
como de atardecer perpetuo, para ir mutando visualmente en función de la época
en la que se asienta el relato en cada momento. Es un trabajo tan sutil como
impactante. Sin duda lo que hace Droz Palermo es arte. A través del uso de la luz consigue conmover y llenar los espacios vacíos provocados por la ausencia de palabras entre una pareja que ya no puede comunicarse.
2. Sayombhu Mukdeeprom por Call Me By Your Name
Mukdeeprom logra en Call Me By Your Name algo tan especial
como pintar los colores del verano. Pero su trabajo va más allá, porque también
logra que el espectador huela el verano y lo sienta en su piel. Esa capacidad
de transportarnos a un verano rural mediterráneo es fascinante. La historia de
amor entre Elio y Oliver no sería la misma sin el empaque visual y sensitivo
que construye Mukdeeprom.
1. Darius Khondji por The Lost City of Z
Resulta incomprensible, por muy desapercibida que haya
pasado la última película de James Gray, que el inconmensurable trabajo de
Darius Khondji no haya sido tenido en cuenta por sus compañeros de gremio. The
Lost City of Z tiene una de las fotografías más memorables, complejas y
valientes de la última década. Un prodigio de naturalismo para retratar el viaje
a ninguna parte a través de la inmensidad selvática de un grupo de
exploradores. Tiene la magia propia de las obras que intentan expandir los
límites del arte.
DIRECCIÓN
5. Julia Ducournau por Grave
La cineasta Julia Ducournau preña su primer largometraje de
imágenes concebidas para clavarse en la mente del espectador y empujarlo, a la
vez, hacia el horror y la fascinación. La historia de una adolescente
vegetariana que come, presión de grupo mediante, carne cruda y emprende un
viaje hacia el canibalismo, podría haber descarrilado, sin embargo, Ducournau
consigue que el drama psicológico prime sobre el terror gore, componiendo un
coming of age desbordante de ideas y mala hostia. Un clásico instantáneo. Un hito.
4. Robin Campillo por 120 battements par minute
En 120 battements par minute conviven dos películas, un
drama político-social y uno intimista, que mediante la puesta en escena de
Campillo se complementan y alternan. La vertiente abiertamente política, y por
lo tanto pública, de la obra, está rodada desde el realismo, con una puesta en
escena que va al grano: las caras, las palabras, las acciones. Mientras que en
la vertiente íntima y privada, el cineasta se recrea en los cuerpos, para
explorar lo que hay debajo de la piel, componiendo secuencias que rozan el
videoarte. El director demuestra así su versatilidad como narrador y como
constructor de imágenes.
3. Denis Villeneuve por Blade Runner 2049
Pero para constructor de imágenes llamadas a ser icónicas,
el quebequés Denis Villeneuve, el gran cineasta que la sci-fi del siglo XXI
estaba esperando. Villeneuve ha recogido la imponente y mitificada imaginería
visual de Blade Runner, y la ha actualizado y expandido en su Blade Runner
2049. Alguna de las secuencias que compone son simplemente hipnóticas. Un
orgasmo visual. Pero lejos de ser meros fuegos de artificio, las imágenes que
han construido Villeneuve y el director de fotografía Roger Deakins, sirven
para sumergirnos en un mundo distópico peligroso, gélido y tecnodictatorial
donde las grandes urbes se construyen y se derrumban y no hay cabida para los
sentimientos.
2. Martin McDonagh por Three Billboards Outside Ebbing, Missouri
Su ausencia en el quinteto de nominados al Oscar fue una de
las grandes sorpresas de las nominaciones. Resulta difícil justificar que un
trabajo de puesta en escena y dirección de actores como el que lleva a cabo
McDonagh haya sido ninguneado por sus compañeros. Sin embargo, así ha sido. El
cineasta británico ha conseguido en Three Billboards Outside Ebbing, Missouri,
escribir y dirigir una gran historia americana, sin renunciar a su retorcido
humor netamente inglés, modulando el manejo de la violencia y el peso de las
palabras. Si Three Billboards Outside Ebbing, Missouri es un prodigio narrativo
no es sólo por un guion brillante y un reparto en estado de gracia, la puesta
en escena de McDonagh le imprime el ritmo adecuado a una historia gobernada por
la ira y el dolor.
1. Luca Guadagnino por Call Me By Your Name
La puesta en escena de Call Me By Your Name es una de las
más milimetradas del año y si no que se lo pregunten a los melocotones.
Guadagnino dejó poco lugar a la improvisación, construyendo una película en la
que todos y cada uno de sus elementos están usados para generar un sentimiento
o una idea en el espectador. Lo han acusado por ello de querer imponerse a su
relato y de convertir al mismo en algo artificioso. Sin embargo creo que es la
demostración plausible de que es un cineasta con una mirada única y una visión
tan personal que es imposible de ser contenida. Si Call Me By Your Name no
estuviera dirigida de esta forma, entre la contemplación y la recreación en los
cuerpos, en los espacios, en los sentimientos, en los deseos… no sería tan
especial como es. Guadagnino eleva, con su visión, un guion ya de por sí fantástico.
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