ORANGE IS THE NEW BLACK - Segunda temporada
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La estrella y la prota |
Con la aplastante victoria de la Oranje sobre la selección española en el
Mundial de Fútbol de Brasil aún retumbando en medios de información, redes
sociales y conversaciones entre amigos,
me pongo a escribir sobre Orange is the new black, la escuadra
invencible capitaneada por Jenji Kohan
representando a Netflix en la
temporada de verano. Lejos queda ya la emoción desbordante que levantó el año
pasado, tanto por ser realmente buena (y adictiva) como por ser inesperada. Había
muchas expectativas para con la adaptación USA de House of Cards y el comeback de Arrested
Development, pero poca gente
esperaba el regreso de Kohan a la televisión tras el final de Weeds con verdaderas ganas. Yo, que
quise a Weeds con todo mi corazón,
tenía fe, pero sinceramente, no creí que la serie fuera a tener el nivel que en
efecto tiene, sobre todo que fuera a ser una ficción tan sólida, tan bien
hilada. Si Weeds funcionaba por
golpes de efecto, OITNB lo hace de
una forma más natural, orgánica, sí, hay obviamente giros y sorpresas,
explosiones en las tramas, pero la serie no las necesita para avanzar, el
simple placer de observar a estas reclusas en su día a día (y en sus respectivos días pasados) hace que el
visionado merezca la pena.
Gran parte de las críticas que le
hicieron en su primer año a la serie iban dirigidas a su protagonista, Piper
Chapman (Taylor Schilling hace un
gran trabajo). Ello se debió a que en lugar de ofrecer al espectador un
personaje central agradable, cercano, positivo, Kohan dibujó a una protagonista
con más oscuros que claros, una protagonista agridulce, egoísta, destructiva.
Vamos, una continuación lógica de la Nancy Botwin de Weeds. Se ha debatido mucho sobre machismo ante las críticas que
han recibido personajes femeninos (y sus actrices) como Skyler White o Cersei
Lannister. Y las críticas a la Piper de OITNB
apuntan, en parte, en la misma dirección. Cuanto más imperfectos son los
personajes masculinos centrales más nos gustan, pero en cambio no le perdonamos
a los femeninos sus errores y maldades. Da igual que Walter White fuera un
Anakin Skywalker sumergido en el lado más oscuro de la fuerza, los odios de los
espectadores se centraban en su mujer. Justamente lo que se le criticaba al
personaje, su egocentrismo sin límites es lo que la hacía interesante, lo que
le daba profundidad. Por suerte Jenji Kohan también lo entendió así y Piper
sigue siendo una persona muy egoísta. Lo cual la serie usa a su favor para
crear situaciones cómicas, ya que todos los personajes se lo escupen a la cara,
y ella misma es consciente de ello.
Sin embargo es posible que este
año escuchemos menos críticas que apunten hacia Piper como el eslabón débil de
la serie porque la misma ha mutado su estructura hacia una ficción mucho más
coral que en el primer año. Salvo el primer episodio, totalmente suyo, Piper ha
pasado a convertirse casi un personaje más. De hecho la gran trama arco de la
temporada ha sido la de la lucha de poder en la cárcel y Piper ha sido
totalmente ajena a la misma. De hecho ha sido el personaje que más desconectado
ha estado con respecto al resto. Salvo por su amistad con Red (si un Emmy ha de
ganar OITNB es el de secundaria para Kate Mulgrew, soberbia) y Nichols (necesito
más Natasha Lyonne para el año que viene Jenji), Piper ha sido más un personaje
orientado hacia el exterior que hacia el interior. Con una situación de
estabilidad dentro de prisión, sus tramas han girado en torno a sus relaciones
personales más allá de los muros de la cárcel, con Larry (Jason Biggs), con su
amiga, con su familia y sí, con Alex. Cuando se anunció que Laura Prepon no sería actriz regular
este año, todos nos echamos las manos a la cabeza, la relación de amor-odio
entre ambas fue el motor principal de la serie en su primer año. Sin embargo su
ausencia no ha perjudicado a la serie, porque ha estado bien integrada en las
tramas, porque a pesar de todo ha aparecido bastante y porque abre pasa a una
trama muy interesante de cara al próximo año.
Dejando de lado a la
protagonista, es hora de hablar de la gran trama de la temporada, la lucha de
poder entre Red y Vee (Lorraine Toussaint). ¿Y quién coño es Vee? La mala.
Muchos dramas del cable tienen una estructura que se articula en torno a “el
malo de la temporada” por ejemplo, Justified
o True Blood, o en sus dos últimas
temporadas Boardwalk Empire. Es una
estructura bastante clásica, tomada de la literatura, en la que los
protagonistas tienen que enfrentarse a un personaje malvado que ha irrumpido en
su mundo poniéndolo todo patas arriba. El éxito de la fórmula radica en si ese
malo está bien desarrollado y si sirve para que los protagonistas evolucionen
narrativamente hablando. En el caso de OITNB podemos marcar un doble check, pero con peros. Vee, una especie
de madre-jefa de Taystee (Danielle Brooks) es un gran personaje, ególatra y
pérfido, una líder carismática muy manipuladora y también mentalmente muy
inestable. El “pero” sería que quizás es demasiado mala. Y eso choca con una
serie que trata con dulzura a esta panda de criminales. Mientras el resto de
presas cometieron sus respectivos delitos por una razón más o menos entendible,
incluso justificable en el campo moral, Vee no, Vee es un personaje tan enfermo
de poder que le da igual hacer daño a sus seres más queridos.
En cuanto a cómo ha afectado a
los demás personajes la irrupción de Vee en la cárcel, el saldo ha sido muy positivo.
Hemos visto a una Red contra las cuerdas muy divertida y muy interesante. Más
sabia y reflexiva, más mayor también, más cansada. En cuanto a las negras, Vee
arrinconó a Poussey (Samira Wiley, fantástica), situándola de esta forma como el corazón,
como el centro emocional de la temporada, y embaucó a las demás llevándolas a
un territorio muy turbio, incluso desagradable. Pudimos ver así a una Taystee
muy agria, lejos de su optimismo y felicidad habituales. En cierta forma la
relación Poussey-Taystee cubrió el vacío que dejó el conflicto entre Piper y
Alex. La consecuencia ha sido que las negras no han sido el alivio cómico que
fueron el primer año, sino uno de los elementos más dramáticos de la temporada,
lo cual ha ayudado a que Crazy Eyes (Uzo
Aduba) se haya lucido aún más este año. En cuanto a las blancas, el conflicto
entre Red y Vee por controlar el mercado negro en la prisión ha servido para
que estas se reagruparan en torno a su líder, después de darle la espalda al
final de la primera entrega. El tránsito de Red por el desierto (y el inicio de
su camino hacia la vejez) ha sido una de las tramas más interesantes y ha
venido a corroborar que es claramente mi personaje favorito de la serie. Nichols
y Boo (Lea DeLaria) han sido quizás el motor cómico este año, sobre todo con su
competición por ver cuál de las dos follaba más. Morello (Yael Stone) ha ganado
en densidad dramática gracias a sus flashback y su “huida”, si antes era
entrañable ahora es entrañable y perturbadora. Miss Rosa (Barbara Rosenblat),
luchando cara a cara contra su cáncer ha sido otra de las tramas más duras, más
emotivas y mejor construidas del curso.
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#GaliciaIsTheNewBlack |
Esa contraposición entre negras y
blancas ha hecho, por el contrario, que las latinas hayan quedado en un
discretísimo segundo plano. Quizás, de cara al año que viene, esta sea una de
las principales tareas que deba acometer Kohan, convertir a las latinas en
personajes tan interesantes como las negras y las blancas. Puesto que más allá
de su líder, la commander in chief Gloria
Mendoza (Selenis Leyva pide a gritos más protagonismo), las demás carecen de la
complejidad del resto del reparto principal. Por lo demás, los flashbacks han
vuelto a funcionar como un reloj, la
trama exterior de Larry sigue siendo lo menos interesante de la serie (aunque
no creo que haya que eliminarla) y los trabajadores de la prisión han resultado
también más interesantes. Así que el balance general es muy positivo, no me
atrevería a decir que ha sido mejor esta temporada que la anterior, más bien
hablaría de que la serie ha sabido consolidarse y ha demostrado que no es flor
de un día, que perfectamente puede prolongarse durante mucho tiempo. Quizás OITNB no sea una comedia, pero desde
luego es un happy place.
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