HOMELAND
Mon Dieu! |
El espionaje en la Guerra Fría era un juego táctico, una
danza de poder, un intercambio de acciones y estrategias. Había una cierta
belleza en las traiciones, asesinatos, encarcelaciones y demás actos
deleznables. También unas reglas. Más o menos todos los actores en conflicto
actuaban con las mismas tácticas. Eso cambió tras la caída del Muro. O más bien
tras el derrumbamiento de las Torres Gemelas. El espionaje de hoy en día es un
territorio al borde del colapso, que va detrás de la realidad, inadaptado a los
nuevos tiempos, estructuralmente anclado aún en 1989. Quizás este sea el mayor
problema de las políticas exteriores y de seguridad de los países occidentales.
La CIA no vio venir el 11-S, el MI6 británico no detectó los riesgos a los que
estaba sometido el Reino Unido, principal aliado de la política bélica
estadounidense en Oriente Medio, y el CNI… ¿existe el CNI? Ha visto reducido su
escaso poder hasta pasar en el último cambio de Gobierno a depender de
Vicipresidencia y Ministerio de Presidencia, una situación estructuralmente
surrealista.
En este reino del caos en el que se encuentra el espionaje
occidental, incapaz de pasar de la guerra entre servicios secretos a la defensa
frente al terrorismo, es dónde han surgido Guantánamo, las torturas y la pérdida
de peso y prestigio de las agencias de inteligencia. Y esto es lo que muestran
esa joya que AMC no supo tratar como debería llamada Rubicon, la mejor película
del 2012, Zero Dark Thirty de Kathryn Bigelow y sí, la antaño amada y hoy
vilipendiada Homeland.
Red lights! puede haber algún espoiler de Homeland hasta el 3x09
La serie de Gordon y Gansa es, para muchos, una serie a la
deriva, desfigurada tras saltar el tiburón con la explosión de The Choice
(2x13), que insiste en encadenarse a dos protagonistas tocados, en el caso de
Brody tocado y hundido. Pero ¿Homeland es una serie recuperable? Sí, tras la
debacle venezolana (3x03) la serie ha elevado el nivel. El rumbo está claro, el
bote de salvación en el que debe embarcarse se llama Central Intelligence
Agency. Si la season final de la segunda temporada dejó a Brody y Carrie
sumidos en situaciones imposibles, abrió la puerta a un juego muy interesante
al presentarnos una CIA al borde de la desaparición, literalmente destrozada
(frente al estado de debilidad en el que se encuentra en la vida real desde el
11-S y el auge de la tan mentada en los últimos tiempos NSA, National Security Agency),
acorralada por una visión, en cierta forma criminal, de lo que debe de ser, una
máquina de exterminar enemigos, un ejército invisible. Esta es la visión del
senador (y futuro director de la CIA) Andrew Lockhart, el gran malo de esta temporada y némesis ideológica de
Saul. De la inteligencia como núcleo, a la acción como única arma. Si no
sabemos jugar en el nuevo tablero lo mejor que podemos hacer es dinamitarlo.
Así, mientras Lockhart apuesta por aplastar a los enemigos de USA, Saul quiere jugar con ellos, devolver a la primera plana el juego de espías de la Guerra Fría que tan bien ha retratado John Le Carré, y sus múltiples adaptaciones cinematográficas, de The spy who came in from cold (Ritt, 1965) a Tinker, Tailor, Soldier, Spy (Alfredson, 2011). Precisamente la jugada que devolvió a Homeland, el teatrillo psiquiátrico de Carrie y Saul, está claramente inspirado (por no decir plagiado, homenajeado si se le pregunta a los responsables) en la trama de The spy who... En la obra de Le Carré un espía británico (interpretado en su adaptación cinematrográfica por Richard Burton) simulaba que caía en desgracia e ingresaba en prisión para hacer creer a la RDA que estaba en venta, en el muy criticable (y de hecho criticado) arranque de esta temporada de Homeland, Carrie provocaba su ingreso en un psiquiátrico y su caída pública en desgracia para que el enemigo Irán se le acercara. Si bien la trama de Homeland con la introducción de Brody en el plan tras el 3x09 se ha complicado mucho más, retorcido, forzado la confianza de un espectador que puede empezar a no creerse nada de lo que pasa en la serie. Más allá de la credibilidad del relato, es interesante reflexionar sobre la propuesta ideológica (y operativa) que subyace tras los giros imposibles de guion. Lo que Saul y Carrie proponen es que la inteligencia del siglo XXI debe ser en esencia muy similar a la inteligencia de la Guerra Fría, mientras que Lockhart apuesta por profundizar en ese viaje impredecible en el que se embarcó USA desde la invasión de Afganistán.
¿Nuevos planes, idénticas estrategias que diría Nacho Vegas? Lo veremos, tanto en la vida real como en la ficción. Solo por este debate tan interesante la temporada de Homeland ha merecido la pena. No, ya no es esa gran serie que era capaz de mirar a los ojos a Mad Men, Breaking Bad, The Good Wife o Game of Thrones. Homeland ya no juega por el título, pero sigue siendo una serie de primera división.
Así, mientras Lockhart apuesta por aplastar a los enemigos de USA, Saul quiere jugar con ellos, devolver a la primera plana el juego de espías de la Guerra Fría que tan bien ha retratado John Le Carré, y sus múltiples adaptaciones cinematográficas, de The spy who came in from cold (Ritt, 1965) a Tinker, Tailor, Soldier, Spy (Alfredson, 2011). Precisamente la jugada que devolvió a Homeland, el teatrillo psiquiátrico de Carrie y Saul, está claramente inspirado (por no decir plagiado, homenajeado si se le pregunta a los responsables) en la trama de The spy who... En la obra de Le Carré un espía británico (interpretado en su adaptación cinematrográfica por Richard Burton) simulaba que caía en desgracia e ingresaba en prisión para hacer creer a la RDA que estaba en venta, en el muy criticable (y de hecho criticado) arranque de esta temporada de Homeland, Carrie provocaba su ingreso en un psiquiátrico y su caída pública en desgracia para que el enemigo Irán se le acercara. Si bien la trama de Homeland con la introducción de Brody en el plan tras el 3x09 se ha complicado mucho más, retorcido, forzado la confianza de un espectador que puede empezar a no creerse nada de lo que pasa en la serie. Más allá de la credibilidad del relato, es interesante reflexionar sobre la propuesta ideológica (y operativa) que subyace tras los giros imposibles de guion. Lo que Saul y Carrie proponen es que la inteligencia del siglo XXI debe ser en esencia muy similar a la inteligencia de la Guerra Fría, mientras que Lockhart apuesta por profundizar en ese viaje impredecible en el que se embarcó USA desde la invasión de Afganistán.
¿Nuevos planes, idénticas estrategias que diría Nacho Vegas? Lo veremos, tanto en la vida real como en la ficción. Solo por este debate tan interesante la temporada de Homeland ha merecido la pena. No, ya no es esa gran serie que era capaz de mirar a los ojos a Mad Men, Breaking Bad, The Good Wife o Game of Thrones. Homeland ya no juega por el título, pero sigue siendo una serie de primera división.
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