sábado, 31 de enero de 2015

No es país para tanta oscuridad

LOS OSCAR 2014 / 2


El hombre perdido en la propia niebla que genera

Si en el anterior post sobre los Oscar de este año, hablé sobre la representación de las minorías, hoy vengo a pronosticar que cuando echemos la vista atrás, recordaremos 2014 como un gran año para los dramas americanos que cuestionan al dichoso sueño americano. Y esta enorme cosecha no está justamente representada en los Oscar. Nightcrawler, Gone Girl y A most violent year suman entre las tres, 2 nominaciones (Pike y el guion de Gilroy). Foxcatcher ha logrado 5 nominaciones, incluidas director, actor, secundario y guion, pero se ha quedado fuera de mejor película. Sólo Whiplash, el sueño americano convertido (literalmente) en sangre, sudor y lágrimas, he llegado a la categoría reina, aunque su director, el nuevo niño talento que ha surgido en el cine USA, Damien Chazelle, no ha logrado la nominación. Frente a ellas, la Academia ha nominado hasta 4 (es decir, la mitad) films que observan el pasado con benevolencia: American Sniper (la Guerra de Irak), The Imitation Game (la II GM y la posguerra), The Theory of Everything (la segunda mitad del S. XX) y The Grand Budapest Hotel (la Europa pre - I GM). Completan el Big 8, Birdman, una mirada incisiva sobre el mundo del espectáculo en particular, y nuestras sociedades en general; Selma, un buen estudio de caso sobre la lucha por los derechos civiles en los años 60 en Estados Unidos; y la favorita, Boyhood, que nos habla de la turbulenta década pasada en Estados Unidos, tanto en el plano cultural como en el sociopolítico, desde una perspectiva crítica pero optimista, luminosa.

Que la Academia haya decidido minusvalorar a los grandes thrillers americanos del año, y en cambio se haya volcado con películas cuquis, no debería sorprendernos. El año pasado fue un oasis en el desierto. Es verdad que en los últimos Oscar venció un drama muy crudo sobre la esclavitud y que entre las nominadas había filmes bastante duros, como The Wolf of Wall  Street, sobre los excesos del mundo financiero o Dallas Bayers Club sobre el SIDA, la homofobia, el Gobierno, y las farmacéuticas. Pero en la edición anterior, la complaciente Argo se impuso a películas bastante complejas o críticas, como Zero Dark Thirty o Django Unchained; y en la de 2011, la de The Artist y Hugo, la selección de films nominados no podía ser más blanca, más allá de The Tree of life, que aún así no era un thriller desesperanzador, ni mucho menos. Teniendo en cuenta esto, no deberíamos estar sorprendidos. Sin embargo, yo lo estoy. Por un lado, porque estas películas de la América sucia me han gustado mucho, han conseguido capturar mi atención, hacerme pensar. Y por otro lado, porque The Imitation Game me da mucha rabia, como ya había dicho anteriormente, The Theory of Everything me parece una película muy menor (lo cuqui-británico no me representa), y creo que American Sniper es una película fallida y maniquea, que evita meterse en todos los charcos y que ni siquiera trata la cuestión de los veteranos con hondura.

La frustración aumenta también porque esta cosecha de thrillers psicológicos (en mayor o menor medida todos lo son), me recuerda mucho al cine de los años 70. De hecho Nightcrawler y A most violent year huelen más a Scorsese que gran parte de las últimas películas que el maestro ha dirigido. A nadie se le escapa que quizás la década de los 70 fuera la más rica y viva del cine americano. Aquella década de la generación que cambió Hollywood, que diría Peter Biskind, compuesta por el propio Scorsese, Coppola, Cimino, Hooper, Bogdanovic, Friedkin, Spielberg o Lucas. En aquellos años, lograron el Oscar a la mejor película los dos primeros Godfather, The French Connection, The Deer Hunter (la comparación con American Sniper es terrible para el film de Eastwood) y One flew over the cuckoo’s nest. Y entre las nominadas estuvieron films como Network, Taxi Driver, All the President’s Men (las tres perdieron frente a Rocky, todo sea dicho), Apocalypse Now, Dog day afternoon, Norma Rae, Coming home, Nashville, Jaws, The Last Picture Show o All that jazz, por citar sólo algunas películas americanas nominadas en aquella época (ya no voy a incluir a Cries and Whispers o A Clockwork Orange). Esto no quiere decir que no hubiera en aquella época películas cuquis o menores nominadas, claro que las había, films como A touch of class (¿quién dijo cuqui-británico?). Pero los thrillers oscurísimos no se veían arrinconados. Las películas valientes, osadas, tenían tanta presencia como los filmes más clásicos, más tradicionales. Quizás esté cayendo, paradójicamente, en la misma estrategia que le critico a la mitad de películas nominadas este año: ser demasiado benevolente con el pasado, pero de verdad creo que es preocupante que la Academia corriera más riesgos en 1979 que en 2015.

Aquel terriblemente hermoso New York, New York

Dicho todo esto, quiero dejar claro que no niego el avance que ha hecho la Academia en los últimos tiempos. Es obvio que en la última década, las películas nominadas al Oscar han sido más oscuras, complejas, arriesgadas y relevantes que sus homónimas de décadas pasadas (los 80 y los 90). Que la mayoría aplastante de filmes academicistas de antaño ha dejado paso al cine independiente y al cine de autor. En los 80, No country for old men y The Departed no hubieran ganado el Oscar a la mejor película. Whiplash no hubiera logrado 5 nominaciones, incluida mejor película, y ni Boyhood ni Birdman serían las favoritas de cara a la victoria en 1997. Cuando critico las ausencias del resto de grandes thrillers americanos del año, no quiero decir que yo los hubiera nominado. Sí hubiera metido, sin duda, a Gone Girl y Foxcatcher (además de a Whiplash, claro) y quizás a la aséptica A most violent year, pero no creo que Nightcrawler sea una de las 10 mejores películas del año. Sin embargo, sí creo que es mejor y más interesante que las tres películas nominadas que critiqué brevísimamente antes. Y sobre todo, sin ser una gran película, sí que arroja una visión punzante sobre nuestro tiempo. Últimamente reflexiono mucho sobre esto último, lo valioso que resulta poder ver buenas películas que nos ayuden a explicar en qué punto de la historia nos encontramos, cómo son nuestras sociedades, hacia dónde nos dirigimos. Y creo que los Oscar también deberían servir para eso. Para que cuando en 2050 miremos a las nominadas de 2014, podamos ver nítidamente cómo éramos por aquel entonces, y lo jodidos que estábamos.

jueves, 22 de enero de 2015

Los Oscar, la industria y las minorías

LOS OSCAR 2014 / 1



Estados Unidos está viviendo en el último año un extraordinario e inquietante rebrote del racismo. Policías blancos asesinando a negros en circunstancias muy turbias. Grandes jurados con mayoría de blancos absolviéndolos. Voraces protestas callejeras. Hay en Estados Unidos, como en todo el mundo occidental, una desigualdad creciente que recorre el país de costa a costa, pero sobre todo en sus ciudades, cada vez más bipolares. Y allí, el país multirracial y de inmigrantes, la tierra del sueño americano, esta desigualdad torna en racismo. En este convulso contexto social (y político y económico), el ninguneo a Selma en las nominaciones de los Oscar (sólo mejor película y mejor canción) y el hecho de que los 20 intérpretes nominados en las categorías de interpretación sean blancos, han caído como bombas, provocando un gran ruido mediático. 

Hemos pasado de la posibilidad de ver a la primera mujer afroamericana nominada al Oscar a la mejor dirección (Ava DuVernay) a una cosecha muy pobre para esta minoría. Sin embargo, no es la única minoría que debería sentirse infrarrepresentada en estos Oscar. Más preocupante que la poca diversidad racial de los premios, es el hecho de que por primera vez desde 2005 ninguna de las películas nominadas en la categoría reina esté protagonizada por una mujer. Algunos sostendrán que The Theory of Everything está coprotagonizada por una, la mujer de Stephen Hawking, interpretada por la nominada al Oscar, Felicity Jones. Sin embargo el film gira en torno a él. Ella es un apoyo, toda su construcción como personaje gira en torno a su marido (o en torno al personaje de Charlie Cox).

Por lo tanto, en estas 10 últimas ediciones de los Oscar, en 2 ocasiones no ha habido ningún film protagonizado por mujeres en la categoría de mejor película (2005 y 2014). En el caso de los afroamericanos ha pasado en 4 ocasiones (contando a Crash, un film sobre el racismo, como film protagonizado por negros), aunque sólo una de ellas tuvo lugar desde que la categoría se amplió a más de 5 nominadas (2010, el año de The King’s Speech). Testeemos ahora la representación de otras minorías, dejando claro que hablamos de minorías en lo relativo al (ejercicio del) poder, no a la cantidad de personas que forman parte de las mismas. Los homosexuales también han protagonizado alguna película nominada a mejor film del año en 5 años de los últimos 10, si bien en 2014 esa película es The Imiatation Game, justamente acusada de restarle importancia al hecho de que Alan Turing se suicidara tras ser condenado por homosexual. Los latinos ni una sola (aunque en Babel y Crash andan por el medio). Los asiáticos han protagonizado varias películas nominadas, e incluso una ganadora, Slumdog Millionarie, sin embargo siempre estamos hablando de asiáticos en Asia, no en Estados Unidos (o en otro país occidental). Por su parte, los ancianos (un colectivo cada vez más numeroso), más allá de The Queen, Benjamin Button y Frost/Nixon, dónde se nos muestran a ancianos que no tienen una vida de ancianos, sólo han estado en mejor película en las dos anteriores ediciones, 2012 (Amour) y 2013 (Nebraska y Philomena). Mientras que en lo que respecta a la infancia/juventud casi todos los años hay películas protagonizadas por niños o menores de 30 años, nominadas, en 2014, Boyhood y Whiplash. Lo cual tiene bastante sentido porque los jóvenes son una minoría en el terreno del poder, pero el principal público objetivo de las industrias culturales.

En un país que ha elegido dos veces a un presidente afroamericano gracias al apoyo de las minorías (mujeres, negros, latinos, jóvenes, homosexuales), frente a la mayoría que siempre ha ostentado el poder (el hombre blanco heterosexual de clase media o alta), es paradójico ver como esto no tiene un reflejo adecuado en su producción cultural de masas, ejemplificada aquí en los premios de la Academia de Cine. Claro está que no es que los Oscar discriminen a las minorías, es la propia industria y el propio público los que lo hacen. Los Oscar son un mero reflejo de un hondo problema sistemático.

Obviamente algo está cambiando, sobre todo en la televisión. Los dos estrenos de lo que va de temporada televisiva con mejores audiencias han sido dos series protagonizadas por mujeres negras (How to get away with murder y Empire). Sin embargo sigue siendo difícil ver grandes películas (ya sea en cuanto a calidad o en cuanto a dimensión) protagonizadas por mujeres, por afroamericanos, por homosexuales, por ancianos o por latinos. Muy curioso resulta el último caso, teniendo en cuenta que cada vez hay más latinos en USA, cada vez viven mejor, cada vez tienen más poder y por lo tanto cada vez consumen más. Quizás por ello, Jane the Virgin ha levantado tanto entusiasmo entre críticos, redes sociales y premios (no así entre la audiencia), y quizás también por esto mismo se están preparando cada vez más series protagonizadas por latinos y orientadas al mercado latino.


No creo que de estas nominaciones a los Oscar haya que extraer un mensaje de alarma, pero desde luego es un toque de atención. Estos Oscar no reflejan la diversidad actual de las sociedades occidentales, ni tampoco (pero de eso hablaré en otro post), la diversidad y efervescencia de las industrias cinematográficas, tanto la americana como las extranjeras. En 2010, 4 de las 10 películas nominadas al Oscar al mejor film estaban protagonizadas por mujeres: Black Swan, The Kids are all right, Winter’s Bone y True Grit, es decir, una bailarina con una enfermedad mental, dos madres de familia, una lesbiana y la otra bisexual, una chica white trash y una niña en el salvaje Oeste. Pero incluso en aquel interesantísimo año tanto en el aspecto extra-cinematográfico como en el puramente cinematográfico (con Fincher, Aronofski y los Coen nominados en mejor dirección), no hubo diversidad racial (aunque sí social) y al final el Oscar lo ganó una película sobre un Rey británico y su director recién llegado se impuso a 4 (o 3, sí consideramos a los Coen como una unidad) de los cineastas americanos más relevantes de las últimas décadas. 

jueves, 15 de enero de 2015

Estrenos cálidos para noches de invierno frías

En esta pequeña parte del mundo llamada Galicia, el invierno ha arrancado a golpe de temperaturas bajo mínimos, humedad hasta los huesos y lluvias torrenciales. Ya no es tanto que haga frío, sino que el frío no es algo exterior, sino que lo vas arrastrando dentro de tus huesos. Para luchar contra esa sensación de vivir en una burbuja de hielo, desde esa gran parte del mundo llamada USA, han llegado en la última semana 4 estrenos bastante cálidos, porque o son comedias o tienen un toque desenfadado, a los que les he podido hincar el diente. De menor a mayor placer que me han generado:
                       
Galavant (ABC)   
¿Una sitcom musical los cuentos de hadas y los relatos medievales posmodernos? Sí, eso es lo que ha hecho ABC de la mano de (ovación) Alan Menken. El resultado es una serie absurda todo el tiempo, a ratos graciosa y a ratos bochornosa. No sé si me gusta o si la odio, pero me he visto sus 4 capítulos. Se pasa volando, tiene un buen personaje (el Rey), y los chromas cutres marca de la casa ABC. No es una serie que le recomendaría a un amigo, pero aquellos a los que les gusten los musicales o los chistes sexuales chorras, puede provocarles alguna carcajada. Aún no he decidido si la seguiré viendo.

- Marvel’s Agent Carter (ABC)
No soy fan de Marvel. De hecho, de todas las cosas que ha producido el mundo Marvel (aka empresa de dominación cultural mundial), la que más me ha gustado ha sido su último film estrenado, Guardians of the Galaxy, y en menor medida los Captain America. Así que me acerqué a Agent Carter por una única razón: me encanta su protagonista, la magnética Hayley Atwell. Así que me senté a ver sus dos primeros capítulos con prácticamente ninguna expectativa, y me terminó sorprendiendo para bien. La serie sigue los pasos de la agente Carter tras el final del primer film del Captain America, intentando sobrellevar lo en ella acontecido y conseguir triunfar en un mundo de hombres, como el del espionaje de aquella época post-II Guerra Mundial. La ficción mezcla con bastante gracia elementos del cine de espías, del cine negro, del cine de gangsters y de la ciencia ficción. El resultado es una serie bastante divertida, que sin ser nada del otro mundo engancha gracias a la personalidad de su protagonista, y sobre todo al carisma que desprende Atwell. Creo que me la voy a quedar.

Togetherness (HBO)

HBO acoge a los hermanos Duplass, autores que se han ido labrando un nombre dentro de la comedia dramática indie yankee. Y lo hace con esta serie sobre un matrimonio, la hermana de ella y el mejor amigo de él, sumidos en una crisis vital. Vamos, lo que ha hecho Cesc Gay en España con películas como En la ciudad o Una pistola en cada mano, pero con un tono más cómico y ligero. Su primer capítulo no es nada del otro mundo, pero es muy entretenido, tiene un par de secuencias realmente graciosas, los actores están muy bien y hay bastante química grupal. Si sus compañeras de programación, Girls y Looking, arrojan una mirada incisiva sobre  la crisis de los 20/30 años, Togetherness apunta hacia la generación siguiente, la que se encuentra ahora mismo en torno a los 40.

- Empire (FOX)
El salto a la televisión del polémico director Lee Daniels, del brazo de su guionista en The Butler, Danny Strong, no ha podido llegar en un momento mejor. Justo en medio del parón invernal de Shondaland, Empire viene a cubrir el locurote total que son Scandal (Escándalo, en este rincón) y How to get away with murder. Este drama (¿?), narra las disputas entre los miembros de una familia de músicos que controla una gran discográfica, por hacerse con el control de la misma, tras la salida de la matriarca de presión. Música comercial digna de la factoría Jay-C, homosexualidad, conflictos raciales, navajeo y mucho mucho trashismo. Todo eso y más, ofrece Empire, una serie tan loca como divertida, tan delirante como graciosa. Me la quedo, sobre todo por esa matriarca pasada de rosca de nombre Cookie, interpretada por un torbellino de nombre Taraji P. Henson. Henson es lo que Viola Davis no fue capaz de ser en Murder: la negra chunga chiflada definitiva. La serie está cosechando unas audiencias increíbles en la moribunda FOX (3.8 en demos su estreno, 4.0 su segundo episodio), así que ya podemos afirmar que estamos ante el primer éxito televisivo del año.

jueves, 8 de enero de 2015

Los científicos que ayudaron a ganar la guerra

THE IMITATION GAME / MANHATTAN


Alan y Christopher

La semana pasada se estrenó en los cines de toda España The Imitation Game (Descifrando Enigma (los subtítulos españoles de títulos de películas dan para post propio)), uno de los grandes dramas cinematográficos del 2014, y principal rival de la Boyhood de Richard Linklater en la carrera por los Oscars. Esta película dirigida por Morten Tyldum, narra cómo el matemático británico Alan Turing logra, junto a su equipo, descifrar el código que usaban los nazis para comunicarse, lo cual permitió a los Aliados, manipular el curso de la guerra, adelantando (según nos dice el propio film) su victoria en 2 años. Antes, en pleno verano, y al otro lado del océano, la cadena de televisión WGN America, estrenó Manhattan, un drama ambientado en Los Álamos, que nos relata cómo consiguieron los científicos americanos, al mando del Dr. Oppenheimer, desarrollar la bomba atómica. El lanzamiento de dicha bomba sobre Hiroshima y Nagasaki, también adelantó el final de la guerra en el Pacífico y ahorró, según los americanos, millones de vidas, a cambio de la muerte de cientos de miles de japoneses ese día.

El audiovisual, como cualquier otro arte, echa constantemente la vista atrás para hablarnos de nuestra historia. Y desde luego la II Guerra Mundial es uno de los pasajes más explotados y explorados. Al producir relatos, ya sea una película o una historia que contamos en una conversación, tendemos a bipolarizarlos, X contra Y. En el caso de la II Guerra Mundial tenemos a los malos, los nazis, que además son una versión bastante pura del mal, y a los buenos, los Aliados, las democracias representativas occidentales. Si bien se ha reflexionado bastante sobre el nazismo y el fascismo (algo menos sobre el régimen japonés), el análisis del comportamiento de las potencias occidentales se ha limitado casi a la epopeya bélica (la descomunal Saving Private Ryan de Spielberg como paradigma). Partiendo de este panorama, The Imitation Game y Manhattan, suponen a la vez, un avance y una reiteración.

Ambas aciertan al destacar el papel que los científicos y los servicios de inteligencia, más allá del espionaje que sí ha cultivado el AV, tuvieron en el desenvolvimiento de la guerra. Hombres y casi ninguna mujer (un machismo que también muestran ambas producciones de forma notable), que se sacrificaron en la retaguardia para poner a sus países en la vanguardia tecnológica y de esta forma imponerse al Eje en la contienda bélica. Es curioso que tanto una como la otra pivoten sobre un gran científico asocial atormentado. En el caso de Alan Turing por su homosexualidad y su incapacidad para conectar emocionalmente, en el del ficticio Frank Winter, por lo obsesionado que está con sus ideas. Muchos hombres perdieron la vida en los diversos frentes bélicos, pero otros perdieron la cabeza estando en “casa”. Sacrificio y empeño. Sangre, sudor y lágrimas.

Nada que celebrar

Sin embargo, aunque en diferentes medidas, ambas adolecen de mirar al pasado con benevolencia, de forma heroica. A Manhattan le falta una honda reflexión sobre la creación de la bomba atómica. Sus protagonistas no están sumidos en un gran debate interno sobre la moralidad de crear un arma de destrucción masiva. La coartada de la serie radica en proponernos un “mejor la construimos nosotros, los buenos, antes de que lo hagan los nazis, los malos”. Tras el lanzamiento de la misma, a ese argumento se le uniría el de la reducción de bajas humanas. Hubiera sido interesante una aproximación más crítica a las decisiones del país que desde aquella guerra “lidera el mundo libre” (risas). Menos patriotismo y más autocrítica para no repetir las aberraciones del pasado. Pero es algo que pueden rectificar en su segunda temporada.

El caso de The Imitation Game es diferente. Contar la historia de Alan Turing (soberbio Benedict Cumberbatch), uno de los hombres más relevantes del S.XX permitía abrir una poderosa reflexión sobre cómo eran aquellas victoriosas democracias. Frente a la imagen de pulcra libertad que nos venden los relatos, lo cierto es que había grandes persecuciones contra todo aquel que fuera diferente. Ya fuera gay, comunista o una mujer intentando despuntar en un “mundo de hombres”. Aquellas democracias no eran tan libres, como tampoco somos tan libres hoy en día. Asumámoslo, afrontémoslo e intentemos mejorar. Alan Turing, un héroe de guerra, el hombre que cambió el rumbo de la misma y que sentó las bases de la informática, fue condenado por ser homosexual a castración química para evitar la cárcel. Terminó suicidándose. Esto último nos lo cuenta The Imitation Game con un rótulo, mientras de fondo los protagonistas queman documentos sumidos en la más amplia felicidad. Y tras ese rótulo vienen todos los demás rótulos que nos explican los millones de vidas que salvó y cómo tenemos ordenadores gracias a su máquina. O cómo tenar un happy ending a cualquier precio. Que nos hubieran narrado visualmente la persecución a Turing, cómo este se rompió, cómo el Estado al que él ayudó a vencer lo destrozó hasta conducirlo al suicidio, hubiera sido poderoso. Ya no sólo cinematográficamente, sino también en el plano histórico, en el plano crítico.

"No quiero que me separen de él"

Ser críticos con nosotros mismos es fundamental. Muchos de los problemas que tienen actualmente nuestras democracias representativas vienen justamente de aquí, de que dejamos de ser críticos con nuestra historia, con nuestras instituciones, con nosotros mismos. Podemos celebrar los grandes éxitos humanos. Podemos y debemos, por eso que nos estén contando que los científicos fueron fundamentales para derrotar a los nazis y los japoneses es tan valioso. Pero no por ello el cine y la tv, como poderosas máquinas de generar discursos e instalar ideas en el imaginario colectivo, pueden no poner el dedo en la llaga de nuestras vergüenzas. The Imitation Game no es una mala película, está bien contada, es muy entretenida, tiene buenos actores,  y por ello mismo es de fácil consumo, es un sólido drama adulto. Pero no es una película justa. Ni con Alan Turing, ni con la historia, ni con los espectadores. Obviamente no es su deber serlo, pretende ser cine de entretenimiento de calidad para todos los públicos y lo consigue con creces. Pero a esta película yo le pedía algo más, que cumpliera una función casi social. Soy consciente de que es mi problema (y espero que el de alguna persona más), The Imitation Game cumple sus objetivos, no los míos, y eso me da rabia.

domingo, 4 de enero de 2015

Love vs. Fame

THE COMEBACK - Segunda Temporada


Tengo una carta para ti

El último capítulo emitido de Mad Men, Waterloo (7x07), se cerraba con un, ya icónico, número musical en el que Bert Cooper nos cantaba que “las mejores cosas en la vida son gratis”. Más de medio año después, Valerie Cherish, la destroyer protagonista de The Comeback, viene a confirmar la premisa en el final de esta segunda temporada, durante 10 de los minutos emocionalmente más potentes que he visto en los últimos tiempos. Esta comedia narra, para los no iniciados, el regreso a la vida profesional de una actriz de sitcoms caída en desgracia, Valerie Cherish (Lisa Kudrow, en una de las mejores y más salvajes interpretaciones cómicas que yo haya visto jamás) a través de la grabación de un docu-reality que nos muestra sus meteduras de pata y humillaciones varias tanto dentro como fuera del rodaje de su nueva serie.

Tras 9 años en el cementerio televisivo, en su comeback, The Comeback (el chiste/perogrullo era demasiado fácil, lo siento) ha parido una de las grandes entregas, y uno de los relatos más redondos, de la temporada televisiva 2014/2015 que está ahora mismo en su ecuador. Para HBO producir The Comeback era una pérdida de dinero en 2005 y lo sigue siendo en 2014. No es una serie ideada para ser un éxito, sino una ficción de culto. Tiene demasiadas capas narrativas, es demasiado incómoda, y dispara a dar a la industria de la que procede. Puede ser que nunca veamos una tercera temporada de la serie de Lisa Kudrow y Michael Patrick King. También puede ser que vuelva a resucitar dentro de 10 años. Los devenires de Hollywood son inescrutables. Nunca mejor dicho.

Como espectador de la serie la observo con una deformación de partida, para mí entre una temporada y otra de The Comeback, no han pasado 9 años, sólo un par de meses. Como muchos otros, imagino, me senté a verla de cara a estar preparado para su regreso. Sumida en la vorágine de grandes clásicos de HBO, The Comeback era una serie de la que nadie se acordaba, que pasaba muy desapercibida. Lo cual es entendible, al fin y al cabo fue un fracaso y es una producción muy pequeña. Pero también es curioso, en términos más artísticos que de éxito comercial (y de premios), porque para mí (y sin contar Curb your enthusiasm que no la he visto aún) The Comeback es la mejor comedia que ha producido jamás HBO. Precisamente, es curioso que la resurrección de la serie haya llegado justo cuando el nivel de las comedias (o “comedias”) en la parrilla de HBO es el mejor de su historia. Veep, Girls (“”), Silicon Valley, Looking (“”) y el inminente estreno de Togetherness, así lo atestiguan. Si HBO ha traído de nuevo The Comeback a nuestras vidas es porque se lo puede permitir, porque sabe que más allá de audiencias y premios, está su marca, y The Comeback hace marca, porque confirma el status de HBO como la cadena de televisión más audaz del mundo. Una serie sobre un docu-reality que sigue a una actriz mientras rueda una serie, es tan meta, tan deliciosamente enrevesado e ingenioso, que si se podía emitir en algún sitio tenía que ser en la cadena que dice no ser televisión. En tiempos de Netflix, Amazon y otras invasiones bárbaras, a HBO le viene de perlas recordarnos que aún sigue siendo ese poblado galo que emite lo que nadie más se atreve a emitir, o mejor aún, lo que nadie más puede emitir. La marca lo es todo. HBO no le ha hecho un favor a Lisa Kudrow. Aunque parezca que le han dado limosna, en realidad es Lisa Kudrow la que le ha hecho un favor a HBO devolviéndole una obra maestra sobre el mundo de la televisión, más pulida y certera que la que estos no supieron apreciar hace 8 años. Y lo ha hecho bañada en pullas y coñas sangrantes contra la Home Box Office. Desde el paseo por el hall de la fama de las series de la casa (¿The Wire? ¿Qué es eso?), hasta el hecho de que “la ganadora de un Oscar” Jane (Laura Silverman) ya no grabe un docu-reality sino un “documental de HBO”, pasando por el sexo, las drogas, las secuencias oníricas y demás ínfulas de autor que caracterizan a las series de la cadena.

"Es mi Matthew McConaughey"

A partir de aquí, spoilers de toda la temporada
Obviamente no sólo HBO ha recibido ostias este año. Le han dado hasta al apuntador. Un retrato desolador de la industria audiovisual de Hollywood como una selva en la que o vendes tu alma al diablo o pereces. Para medrar tienes que sacrificar tu vida personal y precipitarte hacia adelante, en una continua huída hacia ese no-lugar que es el estrellato más absoluto, y que en esta temporada se ejemplifica en el ansiado Emmy, que desea con todas las fuerzas del mundo Valerie. En el camino hacia el mismo, se pone en ridículo, abraza las mentiras de Paulie G. (Lance Barber) sobre lo sucedido en la T1, arruina su matrimonio con Mark (Damian Young) y descuida a su mejor amigo, Mickey, la marica buena definitiva (extraordinario Robert Michael Morris, tierno, hilarante, vulnerable e ingenioso, todo a la vez), enfermo de cáncer.

Si nos atenemos a lo que acabo de contar, podríamos pensar que The Comeback es un dramón, digno, efectivamente, de HBO. Pero no. La serie de Kudrow y King es una comedia hilarante, que hace de la situación más incómoda, risa, y del momento más trágico (en el penúltimo episodio cuando Valerie piensa que Mickey está muerto), carcajada. Otro de los grandes méritos de la serie es, ser irónica y cínica pero a la vez emotiva, incluso sentimental. Lacónicamente descacharrante. No deja títere con cabeza y no le ahorra a su protagonista ninguna humillación, pero es una serie profundamente sensible. Justamente en este ámbito es dónde The Comeback ha pegado un salto de calidad de una temporada a otra. Antes esta dimensión emocional (ese matrimonio en crisis, ese amigo moribundo, ese sacrificio sin fin por el éxito) no estaba explotada. En su segunda temporada, la ficción nos ha ahorrado muchas secuencias del rodaje de la serie (Seeing Red, la carta de ajuste de Paulie G., cuyo papel interpreta Seth Rogen) y se ha centrado mucho más en la esfera personal de la protagonista. Paulie G. es un gran villano, pero funciona mucho mejor en pequeñas dosis, porque es demasiado pérfido, una caricatura demasiado grotesca de lo peor de la industria.

A modo de conclusión, The Comeback ha mantenido todo lo mejor que tenía su concepción original, ha añadido una esfera dramática madura y tierna que no tenía y ha producido 8 capítulos sensacionales. Sobre todo el sobrecogedor último episodio, en el que Valerie nada a través de su propia mierda (literalmente), sacrifica su momento de gloria (recoger su Emmy) por los dos hombres de su vida (Mark y Mickey), en un momento de anticatarsis catártica glorioso, el culmen no era el speech del Emmy (esa secuencia del ensayo del mismo es brutal), sino la salvación emocional. The Comeback deja de ser un falso docu-reality y se vuelve “un drama de HBO”. Cambia la dirección, la fotografía, el montaje y sobre todo cambia Lisa Kudrow, que pasa de la exageración más graciosa a la más tierna de las sutilezas. Y en esos 10 minutos finales de Valerie Gets What She Really Wants (2x08), The Comeback se confirma como una de las series más inteligentes, redondas y emotivas de la televisión actual. Es más importante el amor que la fama. El amor está ahí siempre, la fama es efímera. Ouch.