viernes, 22 de febrero de 2019

Los No Oscar 2018 y VI: Películas

10. Can you ever forgive me?
La nueva película de Marielle Heller (The Diary of a Teenage Girl) se disfraza de dramedia irónica para contar una historia que supura tristeza, melancolía e impotencia por los cuatro costados. Una escritora fracasada, con talento, pero sin la determinación necesaria para triunfar, asfixiada por las deudas, se lanza al negocio de la falsificación de cartas escritas por autores famosos. Esta premisa sirve a Heller para explorar la desidia vital y la frustración que la misma genera en una mujer y en su nuevo mejor amigo, otro perdedor alcoholizado, sin condescendencia. Por ello Can you ever forgive me? se convierte en una obra original y universal, porque cuenta la historia de dos personas que no son capaces ni de perdonarse a sí mismas.

9. The Death of Stalin
Esta película es una gran sátira política pero ante todo es una gran comedia. Y desde luego hay que reivindicar más la complejidad que tiene hacer una comedia que funcione: chistes graciosos, diálogos ingeniosos, personajes bien dibujados y una historia interesante que contar. Y The Death of Stalin cumple en todos esos ámbitos con su recreación cómica de las luchas por el poder que se desencadenaron entre los principales cargos de la URSS tras la muerte del dictador Iósef Stalin. Ianucci hilvana el film a través de una lluvia torrencial de críticas despiadadas a la enfermiza necesidad de ejercer el poder, mostrando el lado más patético de aquellos que luchan por conseguirlo. Es imposible no reírse ante el horror que nos muestra.

8. Shoplifters
No hay nada en Shoplifters que Koreeda no haya expuesto y desarrollado con anterioridad en su consistente filmografía. Y sin embargo pocas veces ha tratado sus temas recurrentes (la familia, el amor, la pobreza, la crisis social, el sistema judicial) de una forma más redonda. Quizás por eso Shoplifters se haya convertido en su película más internacional, perfecto muestrario de sus filias, fobias y obsesiones. La historia de una familia pobre que sobrevive con trabajo precarios, pensiones de jubilación y pequeños hurtos es conmovedora, tierna y graciosa, a pesar de ser un gran drama.

7. Isle of dogs
Tiene mucho mérito crear una fábula distópica como la que construye Wes Anderson en esta película, en la que un político demagogo y autoritario, usa a los perros para crear alarma social y los encierra a todos en un campo de concentración en una isla cercana a su ciudad. A menudo se destaca de su cine, su capacidad plástica, su don para crear imágenes únicas, rebosantes de belleza. Sin embargo, lo más interesante de las películas de Anderson, un humanista irredento, son sus personajes y la forma que tienen de ver el mundo, su mundo. Isle of Dogs, una película siempre atenta al detalle, tierna e incisiva, traslada al terreno de la infancia, inocente, descreído, algunas de las derivas más peligrosas de las democracias occidentales. Uno de los guiones más equilibrados de un cineasta mayor.

6. First Man
A Damien Chazelle, el niño bonito del novísimo Hollywood, le jugaron en contra, en primer lugar, las expectativas creadas en torno a su acercamiento a un héroe americano como Neil Armstrong y, en segundo, los enemigos que se ha ganado dentro del universo cinéfilo por el éxito de sus dos películas anteriores, Whiplash y, sobre todo, La la land. Estamos ante el clásico caso de "le tenían ganas". Así, First Man ha sido ninguneada durante toda la carrera de premios y, finalmente, en las nominaciones al Oscar. Sin embargo, First Man, sin ser tan adictiva como Whiplash, ni tan importante como La la land es una gran película americana. Subrayo lo de americana porque al igual que sus antecesoras habla, ante todo, de Estados Unidos, del sueño americano y de la necesidad, casi espiritual, casi enfermiza, de ser el mejor, de anteponer tu vida profesional a tu vida personal. Quizás con los años veamos en Chazelle a un cineasta que escrutó una de las derivas de las personas en nuestras sociedades capitalistas: el impulso irrefrenable de llegar más alto que nadie... de triunfar, más que de vivir.

5. The Ballad of Buster Scruggs
El western es ese género que los expertos y la industria llevan décadas enterrando y se resiste a morir. En The Ballad of Buster Scruggs, que en principio iba a ser una miniserie de seis episodios para Netflix y que ha terminado convirtiéndose en un largometraje compuesto por seis historias independientes, los Coen repiensan el género. En un panorama audiovisual en el que la hibridación de géneros es la tónica general, los Coen deciden experimentar con diversos géneros (la comedia, el terror, el drama, la fantasía...) para demostrar que en la hibridación el western tiene un brillante futuro. Quizás sea el género más netamente estadounidense de todos y la fascinación que produce el Oeste, lo inexplorado, lo salvaje, sigue funcionando en pantalla tan bien como hace 100 años. Aunque haya pasado algo desapercibida, The Ballad of Buster Scruggs es una película importante.

4. Burning
La gran obra cinematográfica asiática del año es Burning, adaptación de una novela del escritor más famoso de Asia, Haruki Murakami. La nueva película de Lee Chang-dong consigue trasladar a imágenes la atmósfera ensoñada de Murakami, así como su peculiar universo. Por eso Burning es una de las adaptaciones literarias más estimulantes de los últimos años. Además, la película logra cocinar a fuego lento un thriller profundamente enigmático en el que ni el protagonista, ni el espectador, sabe nunca lo que está pasando. Una desaparición misteriosa, una reaparición aún más enigmática, un joven niño rico caprichoso y peligroso y un desenlace brutal. Burning deconstruye el cine negro para abordar, en realidad, la lucha de clases. Tremendo.

3. Cold War
Dos amantes condenados, a lo largo de las décadas, a quererse y odiarse al mismo tiempo. Sentenciados a no poder estar juntos y ser felices. Cold War es un drama romántico pasional y desmedido, un cambio de tercio interesante en la filmografía de Pawel Pawlikowski tras el drama espirituoso Ida. Con la Guerra Fría como telón de fondo, Pawlikowski sigue analizando el pasado de su país, bajo la dominación soviética, para sacar a la luz las miserias de aquellos años, lo que hicieron unos y lo que permitieron que hicieran otros. Duele como duele el amor cuando te desgarra por dentro. Cuando amas y sabes que hacerlo te hace daño. Cuando el hecho de amar es puro suicidio.

2. First Reformed
El ser humano está destruyendo el planeta y Dios no está haciendo nada para evitarlo. Entonces... ¿de verdad existe Dios? y si existe... ¿cómo puede desentenderse de forma tan obvia del sino de su creación? En First Reformed, Paul Schrader vuelve a abordar la importancia y el sentido de la fe en un mundo descreído, a través de un párroco sumido en dudas de fe y que adquiere, paulatinamente, conciencia de los problemas que están destruyendo a nuestro mundo. Así, First Reformed es a la vez cine espiritual y político. Una obra radical de un cineasta incómodo. Una película demoledora.

1. If Beale Street Could Talk
Tras la victoria sorpresa (y accidentada) de Moonlight en los Oscar de hace dos años, Jenkins ha regresado adaptando a un gran autor afroamericano, James Baldwin y abordando la discriminación racial existente en Estados Unidos. Un joven es detenido y encarcelado por una violación que no ha cometido, víctima de la corrupción policial y los perniciosos engranajes de un sistema judicial infinitamente injusto. Y a partir de esa premisa, Jenkins compone una sinfonía urbana que sitúa al amor y a su poder curativo en el centro del relato, al mostrar la lucha de su novia y la familia de ésta por demostrar su inocencia. If Beale Street Could Talk es tan triste y dura, como hermosa, pura poesía... una película hermosa.

jueves, 21 de febrero de 2019

Los No Oscar 2018 V: Dirección

5. Steven Spielberg por Ready Player One
A estas alturas, Steven Spielberg, uno de los directores más importantes de la historia del cine, no tiene nada que demostrar. Sin embargo en Ready Player One desata toda su imaginación, sale de la línea clásica de sus últimos dramas históricos y recupera la vitalidad que tenía su cine en los años 70 y 80. Lo hace, además, homenajeándose a sí mismo y a ese imaginario cultural ochentero que él ayudó, en gran medida, a construir. Así, Ready Player One es a la vez un blockbuster modélico, entretenido, veloz y visualmente imaginativo y un tratado sobre la cultura pop. Su brillante homenaje a The Shining de Stanley Kubrick es una de las secuencias más inspiradas del cine del año pasado. El tiempo la pondrá en el lugar que se merece dentro de su inabarcable filmografía.

4. Debra Granik por Leave no trace
En 2010, Debra Granik consiguió llevar a la categoría de mejor película en los Oscar a un film indie, Winter's Bone, rodado a las afueras del sistema, que esbozaba la vida de los white trash en el rural estadounidense, es decir, de los desheredados. Tantos años después, Granik ha conseguido levantar un nuevo proyecto igual de estimulante que aquel. Leave no trace, otra panorámica del rural americano y de la fuerza insondable de la naturaleza aborda la vida de un hombre que temeroso del sistema decide criar a su hija en medio del monte, alejándola completamente de la forma de vivir de nuestras sociedades capitalistas. Granik sabe capturar la inmensidad del espacio natural, así como su vertiente más intrigante, terrible y sobrecogedora. En su cine espacio y personajes se fusionan hasta confundirse. Las personas se adaptan a su entorno. Y así el retrato que se hace de éste, permite entender la psique de los protagonistas. Ojalá no vuelvan a pasar tantos años hasta ver otra película de Granik.

3. Lee Chang-dong por Burning
En Burning hay algunas de las secuencias más puramente cinematográficas del 2018. Desde el atardecer hasta el final, pasando por el primer encuentro entre el protagonista y la mujer con la que se obsesiona. Cuando digo que estas secuencias, y algunas más, son cine en estado puro me refiero a que en las mismas una forma sobresaliente, casi irreal de lo mágica que resulta, está al servicio de la narración, siempre. Chang-dong antes que esteta es narrador. A través de la plasticidad de las imágenes que crea, construye la psicología de sus tres personajes y resuelve una trama que nunca es explicitada a través del diálogo y propone un discurso socio-económico profundamente crítico sin necesitar grandes frases. Muestra lo inmostrable. Por eso Burning es cine.

2. Barry Jenkins por If Beale Street Could Talk
El mayor piropo, y el más evidente, que se le puede hacer a Barry Jenkins es que sus películas dejan claro que tiene un estilo narrativo y visual propio. Si uno ha visto Moonlight, llegará rápidamente a la conclusión de que If Beale Street Could Talk fue rodada por el mismo cineasta. La plasticidad de sus imágenes, la recreación en los rostros y, en especial, en la mirada de los personajes, el ritmo, casi de vals, que tienen las secuencias... Todos los elementos de la puesta en escena llevan un sello autoral muy marcado. Esta película confirma a Jenkins como uno de los cineastas más delicados de la actualidad, un poeta de la vida cotidiana en las ciudades, pero, o más bien por ello, también un cronista de las injusticias sociales y de la lucha de las personas por vivir su vida.


1. Paul Schrader por First Reformed
Schrader es uno de los autores más maltratados del cine estadounidense de los últimas 50 años. Este año, más de 40 años después del estreno de Taxi Driver, su guion más importante, ha logrado su primera nominación al Oscar como guionista. Sin embargo, la nominación a mejor director sigue resistiéndosele, a pesar de tener a sus espaldas films tan importantes para entender el thriller americano como Affliction o Light Sleeper. A la sombra de su socio Martin Scorsese, Schrader se ha labrado una de las carreras más peculiares, antisistema y caótica de la cinematografía estadounidense. First Reformed es su mejor película desde los 90, una brutal y descarnada denuncia de las miserias del mundo y del colapso de la fe. Es una película importante rodada con la brillantez de un maestro con estilo narrativo e iconográfico propio. Para la historia del cine queda ya la secuencia final del film. Apabullante y profundamente inquietante.

miércoles, 20 de febrero de 2019

Los No Oscar 2018 IV: Actrices

Actriz de reparto

5. Jun Jong-seo por Burning
La actriz empieza ofreciendo una interpretación que se ajusta perfectamente a las características de las mujeres del mundo de Murakami, pizpireta, ingeniosa, enigmática, escurridiza... Pero pronto muta en otra cosa, hasta volverse una mujer casi intangible en aquella casa donde los tres protagonistas de este thriller ven el atardecer mientras sus almas se fusionan en una especie de trance. No son ni un personaje ni una interpretación al uso.

4. Tilda Swinton por Suspiria
La interpretación es en sí misma una performance, un show, una realidad fingida. Swinton es una de las actrices más espectaculares del cine actual en su sentido más literal y lúdico. Las performance que se marca en Suspiria hacen que resulte imposible no aplaudirla y celebrarla como lo que es: un regalo para los amantes del cine y del show must go on.

3. Claire Foy por First Man
El papel de la esposa del protagonista ha encerrado a lo largo de los años a maravillosas actrices y a maravillosas mujeres en el corsé de la irrelevancia narrativa y discursiva. En First Man, Foy logra que su drama personal: un matrimonio y una familia que penden de un hilo, no quede eclipsado por la centralidad del personaje protagonista, su marido y padre de sus hijos. Si First Man sigue funcionando fuera de la aventura espacial es, en gran parte, por el talento de Foy para transmitir sentimientos, frente a la imperturbabilidad de Gosling/Armstrong.

2. Zoe Kazan por The Ballad of Buster Scruggs
Qué hermosa y delicada es la historia que protagoniza Kazan en la antología de relatos del Oeste de los Coen. Y qué tierna y sentida está ella. Uno de sus mejores trabajos hasta la fecha, sencillo y lacónico, casi como si fuese una brisa que se levanta al atardecer, cuando el sol comienza a desaparecer en el horizonte. Está maravillosa.

1. Rachel McAdams por Disobedience
A McAdams, convertida en icono gracias a su villana de Mean Girls, nadie le ha regalado nada. Alcanzó la fama y el éxito con The Notebook y desde ahí se labró una carrera como actriz versátil, ducha en la comedia y en el drama. Con Spotlight le llegó la primera nominación al Oscar y el reconocimiento general de la cinefilia. En Disobedience roba directamente la película, imponiéndose con claridad a una actriz del calibre de Rachel Weisz. Con su expresividad logra trasmitir la fragilidad, el miedo y la impotencia de una mujer atrapada en una vida que no es la que desea, pero sí la que conoce, una vida segura, una vida asequible. McAdams no desaprovecha uno de los mejores papeles de su carrera y le exprime cada gota de ansiedad y frustración.

Actriz

5. Charlize Theron por Tully
Theron es una estrella y sin embargo logra resultar creíble en el papel de esta madre de mediana edad, que siente que ha fracasado en su vida y que se ve superada por su labor de cuidadora 24 horas. Más allá de la transformación física, Theron consigue captar el alma de su personaje y combinar un buen punch cómico con su indudable talento para el drama. Emociona. Ojalá haga más películas con Jason Reitman y Diablo Cody.

4. Toni Colette por Hereditary
Hasta última hora se teorizó con la posibilidad de que Colette, una de las mejores actrices del cine estadounidense de los últimos 20 años, diera la sorpresa y se colara en la terna de nominadas al Oscar. Al final no pudo ser, pero este trabajo ha pasado directamente a ser uno de los mejores de su carrera. Es muy complicado moverse en el terreno de la histeria y el pánico sin caer nunca en la sobreactuación o el ridículo. Toni Colette lo consigue. Dota a su personaje de alma, de tal forma que su sufrimiento y su miedo resultan palpables. Es una interpretación brutalmente física, en la línea de la que llevó a cabo Jennifer Lawrence en mother!

3. Maggie Gyllenhaal por The Kindergarten Teacher
A Gyllenhaal nunca le han faltado redaños para atreverse con personajes muy complicados, Secretary o The Deuce lo atestiguan. Pero en The Kindergarten Teacher va un paso más allá. Esta profesora que se obsesiona con las dotes poéticas de un niño pequeño al que da clase, es uno de sus personajes más extremos. Gyllenhaal compone un viaje, cotidiano, anodino, a la locura, un retrato salvaje de la obsesión y la desesperación. Está inmensa. Hay que ser una actriz muy buena y tener mucha presencia para salir airosa de un personaje tan borderline. Está, otra vez más, gloriosa.

2. Carey Mulligan por Wildlife
Tras irrumpir en el universo cinematográfico con su maravillosa y refrescante interpretación en An Education, Mulligan ha parecido estar siempre a la defensiva, con la necesidad de demostrar que es buena actriz. Y sí, lo es. No tiene el carisma para ser una estrella pero sí el talento para ser una de las mejores actrices del mundo. En Wildflife da otra demostración de poderío interpretativo. Pocas actrices manejan mejor los silencios que ella. Frágil y tormentosa al mismo tiempo, esta mujer ambiciosa, cansada de un marido bueno para nada, resulta fascinante. Y en gran parte es mérito de una Mulligan que sabe adaptarse a cada vaivén de su personaje, dotándolo de una entidad brutal. Me recuerda a la mejor Kate Winslet (Revolutionary Road, Little Children...).

1. Joanna Kulig por Cold War
Los personajes que se desarrollan a lo largo de varios años suponen un reto extra para los intérpretes, puesto que los obliga a mutar con ellos, a adaptar su intepretación a los cambios vitales de los personajes. La cantante autoritaria, caprichosa, mágica, sexy e inconsciente que interpreta Kulig es uno de esos personajes y, ante todo, es una mujer fascinante y terriblemente compleja. No puedes apartar la vista sobre ella en todos y cada uno de los planos en los que sale. Es una actriz hipnótica. Bella, triste y peligrosa. Una actriz de la vieja escuela, del Hollywood clásico, del cine de autor europeo de antaño. Expresiva pero impenetrable.

martes, 19 de febrero de 2019

Los No Oscar 2018 III: Actores

Actor de reparto

5. Alessandro Nivola por Disobedience
Disobedience es la historia de dos mujeres enamoradas cuya relación es imposible porque pertenecen a una comunidad judía muy ortodoxa. Nivola encarna al marido de una de ellas. No está, por lo tanto, en el centro del relato. Sin embargo logra construir un personaje tremendamente conmovedor. Lejos de ser un arquetipo, destruye todos los tópicos y muestra a un hombre frágil y compasivo. Cala hondo.

4. Alex Wolff por Hereditary
La prometedora carrera de Wolff casi se va por el retrete por culpa de la espantosa adaptación que hizo Netflix del anime Death Note y su delirante interpretación del protagonista. Por suerte, Ari Aster lo rescató de sí mismo y consiguió exprimirle todo su potencial. Este adolescente maldito y torturado se te clava en el cerebro, porque Wolff sabe retratar la angustia, la locura y la turbación de una persona empujada más allá de sus límites.

3. Michael B. Jordan por Black Panther
Desde su irrupción en Friday Night Lights, Michael B. Jordan no ha dejado de crecer, como masa musculosa, como actor y como estrella. En su tercera película con Ryan Coogler, Jordan ha logrado, por fin, que todo el mundo se fije en él y lo ha hecho entregando la mejor interpretación que ha dado el Marvel Cinematic Universe (MCU) hasta la fecha. Su villano está dotado de capas de profundidad y Jordan aprovecha todas y cada una de sus secuencias para afianzar el discurso de la película con convicción y para devorar al protagonista. Sin duda alguna gana en el cuerpo a cuerpo.

2. Steven Yeun por Burning
Yeun se ha marcado un año sensacional entre Burning y Sorry to bother you. En la película coreana está sobresaliente encarnando a uno de los villanos más fascinantes del cine reciente y también uno de los más enigmáticos. Detrás de cada sonrisa hay un cadáver en su armario. Detrás de cada gesto teóricamente desinteresado una trampa. Construye desde la naturalidad un personaje terrorífico, por lo que esconde, más que por lo que hace.

1. Jake Gyllenhaal por Wildlife
Una vez más Gyllenhaal muda la piel y se adapta a un hombre que poco tiene que ver con él. Un marido y padre ausente, perdido en la vida, compungido y fracasado, irascible. Su personaje tiene muchas caras, casi todas angulosas y Gyllenhaal las clava todas y cada una. Da miedo y pena. Firma una radical deconstrucción de la peor vertiente del clásico hombre blanco heterosexual. Uno de los mejores actores de su generación y de los más arriesgados e interesantes.

Actor

5. Ryan Gosling por First Man
Gosling y Armstrong se parecen bastante, celosos de su vida privada, impasibles y enigmáticos. Es por ello que Gosling era una elección perfecta para encarnar al primer hombre que pisó la Luna. Y no defrauda. Logra reconstruir a ese hombre que llevaba a sus espaldas el inmenso dolor de perder a una hija y los sueños de la humanidad. Ahí es nada. Gosling construye su trabajo desde la gravedad, que transmiten sus gestos, sus movimientos y su mirada triste. Aunque pueda resultar frío, en realidad logra conmoverte, porque consigue transmitir los sentimientos de ese hombre normal, antiheroico, que no sabe comunicarse mejor.

4. Andrew Garfield por Under the Silver Lake
David Robert Mitchell usa a Andrew Garfield para efectuar una reformulación del loser, de ese chaval bueno para nada, sin ganas de vivir, que sale de su anodina vida para lanzarse a una aventura conspiranoica por Los Angeles. Entre la incredulidad, la frescura, la inocencia y la frustración, Garfield compone un personaje potencialmente icónico. Dota al pagafantismo de carisma para convertir al geek en mainstream. Se entrega totalmente a la causa y se echa la película a los hombros. Este chico tiene talento.

3. Ben Foster por Leave no trace
Foster siempre trabaja en los márgenes del sistema. Tiene a sus espaldas ya un buen puñado de grandes papeles y películas independientes. En Leave no trace encarna a un padre conspiranoico que cría a su hija en el monte, alejados del mundanal ruido. Su personaje, rudo y desconfiado, habla poco, pero Foster es capaz de decir mucho, de visibilizar todos los conflictos que lo consumen, de contextualizar todas las decisiones que el personaje toma. Y lo hace usando su rostro. Es un espectáculo.

2. Stephan James por If Beale Street Could Talk
2018 nos ha enseñado que necesitábamos a Stephan James aunque no lo supiéramos. Si en Homecoming estaba sensacional como un soldado torturado por la Guerra, aguantándole la conversación a una estrella (y excelente intérprete) como Julia Roberts, en If Beale Street Could Talk compone a un joven enamorado, joven y esperanzado, atrapado en la madeja del sistema judicial estadounidense, brutalmente racista. El resultado es tremendamente conmovedor. James tiene una de las miradas más puras, transparentes y emotivas que he visto en mucho tiempo. Ojalá esté mirándonos durante muchos años. Aquí hay una estrella.

1. Ethan Hawke por First Reformed
Tras 30 años en el disparadero, Hawke se ha ganado un estatus de actor importante y respetado dentro de la industria cinematográfica. Ha hecho de todo. Películas buenas y películas malas, cine de autor, cine radical y cine comercial. Por todo ello no se entiende que no esté nominado este año al Oscar. Posiblemente First Reformed sea la interpretación más brillante de su carrera, más allá de la importancia y la valentía que implican afrontar su Jesse de la trilogía Before. Su párroco corroído por las dudas metafísicas e ideológicas viene a ser una versión estadounidense del San Manuel Bueno Mártir de Miguel de Unamuno. Un hombre ahogado en sus propias incertezas. Una interpretación salvaje, entregada y espectacular. El mejor trabajo interpretativo del 2018.

lunes, 18 de febrero de 2019

Los No Oscar 2018 II: Guiones

Guion adaptado

5. Ian McEwan por On Chesil Beach
El sexo juega un papel importante en las relaciones. Hablar sobre sexo también. El sexo no puede ser nunca un tabú o una carga. En On Chesil Beach, McEwan, uno de los novelistas vivos más importantes de la literatura inglesa, explora como el sexo puede dinamitar una pareja que a priori se ama. On Chesil Beach es una película que escama y que está escrita con la precisión de un cirujano que abre en canal a su paciente para encontrar donde se encuentra el problema, qué es lo que provoca que el cuerpo esté a punto de colapsar.

4. Alex Garland por Annihilation
Tras triunfar con su ópera prima, Ex Machina, Alex Garland, uno de los guionistas de ciencia ficción más reputados y solventes de las últimas décadas, se enfrenta a un reto aún mayor en esta adaptación de la novela homónima de Jeff VanderMeer. Una obra ambiciosa narrativamente y exigente visualmente, que aborda cuestiones netamente metafísicas sobre la creación, la evolución, la destrucción y la reconstrucción de los seres vivos. Garland siempre se ha movido bien en el terreno de la reflexión ética en el ámbito científico y aquí es capaz de convertir un survival en un tratado, si bien, hubiera hecho falta más desarrollo de la historia, puesto que la idea central es tan poderosa que aún podría crear más reflexiones.

3. Zoe Kazan y Paul Dano por Wildlife
Que una pareja afronte la adaptación de una novela como Wildlife tiene algo de suicida. La historia de un matrimonio condenado a romperse porque está conformado por dos personas que no se entienden, no se hablan y no se respetan, es muy agria y muestra demasiadas taras de la vida en pareja y de los sacrificios que la misma exige. Kazan y Dano logran construir una historia comedida pero compleja, en la que los tres personajes centrales, la madre, el padre y el hijo, tienen aristas y son comprensibles. No esa película agradable, pero sí una película verdadera.

2. Lee Chang-dong y Jungmi Oh por Burning
Adaptar a un escritor tan conocido y reconocible como Murakami no es fácil. Sin embargo, Chang-dong y Oh han salido airosos gracias, en parte, a un guion que maneja con maestría los discursos de sus personajes y, lo que es más importante, sus silencios. Así, este thriller atípico logra dosificar la información, generando con el paso de los minutos una sobrecogedora sensación de desasosiego y fascinación. Ni siquiera en su final se permite resultar obvia o explicativa. Este guion, huidizo y atmosférico, deja al espectador jugar con su propia imaginación.

1. Armando Iannucci, David Schneider, Ian Martin y Peter Fellows por The Death of Stalin
Primero, Armando Iannucci desnudó a la política británica (The Thick of It, In the Loop), luego arrastró por el suelo a la estadounidense (Veep) y ahora se atreve a reírse de los tejemanejes y las salvajes guerras de poder en la extinta URSS tras el fallecimiento del todopoderoso Iósif Stalin. Si el thriller político es un género a reivindicar, la sátira política es uno a bendecir. Nadie en el audiovisual de hoy en día es capaz de mostrar con tanta mordacidad e ingenio la banalidad e insustancialidad de la alta política. Es el poder. Todo por okuparlo. Aunque luego no se sepa qué hacer con él.

Guion original

5. Tamara Jenkins por Private Life
La ternura con que Jenkins retrata a sus personajes no se ve todos los días. El ansiado regreso de la cineasta, tras la excelente The Savages, es otra dramedia emotiva y honesta sobre dos personajes en crisis existencial. En este caso, un matrimonio de mediana edad a la deriva, que no consigue tener un hijo. La premisa permite a Jenkins explorar las frustraciones que vas acumulando con el paso de los años y cómo éstas afectan a las personas a las que queremos. Private Life es una clase maestra de construcción de diálogos y personajes.

4. Boots Riley por Sorry to bother you
El momento estelar de Riley en esta carrera de premios fue su polémica con Spike Lee, al que acusó de haberse adocenado al adaptar la historia real en la que está basada BlacKkKlansman. No es un conflicto baladí. Porque es verdad que la película de Lee ofrece una reflexión domesticada (ergo apta para blancos no especialmente concienciados) sobre el conflicto racial que arrastra Estados Unidos. En cambio, Sorry to bother you, no contenta con entrar a degüello en la cuestión, se mete en el fango de la guerra de clases, de la lucha entre las grandes corporaciones y los trabajadores precarizados y la (des)unión de estos. Todo ello encapsulado en un thiller cómico de ciencia ficción. Este guion es una patada en la boca y una bocanada de aire fresco. Habrá que seguirle la pista a Riley.

3. Diablo Cody por Tully
Cody es una de las guionistas que más pasiones enfrentadas levanta hoy en día. Su nueva colaboración con el director Jason Reitman y la actriz Charlize Theron se aproxima, de una forma distinta, más dulce, más cariñosa, al tema central de su antecesora, la corrosiva Young Adult: la madurez. ¿Cómo lidiamos con la madurez? o más bien ¿cómo lidiamos con el fracaso de nuestras expectativas vitales? ¿nos hemos traicionado a nosotros mismos? Todas estas preguntas y muchas más pululan sobre la historia de una madre de familia colapsada y que se siente (y está) profundamente sola. Más allá de las trampas que nos tiende Cody, es innegable el talento que tiene para manejar los conflictos humanos y para sacar humor de situaciones dramáticas. Para bien o para mal, es una guionista importante.

2. David Robert Mitchell por Under the Silver Lake
La segunda película de Mitchell, tras el enorme éxito cosechado por It Follows, lo ratifica como uno de los cineastas más interesantes del panorama actual. Poniéndonos en la piel de un nini, un chaval sin presente ni futuro, Mitchell nos sumerge en un viaje lisérgico por la cultura pop, una deconstrucción de Los Angeles como ciudad-símbolo del capitalismo cultural y una aproximación delirante a la pulsión conspiranoica que mueve nuestras sociedades. El resultado es una película profundamente irregular, críptica y tremendamente estimulante. Una de las obras más extrañas y personales del año, un bukkake metarreferencial inabarcable.

1. Hirokazu Koreeda por Shoplifters
A estas alturas, el papel central que ha jugado Koreeda en el cine del nuevo milenio es incontestable. Este año, además, ha ganado el premio más importante al que puede aspirar un autor: la Palma de Oro y ha conseguido su primera nominación al Oscar (en la categoría de mejor película de habla no inglesa). Todo ello gracias a Shoplifters, la historia de una familia pobre que sobrevive como puede en la inmensa e impersonal Tokyo. Al igual que su maestro y referente más obvio, Yasujiro Ozu, Koreeda ha dedicado su filmografía a reflexionar sobre la familia, institución social básica para entender nuestro mundo de la vida. Y al igual que Ozu, la ha escrutado desde un humanismo militante, desde la calidez y la bondad, dos de las mejores virtudes que podemos tener los seres humanos. El guion de Shoplifters no es perfecto, pero retiene entre sus líneas algunos momentos de poderosa belleza.

domingo, 17 de febrero de 2019

Los No Oscar 2018 I: Montaje y Fotografía

Por sexto año consecutivo hago estas breves listas intentando repasar aquellos trabajos que no han logrado la nominación al Oscar pero que a mí me gustaron, me conmovieron, me hicieron pensar o me resultaron estimulantes. Las únicas normas son que no estén nominados al Oscar y que pudieran haberlo estado, es decir que sus películas sean unas de las 347 elegibles en esta edición de los Oscar.

Tras el escándalo surgido tras el anuncio por parte de la Academia de que las categorías de Montaje, Fotografía, Maquillaje y Cortometraje de ficción no iban a ser anunciadas en directo, resulta más imprescindible que nunca reivindicar el trabajo de los montadores y los directores de fotografía. Sin montaje y fotografía no existe el cine, son dos elementos nucleares en la construcción de las películas.

Montaje

5. Ethan y Joel Coen por The Ballad of Buster Scruggs
Los Coen ejercen un control total sobre sus obras. Desde la propia confección del guion hasta el montaje. Ensamblar una película es un proceso dialéctico. Por eso generalmente los directores no montan sus películas directamente, puesto que es preciso que otra persona cuestione sus decisiones e ideas, confrontándolas de cara a destilar el mejor producto(/obra artística) posible. Los Coen tienen a su favor ser dos personas que mantienen un constante diálogo desde que comienzan a escribir sus películas. The Ballad of Buster Scruggs los lleva a un género que ya habían trabajo anteriormente como es el western pero les exige encontrar el estilo narrativo y visual pertinente para cada una de las seis historias que conforman la película. Salen airosos. El tiempo situará a esta película como una de sus obras más importantes.

4. Eddie Hamilton por Mission: Impossible - Fallout
Hamilton se ha ganado a pulso su actual estatus de montador de referencia en el cine de acción. X-Men: First Class (la X-Men buena), Kingsman y las dos últimas entregas de Mission: Impossible acreditan su talento para dotar de sentido y claridad las espectaculares secuencias de acción pensadas por cineastas como Matthew Vaughn o Christopher McQuarrie. Fallout es un festival de secuencias imposibles y giros aún menos probables, uno de los grandes divertimentos de 2018 y una obra de acción plagada de ideas visuales interesantes.

3. Joi McMillon y Nat Sanders por If Beale Street Could Talk
McMillon y Sanders vuelven a ayudar a Barry Jenkins a imprimirle ese ritmo pausado tan característico de su cine, combinando la cámara lente, la recreación en el rostro humano y las estampas urbanas. Al igual que en la mágica Moonlight firman un trabajo sensacional, que ayuda de forma decisiva a construir el microuniverso que plantea Jenkins y a asentar su peculiar estilo visual y narrativo. El inteligente diálogo que establecen entre pasado y presente para explicar al espectador la profunda historia de amor entre lo protagonistas y la terrible discriminación racial que padecen, funciona a las mil maravillas.

2. Tom Cross por First Man
El montador de Damien Chazelle, ganador por Whiplash y nominado al Oscar por La la land, acompaña al cineasta en su salto al drama espacial (y familiar). La colaboración entre ambos vuelve a resultar deslumbrante, sobre todo en las inmersivas secuencias de despegue y aterrizaje espacial. First Man es más de una película y Cross sabe imponerle el ritmo necesario a cada una de ellas, tanto al drama familiar, al thriller y a la aventura espacial. Es un gran trabajo, una de las ausencias más clamorosas de First Man en las nominaciones de los Oscar.

1. Alfonso Cuarón y Adam Gough por Roma
Roma es una obra tan radicalmente personal que Cuarón se ha encargado de la producción, escritura, fotografía, dirección y montaje de la misma. Ha usado su infancia burguesa para hablar de los cuidados, de las personas que nos cuidan y a las que cuidamos, de la hipocresía social, de la desigualdad, de la lucha, o más bien de la ausencia de, clases y, finalmente, de su país, del momento en que comenzó a romperse. Todo ello está en Roma, la película más perfectamente planificada del año. Una pequeña obra de orfebrería en la que cada secuencia encaja a la perfección, en la que todo plano aporta, en la que narración y engranaje visual se retroalimentan. Es inaudito que no esté nominada al Oscar a mejor montaje.

Fotografía

5. Bruno Delbonnel por The Ballad of Buster Scruggs
Delbonnel es uno de los grandes directores de fotografía de las últimas décadas. Sus cinco nominaciones al Oscar (infructuosas) lo constatan. Tras dar el salto a la primera división mundial con Jean-Pierre Jennet gracias a Amelie y Un long dimanche de fiançailles, se ha hecho un hueco en la industria del cine trabajando a este y al otro lado del océano. En The Ballad of Buster Scruggs, su segunda colaboración con los Coen tras la sensacional Inside Llewyn Davis, Delbonnel sale airoso del reto de dotar una coherencia visual a cada una de las 6 historias que componen la película, ahondando en la personalidad de cada una de ellas a la vez que le coherencia estética a toda la obra. El western, por su reconstrucción del espacio salvaje y la frontera, siempre ha sido un género visualmente estimulante. Delbonnel no lo desaprovecha y firma otro trabajo impecable.

4. Kyung-Pyo Hong por Burning
¿Sueñan los humanos con invernaderos ardiendo? Burning, la adaptación cinematográfica de una obra de Haruki Murakami, es una película ensoñada. Un film donde el protagonista nunca tiene claro si lo que está viendo es real o solo es producto de su imaginación. Gran parte de la fascinación que ha producido la película entre muchos cinéfilos, entre los que me incluyo, se debe a su arquitectura visual, a un gran número de imágenes que se te clavan en los ojos. Kyung-Pyo Hong ilumina uno de los atardeceres más bellos y poéticos que jamás haya visto.


3. Sayombhu Mukdeeprom por Suspiria
El tailandés Mukdeeprom tiena a sus espaldas construir las atmósferas mágicas de cineastas tan radicales como su compatriota Apichatpong Weerasethakul o el portugués Miguel Gomes. Su encuentro con Luca Guadagnino en la sensorial y cálida Call me by your name nos dejó algunas de las secuencias más hermosas del cine reciente. En su segunda colaboración, la relectura de Suspiria de Dario Argento, ofrece un trabajo más imperfecto, pero también más radical. Como ya pasaba con la película de Argento, la Suspiria de Guadagnino es, ante todo, una experiencia visual. La reconstrucción del Berlin de los 70, salvaje, peligroso, que comenzaba a despertar de un largo letargo, permite a Weerasethakul jugar con la luz y los tonos para construir un relato profundamente inquietante.

2. Linus Sandgren por First Man
Tras ganar el Oscar con La la land, Sandgren vuelve a ponerse a las órdenes de Damien Chazelle para iluminar la oscuridad del espacio y jugar con las sombras de un hombre traumatizado por el fallecimiento de su hija, con una familia a punto de implosionar y entregado a su trabajo, creyendo que solo eso lo puede salvar de la autodestrucción. Es importante explicar esto porque Sandgren tuvo que integrar su recreación visual de la infinidad espacial con los grises de una serie de espacios (la casa, la NASA) profundamente anodinos. El resultado es deslumbrante,

1. James Laxton por If Beale Street Could Talk
Laxton dio el salto a las grandes ligas hace 2 años de la mano de Jenkins con la maravillosa fotografía azulada de Moonlight. En la nueva película de Jenkins confirma su talento para jugar con los colores y construir atmósferas hipnóticas con el manejo de la luz. Precisamente hipnosis y plasticidad son las dos palabras que se me vienen a la mente cuando pienso en su trabajo, una maravillosa construcción de estampas de la vida cotidiana, pasadas por un filtro de belleza y delicadez. Consigue captar lo hermoso en lo cotidiano, algo al alcance de muy pocos artistas visuales. Es incomprensible que un trabajo tan hermoso y luminoso como éste no esté nominado al Oscar. Una obra de arte.