miércoles, 22 de junio de 2016

Íñigo Errejón: el niño y la bestia

POLÍTICA, MANUAL DE INSTRUCCIONES







A las puertas del inicio oficial de la campaña electoral (la oficiosa comenzó con las elecciones europeas de 2014 y la irrupción de Podemos), Fernando León de Aranoa, máximo exponente del cine social español de las últimas décadas, estrenó Política, manual de instrucciones, un documental producido por Mediapro, uno de los grandes grupos mediáticos españoles, que narra la evolución de Podemos desde la asamblea fundacional de Vistalegre (octubre de 2014) hasta las elecciones generales del 20 de diciembre de 2015. El film, narrado desde una mirada aséptica, no sólo no elude los conflictos internos, sino que en cierta forma se estructura a partir de los mismos. Política, manual de instrucciones no es sólo la historia de un éxito electoral, también es una reflexión, a veces agria, a veces esperanzada, sobre lo que implica poner en marcha una estrategia ganadora para hacerse con el poder. En este conflicto entre ideales y pragmatismo en un partido que pretende construir un bloque contra-hegemónico, el único actor que salió victorioso de cada escaramuza no fue Pablo Iglesias, sino, Íñigo Errejón, verdadero protagonista del documental, una bestia política disfrazada de nieto geek.

En el seno de un partido, al igual que en el de cualquier relación humana, se producen quiebras y grietas. La primera que sufrió Podemos tuvo lugar en Vistalegre, en el inicio de su “asalto a los cielos”, remitiéndose a Marx. Lo que estaba en juego en aquel cónclave era la organización interna del partido. Lo que, en aquel momento, era el equipo de Pablo Iglesias propugnaba construir un partido organizativamente similar a los hegemónicos, con un liderazgo sólido y volcado en las dinámicas comunicativas externas, en vez de en las internas. Mientras que la oposición interna al mismo, una entente cordiale entre el ala más radical, liderada por Teresa Rodríguez, y la más moderada, aglutinada en torno a Pablo Echenique, defendía un partido más horizontal que vertical, con un liderazgo plural, que trasladara a la práctica la idea-fuerza de que en Podemos no mandaban los cargos, sino directamente todos sus miembros. Aranoa acierta de pleno al mostrarnos, no sólo los discursos construidos por ambos bandos, sino también las estrategias que fundamentaban dichos discursos. Aquella primera disputa supuso la pérdida de la inocencia del partido. La victoria aplastante de las tesis del equipo de Iglesias, que había condicionado su continuidad al frente del partido a la victoria de sus propuestas, convirtió a Podemos no en un partido que trabajara la democracia real, como la estructura en círculos invitaba a creer, sino en una máquina electoral diseñada para ganar.

El siguiente conflicto de calado se produjo, tras el auge de Podemos en las encuestas, en el seno del propio equipo de Pablo Iglesias. Lo cual hace que dicho conflicto sea la parte más interesante del documental de Aranoa. A principios de 2015, el acoso de las empresas mediáticas hegemónicas vino acompañado de dos campañas que buscaban desprestigiar al partido en su propio terreno: la lucha contra la corrupción. Una, de baja intensidad, tenía como protagonista a Íñigo Errejón y un contrato de investigación en la Universidad de Málaga. La otra, que llegó a dañar gravemente en el terreno comunicativo al partido, tenía como foco a Juan Carlos Monedero y a la Hacienda pública. Tras aquellos escándalos y el declive de Podemos en las encuestas, Monedero terminaría abandonando la dirección. La salida de Monedero se nos explicó como consecuencia del éxito que la campaña mediática y partidista había tenido. Podemos, había sido derrotado en su terreno de lucha predilecto: la corrupción. Sin embargo, de fondo había un conflicto bastante más trascendental en términos de estrategia de poder. Mientras Errejón abogaba y aboga por luchar sólo las guerras que se pueden ganar, Monedero defendía que no valía de nada no entrar en debates peliagudos, es decir, posicionarse, proponer... errar. Para Errejón el objetivo único es crear un bloque contra-hegemónico, liderado por Podemos, transversal (la palabra mágica), sin posicionamientos ideológicos manifiestos, que pueda conectar con una mayoría social apartidista, aunque ello implique evitar conflictos y propuestas, ya que los mismos traen consigo la pérdida de votantes que dejan de sentirse identificados con un proyecto diseñado sobre ideas-fuerza que apelan al sentido común. En cambio, Monedero cree que intentar alcanzar el poder abandonando las propuestas más polémicas y transformadoras, evitando sufrir daños, es un error de calado, puesto que supone construir un proyecto sin propuestas específicas. Monedero plantea el asalto al poder desde posiciones ideológicas sólidas, Errejón desde una transversalidad social que demanda justamente lo contrario. Para Monedero importa el proceso, para Errejón lo relevante es el fin: ejercer el poder para emprender medidas de menor calado, pero que generan un mayor consenso social. En cierta forma la victoria de Errejón sobre Monedero supuso la contradicción inmediata de la frase más célebre que pronunció Iglesias en Vistalegre: “el cielo no se toma por consenso, se toma por asalto”. De hecho, en una de las maravillosas anécdotas trascendentes que nos deja el documental, Errejón desaconseja a Iglesias que pronuncie dicha frase, porque será con lo que titulen los medios. Dicha predicción se cumple e Iglesias cierra la discusión, entre risas, sosteniendo que tenía que dejar una frase para los historiadores.


Podemos salió de aquella crisis doble, interna y externa, gracias al éxito de las confluencias municipales, más que por los resultados obtenidos en las elecciones autonómicas, a las que acudió en solitario. Sin embargo, el espectacular resultado de Ciudadanos en las elecciones catalanes y el fracaso de Catalunya si que es pot, volvieron a situar al partido en una situación precaria en las encuestas. De ahí nace la estrategia de la remontada que acabaría llevando a Podemos y a sus confluencias a las puertas del sorpasso al PSOE. Pero antes de todo ello, se produjeron dos nuevos conflictos, uno, por las listas electorales, otro, por la confluencia a nivel estatal con Izquierda Unida. En ambos casos triunfaron las tesis de Errejón: liderazgo centralizado y transversalidad. Sin embargo, una vez más, el sistema mediático español dibujó a Iglesias (y a su ego) como el villano del relato. Algo que se reproduciría en las negociaciones para formar gobierno. Es más fácil, en términos puramente narrativos, convertir en el enemigo a un hombre como Pablo Iglesias. Es difícil dibujar a Errejón como un peligro, al igual que a Alberto Garzón. Ambos hablan con tranquilidad, evitan un discurso abiertamente conflictivo y no polarizan las opiniones de aquellos con los que se comunican. En cambio, Iglesias sí lo hace, y en ello reside su éxito, pero también sobre ello se cimientan las tácticas que se ponen en marcha en su contra. Como dice una amiga mía sobre otra, que a menudo no usa sujetador: lo que ves es lo que hay. Iglesias es así, brillante, egocéntrico, manipulador, astuto y divisivo. Iglesias, al igual que mi amiga, va por la vida sin protegerse el pecho. Por ello se puede consumir en cualquier momento. En cambio Errejón, quizás el mayor estratega de la política española actual, ha llegado para quedarse. El gran logro de Política, manual de instrucciones es haber profundizado en el discurso, la estrategia y la psique de un actor llamado a ocupar un papel relevante en las dinámicas de poder de nuestro sistema durante mucho tiempo: Íñigo Errejón.

martes, 21 de junio de 2016

The Queen in the North

GAME OF THRONES - The Battle of the Bastards


Spoilers de Game of Thrones hasta el final del 6x09


Este domingo se emitió en Estados Unidos (y en gran parte del mundo) el noveno capítulo de la sexta entrega de Game of Thrones, el mayor fenómeno seriéfilo de la televisión actual. La expectación estaba por las nubes desde que HBO hiciera públicos los títulos de los capítulos de la segunda parte de la temporada. The Battle of the Bastards dejaba poco lugar a la especulación, la pelea entre los hijos bastardos (ejem) de Ned Stark y Roose Bolton, dilucidaría de esta forma quién gobernaría en el Norte, si los malogrados, apaleados y pisoteados Stark, clan que reinó en dicho territorio durante siglos, o los Bolton, que aliados con los Lannister se habían hecho con el poder mediante la cruel masacre llevada a cabo en la Boda Roja (3x09). Para rodar esa lucha encarnizada a vida o muerte HBO, los showrunners Benioff y Weiss llamaron a Miguel Sapochnik, el hombre detrás del capítulo mejor rodado de la serie, Hardhome, el asalto de los muertos a Casa Austera (5x08). Y para construir el relato optaron, sabiamente, por hacer girar el episodio únicamente sobre dos tramas: por un lado la batalla en el Norte, por otro, la consolidación del poder de Daenerys en el Este, más allá del mar Angosto. Así, un episodio que estaba llamado a ser protagonizado por dos hombres: el invencible (resurrección mediante) héroe, Jon Snow, y el pérfido villano, Ramsay Bolton; acabó siendo okupado por tres mujeres: Daenerys Taragaryen, Yara Greyjoy y, sobre todo, Sansa Stark.

Game of Thrones ha construido, a lo largo de todo el relato, a varios personajes femeninos que luchan, en un mundo rabiosamente misógino, por empoderarse. Ha sido, sin duda alguna, una de sus principales aportaciones a nivel de impacto social. Conquistar para las mujeres el terreno de la fantasía medieval es un logro inmenso y uno de los motivos por los que Game of Thrones será recordada como una de las grandes ficciones televisivas de nuestro tiempo. Así, The Battle of the Bastards ha mezclado los mejores elementos con los que cuenta la serie: espectacularidad, tensión, drama familiar y una clarividente reflexión sobre el poder y sobre las estrategias para conquistarlo o retenerlo.

Daenerys ha puesto fin, mediante el uso de la fuerza, a la rebelión de los esclavistas. Por fin, tras demasiado tiempo, todo sea dicho, controla definitivamente las ciudades libres. Tras el fracaso de la estrategia de Tyrion, pactar con los esclavistas, Daenerys ha frenado la rebelión de los mismos gracias a sus dragones y a su ejército doothraki. Ha terminado la travesía por el desierto, la Khaleesi está lista para cruzar el Mar Angosto y conquistar Poniente. Para ello ha sellado un pacto con Yara Greyjoy, que le facilitará barcos, le prometerá fidelidad y renunciará a que las Islas del Hierro sigan viviendo a base de saqueos y asaltos en el mar. A cambio Daenerys se asegurará de que Yara controle dichas Islas, rechazando la futura oferta de su tío Euron. Daenerys combina así el uso de la fuerza y la capacidad de pactar, ataque y consenso, en una estrategia de poder que busca situarla a ella sobre el Trono de Hierro.


Si todas las tácticas que pone en marcha Daenerys parecen, a priori, acertadas, justamente lo contrario le ocurre a Jon Snow. A pesar de los sabios consejos que le da Sansa en una maravillosa discusión en penumbras, Snow comete todos los errores que podría cometer en su planteamiento de la batalla contra Bolton. El problema de Jon Snow es que no es un estratega, jamás ha ambicionado el poder, sino que su ejercicio le ha llegado casi por accidente. Si a eso le sumamos que se deja llevar por sus sentimientos en un mundo feroz, lo cual ya le costó su propia muerte, y que además no atiende a consejos, el resultado es un líder que no sabe liderar y al que siguen por su honradez y nobleza, no por su inteligencia o dotes estratégicas o discursivas. Si Daenerys cimienta sus ambiciones sobre la premisa de que sería una buena reina, una líder justa, Jon esgrime que es el hombre que hace siempre lo correcto moralmente, aunque no sea lo más astuto. El problema es que Poniente no es un territorio para hombres buenos. Por eso cae en las trampas que le tiende Ramsay Bolton, su antítesis a todos los niveles: pérfido, retorcido, malicioso, ingenioso y ególatra (su perdición). Era imposible para Jon salvar a Rickon en medio de una cacería fríamente planificada por Bolton y aún así desmonta toda su táctica de esperar al ataque de Bolton para intentar rescatar a su hermano. Una operación suicida. A partir de ahí se pone en marcha una batalla cruenta y asfixiante en la que el ejército de los Stark se ve rodeado y masacrado por el de Bolton.


Por suerte para Jon Snow, a su lado, aunque él no acabe de verla como una igual, está Sansa, aquella adolescente de la primera temporada, frívola y banal, que ha terminado por convertirse en una mujer astuta, inteligente, calculadora y valiente. En paralelo a las negociaciones de Snow con el resto de clanes del Norte, Sansa pone en marcha una estrategia doble: coaligarse con Meñique y pedir ayuda a los Tully. Así, gracias a ella, Gandalf Meñique, llega con la primera luz del quinto día justo a tiempo, para destruir las filas de Bolton y cambiar drásticamente el rumbo de la batalla. Las complejas dinámicas de seducción, poder y manipulación entre Sansa y Meñique aún tienen mucho terreno para evolucionar. Sansa es el producto de un mundo violento e impredecible dónde no te puedes fiar de nadie. Durante todo su trayecto vital ha estado en manos de los dos actores más despiadados del relato: Joffrey y Ramsay; y se ha relacionado con los dos estrategas más brillantes: Tyrion y Meñique. El resultado de todo este proceso lo hemos podido ver a lo largo de toda la temporada, germinando definitivamente en la secuencia final entre Sansa y Ramsay, cuando ésta observa directamente cómo los perros devoran al hombre que la violó y la destruyó emocionalmente. Una catarsis salvaje en un mundo salvaje. Los Stark están de vuelta, Jon Snow es un héroe, pero Sansa es la verdadera, The Queen in the North. Tiene todas las aptitudes para ser una gran gobernante en tiempos convulsos.