El (terrible a la par que brillante) debate entre los 3 candidatos demócratas de House of Cards |
Ya ha comenzado la larga carrera para llegar a la Casa Blanca en las elecciones de 2016. En el último mes los senadores republicanos Rand Paul (Kentucky) y Marco Rubio (Florida) han hecho oficial su intención de luchar por la nominación del Partido Republicano a la presidencia de Estados Unidos. Mientras que en el bando demócrata ya ha saltado a la arena la candidata inevitable, una tal Hilary Rodham Clinton. Entre sus hipotéticos rivales figuran el vicepresidente Biden, que no creo que se vaya a exponer a una derrota humillante frente a Clinton, el senador Sanders de Vermont (un tipo que dice ser socialdemócrata en un país que cree que eso es algo así como ser el demonio) o el ex gobernador de Maryland, Martin O’Malley (en él está basado ni más ni menos que Tommy Carcetti, el alcalde/gobernador de The Wire). Si en las primarias republicanas va a terminar imponiéndose el último que se mantenga en pie (tras miles de cuchilladas), las demócratas serán (salvo que surja un escándalo tamaño XXL sobre los Clinton) un plácido paseo por para Hilary Clinton. Este lunes CNN y Opinion Research publicaron una granencuesta sobre las primarias que pronostican resultados catastróficos para el GOP (los republicanos). El candidato republicano que mejores resultados cosecharía frente a Clinton hoy por hoy (falta más de 1 año para las elecciones, un mundo en política) sería Marco Rubio y perdería frente a ella por 14 puntos. Para hacernos una idea, estaríamos hablando de la mayor victoria en una batalla presidencial (en número de votos, no en número de compromisarios) desde 1984, cuando Reagan logró su segundo mandato venciendo por 18 puntos a Mondale. Ante un panorama en el que los demócratas podrían acumular hasta 16 años consecutivos ocupando la Casa Blanca (el mayor periodo con presidentes del mismo partido desde los años 40), su imagen en la televisión americana se está llenando de claroscuros. Las culpables son dos de las más interesantes y arriesgadas series de la ficción actual: House of Cards y The Good Wife.
A partir de aquí, spoilers hasta el 6x19 de The Good Wife |
De hecho si escribo este artículo
es porque tras más de una semana no
consigo arrancar de mi cabeza los ecos de Winning Ugly (3x19), uno de los
mejores capítulos de la historia de The
Good Wife. En él, se destapaba cómo el Partido Demócrata de Illinois
amañaba las elecciones estatales para mantener una super-mayoría legislativa
que les permitiera aprobar leyes evitando el filibusterismo (prácticas
dilatorias y/o de bloqueo) republicano. Ante el descubrimiento de que algunas
máquinas electorales habían sido manipuladas, el comité demócrata designaba a
un honorable abogado (Ron Rifkin) para defender la integridad de Alicia Florick
(a pesar del botox, nadie sabe sufrir
como Julianna Margulies), que había sido elegida Fiscal del Estado en esas
mismas elecciones. Sin embargo, todo se torcía en los (terribles) 10 últimos
minutos del episodio, en los que descubríamos el amaño de las elecciones
legislativas y cómo “El Partido” (como institución de poder gangrenada) decidía
inculpar a Alicia de amañar sus elecciones para tapar el amaño masivo en las
legislativas. Sacrificar a una candidata
honrada por mantener las cuotas de poder partidista en el Estado. Para
ello, amenazaba a Peter Florick (la sombra de la duda sobre si éste amañó o no
su elección como Gobernador de Illinois planea en la serie desde hace años) y a
la propia Alicia, al decirle que la boicotearían hasta destruirla sino asumía
que la manipulación de las máquinas electorales se organizó desde y para su
campaña. A cambio, “El Partido” prometía cuidarla y darle en bandeja otro cargo
público en elecciones futuras. Porque lo
importante no son las personas, sino la institución, el aparato de poder, “El
Partido”, esa máquina perfectamente engrasada al servicio de unos ideales líquidos
en una sociedad líquida, que diría Bauman.
Si Winning Ugly es un capítulo tan abrumador, tan duro de ver y de
analizar, es porque traza un retrato asfixiante del poder como una tela de
araña de la que no podemos escaparnos. Otra vez más, tras la persecución a
Cary del inicio de temporada, The Good
Wife se mira en El Proceso de
Kafka. No hay escapatoria posible, da igual que tú no hayas hecho nada malo, si
no es la ley, serán los que la hacen, pero te acabarán jodiendo. Algo no funciona en nuestras democracias representativas
de corte partidista, por eso el ecosistema de partidos en España está
implosionando y por eso mismo en Estados Unidos se está viviendo un boom de las
series políticas (The Good Wife,
House of Cards, Veep, Madam Secretary, Scandal (risas) e incluso, y aunque
para algunos no lo sea, Game of Thrones).
Y todas ellas lanzan una mirada escalofriante sobre el poder. De hecho, la
única comedia (voluntaria, porque Scandal
es en realidad una comedia descacharrante), Veep, es quizás la más dura y
pesimista de todas ellas. La fuerza de Winning Ugly, y en general de la
aproximación al mundo de la política de The
Good Wife, reside en su verosimilitud. Yo no me imagino a los tres
candidatos presidenciales matando con sus propias manos a otras personas
(gracias por tanto Scandal), a un
vicepresidente (y a todos sus asesores) tan recalcitrantemente incompetentes (Veep) o una macro-conspiración que exige
mil saltos de fe y roza constantemente lo ridículo (America Works) como la que
retrata House of Cards. Sin embargo, sí me imagino el panorama político que
pinta The Good Wife, básicamente
porque la corrupción partidista es el pan nuestro de cada día. La cruda y
espeluznante y cotidiana (y por ello doblemente espeluznante) realidad. La distopía no es la amenaza del futuro, es
la denuncia del presente.
A nadie se le escapa que
Hollywood es una de las principales fuentes de apoyo público (y sobre todo
financiero) del Partido Demócrata. Por ello resulta tan interesante que la
visión de los demócratas en televisión haya mutado de la sorkiniana de The West Wing
a la que vomitan The Good Wife y House of Cards (en Madam Secretary y Veep no
se habla de partidos). ¿Qué ha pasado en esta década? Cierta decepción con la
Administración Obama y un cuestionamiento global de la salud de la democracia
americana tras el 11-S y el recorte de las libertades impuesto bajo el mandato
de Bush y perpetuado bajo la presidencia de Obama (hola NSA). La tierra de la libertad es menos libre y cada
vez más desigual. Esto no implica que Hollywood vaya a dejar de ser
abiertamente demócrata, básicamente porque la alternativa es aún peor. Pero sí
que es un toque de atención. No corren tan buenos tiempos para los demócratas
como el plácido camino hacia la Casa Blanca de Hilary Clinton parece sugerir. El dibujo de un Washington podrido de
arriba abajo que pinta House of Cards
es, a todas luces, excesivo, pero evidencia que las propuestas se han visto
anuladas por el mercadeo de favores. No importan las ideas, sino medrar
políticamente, aunque para ello haya que recurrir a las más sucias estrategias.
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