jueves, 30 de abril de 2015

Las 50 películas de mi vida (I)

Dos personas muy importantes para mí, han hecho sendas listas con las 50 películas de su vida, nos hemos ido picando y ellos ya han hecho también las 50 canciones de su vida (bueno, o 100). Como quería aprovechar la idea para colgarla aquí, he tardado un poco más, pero he aquí la primera parte. Sin orden alguno. Las 50 películas de mi vida.


The Rescuers (Wolfgang Reitherman, John Lounsbery y Art Stevens, 1977)
Cuando era pequeño, en aquellos mexicanos tiempos, era ya un niño torpe y raro. Tan raro que de todas las películas de Disney mi favorita era Los rescatadores, básicamente porque la idea de que existiera un aeropuerto para ratones me parecía fascinante y porque su parte final, en el pantano, me daba mucho miedo. Y por algún extraño motivo me gustaba tener miedo.
  
The Apartment (Billy Wilder, 1960)
Para mí The Apartment es la comedia dramática definitiva. Es simplemente perfecta. La cima del género. Graciosa y dolorosa a partes iguales. Es también una de las historias más enternecedoras que he visto. Una película a la que me encantaría poder abrazar. Jack Lemmon y Shirley MacLaine nunca estuvieron mejor. Es cine eterno.

À bout de soufflé (Jean-Luc Godard, 1960)
Tengo la sensación de que mi generación corre, corre y corre buscando una salida que no existe. Huimos. Y cuando llegamos al final de la escapada, agotados, sin aliento, nos encontramos con que seguimos en el punto de partida. Sólo corrimos en círculos. Si algún día me tatuara algo, cosa que no va a pasar, sería À bout de soufflé.


Apocalypse Now (Francis Ford Coppola, 1979)
La guerra no es nada más (ni menos) que destrucción. De las personas y de sus almas. Un monstruo que lo devora todo. Apocalypse Now es mi película bélica favorita porque tiene una fuerza y desprende una fatalidad, un aire insano y perverso, que me fascinan. Además también es un viaje a las entrañas de la locura, al corazón de las tinieblas, que rezaba la novela de Conrad que Coppola adapta, moldea y manipula. La locura del poder absoluto. Siempre me encantará el olor a napalm por la mañana.

Ordet (Carl Theodor Dreyer, 1955)
No me considero una persona espiritual. De hecho, creo que no lo soy en absoluto. Pero las dos veces que vi Ordet supusieron unas experiencias emocionales/intelectuales que me marcaron mucho. Dreyer se apoderó de mí, como si fuera el espíritu santo. Y después, me ha vuelto a pasar lo mismo con La Passion de Jeanne d'Arc y Vredens dag. Uno de los cineastas más clarividentes de la historia del cine.

All the President's Men (Alan J. Pakula, 1976)
Tenía que haber un thriller político de los 70 y una película sobre periodistas. All the President’s Men cubre ambas cuotas. Pocas películas me divierten e interesan tanto como ésta. El poder lo envenena todo. Pero en todas partes hay personas empeñadas en revertir el veneno.



The Dreamers (Bernardo Bertolucci, 2003)
Una película que pivota sobre el cine, la política y el sexo tendría que ser muy mala para no encantarme. Básicamente porque son mis tres cosas favoritas del mundo. The Dreamers no sólo no es muy mala, sino que es tierna y pesimista, inteligente y abrasiva. Debajo de los adoquines no estaba la playa. Posiblemente sea la película de mi adolescencia. La que desterró mi infancia para siempre. A pesar de todas las veces que la he visto no deja de maravillarme y quemarme.

Salò o le 120 giornate di Sodoma (Pier Paolo Pasolini, 1975)
En un programa literario muy guay que había en La 2 hace mucho tiempo, hicieron un especial sobre Pier Paolo Pasolini y en él una crítica (creo) reconoció que la única vez en toda su vida que tuvo que irse de un cine porque no soportaba lo que estaba viendo fue con Saló, la particular visión de Pasolini sobre la República de Saló, el estado que se montó Mussolini cuando su poder ya se estaba viniendo abajo. Tras aquello, picado por una enfermiza curiosidad y por la (no menos enfermiza) obsesión que tengo con Pasolini, tuve (obligación inmoral) que ver la película con mis propios ojos. Y sí, es tan vomitiva, terrible y nauseabunda cómo uno se la puede imaginar. O más.

Paris, Texas (Win Wenders, 1984)
En una mañana horriblemente resacosa del último verano, escondido cual rata de alcantarilla o marmota que anuncia que seguirá el invierno, vi Paris, Texas. Me pareció una brillante idea tragarme un drama durísimo en mi deplorable estado (físico, anímico, emocional). Y, sorprendentemente, lo fue. Mientras acompañaba a aquel hombre que luchaba por recomponer los pedazos de su vida rota, fui capaz de reconstruirme, aunque sólo fuera un poquito, a mí mismo.

Se7en (David Fincher, 1995)
He contado muchas veces que Se7en era la única película en VHS (oh sí, qué tiempos) que poseía en propiedad cuando era un chaval. La vi tantas veces que terminé siendo el monstruo que hoy soy. Por el camino, una infancia rota y el nacimiento de un amor incondicional y absoluto por David Fincher.


Contact (Robert Zemeckis, 1997)
He visto tantísimas veces Contact que tenía que estar en esta lista. Dice bastante poco de mí, o más bien, lo dice todo de mí, que la película de Robert Zemeckis que esté en esta lista sea ésta. Y no Forrest Gump, o sobre todo, Regreso al futuro. Pero siendo justos, y si bien es cierto que Regreso al futuro es una de las películas de mi infancia, he visto Contact muchas más veces. Y siempre la pongo de ejemplo de "película fallida que a mí me encanta". A pesar de todo. E Interstellar vino a darnos la razón a los contacters, es una película enorme, muy imperfecta, pero enorme, que trata una cantidad ingente de temas interesantes.

Eyes Wide Shut (Stanley Kubrick, 1999)
La primera vez que vi la última película de Stanley Kubrick, no estaba preparado. Era demasiado joven. Quizás por ello, aquella bacanal de sexo y poder me marcó tanto. No entendía nada, pero deseaba entenderlo todo. Sigo sin entender muchas cosas de aquella película, por algo Kubrick es Kubrick. Pero me sigue hipnotizando como el primer día. Es una película que me arde entre las manos.

Affliction (Paul Schrader, 1997)
La aflicción es uno de los estados de ánimo/sentimientos más perversos que uno puede sentir/padecer, básicamente porque es terriblemente críptico. Es complicadísimo explicarlo con palabras o imágenes. Pero, Paul Schrader lo consigue. Y lo respeto mucho por ello.



Dogville (Lars von Trier, 2003)
Lars von Trier es un hijo de puta, pero es mi hijo de puta. Es uno de mis cineastas fetiches. A veces repulsivo, casi siempre demoledor. Dogville quizás sea la cima de su cine. El más retorcido de sus cuentos. El más radical y salvaje de sus discursos. El hombre, ese monstruo. El odio, esa enfermedad.

C.R.A.Z.Y. (Jean-Marc Vallée, 2005)
Llegó a mí en el momento perfecto. Y me abracé a ella como un niño que se abraza a su padre tras un día sin verlo. De la forma más pura y tierna posible. C.R.A.Z.Y. es una película mágica, dulce, optimista, sensible. Si C.R.A.Z.Y. fuera una persona estaría completamente enamorado de ella, porque sé que me trataría con todo el cariño del mundo. Y sabría que escucharíamos muy buena música. Siempre soñaré con cantarle a mi hijo Hier Encore.

Before Sunrise/Before Sunset/Before Midnight (Richard Linklater, 1995, 2004 y 2013)
Before Sunrise fue la primera película que vi con una persona que ha sido muy importante en mi vida y a la que siempre querré mucho. Yo ya la había visto varios años atrás, pero la película que me encontré la segunda vez fue completamente distinta. O más bien yo era distinto. Una experiencia emocional preciosa. Reí y me emocioné como pocas veces he hecho. Toda la trilogía está llena de magia. La segunda película es una delicia, quizás la más optimista de las tres, la que menos quema. Y, finalmente, la última película de la trilogía de Celine y Jesse es también la que me golpeó más fuerte. La única de todas ellas que me aterró. Esa larga secuencia en la habitación de hotel en la que ambos se desnudan frente al otro, dejando ver todas sus miserias es demoledora. Y sí, me dio miedo, porque me proyecté a mí mismo en el futuro a través de ellos. En ese momento supe que iba a sufrir mucho en esta vida. Espero equivocarme.

Metropolis (Fritz Lang, 1927)
Soy un completo ignorante en cine mudo. No estoy orgulloso de ello, pero es justo reconocerlo en público. Metrópolis es mi película muda favorita. Mi distopía cinematográfica preferida. Y quizás la obra de ciencia ficción que más me ha fascinado de todas las que he visto o leído. Además, Fritz Lang era un genio.


Morte a Venezia (Luchino Visconti, 1971)
Ninguna película de todas las que he visto, captura tan bien la soledad más absoluta cómo lo hace ésta. Ni una. Es terrible ver a ese pobre diablo que se precipita hacia la vejez persiguiendo a un adolescente por una Venecia podrida. Pocas películas me han impactado tanto. Siempre recordaré ese tinte de pelo escurriéndose al sol.


Seven days in may (John Frankenheimer, 1964)
Justo antes de que comenzara el peor día de mi vida estaba viendo esta película. Muchas horas, kilómetros y sollozos después, de madrugada, terminé de verla en el silencio sepulcral de una habitación que no era la mía. No me consoló, pero me hizo sentirme menos solo. Y además el protagonista es Burt Lancaster.


Arrival (Denis Villeneuve, 2016)
Si hay un género cinematográfico que adoro (además del thriller político) es la ciencia ficción. Y Arrival es una de las obras de ciencia ficción más complejas, maduras, emotivas e inteligentes que se han hecho en este siglo. Una lingüista salvando a la humanidad y hermanando pueblos y planetas no es una premisa obvia precisamente. Amy Adams y Denis Villeneuve construyen entre ambos una de las secuencias más hermosas y duras que he visto nunca. Cuando ella es consciente, por primera vez, de todo. De absolutamente todo. Apabullante. 

Fa yeung nin wa (In the Mood for Love) (Wong Kar-Wai, 2000)
El quizás quizás quizás de Nat King Cole se clavó en mi cabeza. Me persiguió durante días, semanas, meses. Con esta película crucé el punto de no retorno con Wong Kar-Wai. Tras verla supe que estaba condenado a amar eternamente su cine. Dura y triste, como las mejores canciones de desamor.




Happy Togheter (Wong Kar-Wai, 1997)
La primera vez que vi Happy Together no la entendí. Es difícil entender qué es amar a alguien que sólo te hace daño, hasta que no alcanzas una mínima madurez emocional. Cuando la alcancé (más o menos), volví a Buenos Aires. Y entonces, me enamoré. De la ciudad, de su protagonista, de su recorrido por la más triste de las soledades en medio de la ciudad. Es muy difícil librarte de aquello a lo que amas pero que te destroza lentamente, hasta reducirte a cenizas. Pero al final, tras mucho sufrir, la vida sigue, nosotros seguimos. Siempre hacia adelante. 

Chung Hing sam lam (Chungking Express) (Wong Kar-Wai, 1994)
La cama de mi habitación (la cueva originaria) está presidida por un poster. El de Chungking Express. Una de las películas que más me han hipnotizado en toda mi vida. La vi una noche en La 2. Acababa de llegar de Santiago y faltaban 2 semanas para la selectividad. Estaba tan emocionado con la vida que iba a construir en aquella ciudad… Y Chungcking Express me empujó a soñar aún más alto y más fuerte. 12 años después puedo decir que me engañó, pero también que ha sido divertido.

Who’s afraid of Virginia Wolf? (Mike Nichols, 1966)
Dos matrimonios se inmolan durante dos horas de película. Elizabeth Taylor y Richard Burton se devoran el uno al otro hasta el punto de que uno ya no sabe si están interpretando a los personajes de Eugene O’Neill o de verdad están destrozándose ante nuestros ojos. Poniendo blanco sobre negro todos los cadáveres que tenían escondidos en el armario. Es una película que me enseñó, en una calurosa noche de verano, que desde luego hay que tener miedo al dolor que vamos acumulando día tras día, año tras año y que no somos capaces de exteriorizar hasta que reventamos. Y cuando la explosión tiene lugar, y siempre tiene lugar, nos lo llevamos todo por delante, empezando por nosotros mismos.

Mulholland Drive (David Lynch, 2001)
¿Qué es una pesadilla? Un cuento que nos contamos a nosotros mismos en el que volcamos todos nuestros miedos más terribles y nuestros deseos más insanos. Un punto oscuro de nuestra alma dónde todo puede ser posible y no estamos a salvo, de nada, ni de nadie. David Lynch es el hombre que más y mejor ha explorado ese territorio tan inhóspito como hipnótico. Y Mulholland Dr. es, de todas sus expediciones, mi favorita.

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