jueves, 8 de enero de 2015

Los científicos que ayudaron a ganar la guerra

THE IMITATION GAME / MANHATTAN


Alan y Christopher

La semana pasada se estrenó en los cines de toda España The Imitation Game (Descifrando Enigma (los subtítulos españoles de títulos de películas dan para post propio)), uno de los grandes dramas cinematográficos del 2014, y principal rival de la Boyhood de Richard Linklater en la carrera por los Oscars. Esta película dirigida por Morten Tyldum, narra cómo el matemático británico Alan Turing logra, junto a su equipo, descifrar el código que usaban los nazis para comunicarse, lo cual permitió a los Aliados, manipular el curso de la guerra, adelantando (según nos dice el propio film) su victoria en 2 años. Antes, en pleno verano, y al otro lado del océano, la cadena de televisión WGN America, estrenó Manhattan, un drama ambientado en Los Álamos, que nos relata cómo consiguieron los científicos americanos, al mando del Dr. Oppenheimer, desarrollar la bomba atómica. El lanzamiento de dicha bomba sobre Hiroshima y Nagasaki, también adelantó el final de la guerra en el Pacífico y ahorró, según los americanos, millones de vidas, a cambio de la muerte de cientos de miles de japoneses ese día.

El audiovisual, como cualquier otro arte, echa constantemente la vista atrás para hablarnos de nuestra historia. Y desde luego la II Guerra Mundial es uno de los pasajes más explotados y explorados. Al producir relatos, ya sea una película o una historia que contamos en una conversación, tendemos a bipolarizarlos, X contra Y. En el caso de la II Guerra Mundial tenemos a los malos, los nazis, que además son una versión bastante pura del mal, y a los buenos, los Aliados, las democracias representativas occidentales. Si bien se ha reflexionado bastante sobre el nazismo y el fascismo (algo menos sobre el régimen japonés), el análisis del comportamiento de las potencias occidentales se ha limitado casi a la epopeya bélica (la descomunal Saving Private Ryan de Spielberg como paradigma). Partiendo de este panorama, The Imitation Game y Manhattan, suponen a la vez, un avance y una reiteración.

Ambas aciertan al destacar el papel que los científicos y los servicios de inteligencia, más allá del espionaje que sí ha cultivado el AV, tuvieron en el desenvolvimiento de la guerra. Hombres y casi ninguna mujer (un machismo que también muestran ambas producciones de forma notable), que se sacrificaron en la retaguardia para poner a sus países en la vanguardia tecnológica y de esta forma imponerse al Eje en la contienda bélica. Es curioso que tanto una como la otra pivoten sobre un gran científico asocial atormentado. En el caso de Alan Turing por su homosexualidad y su incapacidad para conectar emocionalmente, en el del ficticio Frank Winter, por lo obsesionado que está con sus ideas. Muchos hombres perdieron la vida en los diversos frentes bélicos, pero otros perdieron la cabeza estando en “casa”. Sacrificio y empeño. Sangre, sudor y lágrimas.

Nada que celebrar

Sin embargo, aunque en diferentes medidas, ambas adolecen de mirar al pasado con benevolencia, de forma heroica. A Manhattan le falta una honda reflexión sobre la creación de la bomba atómica. Sus protagonistas no están sumidos en un gran debate interno sobre la moralidad de crear un arma de destrucción masiva. La coartada de la serie radica en proponernos un “mejor la construimos nosotros, los buenos, antes de que lo hagan los nazis, los malos”. Tras el lanzamiento de la misma, a ese argumento se le uniría el de la reducción de bajas humanas. Hubiera sido interesante una aproximación más crítica a las decisiones del país que desde aquella guerra “lidera el mundo libre” (risas). Menos patriotismo y más autocrítica para no repetir las aberraciones del pasado. Pero es algo que pueden rectificar en su segunda temporada.

El caso de The Imitation Game es diferente. Contar la historia de Alan Turing (soberbio Benedict Cumberbatch), uno de los hombres más relevantes del S.XX permitía abrir una poderosa reflexión sobre cómo eran aquellas victoriosas democracias. Frente a la imagen de pulcra libertad que nos venden los relatos, lo cierto es que había grandes persecuciones contra todo aquel que fuera diferente. Ya fuera gay, comunista o una mujer intentando despuntar en un “mundo de hombres”. Aquellas democracias no eran tan libres, como tampoco somos tan libres hoy en día. Asumámoslo, afrontémoslo e intentemos mejorar. Alan Turing, un héroe de guerra, el hombre que cambió el rumbo de la misma y que sentó las bases de la informática, fue condenado por ser homosexual a castración química para evitar la cárcel. Terminó suicidándose. Esto último nos lo cuenta The Imitation Game con un rótulo, mientras de fondo los protagonistas queman documentos sumidos en la más amplia felicidad. Y tras ese rótulo vienen todos los demás rótulos que nos explican los millones de vidas que salvó y cómo tenemos ordenadores gracias a su máquina. O cómo tenar un happy ending a cualquier precio. Que nos hubieran narrado visualmente la persecución a Turing, cómo este se rompió, cómo el Estado al que él ayudó a vencer lo destrozó hasta conducirlo al suicidio, hubiera sido poderoso. Ya no sólo cinematográficamente, sino también en el plano histórico, en el plano crítico.

"No quiero que me separen de él"

Ser críticos con nosotros mismos es fundamental. Muchos de los problemas que tienen actualmente nuestras democracias representativas vienen justamente de aquí, de que dejamos de ser críticos con nuestra historia, con nuestras instituciones, con nosotros mismos. Podemos celebrar los grandes éxitos humanos. Podemos y debemos, por eso que nos estén contando que los científicos fueron fundamentales para derrotar a los nazis y los japoneses es tan valioso. Pero no por ello el cine y la tv, como poderosas máquinas de generar discursos e instalar ideas en el imaginario colectivo, pueden no poner el dedo en la llaga de nuestras vergüenzas. The Imitation Game no es una mala película, está bien contada, es muy entretenida, tiene buenos actores,  y por ello mismo es de fácil consumo, es un sólido drama adulto. Pero no es una película justa. Ni con Alan Turing, ni con la historia, ni con los espectadores. Obviamente no es su deber serlo, pretende ser cine de entretenimiento de calidad para todos los públicos y lo consigue con creces. Pero a esta película yo le pedía algo más, que cumpliera una función casi social. Soy consciente de que es mi problema (y espero que el de alguna persona más), The Imitation Game cumple sus objetivos, no los míos, y eso me da rabia.

2 comentarios:

  1. Que me cuenten el suicidio de Turing en un rótulo me parece un insulto como espectadora, aún no me lo creo. En general la sensación es que pasan de puntillas por su historia personal "no vaya a ser que los académicos crean que nos hemos pasado y no nos voten", cuando esta película, como dices tú, pedía que se metieran en los charcos, que fueran críticos con su propia actitud y que no lo dejaran en plan "oh mira, era gay y se volvió loco con sus cosas". En fin...

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    1. Está claro que se acobardaron, no vaya a ser que les llovieran palos, es un poco historia para dummies, no aprobamos! Aquí había una gran peli y nos la han robado, y por encima nos han intentado meter el palazo con soft-history xD

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