Te hiero tanto |
Es curioso como en estos últimos
meses el cine y la televisión nos han bombardeado con matrimonios a la deriva.
Desde el de The Leftovers o el de Halt and catch fire, en el verano
seriéfilo, hasta el de Gone girl y
los de Relatos Salvajes, en el otoño
cinéfilo. Las cosas no están funcionando. De hecho Showtime ha estrenado hace
un mes The Affair, una serie que
gira en torno a dos personas que se embarcan en una aventura, y sobre cómo sus respectivos matrimonios se van resquebrajando en el proceso. Es curioso como las crisis
matrimoniales en estas obras no se abordan desde la premisa “se nos rompió elamor”, se ha agotado, ya no nos amamos. Es decir, desde una perspectiva
romántica. Si no que más bien sus matrimonios se han convertido en agujeros
negros de problemas que no compensan el amor que se puedan profesar. Los
cuernos, la anulación de la otra persona, el abandono, la nula dedicación, la
monotonía. Hay una amplia gama de problemas. ¿Es en sí mismo el matrimonio un
problema? Cuando la Amy Dunne de Gone girl viene a decir que el matrimonio no es el amor correspondido, sino el
agarrarse mutuamente en la caída, nos damos cuenta de que efectivamente el
futuro es lúgubre.
Sostienen muchos artistas
argentinos (de todas las áreas) que entre las ruinas del corralito surgió una
vitalidad artística extraordinaria. Los problemas agudizan el ingenio. Quizás
esté pasando eso ahora al calor de las crisis concatenadas que padecemos
(económica, social, política, ¿moral?). El arte está cuestionándolo todo,
porque todo ha sido puesto en duda. Y el matrimonio, tan pegado al día a día y
a la esfera más íntima del ser humano, debe ser escrutado sin miramientos de
ningún tipo.
De ese escrutinio que están
realizando muchas obras audiovisuales en los últimos tiempos como las que he
mencionado antes, podemos concluir que el matrimonio es una cárcel, pero es
nuestra cárcel. Casi como si fuera un Síndrome de Estocolmo vital e
institucionalizado socialmente. Alguien te secuestra y no quieres liberarte de
ese secuestro, o más bien, no puedes liberarte. Todo esto lo refleja sobre todo
Gone girl, por eso es una película tan relevante, tan aguda. No es que los matrimonios
sean como el de los Dunne, ni como el de ninguno de las otras obras que he
señalado. El matrimonio medio no está sometido a esas condiciones
extraordinarias. No. Se encuentra dentro de un ambiente “normal”, por eso
nuestros padres no se odian/aman al borde de la esquizofrenia. Los matrimonios “normales”
no están tan jodidos. Pero algunos de los problemas que se diagnostican en los
Dunne están, quizás en estado de hibernación, en la mayoría de los matrimonios.
Sobre todo, la frustración. Y aquí vuelvo a la situación de crisis en la que vivimos, porque las crisis entre otras
muchas cosas generan frustración. Y la crisis matrimonial más que ninguna otra,
porque es la impotencia reducida a los 120 cm de una cama. Relatos Salvajes, esa sátira sobre la corrupción, es una película
plagada de personajes frustrados. En Halt
and catch fire o The Leftovers
pasa otro tanto. También en The Affair
con esa madre de luto y ese escritor de una sola novela. Y desde luego en Gone girl. Si en el cambio de milenio el
hombre estaba en crisis consigo mismo, por no ser capaz de comprenderse, ahora el
hombre está en crisis con todo lo que le rodea, porque no es capaz de
comprender qué es lo que va mal. En el primer caso quería arreglarse a sí mismo
para arreglar su vida, ahora, queremos arreglar nuestra vida, para así,
arreglarnos a nosotros mismos. Al fin y al cabo, el hombre es ese animal que
está constantemente construyéndose y destruyéndose a sí mismo. A esa frase quizás
haya que añadirle: y a su pareja.
Me ha gustado tu entrada, y aunque es un tema del que no suelo hablar mucho por cuestiones que no vienen al caso, te comento algo que siempre me llama la atención. ¿Por qué nunca se contempla la opción de irse cada uno por su lado? Rendirse o ser valiente, según se mire. Es algo que se aborda en poquísimas historias, y a mí me parece que siempre que eso no esté contemplado todo se queda cojo, como a medias.
ResponderEliminarSerá la opción más resultadista, pero siempre digo "¿y lo de romper con todo, para cuándo?" cuando veo que no se atreven a plantearla. Y, como dices, en los matrimonios normales pasa. Y mucho.
Sí, tienes toda la razón del mundo, la mayoría de las veces no se plantean dejarlo, por eso lo de que es como un Síndrome de Estocolmo, te hace daño pero no eres capaz de irte. Como si el miedo a estar jodido solo superara el hecho de estar jodidos juntos
EliminarVenga, otra más (y ya digo que este tema aborrezco tocarlo): hay que ser muy valiente para renunciar a algo aunque sepas que sea malo. Hace falta tenerlos muy bien puestos, y en estas cuestiones ellas suelen ser las que se paran a pensar que nada merece la pena cuando, en efecto, nada merece la pena. Ojalá algún día veamos esa parte completa en la gran pantalla. Vende menos, así que quizá sea por eso que la evitan.
EliminarSí, hay que tenerlos muy bien puestos, porque estás renunciando a parte de tu vida. Da mucho miedo cuando todo es negro. Mucho miedo :(
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