jueves, 27 de noviembre de 2014

El fin de la justicia y el fin del mundo. The Newsroom 3x03

THE NEWSROOM - Main Justice


Siempre te quedará protagonizar la mejor saga de la historia del cine, Jeff



The Newsroom ha terminado ya la primera mitad de su última temporada. Definitivamente, sólo seis capítulos no saben a nada. Se pasan más rápido que un walk & talk por la redacción de ACN. Definitivamente Aaron Sorkin ha llevado la serie hacia una zona bastante oscura, de espionaje, seguridad nacional y responsabilidad profesional. Con su viaje a Washington, su fiesta de gala y su reunión con la fiscalía casi parece que Sorkin ha viajado en el tiempo y está volviendo a escribir The West Wing. Sería bonito (¡joder si sería bonito!), pero no. La jugada recuerda a cuando en esta serie Sorkin nos iba anunciando que se avecinaba tormenta. La citación final es la guinda del pastel. ¿Gran jurado a nosotros? Ya hemos estado ahí Sorkin. Pero gracias por emplear lo que ya sabes que funciona. Y sí, este Main Justice (3x03), ha sido un capítulo vibrante.

La justicia
No voy a volver a hablar de Kafka, porque eso ya lo hice en el post anterior sobre la winter finale de The Good Wife, pero casi todo lo dicho allí es aplicable a lo que está pasando en The Newsroom con el caso de esta temporada. Es curioso ver cómo la preocupación de los americanos por su sistema legal ha pasado, en el terreno audiovisual, de un juego entre realismo/idealismo en, por ejemplo, To Kill a Monckingbird (Mulligan, 1962), por citar al clásico de los clásicos; al pesimismo de la actualidad. Un fenómeno que se viene gestando desde el 11-S y la subsiguiente aprobación de la Patriot Act. Cuando hablé del capítulo anterior de la serie, ya dije que The Newsroom (y Studio 60) era una enmienda a la totalidad de las políticas de seguridad y vulneración de derechos que se emprendieron durante la Administración Bush y se han mantenido durante la de Obama. En esta denuncia del poder como mordaza, The Newsroom brilla, sobre todo en esa maravillosa secuencia en la Fiscalía en Washington. El speech de Will McAvoy (Jeff Daniels ha estado muy bien en este capítulo) al final, desnudando toda la estrategia del fiscal y haciendo una lista de los errores de dicha estrategia, es una delicia. Uno de esos golpes de genio de Aaron Sorkin.

Brillan también las secuencias en la fiesta de gala, desde la absurda conversación entre Charlie (Sam Waterston) y ese magnate treinteañero (B.J. Novak, Ryan en de The Office), que podría ser el propio Mark Zuckerberg (gracias por este momento tan meta y autoconsciente Aaron), hasta la tensísima conversación entre McKenzie (Emily Mortimer) y “la fuente” (Clea DuVall) de Neal, esa mujer tan peligrosa para “la seguridad nacional”. Sorkin ha sabido construir una trama de espionaje a lo Snowden, sin sobrecargarla pero logrando que sea de verdad enigmática. No es sólo una herramienta para elaborar su discurso sociopolítico, esta historia tiene nervio, y al colocar a su protagonista en el centro de la misma hace que adquiera más relevancia. Neal (Dev Patel) era un peón, el jaque al rey McAvoy, eleva la apuesta narrativa.

El mundo
En el capítulo anterior Maggie (Allison Pill), tras un debate ético consigo misma, renunciaba a usar unas declaraciones de política marrullera, y a cambio conseguí un informe de la EPA (la agencia yankee del medioambiente) que denunciaba que los seres humanos estamos a punto de hacer que el planeta sea inhabitable. Además conseguía una entrevista para hablar del informe con el director adjunto de la EPA, interpretado por Paul Lieberstein (Toby en The Office, ¡Toby!). Pues bien, esa entrevista, hilarante, surrealista y apocalíptica, ha sido el momento más divertido de este capítulo y también el más terrible. Cambiar el funcionamiento del sistema legal es posible, no se hará, pero se puede hacer; pero cambiar el rumbo de la humanidad hacia su destrucción nos viene a decir Toby (le voy a llamar así, no puedo llamarlo de otra forma, es ¡el puto Toby!) que no, que hace 10 años quizás sí, pero que hemos cruzado ya el punto de no retorno.

Escribir una secuencia tan desternillantemente trágica tiene mucho mérito. Conciliar diversión con denuncia. Ese difícil y fino equilibrio que en The West Wing manejaba tan bien Sorkin y que quizás en The Newsroom a veces ha resultado ser demasiado obvio. Lo que al final acaba por hacer el capítulo es una defensa/denuncia de las acciones que llevamos a cabo los seres humanos. Somos capaces de lo mejor y también somos capaces de lo peor. Y quizás en los últimos años, susurra Sorkin, nos hayamos decantado más por lo segundo. Hay que recuperar la dignidad y la ética humanas, podría ser la conclusión del discurso.

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