lunes, 15 de septiembre de 2014

A punto de explosionar

THE KNICK y MANHATTAN


De los estrenos seriéfilos de este verano, casi toda la atención se ha centrado en dos. Por un lado en el regreso de Damon Lindelof a la televisión de la mano de HBO con el drama existencial (¿?) The Leftovers. Y por otro lado, en Halt and catch fire, el drama sobre los pioneros de la informática que ha permitido a AMC apuntarse su primer tanto (en cuanto a calidad) en bastante tiempo. Ambas series con sus personajes atormentados han eclipsado (en cuanto a visibilidad) a otros dos estrenos que nada tienen que envidiarles (en cuanto a excelencia): el drama médico-histórico The Knick emitido en el canal secundario de HBO: Cinemax; y el drama científico-histórico Manhattan, segunda serie de producción propia de WGN America, tras el fracaso en cuanto a críticas de su primaveral Salem. Estas cuatro ficciones del cable, han sido junto con la británica The Honourable Woman, y las veteranas The Killing, Orange is the new black, Rectify y Masters of Sex, lo más interesante de la época estival. Y por lo tanto las primeras series destacables de la temporada televisiva 2014-2015.

Cirugía en la incubadora

Tras el éxito cosechado por su telefilm Behind the candelabra, el oscarizado director Steven Soderbergh se vuelve a asociar con la HBO, pero esta vez para lanzar una serie que sitúe a su segundo canal, Cinemax, en el mapa de las televisiones de calidad. El proyecto elegido es The Knick, la aséptica y gélida aproximación de Soderbergh al mundo de la cirugía en el Nueva York de principios del S.XX. El director de Traffic y Erin Brockovich dirige los ocho capítulos de esta primera temporada (ya está renovada para una segunda), repitiendo la jugada del último vencedor del Emmy a mejor director, Cary Fukunaga (True Detective). Soderbergh dirige The Knick, precisamente como un cirujano se adentraría en el corazón de un paciente. Con distancia, con precisión y de la forma más aséptica y fría posible. Casi parece que en lugar de mover la cámara, estuviera operando a los guiones. Una apuesta formal arriesgada, que lleva el estilo de sus últimos dramas con connotaciones médicas (Contagion y Side Effects) a un nivel de riesgo y osadía estética mayor. Desde luego se nota su impronta.

Por lo demás, The Knick presenta un mundo que poco se asemeja al que las ficciones protagonizados por médicos nos tienen acostumbrados. No se anda, además, con paños calientes. Es una serie desagradable cuando necesita serlo para potenciar el mensaje de que la medicina aún estaba en pañales. Si Halt and catch fire nos presentaba el nacimiento de los ordenadores personales, The Knick nos muestra el amanecer de la medicina moderna. La sangre, las entrañas y las drogas bailan entre sí hasta envolvernos en una atmósfera que es a la vez hiperrealista y pesadillesca. Clive Owen consigue dotar al protagonista de una presencia imponente, hay un puñado de secundarios interesantes (el gestor del hospital, el cirujano negro), y además aborda con bastante crudeza la discriminación racial (y la económico-social) de una sociedad aún primitiva. En un panorama televisivo cada vez más congestionado, el principal mérito de The Knick es el ser una ficción diferente, con un estilo tanto narrativo como visual muy reconocibles.

El hombre es una bomba para sí mismo y para quienes lo rodean

Ayer mismo, The Imitation Game, la gran apuesta de The Weinstein Co. de cara a la venidera temporada de premios cinematográficos se alzó con el premio del público en el Festival de Toronto, el gran escaparate crítico e industrial de los filmes de cara a los Oscars. La película combina una vertiente científica (Alan Turing, el matemático), una bélica (II Guerra Mundial), una de espionaje (de las propias autoridades a sus trabajadores de cara a descubrir a topos) y una emocional (la homosexualidad del protagonista). Exactamente este mismo combo de elementos es el que sustenta Manhattan, la serie que posiblemente más me ha interesado en los últimos meses. Esta ficción creada por Sam Shaw (que antes había escrito capítulos de Masters of Sex como los fantásticos Catherine y Fallout), está ambientada en la ciudad-campamento en medio del desierto que levantó USA para alojar a los científicos que debían dar a luz a la bomba atómica. Estamos, por lo tanto, chapoteando en medio de una II Guerra Mundial, que los aliados aún no tenían a favor, con dos equipos de científicos internamente enfrentados, y que a su vez necesitan construir la bomba antes que sus homólogos nazis. Una carrera desesperada por la supervivencia.

Manejando conceptos y razonamientos científicos que obviamente se le escapan al espectador medio, Manhattan ha sido capaz de crear un drama muy poderoso apoyándose en los demás elementos (el psicológico de sentirse atrapado, el emocional de estarlo), construyendo un conjunto de personajes muy interesante. Además de centrarse en los propios científicos, es capaz de dotar de profundidad a sus mujeres, envolviéndonos en sentimientos tan oscuros como el miedo, la paranoia o la frustración. Más que un drama sobre la bomba atómica, Manhattan es un drama sobre los seres humanos que volcaron sus entrañas en el alumbramiento de la misma. Con su factura casi de western post-apocalíptico, la serie logra transmitir esa sensación de aislamiento y control absoluto que atenaza a sus personajes. La lectura política que hace de las estrategias del gobierno americano, ahondan en ese desasosiego vital pero también social. En tiempos de guerra, la libertad es un bien sacrificable. Lejos de presentarnos a unos héroes, lo que aquí tenemos son hombres atormentados. Lejos de hablar de un país que lucho por la libertad, ponen en duda las decisiones tomadas por los altos mandos militares, políticos y científicos americanos. No estamos ante un cantar de gesta. Eran tiempos oscuros. Muy oscuros.

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