THE STRAIN
Este domingo FX estrenó su gran apuesta veraniega, The Strain, el salto a la
televisión del cineasta Guillermo del
Toro. Un thriller apocalíptico que adapta una trilogía escrita por el
propio del Toro y Chuck Hogan, que
también está detrás de la serie. El primer capítulo, Night Zero, de 70 minutos de duración está escrito al alimón por
ambos y dirigido por el director mexicano. 70 minutos que se devoran como
pipas. The Strain no aspira a ser una
gran serie que planteé una profunda reflexión sobre nuestra sociedad actual. Su
objetivo es ser un entretenimiento de primera división. Un blockbuster veraniego
bien hilado para televisión. Si el año pasado nos regaló Pacific Rim, para esta temporada estival, del Toro nos ofrece The Strain. Obviamente aquí no hay grandes
efectos especiales ni un empaque visual espectacular, como en la mayoría de sus
películas. Pero la historia, y la forma de contarla, huelen a su cine. Y “el
monstruo” está muy bien hecho, aunque parezca salido de Mordor.
La serie narra como un médico del
CDC (la agencia yankee que controla las enfermedades, y por lo tanto los virus y las epidemias) y su equipo
tienen que hacer frente a una plaga que amenaza con destruir el mundo tal que
lo conocemos. Vendría a centrarse en lo que, por ejemplo, The Walking Dead o la saga de 28
(ya sean días o semanas después), no nos mostraron, ¿cómo arrancó el
Apocalipsis? ¿quién es el responsable? ¿cómo funciona? Lo hace, además, desde
un tono opuesto, sí aquellas tienen una fuerte carga dramática, aquí todo es
más ligero, que no superficial. Más que hablar de filosofía y sociología en
tiempos de crisis, lo que del Toro nos propone es una aventura y un saco de misterios. Por eso el frenesí
y la ironía (la secuencia del Sweet Caroline ha sido la mejor del capítulo) le vienen tan bien a esta serie. También esa estética viscosa marca
de la casa, los personajes del submundo (el viejo Setrakian es un tesoro) y los
malos de rascacielos enigmáticos. Frente al realismo de las películas de Boyle
y Fresnadillo, tenemos la fantasía de del Toro. Hasta en su mirada a la Guerra
Civil en El espinazo del diablo y El laberinto del fauno el realismo
sucio estaba salpicado por lo fantástico y lo tenebroso. Su mundo es el de las
historias y la magia. La explicación al inicio de la pandemia es de corte
sobrenatural. El monstruo no es un virus que se escapa de un laboratorio. Su
monstruo es un monstruo de verdad. Etéreo y viscoso, a partes iguales. Y
justamente esta mitología naciente es lo que logra que el capítulo atrape al espectador
y no lo suelte.
Para compensar tantos elogios,
voy a decir que el arranque de la serie muestra un problema de personajes, o
más que de personajes, de relaciones personales. Tiene un protagonista, Eph
Goodweather, interesante interpretado por un actor tan solvente como Corey Stoll (a pesar del ¡pelucón! que
le han plantado), sin embargo lo rodean de un conflicto familiar una y mil
veces visto. ¿No hemos aprendido con los años que los conflictos familiares
para dotar de profundidad a los protagonistas de los blockbusters no funcionan?
Al doctor Goodweather lo ha dejado su mujer porque se pasa el día trabajando y
ambos se pelean por la custodia de su hijo, aunque aún se aman mutuamente. ¡Por
favor! ¿No podían ser más originales? Y lo mismo se puede decir de la relación
con sus ayudantes y de cómo están dibujados éstos. The Strain acierta en la mitología, en la estética, en el tono y en
la historia de misterio que presenta, incluso nos ofrece un protagonista y un
secundario (Setrakian, interpretado por David
Bradley) capaces de captar la atención del público y dotados con el suficiente
carisma como para que nos importen. Sin embargo, tiene que trabajar las
conexiones. Obviamente es un piloto, y aún tiene mucho tiempo por delante para
desarrollar este apartado, pero la amenaza de que muchos de los personajes se
queden en meros mecanismos de la trama sin alma, está ahí, latente.
En conclusión, el estreno de The Strain es un éxito porque tiene
ritmo y personalidad, es jodidamente entretenido y te deja con ganas de más. El
cine de Guillermo del Toro podrá gustar más o menos, pero lo cierto es que
tiene una visión y un imaginario propios y sus películas, mejores o peores, más
o menos ambiciosas, son muy divertidas. Y esta serie sigue la misma senda.
Ojalá que a partir de ahora haya aún más estallidos de humor negro, momentos
desagradables y el ambiente se vaya enrareciendo cada vez más en torno a los
personajes. Me has picado la curiosidad Guillermo… otra vez.
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