jueves, 31 de julio de 2014

Vuela como una mariposa, pica como una abeja

MASTERS OF SEX


El duro despertar

Puede haber algún spoiler del 2x03 de Masters of Sex
Tras todo el hype generado a su alrededor, este último domingo Showtime emitió el tercer capítulo de la segunda temporada de Masters of Sex, Fight. Una especie de bottle episode encerrado en su mayor parte en una habitación de hotel, en el que sus dos protagonistas, Masters y Johnson, se embarcan en una pelea psicológica llena de golpes, amagos, verdades… y mentiras. Para estructurar la batalla, los guionistas de la serie escogieron anclar el episodio en un acontecimiento histórico, la pelea por el título mundial de peso semipesado entre el campeón Archie Moore y el aspirante Yvon Durelle. De este recurso narrativo, Mad Men, una serie que arrancó en los mismos años que ésta, ha hecho un fructífero uso a lo largo de sus temporadas. Aún esta temporada en su season finale contó la llegada del hombre a la luna. Pero sin duda es en The Suitcase (para muchos el mejor capítulo de la serie, yo incluido) dónde mejor y de una forma más profunda usó la mezcla entre ficción y realidad histórica, al contraponer el combate entre Liston y Clay, con la unión de soledades entre Peggy Olson y Don Draper, como si estuviéramos en un juego de espejos.

Por todo esto no creo que sea casual que Bill pronuncie la palabra “suitcase” cuando está sumergiéndose en su infancia. Bill Masters es un hombre que quiere romper los tabúes sociales en cuento al sexo, sin embargo él carga un saco lleno de tabúes, de secretos, de habitaciones inexpugnables, y casi todos tiene  su origen en el mismo sitio, su truculenta infancia marcada a fuego por su terrible padre. Tras contar una historia muy breve de su infancia relacionada con el boxeo, cierra el grifo. Ante las preguntas de Virginia, se vuelve, como siempre, agrio, desagradable, incluso mezquino. Todo hombre destruye lo que más quiere. Masters es tan críptico, vive tan dentro de sí mismo que lo único que hace es dañar a todo el que se acerca a él. Volviendo a Mad Men, Betty le dice a Don en un capítulo de la sexta temporada una frase lapidaria: “pobre chica, no sabe que la peor forma de llegar a ti, es amándote”. Masters tiene miedo de ser un monstruo como su padre y por eso aparta a la gente a la que ama de sí mismo. Porque él sabe, como nosotros, que es un tipo tan brillante como nocivo. Cuando al inicio de esta temporada no coge a su bebé que llora desconsoladamente y pone la música a todo volumen para no oírlo, todos pensamos lo mismo, “es un padre terrible, un hombre vacío por dentro”, y sin embargo en su cabeza él cree que actúa bien porque si coge a su hijo puede inyectarle su ira macerada durante décadas. Un hombre que vive entre penumbras.

Y la luz que irrumpe en su vida, no es otra que Virginia Johnson, la colma de su zapato, básicamente porque no se resigna a mantener la oscuridad que lo gobierna todo dentro de él. Ella sabe que al seguirlo se está metiendo en la boca del lobo, sin embargo no tiene miedo a ello porque se siente tan fascinada y atrevida que está dispuesta a correr el riesgo. Está dispuesta a jugar, por eso este capítulo es una partida de ajedrez, en la que los dos juegan con la cabeza, el corazón y las entrañas, intentando equilibrarse a sí mismos todo el rato para desestabilizar al otro. Este Fight es casi casi un thriller psicológico (como un Polanski para todos los estómagos), en el que dos personajes juegan a no ser ellos para ser más ellos que nunca. El matrimonio inventado como coartada cobra vida, mezclando la realidad con los deseos, los reproches con los anhelos. Juguemos a ser un matrimonio perfecto para no asumir que nuestra relación no es ni será nunca meramente profesional. Juguemos y mientras jugamos, destrocémonos. Y desde que él la sorprende por la espalda en el baño y tienen esa escena de sexo tan sucia, tan árida, todo lo que hay en este capítulo son dardos. Incluso en los momentos felices, dulces, se están devorando. Básicamente porque esa felicidad artificial les recuerda a la vez que es una felicidad imposible. Y aquí ella, como casi siempre, es más lista que él, por eso se marcha de la habitación en el momento adecuado, cuando sabe que o se va, o caerá en la trampa mortal que él le ha tendido. Yo no soy tu mujer, tu mujer está en casa esperándote con tu hijo recién nacido. Casi como el propio Monroe que estuvo a punto de perder el combate al inicio del mismo, pega el golpe final en el último round y se mantiene en pie. Masters y Johnson son tan interesantes porque como diría Muhammad Ali (aka Cassius Clay), Virginia Johnson vuela como una mariposa y pica como una abeja. Es la chispa adecuada al valle de hienas que él tiene por alma.

miércoles, 23 de julio de 2014

Destruir y construir

HALT AND CATCH FIRE


Midiendo los planos al milímetro

Hablé por primera vez de Halt and catch fire hace unas semanas, tras ver su quinto capítulo. Este último domingo AMC emitió ya el octavo, el que ha marcado el inicio de la recta final de la temporada. A falta de la traca final, dos últimos capítulos que se prevén muy tensos, vuelvo aquí para decir que mi amor por la serie ha ido a más. Sí, era posible. Esta aventura dramática de unos pioneros del PC se ha ido enfangando tanto, que todos sus protagonistas chapotean en el barro, moviéndose entre el éxito más absoluto y el fracaso más desolador. La apuesta era arriesgada, a la serie le ha salido bien, a los personajes… ya veremos.

Cuando en el último capítulo emitido, The 214s (1x08), Cameron (Mackenzie Davis) le escupe a la cara a Joe (Lee Pace) eso de “tú no eres capaz de construir nada, sólo destruyes” verbaliza el motor de toda la serie, de todos los personajes. Esa dolorosa dicotomía entre edificar algo nuevo, rompedor, brillante, un salto en el terreno de la informática, y destruirse a sí mismos y a lo que los rodea en el proceso. Para cazar la excelencia hay que asomarse al precipicio. Por eso cuanto más cerca está de alcanzar su sueño, menos control sobre sí mismo tiene Gordon (Scoot McNairy). Cuando se aproxima a la cálida luz del éxito comienza a cavar su hoyo, literalmente en este caso. Desde el fantástico capítulo de la tormenta, Landfall (1x06), la serie se ha precipitado hacia una oscuridad que antes simplemente intuíamos. Sabíamos que sus protagonistas masculinos estaban jodidos, pero no sabíamos que su camino hacia la perdición sería tan duro. Incluso ese CEO (Toby Huss) fascinado por el empuje de las nuevas generaciones acaba por inmolarse por la causa. Un texano de bien, un hombre de éxito, con familia, que navega en una balsa 100% estable, decide tirarlo todo por la borda, apropiándose indebidamente fondos de su compañía para mantener vivo el sueño de una panda de fascinantes tarados. Quizás merezca la pena sacrificar el presente para conquistar el futuro. Los personajes de Halt and catch fire, o avanzan o se desintegran.

Frente a la estampa de la familia perfecta (o más bien, falsamente perfecta) de suburbio con una apacible y aburrida vida, la que aquí forman Gordon y Donna (Kerry Bishé) es todo lo contrario. Podrían ser así pero han decidido que no. Cuando en el último capítulo él le pida a ella ser dos locos juntos, algo se rompe en el espectador. En la última temporada de The West Wing un personaje le dice a otro “si a mí me van a echar y tú te vas a ir, ¿por qué no nos agarramos en la caída?”. Donna coquetea toda la temporada con la idea de tener una relación con su jefe. Un hombre estable y que está fascinado por su magia, por su forma de ser. Sin embargo al final deshecha la tentación y se embarca otra vez en la espiral de locura y genialidad de su esposo. Y ésta es una idea rompedora. Estamos acostumbrados a ver a mujeres suburbiales sumidas en vidas vacías, sin embargo Donna es muy ambiciosa, para ella nada es suficiente, tiene grandes sueños. Y mientras esas otras mujeres tienen la tentación fuera de casa, ella la tiene dentro del hogar, la tentación es su marido y el sueño compartido de crear algo grande, algo que trascienda.

Este juego de construcción y deconstrucción de los personajes, de confrontación entre el camino fácil y el que está lleno de curvas, es dónde Halt and catch fire se eleva hasta convertirse en uno de los mejores estrenos de 2014. Usamos muy a menudo (y muchas veces de forma errada) la etiqueta de “serie de personajes” pero es que sin duda ésta lo es. Por eso cuánto más nos metemos en sus psiques, mejor ficción es. Y al final de tanto bucear en sus dudas y certezas, miedos y anhelos, acabamos embobados. Ver un capítulo de Halt and catch fire para mí es como estar 42 minutos en trance. La forma está al servicio del fondo. Construyen un producto visualmente muy interesante (y elegante) que logra transmitir ese caos de ideas y sentimientos que han ido hilando los personajes a su alrededor. Los planos amplios en espacios cerrados que te muestran a todos los actores que hay en escena (y toda la distancia física que hay entre ellos) me resultan fascinantes, porque justamente son las relaciones (y confrontaciones) entre los personajes lo que hace avanzar a las tramas. Los personajes y la puesta en escena como motor, más que los giros de guion. Y esto se debe a que como puede pasar en Mad Men, no son las tramas las que te atrapan al sillón, sino los personajes, como la vida se cuela dentro de ellos y los dota de alma, de interés humano.

miércoles, 16 de julio de 2014

El tercer día

THE LEFTOVERS – Two Boats and a Helicopter


Cuando el azar parece que te sonríe...

Entre las olas de expectación generadas por el estreno de The Strain y el regreso de Utopia, el capítulo más comentado de la semana ha terminado siendo Two Boats and a Helicopter, el tercero de The Leftovers, el regreso de Damon Lindelof a la televisión de la mano de HBO. ¿Por qué? Porque es fantástico y tras los dos primeros capítulos poca gente creía que la serie podría llegar a ser una ficción de primera. Si los primeros capítulos eran correctos, tenían sus elementos interesantes, sobre todo relacionados con el entorno de los personajes, el mundo ligeramente distópico que los envolvía, en el tercero la serie se ha transformado en otra cosa, en algo relevante, enérgico, turbador. Este primero triunfo de The Leftovers nos señala, además, que era lo que no acababa de funcionar en la serie: los personajes.

Tras un punto de partida high-concept: de repente un día, desaparece el 2% de la humanidad, Lindelof y Perrotta habían apostado todo a mostrar las consecuencias de ese choque, en vez de las causas. Transitar de la ficción de los grandes misterios, hacia un drama de personajes. El problema es que esos personajes no eran realmente interesantes. Sí, tenían potencial, pero no lograban capturar nuestra atención lo suficiente. Frente al esquema de los dos primeros capítulos, que nos iban presentando a una serie de personajes que afrontaban de formas diversas lo acontecido tres años atrás, en el tercero, todo gira en torno a un único personaje, que no habíamos conocido hasta el momento, el Padre Jamison. Y ese personaje es oro televisivo. Si además contratas a un actor tan solvente (e inquietante) como Christopher Ecclestone, el impacto está garantizado. Así, la serie se manda la osadía de presentar una especie de bottle episode casi al inicio de su recorrido. La apuesta era arriesgada pero les ha salido redonda la jugada. En la piel de este cura apaleado, dedicado en cuerpo y alma a una misión incómoda para el resto de la comunidad, hemos podido por fin romper la frialdad de la serie y aventurarnos en la oscuridad del alma.

Con spoilers del 1x03
¿Y cuál es su misión? Investigar el pasado de gente que desapareció en el fatídico acontecimiento y demostrar a los que se quedaron, a estos “restos” humanos, que aquellos por los que lloran eran unos pecadores, y que no merecen sus lágrimas. Que todo fue una prueba, una prueba que nos prepara para lo que vendrá a partir de ahora. Frente al enigma que representan la secta de fumadores o el negro turbio que se rodea de chavalas asiáticas, Jamison es transparente en cuanto a sus objetivos, sus motivos y su desdicha. Si hasta ahora todo en The Leftovers parecía formar parte de una nebulosa, ahora empezamos a entender de qué estamos hablando… de la fe. Y esta reflexión sobre las creencias, sobre la duda, sobre las esperanzas y los temores, es el camino que debe de seguir a partir de ahora, porque es un camino muy interesante. Los personajes de esta serie son pobres diablos a la deriva. Son, efectivamente, los restos tras el naufragio. Y cuanto más en su interior buceé la cámara, más interesante será el relato. Por eso este capítulo es tan poderoso. Porque nos encierra con un personaje al borde del precipicio y hace que lo acompañemos en su periplo de fatalidades, desde el banco que le quiere quitar su iglesia hasta el descubrimiento (por otra parte muy obvio desde el principio) de que esta termina en manos de la secta de fumadores. Y justo en ese final, The Leftovers nos presenta un conflicto humano entre el cura y la líder de la secta, que sin duda, necesito ver cómo se desarrolla. Sólo con las miradas que se intercambian, sabemos que estamos ante un conflicto digno de un gran western. A lo cual ayuda que ambos actores, Ecclestone y la siempre turbadora Ann Dowd, sean los mejores actores del reparto, los escogidos con mayor precisión.

Antes de esa secuencia final, tan agria, que apesta a derrota y fatalidad, el capítulo nos embarque en un vía crucis lleno de tensión. O más que de tensión, de intensidad. Jamison necesita dinero para salvar su iglesia, la suerte le sonríe en una “recompensa” por su misión y en el casino, para después jugar a quitárselo frente a un caradura y empujarlo a ser él mismo un hombre malo de esos que deberían haber desaparecido el día en que el 2% de la población se evaporó. Tras volver a casa con el dinero, se para a ayudar a un miembro de la secta de fumadores que fue atacado, en su acto de buen samaritano lo atacan a él, dejándolo inconsciente.  Y durante ese estado de inconsciencia, todo es sueño, o más bien, pesadilla, entre alucinaciones entendemos qué le ha pasado a su mujer, quién es este pobre diablo, por qué es tan miserable. Aquí The Leftovers es casi un cruce entre Twin Peaks y Angels in America (sí, una comparación un tanto descabellada). Y de repente, despierta, justo a tiempo para salvar su iglesia. Corre hacia el banco. Llega 10 minutos tarde pero llega. El problema es que no lo hace en el día acordado, sino 3 días más tarde. Las pesadillas se habían prologando demasiado. Su iglesia ya no es suya, es propiedad de aquellos a los que tendió la mano cuando estaba a punto de lograr su objetivo. Otro escupitajo en la cara. La serie parece susurrarnos entre sonrisas malévolas: no es éste un mundo para buenas personas. Y duele.

PD: La mujer de Jamison la interpreta ni más ni menos que Janel Moloney, la gran Donnatella Moss de The West Wing. Espero que algún día salga de su estado vegetativo, porque es una actriz sensacional a la que el mundo no ha tratado como se merecía.
PD2: Mientras escribía, escuchaba El tercer día de Nacho Vegas. Le va como anillo al dedo al capítulo.

martes, 15 de julio de 2014

Saber entretener

THE STRAIN



Este domingo FX estrenó su gran apuesta veraniega, The Strain, el salto a la televisión del cineasta Guillermo del Toro. Un thriller apocalíptico que adapta una trilogía escrita por el propio del Toro y Chuck Hogan, que también está detrás de la serie. El primer capítulo, Night Zero, de 70 minutos de duración está escrito al alimón por ambos y dirigido por el director mexicano. 70 minutos que se devoran como pipas. The Strain no aspira a ser una gran serie que planteé una profunda reflexión sobre nuestra sociedad actual. Su objetivo es ser un entretenimiento de primera división. Un blockbuster veraniego bien hilado para televisión. Si el año pasado nos regaló Pacific Rim, para esta temporada estival, del Toro nos ofrece The Strain. Obviamente aquí no hay grandes efectos especiales ni un empaque visual espectacular, como en la mayoría de sus películas. Pero la historia, y la forma de contarla, huelen a su cine. Y “el monstruo” está muy bien hecho, aunque parezca salido de Mordor.

La serie narra como un médico del CDC (la agencia yankee que controla las enfermedades, y por lo tanto los virus y las epidemias) y su equipo tienen que hacer frente a una plaga que amenaza con destruir el mundo tal que lo conocemos. Vendría a centrarse en lo que, por ejemplo, The Walking Dead o la saga de 28 (ya sean días o semanas después), no nos mostraron, ¿cómo arrancó el Apocalipsis? ¿quién es el responsable? ¿cómo funciona? Lo hace, además, desde un tono opuesto, sí aquellas tienen una fuerte carga dramática, aquí todo es más ligero, que no superficial. Más que hablar de filosofía y sociología en tiempos de crisis, lo que del Toro nos propone es una aventura y un saco de misterios. Por eso el frenesí y la ironía (la secuencia del Sweet Caroline ha sido la mejor del capítulo) le vienen tan bien a esta serie. También esa estética viscosa marca de la casa, los personajes del submundo (el viejo Setrakian es un tesoro) y los malos de rascacielos enigmáticos. Frente al realismo de las películas de Boyle y Fresnadillo, tenemos la fantasía de del Toro. Hasta en su mirada a la Guerra Civil en El espinazo del diablo y El laberinto del fauno el realismo sucio estaba salpicado por lo fantástico y lo tenebroso. Su mundo es el de las historias y la magia. La explicación al inicio de la pandemia es de corte sobrenatural. El monstruo no es un virus que se escapa de un laboratorio. Su monstruo es un monstruo de verdad. Etéreo y viscoso, a partes iguales. Y justamente esta mitología naciente es lo que logra que el capítulo atrape al espectador y no lo suelte.

Para compensar tantos elogios, voy a decir que el arranque de la serie muestra un problema de personajes, o más que de personajes, de relaciones personales. Tiene un protagonista, Eph Goodweather, interesante interpretado por un actor tan solvente como Corey Stoll (a pesar del ¡pelucón! que le han plantado), sin embargo lo rodean de un conflicto familiar una y mil veces visto. ¿No hemos aprendido con los años que los conflictos familiares para dotar de profundidad a los protagonistas de los blockbusters no funcionan? Al doctor Goodweather lo ha dejado su mujer porque se pasa el día trabajando y ambos se pelean por la custodia de su hijo, aunque aún se aman mutuamente. ¡Por favor! ¿No podían ser más originales? Y lo mismo se puede decir de la relación con sus ayudantes y de cómo están dibujados éstos. The Strain acierta en la mitología, en la estética, en el tono y en la historia de misterio que presenta, incluso nos ofrece un protagonista y un secundario (Setrakian, interpretado por David Bradley) capaces de captar la atención del público y dotados con el suficiente carisma como para que nos importen. Sin embargo, tiene que trabajar las conexiones. Obviamente es un piloto, y aún tiene mucho tiempo por delante para desarrollar este apartado, pero la amenaza de que muchos de los personajes se queden en meros mecanismos de la trama sin alma, está ahí, latente.

En conclusión, el estreno de The Strain es un éxito porque tiene ritmo y personalidad, es jodidamente entretenido y te deja con ganas de más. El cine de Guillermo del Toro podrá gustar más o menos, pero lo cierto es que tiene una visión y un imaginario propios y sus películas, mejores o peores, más o menos ambiciosas, son muy divertidas. Y esta serie sigue la misma senda. Ojalá que a partir de ahora haya aún más estallidos de humor negro, momentos desagradables y el ambiente se vaya enrareciendo cada vez más en torno a los personajes. Me has picado la curiosidad Guillermo… otra vez.

viernes, 11 de julio de 2014

¿Hay vida aquí dentro?

EXTANT

Sandra Bullock >>> Halle Berry

El año pasado CBS decidió que era hora de que las networks recuperaran los veranos como campo de batalla y estrenó Under the dome, un drama sci-fi que adapta la novela homónima de Stephen King. La serie logró un éxito inesperado y fue renovada para una segunda temporada, si bien es cierto que capítulo se ha ido desinflando en audiencias, y caminado sin mucho rumbo en el terreno narrativo. Satisfechos por ese éxito inicial y a rebufo del pelotazo que fue Gravity, para este verano se guardaron Extant, otra ficción sci-fi, ambientada en una sociedad futurista, creada por el desconocido Mickey Fisher y protagonizada por Halle Berry. Pues bien, la serie se ha estrenado por fin este miércoles en Estados Unidos con resultados de audiencia discretos y críticas tibias. Habrá que ver por un lado su evolución en los demográficos y por otro si todos esos ingredientes interesantes acaban cohesionándose y regalándonos un buen cocido. Porque por ahora, y visto sólo el piloto, no es así.

La premisa de Extant es que una astronauta regresa a la tierra tras 1 año viviendo sola en el espacio y descubre que está embarazada, cuando además era infértil antes de ir, lo que había llevado a su marido a diseñar un hijo-robot con sentimientos. Y ambas tramas están unidas por una trama conspirativa de hombres ricos y perversos. Vamos, nada nuevo bajo el sol. Extant no pretende innovar en el terreno de la ciencia ficción o del thriller conspirativo, se limita a coger elementos de aquí y de allá (lo de Artifical Intelligence es clamoroso y más siendo Spielberg productor de la serie), y agitarlos pero no mezclarlos. Así lo que tenemos por ahora son dos series en una. Por un lado, un drama familiar y futurista que reflexiona sobre la humanización de los robots y la posible rebelión de los mismos (de AI a Galactica pasando por toda la literatura de ciencia ficción). Por otro, una historia espacial eclipsada por una trama de conspiración high-concept y fuerzas extraterrestres y hombres poderosos muy turbios. Curiosamente este verano me he propuesto ver The X-Files, y la comparación es odiosa. Mientras que en la serie de Chris Carter las conspiraciones y lo paranormal se hilan con sutileza, con calma, con misterio, aquí van a cañón, mascándoselo todo al espectador, y así llegamos al final del primer capítulo con un “no te fíes de nadie”. Por favor señores, que estamos en 2014, el espectador está preparado para jugar, no para meramente observar el juego.

Esta bifurcación del relato, desemboca en una terrible desconexión y falta de cohesión del conjunto. La nula química entre Berry y su marido interpretado Goran Visnjic no ayuda, y elegir a dos actores tan malos y tan trillados en el papel de tipos oscuros como Michael O’Neill y Hiroyuki Sanada (¡basta ya! Hay miles de millones de asiáticos en el mundo ¡ya es suficiente!) es un error aún mayor. Pero el gran problema del piloto de Extant no es ni su reparto ni su falta de cohesión, el gran problema es que no tiene ningún tipo de personalidad. Puedes hacer un batiburrillo de temas, tramas y estilos y aún así insuflarle una vida propia. Sin embargo esta serie, por ahora, no tiene alma (uno de los mejores momentos del piloto gira sobre este tema). Ni es emocionante, ni intrigante, ni te conmueve. Simplemente se deja ver, es fría como el témpano y no te revuelve el cerebro. Y eso que tiene conflictos filosófico-vitales para hacerlo. Pero no, no lo hace. Maneja temas interesantes sin ningún tipo de interés. El piloto lo dirige Allen Coulter, uno de los grandes directores del cable que, por ejemplo, dirigió el primer capítulo de The Sopranos, ni más ni menos. Lo que aquí hace es algo meramente funcional, ni en los flashbacks espaciales nos ofrece un plano realmente interesante. Y este hecho incide aún más en esa sensación de falta de vida que tiene el conjunto. Vi el capítulo y ni me gustó ni me pareció una basura. Tiene potencial, pero no creo que lo vayan a desarrollar. Como ha pasado con Under the dome, CBS se va a volver a quedar en terreno de nadie, en la superficie de conflictos muy potentes y cada vez más próximos a esta sociedad que avanza tecnológicamente a pasos agigantados. Veré el segundo capítulo, pero no es una serie que le recomiende a nadie. Por lo menos no por ahora.

miércoles, 9 de julio de 2014

Manteniendo el rumbo gracias a la inercia

EMMYS 13/14


Los Emmys, esa casa de putas

Mañana se anunciarán las nominaciones para los próximos premios Emmy, que entrega la Academia de TV americana, y que premiarán a lo mejor de la temporada televisiva 2013-2014. Los Emmys tienden a ser muy conservadores en sus nominaciones, y más atrevidos en los premios. Ello se debe a que las nominaciones sólo las confeccionan una parte de los académicos, de un perfil de mayor edad, y que en cambio los premios los eligen entre todos, de tal forma que muchos de los votantes no han visto la mayoría de las series. Así, año tras año hay pocas sorpresas en las nominaciones pero muchas en los premios, como el año pasado las victorias de Jeff Daniels o Merrit Wever. Teniendo en cuenta esas tendencias históricas, las quinielas que se han elaborado en los últimos meses presentan pocas novedades en las candidaturas más allá de la irrupción de True Detective en las categorías dramáticas y la de Orange is the new black en las cómicas. Poco aire fresco entre los nombres que se barajan.

La gran incertidumbre quizás resida en saber cual será la repercusión que tendrá Masters of Sex, la gran apuesta de Showtime tras el declive de Homeland. Tiene opciones de entrar a lo grande colándose en Drama, Actor y Actriz, pero también podría irse completamente de vacío en las categorías grandes. Está en el filo de la navaja. Si al final la serie no está entre los 6 grandes dramas del año será una terrible noticia para su cadena, que lleva desde la temporada 2007-2008 estando presente en la misma, primero con Dexter y después con Homeland. Con Breaking Bad y True Detective como máximas favoritas a la victoria final, House of Cards y Game of Thrones asentadas en todas las quinielas, las dos plazas restantes se las juegan, a priori, Masters of Sex, Mad Men y The Good Wife. La ficción de Showtime lo tiene difícil porque True Detective le ha robado el título de gran estreno dramático del curso, Mad Men es mucha Mad Men y The Good Wife ha levantado este año más ruido que nunca y mucha gente consideraría escandaloso (yo el primero) que eso no se viera recompensado con su regreso a la categoría reina.

En mejor comedia se cuenta con la irrupción de Orange is the new black, confirmando a Netflix como un actor capaz de tutearse con HBO, AMC, etc. Nadie duda tampoco de que Modern Family peleará por lograr su 5ª victoria consecutiva e igualar a Frasier. Y The Big Bang Theory también estará, sin que yo pueda entender por qué algo tan mediocre deja fuera a muchas comedias interesantes. Sería muy raro que no estuvieran las sublimes Veep y Louie, sobre todo la primera, quizás la serie que tiene más posibilidades de vencer a Modern Family en agosto. Con lo cual sólo quedaría una plaza por adjudicar. Y las candidatas a priori serían Girls, que justo con su mejor temporada parece que tiene menos opciones, y Brooklyn Nine-Nine, la mejor sitcom de estreno de las últimas temporadas y que se impuso por sorpresa en los Golden Globes en enero. Esta batalla es interesante porque si Brooklyn Nine-Nine no entra sería la primera vez que hay más comedias (la mayoría no tan comedias) de cable que sitcoms de las networks entre las nominadas a mejor serie cómica del año (en la anterior edición empataron a 3). Sin duda alguna sería un acontecimiento que vendría a refrendar lo que estamos viendo en los últimos tiempos, las networks han perdido el monopolio de la comedia y la sitcom como género no pasa por su mejor momento.

Ya para terminar, entre las ausencias que se auguran para mañana, me gustaría señalar en las categorías dramáticas a Hannibal y su asombrosa segunda temporada, a The Americans, la gran derrotada de las nominaciones del año pasado, a The Killing que resucitó de entre los muertos con una sólida y adictiva tercera entrega y a The Newsroom, porque sino la defiendo yo, ¿quién coño la va a defender? Y en el terreno cómico, quiero recordar a Shameless, que salta este año desde el drama, aunque parece que seguirán haciéndole injustamente el vacío, a una de las series más emotivas y divertidas de la televisión actual (#EmmyForEmmy); a The Mindy Project, que se ha asentado por fin y se ha convertido en una gran sitcom; a Looking que recibió más palos de los merecidos y que tras los titubeos iniciales se convirtió en una serie muy interesante; a Community y Parks and Rec. (que por lo menos estará presente con Amy Poehler) que aunque no tuvieron su mejor año siguen siendo dos grandes series; y en último lugar a Broad City, el gran estreno de comedia de la temporada, la serie con la que más me he reído este curso (empatada con Veep).

viernes, 4 de julio de 2014

Las expectativas veraniegas

Salvo Showtime, que estrenó Penny Dreadful en primavera y ha guardado para el verano sus dos estrenos más sólidos de la temporada pasada, Masters of Sex y Ray Donovan, las otras 3 grandes cadenas del cable de calidad: HBO, FX y AMC, se han reservado nuevos ases para la temporada estival. Queda así claro que en el cable todas las estaciones son campos de batalla. HBO emitirá este verano las últimas temporadas de True Blood (hallelujah) y The Newsroom (soy de los que sufren por ello), y el domingo pasado estrenó la nueva serie de Damon Lindelof (Lost), que adapta una novela de Tom Perrotta (Little Children), The Leftovers, que vendría a significar en castellano “los restos”. Antes, en el mes de junio, AMC puso en marcha Halt and catch fire, una serie ambientada en los años 80 en los albores del PC y la universalización de la informática. Mientras que FX ya ha emitido dos capítulos de Tyrant, la nueva serie de Gideon Raff (el creador de la serie israelí original que adaptó Homeland) y Howard Gordon (uno de los showrunners de Homeland, precisamente), ambientada en una dictadura pro-occidental en un país árabe (Egipto, Libia, etc.). Y aún tiene en la sala de espera, The Strain, drama paranormal de Guillermo del Toro. Teniendo en cuenta todo esto, voy a hablar de los tres primeros grandes estrenos del cable para este verano.

El malo: Tyrant

Querido papá
Con una premisa tan golosa: “el hijo de un dictador árabe afincado en USA vuelve a casa justo en el momento en el que el régimen de su padre empieza a derrumbarse”, Gideon Raff y Howard Gordon han engendrado un despropósito. Una serie en la que todos los personajes, salvo el protagonista (Adam Rayner tiene la presencia necesaria para el papel), son delirantes, sobre todo la mujer, uno de los personajes femeninos más naif que se han escrito últimamente en la televisión americana. Más que recordar a Homeland, a lo que recuerda Tyrant es a Kings, el problema es que Kings sabía usar los elementos de culebrón a su favor, para dotar a los personajes de profundidad dramática, mientras que en Tyrant todo es artificiosamente fallido. Las expectativas que la serie había generado no han ayudado. Cuando se anunció el proyecto se dijo que Ang Lee (ni más ni menos) iba a dirigir el piloto, el taiwanés acabó abandonándolo por “problemas de agenda” (ahora ya sabemos por qué) y ficharon a David Yates (el director de las últimas 4 entregas de Harry Potter) en su lugar. Y se estrellaron. No sólo los guiones y el reparto fallaron, visualmente el piloto no puede ser más anodino. La serie que tiene en su interior un enorme potencial, sobre todo para reflexionar sobre la dicotomía dictadura-orden vs. democracia-caos, que no podría estar más en boga hoy en día en los países de la Primavera árabe (Egipto está volviendo a girar hacia un régimen militar autoritario, por ejemplo). Sin embargo les falta valentía, hondura, y les sobran conflictos personales manidos. No ayuda a ver la serie que todos los personajes hablen en inglés, aunque sean terroristas islámicos o niños de barrios pobres. Cuando en la propia FX tenemos a The Americans en la que los rusos hablan en ruso, ver a un líder árabe dirigirse a su país en inglés escama. La seguiré viendo porque me entretiene y tengo la esperanza de que sepan meter el dedo en yagas políticas muy feas, pero desde luego Tyrant no es una buena serie, es una ficción fallida.

El neutro: The Leftovers

¿Por dónde se va a Mulholland Drive?
En el caso de esta serie las expectativas generadas no eran per se buenas, había gente que tenía ganas de verla por ser de Damon Lindelof, había otras personas que tenían ganas de destrozarla por ser de Damon Lindelof, y después estábamos otros espectadores que no terminábamos de posicionarse en cuanto a lo que había que esperar de la serie y de su creador. En cierta forma le ha pasado lo mismo que le pasó a Sorkin cuando estrenó The Newsroom hace dos veranos. Lindelof es una figura tan polémica desde el final de Lost y el estreno de Prometheus (el guion es suyo) que su figura enturbia el visionado y análisis de la serie. Estamos prácticamente ante un presidente del Gobierno que presenta su programa y pide la confianza del Congreso. Y posiblemente seremos los no-alineados los que decantaremos la balanza a su favor o en su contra, puesto que si no te gusta Lindelof, no te gustará The Leftovers, una serie fiel a su creador. Dicho todo esto, la serie parte de una premisa high-concept, “un día desaparece el 2% de la población mundial”, para, tras un salto en el tiempo de 3 años, desembocar en un drama de personajes que tienen que lidiar con las consecuencias de lo acontecido en un mundo ligeramente distópico. Justamente ahí reside el interés de la serie, teniendo en cuenta que sólo hemos visto el piloto. Ese mundo levemente estropeado, deformado, es la gran baza de la serie.

La desaparición del 2% de la población ha creado un caldo de cultivo en el que emergen sectas, líderes carismáticos y una fractura en los códigos morales de los supervivientes. Si los personajes por ahora no resultan especialmente interesantes, el ambiente en que se mueven sí lo es. Por ejemplo, esa fiesta a la que acude la hija del protagonista, un policía interpretado por Justin Theroux, en la que el sexo es banal y sucio, tiene mucha fuerza, es muy perturbadora. Y lo mismo se puede decir de la secta de fumadores liderada por Ann Dowd. Precisamente, para recrear ese mundo tan turbio, hubiera sido necesario contratar a un director con capacidad para incomodar y atreverse con una apuesta formal arriesgada, y desde luego Peter Berg no es ese director. En año de True Detective o Fargo, una dirección meramente funcional no es suficiente. El piloto de The Leftovers no me ha entusiasmado, pero la seguiré viendo porque creo que tiene elementos interesantes, pero al final, la clave estará en si Lindelof es capaz de dotar a los personajes de complejidad o no. Ahí es dónde se juega el partido.

El bueno: Halt and catch fire

Cómo componer un plano
Siendo justos, hay que precisar que el nuevo drama de AMC juega con ventaja frente a sus rivales porque ya ha emitido 5 capítulos, y por lo tanto tenemos una radiografía de la serie mucho más nítida. Habiendo apuntado ese dato, me atrevo a decir que Halt and catch fire es lo mejor que ha estrenado AMC desde Rubicon. De hecho tiene un tono, entre misterioso y parsimonioso, muy similar a la gran serie de espías (analistas, en realidad) que AMC canceló cuando creía que se iba a comer el mundo. Ahora, con el gigantesco éxito en audiencias que es The Walking Dead, y con sus dos grandes dramas, Breaking Bad y Mad Men, de retirada, quizás esta serie de informáticos ante la incertidumbre corra mejor suerte que Rubicon, y más teniendo en cuenta que Hell on wheels o Turn han sido renovadas por muy desapercibidas que pasen. Esta ficción está centrada en una empresa pequeña de informática texana que se mete de lleno en la carrera por desarrollar los PC, enfrentándose contra el gigante IBM. Pero más que esta premisa, lo relevante es, al contrario que en las dos series de las que hablé antes, sus personajes. Sobre todo sus mujeres, más que sus hombres. Tanto la joven Cameron (Mackenzie Davis tiene un magnetismo brutal), una especie de genio caótica, como Donna (Kerry Bishé se come la pantalla cada vez que aparece en un plano), una mujer abocada a vivir a la sombre de su marido, son dos personajes femeninos monumentales. Llenos de matices, sólidos, complejos. Ellas son el corazón de la serie, frente a ellos, que aunque son muy interesantes son tan narcisistas que es difícil cogerles cariño. Esos hombres son Joe (Lee Pace es un tipo raro y este papel le va como anillo al dedo), un sociópata obsesionado con triunfar, camelador profesional y profundamente torturado que lleva la parte comercial de la aventura informática, y Gordon (Scoot McNairy), el marido de Donna, y el jefe del tinglado informático, un hombre frustrado y obsesivo, que vive enfadado con el mundo por no haber logrado el éxito que cree merecerse (ojo, muy Walter White, pero sin cáncer y cambiando la metanfetamina por el hardware).

Y más allá de mostrarnos a un grupo de personajes interesantes danzando con varios conflictos a la vez, Halt and catch fire acierta en tono, ritmo (¡viva la slow-tv!), recreación de una época (¡la música!) y dirección. Frente a los casos anteriores, AMC contrató a un gran director, Juan José Campanella, para dirigir los dos primeros capítulos y establecer las constantes de puesta en escena de la serie, el resultado es una serie magnética, atractiva y que funciona como un reloj, sobre todo cuando empuja a sus personajes hacia territorios incómodos. Cuando me siento a verla me emboba como me emboba Mad Men, como si el cuerpo se me durmiera y mi cabeza se sumergiera en el ritmo de la serie, como si sincronizara con ella. Cuando se ponen técnicos (y lo hacen mucho) no me entero de nada, pero da igual, porque aquí sí, aquí lo importante son los personajes y su camino de empoderamiento en la industria informática.  

martes, 1 de julio de 2014

Eva Green que estás en los infiernos...

PENNY DREADFUL - Primera Temporada


El pasado duele

Una de mis películas favoritas españolas es un drama intimista que dirigió Pilar Miró en 1981, cuya protagonista absoluta es Mercedes Sampietro en el papel de una periodista perdida en la soledad. La película tiene el maravilloso (por no decir milagroso) título de Gary Cooper, que estás en los cielos... Recuerdo que la cacé ya hace mucho tiempo una noche en La 2 (¿dónde si no?). Y a partir de ahí me obsesioné tanto con ella como la protagonista con Gary Cooper. O como el personaje principal de Penny Dreadful, Mrs. Ives, con los demonios exteriores… e interiores. Este domingo, a la vez que HBO lanzaba su estreno del verano, The Leftovers, Showtime, la otra gran cadena de cable premium, ponía punto y final a la primera temporada de su nueva ficción primaveral, el drama gótico Penny Dreadful, creado y escrito por el guionista John Logan.

La propuesta de Logan se cimenta en mezclar la tradición de los relatos terroríficos de cuestionable calidad con las grandes obras literarias inglesas del S.XIX de corte fantástico. Poner a bailar a hombres lobos con Dorian Gray. El reto de Penny Dreadful era hacer un producto con una esencia de serie B, pero rodado con la elegancia de un drama de qualité. Y lo logra. Más allá de si uno compra o no compra el relato fantástico (y fantasmagórico) que la serie presenta, la apuesta formal es formidable. Desde los dos primeros capítulos, dirigidos por J.A. Bayona, la serie ha tenido un empaque visual espectacular. Hermosamente lúgubre. De una belleza lánguida, como la de su protagonista, Eva Green. Este drama victoriano no nos ha descubierto nada que muchos ya supiéramos desde hace 10 años, pero aún así, guau Eva Green, guau.

En el año 2003, Bernardo Bertolucci, uno de los cineastas europeos vivos más relevantes, estrenó The Dreamers, una historia ambientada en el 68 parisino, que giraba en torno a tres temas: el cine, la política y el sexo. Y que tenía a su vez tres protagonistas, los desconocidos hasta ese momento Louis Garrel, Michael Pitt y Eva Green. Como es, no sólo una de mis películas favoritas, sino también una de las películas de mi vida, he arrastrado durante todo este tiempo mi amor por ellos. Sobre todo por Green. Recuerdo las primeras veces que vi la película siendo un adolescente que cuando ella estaba en el plano, no había nada más, era turbadoramente deslumbrante. Esa luminosidad juvenil ha dejado paso a un halo de misterio que impone. Impone mucho. Por eso mismo, Penny Dreadful le ha llegado a Eva Green en el momento adecuado de su carrera. Ya tiene la entidad dramática necesaria como para afrontar a Mrs. Ives, o más que a Mrs. Ives a los múltiples monstruos que la habitan. Así, la serie es ante todo el show de Eva Green, la mayor exhibición interpretativa de una actriz en la televisión actual (sólo superada por las Maslany de Orphan Black). Muy fácilmente se podría haber estrellado en todas las secuencias de posesión que tiene, que no son pocas precisamente, incluido el 1x07, un episodio totalmente poseído, y oh, milagro, no sólo no lo hace, sino que se recrea en su éxito, en su osadía. Penny Dreadful es ante todo un salto interpretativo sin red, un papel de esos que marcan una carrera, de esos que agotan a un actor, que necesitan que este ponga todas las cartas sobre la mesa. Sólo por disfrutar de la fragilidad y la fiereza, la rabia, el derroche, que imprime a su Mrs. Ives, vale la pena la serie. No hacía falta nada más.

El retrato de Dorian Gray

Pero siendo justos, y aunque lo mejor de la ficción de Showtime sea Eva Green, en Penny Dreadful hay muchas más cosas. Un mundo interesante, un grupo de hombres asediados por sus errores pasados (que se lo digan al Dr. Frankenstein que interpreta Harry Treadaway), unas secuencias de acción sucias, y una viscosa sensación de que el mal está en todas partes y en todas las personas. Me gusta especialmente ese dibujo que hace de la sociedad victoriana como una sociedad enferma, truculenta, desde las apuestas de perros que asesinan a ratas (¡vaya secuencia!) hasta el tratamiento de las relaciones sexuales, violentas, asépticas, inhumanas. Como si el sexo fuera un hechizo. Cuestión que se ve muy bien en la secuencia de música y absenta en la casa de Dorian Grey (Reeve Carney, no tiene el magnetismo necesario) en el 1x04.

También es importante señalar que Penny Dreadful crece cuando tira de flashbacks o de posesiones. Cuando juega a ser más sueño que realidad. Por eso el mejor capítulo es el 5, Closer than sisters, que nos explica quiénes son Mrs. Ives y Sir. Malcolm (Timothy Dalton cumple), por qué buscan a la hija de éste y como han llegado hasta el punto en el que arranca el relato. Y también por eso todo lo que rodea a La Criatura (Rory Kinnear, irreconocible) es tan fascinante, porque tiene ese halo de ciencia ficción clásico, de cuento gótico, de miedo y maravilla. Sin embargo, han sabido dotar de complejidad a aquellos sectores de la ficción menos fantásticos, sobre todo al Ethan Chandler de Josh Hartnett (no será el mejor actor del mundo, pero este personaje lo clava), un pistolero de poca monta que podría haber quedado en mero esbozo y que sin embargo es un personaje atormentado muy interesante. A modo de conclusión, aunque la season finale la noté un poco falta de energía, de fuerza, de impacto, el balance final es muy positivo. Siendo sinceros no me esperaba nada de esta serie y sin embargo ha demostrado ser una ficción consistente, a veces incluso hipnótica. Con los personajes y las reglas de juego ya planteadas, su segunda temporada puede ser aún más interesante.