miércoles, 25 de junio de 2014

Nieve, sangre y esperanza

FARGO - Primera Temporada


La gran heroína del año

La semana pasada terminó Fargo, la serie-antología que estrenó este año FX (la cadena más compacta de la televisión yankee, in my opinion) inspirada en el universo cómico-criminal de los hermanos Coen. Cuando se anunció el proyecto sentí temor por cómo podría ser profanada una gran película, y quizás cierta esperanza por la presencia de Joel e Ethan como productores ejecutivos y la cadena que le daba cobijo. Cuando vi el primer capítulo confieso que me aburrí. Me aburrí mucho (salvo por las secuencias de Lorne Malvo). No fue mi mejor tarde. Tras el aluvión de críticas positivas que fui leyendo a la semana siguiente me organicé un visionado doble con ese primer episodio y con el segundo recién emitido. Y se hizo la luz entre la ventisca de nieve. Lo que me había parecido aburrido, pasó a resultarme hipnótico. Y así fue como Fargo se convirtió en una de las series que más me ha atrapado y divertido en la temporada 2013-2014.

Sin armar el revuelo de otras series, su progresión ha sido de una solidez pasmosa. Llegados ya al final lo único que se puede encontrar en redes sociales, medios y blogs son alabanzas. Y al calor de las mismas dos debates, estériles, pero no por ello menos divertidos. El primero, Fargo, la película vs. Fargo, la serie. El segundo, True Detective vs. Fargo. Creo que son estériles porque no nos van a llevar a ningún sitio, porque estamos contraponiendo productos diferentes, con intenciones y expectativas diferentes. Pero al fin y al cabo los seres humanos tendemos siempre a contraponer una cosa frente a otra. Fargo no tiene las pretensiones de True Detective (por eso mismo, no es en absoluto pretenciosa), ni busca ser un hito en el thriller televisivo, marcar conscientemente un antes y un después. Lo que persigue es ser un relato audiovisual de primera división. Y lo consigue. De hecho Fargo tiene menos aristas que su película madre y su serie-antología vecina. En esta primera temporada de historia cerrada de la serie de Noah Hawley, todo está atado y bien atado.

El primer problema con el que se encontraba Hawley era acertar con el cóctel al combinar la América patética (un poco en la línea de la Nebraska de Alexander Payne) y la América negra (los asesinos en serie a lo Fincher, la mafia, etc.). El segundo problema residía en conseguir que el mundo de la serie fuera fiel al mundo de la película original (y al de los Coen en general) pero que a su vez tuviera vida propia, que no fuera una copia, sino una evolución del mismo. Ambos problemas los resuelve Hawley (que escribió todos los episodios, al igual que Nic Pizzolatto en True Detective) con maestría, y para levantar ese mundo tan rico en matices y tan envolvente y enigmático, Hawley entendió que además de los guiones y las interpretaciones tenía que lanzar una propuesta formal estimulante, atrevida. Así, Fargo no es sólo una serie maravillosamente escrita (¡los diálogos!, la capacidad de tejer las tramas paralelas a las centrales logrando que no parezcan pegotes para llenar capítulos) e interpretada, es además una lección de cómo el espacio físico puede cimentar el especio narrativo. Dirección, fotografía, música y montaje son simplemente exquisitos. Medidos al milímetro, cohesionados a la perfección. Al igual que True Detective (y Hannibal), Fargo viene a decir que tan importante es lo que se cuenta, que como se cuenta, que fondo y forma no dejan de ser dos patas de un todo, el relato audiovisual.

A partir de aquí, spoilers hasta el final sobre Malvo, Nygaard, Solverson y todos los demás
Esa simbiosis entre fondo y forma provocó que según avanzaban los capítulos, el relato se precipitara hacia la negrura (y la desolación) y la forma se sublimara hasta alcanzar la excelencia. En el aspecto visual destacaría dos secuencias, una, la persecución a tres bandas en la tormenta de nieve (1x06); dos, la masacre de Lorne Malvo del 1x07 rodada en plano-secuencia (más o menos). En el campo de la escritura, el enfrentamiento verbal casi como de cantina de western entre Malvo y el padre de la Deputy Solverson (1x09, mi capítulo favorito), y el sheriff Bill tirando la toalla frente a la incansable Molly en la season finale. Mientras que para mí la secuencia que combina a la perfección ambas cosas, es decir la forma y el fondo, fue la secuencia del ascensor entre Malvo y Lester Nygaard también en el monumental A Fox, a Rabbit and a Cabbage (1x09). Esa secuencia de dos monstruos bailando un vals de muerte y destrucción. Una panorámica al lado más oscuro y peligroso del ser humano. A partir de ese momento la serie, que había mantenido una especia de calma gélida que cortaba muchas veces el aliento, se precipita, los dos últimos capítulos son pura dinamita. El Lorne Malvo, metódico y concienzudo, de paso tranquilo y seguro, da paso al Malvo en modo persecución. Del paseo al galope. Y Lester, que ha pasado de ser víctima a verdugo (y víctima y verdugo de sí mismo) se convierte en una diligencia a punto de estallar, un vehículo narrativo construido a base de explosivos. Lejos de establecer la clásica dicotomía asesino – policías / perseguido – perseguidores, Fargo monta una V, con tres puntos centrales (los malos Nygaard y Malvo y la buena Solverson) y dos únicas conexiones, la que se establece entre Lorne y Lester, y la que hay entre este último y Solverson. Así, más que perseguir a uno o al otro lo que persigue la heroína de la historia es la conexión del mal, el nexo de unión, la fórmula, no los elementos. Y por eso la persecución es tan interesante. El relato dota a Malvo de una aureola de maldad y perfección tan atrayente que al final la policía no lucha contra dos hombres, sino contra una fuerza de la naturaleza.

No se puede escribir mejor

La idea más que “el hombre es un lobo para el hombre” es “el hombre puede no ser un hombre”. Sin código moral, sin brújula emocional, el hombre vive en el caos, y el caos es peligroso, porque cuando no hay reglas, todo es posible. Y esa infinita capacidad especuladora desemboca en que sólo los más despojados de lazos y creencias triunfarán. Por eso cuanto más oscuro y amoral es Lester mejor le salen las cosas, y cuanto más crueles son las matanzas de Malvo más poderoso e inalcanzable se vuelve. Frente a ellos y su camino hacia la oscuridad, Solverson, sigue una trayectoria antagónica. Cuanto más avanza la serie más lazos crea a su alrededor que la aten al mundo, a la sociedad, ya sea con su padre, con su jefe o sí, creando una familia. No sólo es la fuerza de la ley, es la fuerza moral del relato. Por todo ello el final de Fargo es una ensordecedor canto de optimismo (cargado de ironía, claro). Los malos mueren acorralados. Los elementos que perturbaban la paz, las relaciones humanas positivas, perecen. Fargo, al igual que todo el universo Coen, no es cínica, es irónica. El todo poderoso Malvo fallece a manos del pobre Gus Grimly, dotando de una estructura circular al relato, ya que esa batalle final cierra el círculo que se inició entre ambos al calor del primer capítulo. Mientras que el pobre diablo Lester acaba, tras toda la temporada con el agua al borde del cuello, literalmente congelado bajo una gruesa capa de mentiras y nieve.

Toda esta reflexión sobre el ser humano como un ser social no sería posible sin un reparto en estado de gracia. Billy Bob Thorton (Lorne Malvo) jamás estuvo mejor, y jugando a eso de comparar insustancialmente, su Malvo se merienda en interés y cinismo (la serie es irónica, sus villanos cínicos) al Chigurh de Javier Bardem en No country for old men. Martin Freeman (Lester Nygaard) construye una de las más demoledoras y crueles evoluciones de personaje que he visto. Si Malvo son las explosiones, Lester es el engranaje. Lo de Freeman (sobre todo a raíz del salto temporal del 1x08) es extraordinario. Colin Hanks (Gus Grimly) está perfecto en su papel de bobalicón de buen corazón. De león temeroso. Nunca creí que iba a llegar a decir que está excelente. Bob Odenkirk (Bill Oswalt) gestiona un personaje difícil de entender hasta el surrealista cuento de hadas de su hijo adoptivo del 1x08. Su paso por Breaking Bad y Nebraska le han venido como anillo al dedo. Keith Carradine (Lou Solverson) logra con su mera presencia ser siempre interesante, resultar imponente, es como un viejo sheriff del oeste retirado que regenta una cantina en la que paran antes o después todos los personajes importantes de la historia. Pero el descubrimiento de la serie es Allison Tolman (Molly Solverson), tan fabulosa como Frances McDormand en Fargo, la película. Esa mezcla entre entrañabilidad, frustración, obsesión, respeto, valores y coraje, no es difícil de conseguir, sí, el personaje es una delicia, pero sus expresiones, sus sonrisas, sus ojos tristes, sus movimientos corporales… todo eso no estaba escrito. Todo eso no está al alcance de cualquiera, esta chica tiene un gran futuro… si la dejan, ya se sabe que el mundo es injusto con las Fat Ladies que diría Louis C.K. (y sí, después de mis vacaciones, Louie es mi próxima parada).

PD: No he hablado de la trama de plagas bíblicas con el pobre Oliver Platt como víctima de Lorne Malvo, pero ha sido brillante. Sobre todo la conexión con la película original de los Coen y esa sensación que deja de que hay mucho más allá del alcance del ser humano… un misterio aterrador.

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