viernes, 27 de junio de 2014

Es real. Es la puta vida.

LOUIE - Cuarta Temporada


No quiero desnudarme ante ti, no quiero estar expuesto

Una de mis mejores amigas tiene en su portátil una carpeta que se llama “Canciones para reír y llorar” y cuando tiene un día mariconero o mariano, la abre y de ella salen desde Luz de luna de Chavela Vargas a Bobby Womack versionando California Dreamin’. Y se hace la luz. Yo no tengo una carpeta así, pero tengo a Louie. Louis C.K. me hace reír por fuera y llorar por dentro. No soy una persona que llore viendo películas o series, pero sí que sufro a menudo, y pocas obras audiovisuales me conmueven y conmocionan tanto como Louie que terminó su cuarta (y más consistente) temporada la semana pasada en FX (It’s not TV, it’s not HBO, it’s better). Como estaba de vacaciones no he podido escribir antes. 10 días después de ver Pamela parte 2 y 3 (4x13-14) es el momento de sentarme aquí, con mi taza de café y empezar a escupir elogios.

Como todos los años y a calor de los Emmy se debatirá sobre si Louie es una comedia o un drama. En mi opinión es otra cosa. La serie más radicalmente autoral de la televisión actual. Louis C.K. (que dirige, escribe, protagoniza y produce todos los capítulos) es un humorista corrosivo con una sensibilidad para el drama cotidiano que te desarbola. Lo que él hace en Louie no es una obra que se pueda circunscribir en un género, es más bien un tratado sobre el mundo de la vida que diría Habermas (#postureo) centrado en un hombre blanco, liberal (en el sentido americano), heterosexual de clase media. Louie habla por un lado de esa crisis, la de ese prototipo de hombre, algo que trató con puntería certera Cesc Gay en la infravalorada Una pistola en cada mano (2012). Y por otro, de la incomunicación y la soledad urbanas, en la línea de, por ejemplo, la Her (2013) de Spike Jonze. Al superponer ambas crisis de carácter vital, lo que C.K. entona es un canto triste. El del hombre intentando mantenerse conectado a un mundo que cada vez entiende menos.  Y esa conexión con el mundo tiene que materializarse forzosamente por dos vías, la familia (siempre la familia) y el amor. Por eso esta temporada de Louie es la más anclada en la esfera emocional y también la que tiene unos hilos conductores más definidos.

Si las temporadas anteriores de Louie tenían una estructura más difusa en la que se mezclaban capítulos soberbios con otros menos memorables, ésta ha estado mejor empaquetada. Uno de los grandes temas de la temporada fue Louie bregando con sus problemas familiares, por un lado su relación con su ex-mujer, por otro lado los problemas crecientes con sus hijas (también crecientes) que han tenido mucho más peso e interés que en las temporadas anteriores. El otro gran tema fue el de Louie persiguiendo el amor, ahora que se acerca a la cincuentena y lo único que hay en su piso es soledad. Primero conocimos en el ya icónico 4x03, a la Fat Lady (Sarah Baker, vaya bestia cómica y dramática), que nos dejó el mejor monólogo (rodado en plano-secuencia, por cierto) de la televisión americana de esta temporada (sí, mejor que cualquiera de True Detective, Game of Thrones o Fargo). Después a la vecina húngara, interpretada por Eszter Balint (4x04-09), que sirvió para que el discurso sobre la incomunicación humana y urbana de C.K. se sublimara hasta llegar a lo más hondo, hasta la raíz de nuestra soledad en este mundo globalizado. Y en el último lugar nos reencontramos con una vieja conocida, la badass Pamela (Pamela Adlon, siempre un placer). Y justo ahí, cuando estábamos preparados para el final de la temporada, vimos al Louis C.K. más expuesto, más abierto en canal. También al más indefenso, al más vulnerable. Louie sólo quiere amar y ser amado, pero oh, el funcionamiento del mundo no es tan sencillo. Ya se sabe, you can’t always get what you want.

La vida no es sueño

Frente a la reflexión sobre la satisfacción profesional que acompañó a la tercera temporada, en esta, todo ha girado sobre los sentimientos de Louie. Más sobre el vacío que genera la soledad que sobre la insatisfacción laboral. Si los flashbacks han sido siempre marca de la casa, este año han sido más relevantes aún. De aquellas tormentas, estos lodos, parece decirnos C.K. Si antes la mirada al pasado era sobre todo anecdótica (que no irrelevante). Ahora se posa sobre momentos trascendentales. Y agrios. El discurso parece ser un “se cometieron errores” que diría el Jonathan Franzen de Libertad (2010). De tal forma que nos enseña el momento en que decidió dar por terminado su matrimonio, la claudicación definitiva en un hotel de mala muerte (el desolador 4x07). La derrota. Y en el maravilloso capítulo doble, In the Woods (4x11-12), su viaje al lado oscuro de la fuerza en la adolescencia, entroncando con la llegada de su hija mayor a la misma. Precisamente, si el problema hasta ahora era que el protagonista se hacía mayor, ahora el problema es que se hace aún más mayor y que sus hijas también se están haciendo grandes y comienzan a tener problemas serios. Las secuencias más angustiosas de este año, la del metro (4x04) y las de la tormenta (4x09), han versado sobre Louie intentando proteger a sus pequeñas. La paternidad como estado de sitio constante, como angustia, el amor como miedo. Pasan cosas malas ahí fuera (más allá de la familia) y yo no puedo protegeros, porque no soy capaz ni de protegerme a mí mismo. Ouch.

Llegados a este punto, espero que haya sido capaz de explicar por qué Louie me ha parecido una de las mejores series de este temporada. Así, en general, sin distinguir entre dramas, comedias, miniseries, antologías etc. Espero haber sido capaz de plasmar por qué me ha hecho tanto daño mientras me sacaba tantas risas. Louie me duele porque es de verdad, porque hace que me vea a mí mismo, a mi yo presente y a mi yo futuro, y eso hace que me ría de mí mismo pero que también me entristezca. Ese doble juego es brillante. Por eso esta serie habla tanto y tan bien de la vida, porque la vida es así, cómica y dramática a la vez. Maravillosa… casi siempre.

miércoles, 25 de junio de 2014

Nieve, sangre y esperanza

FARGO - Primera Temporada


La gran heroína del año

La semana pasada terminó Fargo, la serie-antología que estrenó este año FX (la cadena más compacta de la televisión yankee, in my opinion) inspirada en el universo cómico-criminal de los hermanos Coen. Cuando se anunció el proyecto sentí temor por cómo podría ser profanada una gran película, y quizás cierta esperanza por la presencia de Joel e Ethan como productores ejecutivos y la cadena que le daba cobijo. Cuando vi el primer capítulo confieso que me aburrí. Me aburrí mucho (salvo por las secuencias de Lorne Malvo). No fue mi mejor tarde. Tras el aluvión de críticas positivas que fui leyendo a la semana siguiente me organicé un visionado doble con ese primer episodio y con el segundo recién emitido. Y se hizo la luz entre la ventisca de nieve. Lo que me había parecido aburrido, pasó a resultarme hipnótico. Y así fue como Fargo se convirtió en una de las series que más me ha atrapado y divertido en la temporada 2013-2014.

Sin armar el revuelo de otras series, su progresión ha sido de una solidez pasmosa. Llegados ya al final lo único que se puede encontrar en redes sociales, medios y blogs son alabanzas. Y al calor de las mismas dos debates, estériles, pero no por ello menos divertidos. El primero, Fargo, la película vs. Fargo, la serie. El segundo, True Detective vs. Fargo. Creo que son estériles porque no nos van a llevar a ningún sitio, porque estamos contraponiendo productos diferentes, con intenciones y expectativas diferentes. Pero al fin y al cabo los seres humanos tendemos siempre a contraponer una cosa frente a otra. Fargo no tiene las pretensiones de True Detective (por eso mismo, no es en absoluto pretenciosa), ni busca ser un hito en el thriller televisivo, marcar conscientemente un antes y un después. Lo que persigue es ser un relato audiovisual de primera división. Y lo consigue. De hecho Fargo tiene menos aristas que su película madre y su serie-antología vecina. En esta primera temporada de historia cerrada de la serie de Noah Hawley, todo está atado y bien atado.

El primer problema con el que se encontraba Hawley era acertar con el cóctel al combinar la América patética (un poco en la línea de la Nebraska de Alexander Payne) y la América negra (los asesinos en serie a lo Fincher, la mafia, etc.). El segundo problema residía en conseguir que el mundo de la serie fuera fiel al mundo de la película original (y al de los Coen en general) pero que a su vez tuviera vida propia, que no fuera una copia, sino una evolución del mismo. Ambos problemas los resuelve Hawley (que escribió todos los episodios, al igual que Nic Pizzolatto en True Detective) con maestría, y para levantar ese mundo tan rico en matices y tan envolvente y enigmático, Hawley entendió que además de los guiones y las interpretaciones tenía que lanzar una propuesta formal estimulante, atrevida. Así, Fargo no es sólo una serie maravillosamente escrita (¡los diálogos!, la capacidad de tejer las tramas paralelas a las centrales logrando que no parezcan pegotes para llenar capítulos) e interpretada, es además una lección de cómo el espacio físico puede cimentar el especio narrativo. Dirección, fotografía, música y montaje son simplemente exquisitos. Medidos al milímetro, cohesionados a la perfección. Al igual que True Detective (y Hannibal), Fargo viene a decir que tan importante es lo que se cuenta, que como se cuenta, que fondo y forma no dejan de ser dos patas de un todo, el relato audiovisual.

A partir de aquí, spoilers hasta el final sobre Malvo, Nygaard, Solverson y todos los demás
Esa simbiosis entre fondo y forma provocó que según avanzaban los capítulos, el relato se precipitara hacia la negrura (y la desolación) y la forma se sublimara hasta alcanzar la excelencia. En el aspecto visual destacaría dos secuencias, una, la persecución a tres bandas en la tormenta de nieve (1x06); dos, la masacre de Lorne Malvo del 1x07 rodada en plano-secuencia (más o menos). En el campo de la escritura, el enfrentamiento verbal casi como de cantina de western entre Malvo y el padre de la Deputy Solverson (1x09, mi capítulo favorito), y el sheriff Bill tirando la toalla frente a la incansable Molly en la season finale. Mientras que para mí la secuencia que combina a la perfección ambas cosas, es decir la forma y el fondo, fue la secuencia del ascensor entre Malvo y Lester Nygaard también en el monumental A Fox, a Rabbit and a Cabbage (1x09). Esa secuencia de dos monstruos bailando un vals de muerte y destrucción. Una panorámica al lado más oscuro y peligroso del ser humano. A partir de ese momento la serie, que había mantenido una especia de calma gélida que cortaba muchas veces el aliento, se precipita, los dos últimos capítulos son pura dinamita. El Lorne Malvo, metódico y concienzudo, de paso tranquilo y seguro, da paso al Malvo en modo persecución. Del paseo al galope. Y Lester, que ha pasado de ser víctima a verdugo (y víctima y verdugo de sí mismo) se convierte en una diligencia a punto de estallar, un vehículo narrativo construido a base de explosivos. Lejos de establecer la clásica dicotomía asesino – policías / perseguido – perseguidores, Fargo monta una V, con tres puntos centrales (los malos Nygaard y Malvo y la buena Solverson) y dos únicas conexiones, la que se establece entre Lorne y Lester, y la que hay entre este último y Solverson. Así, más que perseguir a uno o al otro lo que persigue la heroína de la historia es la conexión del mal, el nexo de unión, la fórmula, no los elementos. Y por eso la persecución es tan interesante. El relato dota a Malvo de una aureola de maldad y perfección tan atrayente que al final la policía no lucha contra dos hombres, sino contra una fuerza de la naturaleza.

No se puede escribir mejor

La idea más que “el hombre es un lobo para el hombre” es “el hombre puede no ser un hombre”. Sin código moral, sin brújula emocional, el hombre vive en el caos, y el caos es peligroso, porque cuando no hay reglas, todo es posible. Y esa infinita capacidad especuladora desemboca en que sólo los más despojados de lazos y creencias triunfarán. Por eso cuanto más oscuro y amoral es Lester mejor le salen las cosas, y cuanto más crueles son las matanzas de Malvo más poderoso e inalcanzable se vuelve. Frente a ellos y su camino hacia la oscuridad, Solverson, sigue una trayectoria antagónica. Cuanto más avanza la serie más lazos crea a su alrededor que la aten al mundo, a la sociedad, ya sea con su padre, con su jefe o sí, creando una familia. No sólo es la fuerza de la ley, es la fuerza moral del relato. Por todo ello el final de Fargo es una ensordecedor canto de optimismo (cargado de ironía, claro). Los malos mueren acorralados. Los elementos que perturbaban la paz, las relaciones humanas positivas, perecen. Fargo, al igual que todo el universo Coen, no es cínica, es irónica. El todo poderoso Malvo fallece a manos del pobre Gus Grimly, dotando de una estructura circular al relato, ya que esa batalle final cierra el círculo que se inició entre ambos al calor del primer capítulo. Mientras que el pobre diablo Lester acaba, tras toda la temporada con el agua al borde del cuello, literalmente congelado bajo una gruesa capa de mentiras y nieve.

Toda esta reflexión sobre el ser humano como un ser social no sería posible sin un reparto en estado de gracia. Billy Bob Thorton (Lorne Malvo) jamás estuvo mejor, y jugando a eso de comparar insustancialmente, su Malvo se merienda en interés y cinismo (la serie es irónica, sus villanos cínicos) al Chigurh de Javier Bardem en No country for old men. Martin Freeman (Lester Nygaard) construye una de las más demoledoras y crueles evoluciones de personaje que he visto. Si Malvo son las explosiones, Lester es el engranaje. Lo de Freeman (sobre todo a raíz del salto temporal del 1x08) es extraordinario. Colin Hanks (Gus Grimly) está perfecto en su papel de bobalicón de buen corazón. De león temeroso. Nunca creí que iba a llegar a decir que está excelente. Bob Odenkirk (Bill Oswalt) gestiona un personaje difícil de entender hasta el surrealista cuento de hadas de su hijo adoptivo del 1x08. Su paso por Breaking Bad y Nebraska le han venido como anillo al dedo. Keith Carradine (Lou Solverson) logra con su mera presencia ser siempre interesante, resultar imponente, es como un viejo sheriff del oeste retirado que regenta una cantina en la que paran antes o después todos los personajes importantes de la historia. Pero el descubrimiento de la serie es Allison Tolman (Molly Solverson), tan fabulosa como Frances McDormand en Fargo, la película. Esa mezcla entre entrañabilidad, frustración, obsesión, respeto, valores y coraje, no es difícil de conseguir, sí, el personaje es una delicia, pero sus expresiones, sus sonrisas, sus ojos tristes, sus movimientos corporales… todo eso no estaba escrito. Todo eso no está al alcance de cualquiera, esta chica tiene un gran futuro… si la dejan, ya se sabe que el mundo es injusto con las Fat Ladies que diría Louis C.K. (y sí, después de mis vacaciones, Louie es mi próxima parada).

PD: No he hablado de la trama de plagas bíblicas con el pobre Oliver Platt como víctima de Lorne Malvo, pero ha sido brillante. Sobre todo la conexión con la película original de los Coen y esa sensación que deja de que hay mucho más allá del alcance del ser humano… un misterio aterrador.

lunes, 16 de junio de 2014

Mi Orange favorita

ORANGE IS THE NEW BLACK - Segunda temporada


La estrella y la prota

Con la aplastante victoria de la Oranje sobre la selección española en el Mundial de Fútbol de Brasil aún retumbando en medios de información, redes sociales y conversaciones entre amigos,  me pongo a escribir sobre Orange is the new black, la escuadra invencible capitaneada por Jenji Kohan representando a Netflix en la temporada de verano. Lejos queda ya la emoción desbordante que levantó el año pasado, tanto por ser realmente buena (y adictiva) como por ser inesperada. Había muchas expectativas para con la adaptación USA de House of Cards y el comeback de Arrested Development, pero  poca gente esperaba el regreso de Kohan a la televisión tras el final de Weeds con verdaderas ganas. Yo, que quise a Weeds con todo mi corazón, tenía fe, pero sinceramente, no creí que la serie fuera a tener el nivel que en efecto tiene, sobre todo que fuera a ser una ficción tan sólida, tan bien hilada. Si Weeds funcionaba por golpes de efecto, OITNB lo hace de una forma más natural, orgánica, sí, hay obviamente giros y sorpresas, explosiones en las tramas, pero la serie no las necesita para avanzar, el simple placer de observar a estas reclusas en su día a día (y en sus respectivos días pasados) hace que el visionado merezca la pena.

Gran parte de las críticas que le hicieron en su primer año a la serie iban dirigidas a su protagonista, Piper Chapman (Taylor Schilling hace un gran trabajo). Ello se debió a que en lugar de ofrecer al espectador un personaje central agradable, cercano, positivo, Kohan dibujó a una protagonista con más oscuros que claros, una protagonista agridulce, egoísta, destructiva. Vamos, una continuación lógica de la Nancy Botwin de Weeds. Se ha debatido mucho sobre machismo ante las críticas que han recibido personajes femeninos (y sus actrices) como Skyler White o Cersei Lannister. Y las críticas a la Piper de OITNB apuntan, en parte, en la misma dirección. Cuanto más imperfectos son los personajes masculinos centrales más nos gustan, pero en cambio no le perdonamos a los femeninos sus errores y maldades. Da igual que Walter White fuera un Anakin Skywalker sumergido en el lado más oscuro de la fuerza, los odios de los espectadores se centraban en su mujer. Justamente lo que se le criticaba al personaje, su egocentrismo sin límites es lo que la hacía interesante, lo que le daba profundidad. Por suerte Jenji Kohan también lo entendió así y Piper sigue siendo una persona muy egoísta. Lo cual la serie usa a su favor para crear situaciones cómicas, ya que todos los personajes se lo escupen a la cara, y ella misma es consciente de ello.

A partir de aquí, puede haber algún spoiler sobre esta segunda temporada de OITNB 
Sin embargo es posible que este año escuchemos menos críticas que apunten hacia Piper como el eslabón débil de la serie porque la misma ha mutado su estructura hacia una ficción mucho más coral que en el primer año. Salvo el primer episodio, totalmente suyo, Piper ha pasado a convertirse casi un personaje más. De hecho la gran trama arco de la temporada ha sido la de la lucha de poder en la cárcel y Piper ha sido totalmente ajena a la misma. De hecho ha sido el personaje que más desconectado ha estado con respecto al resto. Salvo por su amistad con Red (si un Emmy ha de ganar OITNB es el de secundaria para Kate Mulgrew, soberbia) y Nichols (necesito más Natasha Lyonne para el año que viene Jenji), Piper ha sido más un personaje orientado hacia el exterior que hacia el interior. Con una situación de estabilidad dentro de prisión, sus tramas han girado en torno a sus relaciones personales más allá de los muros de la cárcel, con Larry (Jason Biggs), con su amiga, con su familia y sí, con Alex. Cuando se anunció que Laura Prepon no sería actriz regular este año, todos nos echamos las manos a la cabeza, la relación de amor-odio entre ambas fue el motor principal de la serie en su primer año. Sin embargo su ausencia no ha perjudicado a la serie, porque ha estado bien integrada en las tramas, porque a pesar de todo ha aparecido bastante y porque abre pasa a una trama muy interesante de cara al próximo año.

Dejando de lado a la protagonista, es hora de hablar de la gran trama de la temporada, la lucha de poder entre Red y Vee (Lorraine Toussaint). ¿Y quién coño es Vee? La mala. Muchos dramas del cable tienen una estructura que se articula en torno a “el malo de la temporada” por ejemplo, Justified o True Blood, o en sus dos últimas temporadas Boardwalk Empire. Es una estructura bastante clásica, tomada de la literatura, en la que los protagonistas tienen que enfrentarse a un personaje malvado que ha irrumpido en su mundo poniéndolo todo patas arriba. El éxito de la fórmula radica en si ese malo está bien desarrollado y si sirve para que los protagonistas evolucionen narrativamente hablando. En el caso de OITNB podemos marcar un doble check, pero con peros. Vee, una especie de madre-jefa de Taystee (Danielle Brooks) es un gran personaje, ególatra y pérfido, una líder carismática muy manipuladora y también mentalmente muy inestable. El “pero” sería que quizás es demasiado mala. Y eso choca con una serie que trata con dulzura a esta panda de criminales. Mientras el resto de presas cometieron sus respectivos delitos por una razón más o menos entendible, incluso justificable en el campo moral, Vee no, Vee es un personaje tan enfermo de poder que le da igual hacer daño a sus seres más queridos.

En cuanto a cómo ha afectado a los demás personajes la irrupción de Vee en la cárcel, el saldo ha sido muy positivo. Hemos visto a una Red contra las cuerdas muy divertida y muy interesante. Más sabia y reflexiva, más mayor también, más cansada. En cuanto a las negras, Vee arrinconó a Poussey (Samira Wiley, fantástica), situándola de esta forma como el corazón, como el centro emocional de la temporada, y embaucó a las demás llevándolas a un territorio muy turbio, incluso desagradable. Pudimos ver así a una Taystee muy agria, lejos de su optimismo y felicidad habituales. En cierta forma la relación Poussey-Taystee cubrió el vacío que dejó el conflicto entre Piper y Alex. La consecuencia ha sido que las negras no han sido el alivio cómico que fueron el primer año, sino uno de los elementos más dramáticos de la temporada, lo cual ha ayudado a que Crazy Eyes (Uzo Aduba) se haya lucido aún más este año. En cuanto a las blancas, el conflicto entre Red y Vee por controlar el mercado negro en la prisión ha servido para que estas se reagruparan en torno a su líder, después de darle la espalda al final de la primera entrega. El tránsito de Red por el desierto (y el inicio de su camino hacia la vejez) ha sido una de las tramas más interesantes y ha venido a corroborar que es claramente mi personaje favorito de la serie. Nichols y Boo (Lea DeLaria) han sido quizás el motor cómico este año, sobre todo con su competición por ver cuál de las dos follaba más. Morello (Yael Stone) ha ganado en densidad dramática gracias a sus flashback y su “huida”, si antes era entrañable ahora es entrañable y perturbadora. Miss Rosa (Barbara Rosenblat), luchando cara a cara contra su cáncer ha sido otra de las tramas más duras, más emotivas y mejor construidas del curso.

#GaliciaIsTheNewBlack

Esa contraposición entre negras y blancas ha hecho, por el contrario, que las latinas hayan quedado en un discretísimo segundo plano. Quizás, de cara al año que viene, esta sea una de las principales tareas que deba acometer Kohan, convertir a las latinas en personajes tan interesantes como las negras y las blancas. Puesto que más allá de su líder, la commander in chief Gloria Mendoza (Selenis Leyva pide a gritos más protagonismo), las demás carecen de la complejidad del resto del reparto principal. Por lo demás, los flashbacks han vuelto a  funcionar como un reloj, la trama exterior de Larry sigue siendo lo menos interesante de la serie (aunque no creo que haya que eliminarla) y los trabajadores de la prisión han resultado también más interesantes. Así que el balance general es muy positivo, no me atrevería a decir que ha sido mejor esta temporada que la anterior, más bien hablaría de que la serie ha sabido consolidarse y ha demostrado que no es flor de un día, que perfectamente puede prolongarse durante mucho tiempo. Quizás OITNB no sea una comedia, pero desde luego es un happy place.

martes, 10 de junio de 2014

Las papeletas de los Emmys 2014

Ya se han dado a conocer los nominables a los próximos Emmys, aquí traigo unas primeras (y pequeñas) impresiones. Empieza el mambo.


Tácticas y estrategias
Si en los Goyas son las productoras las que mandan a la Academia sus propuestas de candidatos, en los Emmys son estos, los aspirantes, los que auto-proponen. Dicho lo cual lo normal es que los profesionales sigan las estrategias diseñadas desde sus cadenas (y/o productoras) que a fin y al cabo son también las que financiarán su campaña para hacer con el premio. Digo lo normal porque este sistema permite la existencia de versos sueltos que decidan proponerse o no, o proponerse en protagonista o en secundario sin contar con el beneplácito de sus superiores, el Síndrome Katherine Heigl podríamos llamarlo.

Teniendo en cuenta todo eso, las cadenas se aprovechan de las laxas normas de la Academia para lograr que sus producciones logren la mayor repercusión posible. Así tenemos dramas que compiten en comedia (Girls, Louie, OITNB, Shameless…), antologías que lo hacen en miniserie/telefilme (AHS, Fargo) mientras otras pelearán en drama (True Detective) y series que se hacen pasar por miniseries (Luther) o incluso por tv-movies (Sherlock sólo participará con su season finale). En el terreno de las interpretaciones hay siempre actores que bailan hasta última hora entre protagonistas y secundarios y entre secundarios y guest stars (flagrante este año el caso de Allison Janney y Beau Bridges por Masters of Sex, por ejemplo). Y mientras unas series tendrán a todo su reparto en las papeletas de los Emmys (por ejemplo Scandal (risas)) otras sólo tendrán a unos cuantos actores elegibles (por ejemplo Nashville (risas) de la cual sólo se han presentado cuatro actores, uno por categoría). Este año resulta curiosa, por ejemplo, la estrategia de Orange is the new black, con Schilling como protagonista, Prepon, Mulgrew, Brooks y Wiley como secundarias y el resto del amplísimo reparto femenino como guest stars. O la de The Good Wife, ya que ni Alan Cumming ni Chris Noth se han presentado como secundarios, ni Michael J. Fox (quizás cansado de ser ninguneado) como guest star en su mejor año.

En el caso de los guionistas y los directores las estrategias son aún más importantes. Sólo hay cinco plazas por categoría, escaso hueco teniendo en cuenta la cantidad de grandes capítulos que produce la televisión yankee al año. Mientras unas series proponen casi todos sus capítulos (por ejemplo los dramas de AMC, Mad Men y Breaking Bad) otras sólo manda uno o dos, como las series de HBO, True Detective (el 4 en dirección el 5 en guion) y Game of Thrones (sólo presentarán la season finale aún no emitida en guion, teniendo capítulos tan bien escritos como el del juicio o el del combate). Lo que pretenden en HBO es indicarles a los académicos que si les gusta su serie tiene que votar a ese capítulo, evitando que sus votos se dispersen entre varios episodios y garantizando la nominación. En cambio las producciones de AMC aspiran a poder lograr más nominaciones a riesgo de irse de vacío, reconociendo a la vez el trabajo de todos sus profesionales, tanto guionistas como directores. Además los episodios que logran la nominación en estas categorías ayudan a apuntalar a los propios actores. Por ejemplo, supongamos que Breaking Bad cuela a Ozymandias en las nominaciones de guion, el capítulo ayudará mucho a Cranston o Gunn porque se lucen de forma extraordinaria en él, aunque después por ejemplo Cranston le mande a los académicos otro episodio, Granite State digamos, logrando así que vean no uno sino dos capítulos dónde está espectacular (por no decir sobrehumano).

Los protagonistas dobles y el mito (o no) de la división de votos
Las ballots de los Emmys han resulto un par de incógnitas que aún pululaban por nuestras cabezas. La principal, que al final tanto Matthew McConaughey como Woody Harrelson competirán en la categoría de Mejor Actor de Drama por True Detective. Se ha impuesto el sentido común. Lo cual hablando de estos premios cimentados sobre reglas que son puro papel mojado es mucho decir. Lo mismo harán los protagonistas de Hannibal (Mads Mikkelsen y Hugh Dancy), que aunque tengan menos opciones de entrar, no hacen un trabajo inferior. Ahora habrá que ver si tener que compartir categoría con su compañero afecta a las posibilidades de victoria de McConaughey. A priori su gran rival debería ser Bryan Cranston, pero, no olvidemos lo que pasó el año pasado en esta categoría, ese enorme WTF? que supuso la victoria de Jeff Daniels por The Newsroom en la noche de Breaking Bad.

Más complicado es el caso de Fargo, una serie tan coral que es difícil decir quién es el protagonista. Al final se han presentado en la categoría de Mejor Actor Miniserie/Telefilme sus dos estrellas, los soberbios (puede usted añadir aquí más calificativos) Martin Freeman (que posiblemente sea nominado también en reparto por Sherlock) y Billy Bob Thornton. Ambos componen dos villanos que se recordarán durante años. Y ambos tendrán que bregar con el tercer favorito de esa categoría, el fantástico Mark Ruffalo de The normal heart. Será una de las varias batallas que enfrentarán a la miniserie de FX y al telefilme de HBO. Si en el caso de True Detective no creo mucho en la división de votos, aquí la veo más plausible, porque no puedo discernir cual es más favorito de los dos protagonistas y porque Ruffalo compone un papel muy premiable y cargado de emoción frente a dos personajes fríos como el hielo.

Familias que pagan sus deudas y familias que no lo hacen
Los 4 Lannister podrían estar nominados al Emmys y a mí me harían muy feliz. Después de que el año pasado Charles Dance no se presentara a los Emmys, después de haber tenido una temporada sensacional llena de duelos dialécticos, este año si optará. Junto a él los injustamente olvidados el año pasado Nicolaj Coster-Waldau y Lena Headey, y el vencedor (y quizás de nuevo favorito) Peter Dinklage. La otra gran opción interpretativa de Game Of Thrones será Emilia Clarke que ya estuvo nominada el año pasado, si bien este año, por fin, se han presentado también las chicas Stark.

Uno de los movimientos más cuestionables de estos Emmys (básicamente porque infringe sus propias reglas) ha sido el haber permitido a Shameless cambiar de drama a comedia. Dicho esto, me alegro, porque en drama la han maltratado y aquí a lo mejor caza alguna nominación. Sobre todo la nominación para Emmy Rossum en Mejor Actriz de Comedia (#EmmyForEmmy). A su lado todo el clan Gallagher (y asociados) que bien podría llenar la categoría de Mejor Actor de Reparto de Comedia ellos solos. Tanto Jeremy Allen White como Noel Fischer han hecho un trabajo sensacional este año.

Sin movernos de los apartados de comedia, los Pritchett intentarán lograr para Modern Family su 5º Emmy consecutivo a Mejor Comedia, mantener las nominaciones de su cast adulto y volver a cazar alguna victoria tras irse de vacío en las categorías interpretativas el año pasado. En el terreno de las sitcoms sus rivales serán The Big Bang Theory (no soy capaz de entenderlo) y la novata Brooklyn 99. Pero las mayores amenazas vendrán del cable, Veep, para mí la mejor comedia televisiva de este año, y los dramas disfrazados de comedias, las repetidoras Girls y Louie (ambas con sus temporadas más sólidas) y el torbellino Orange is the new black son su reparto femenino de impresión.

Fukunaga, Marshall y la ambición visual
Mucho se ha hablado esta temporada del empaque visual de algunas series, como por ejemplo Hannibal o American Horror Story, pero sobre todo de tres en particular: Fargo, Game of Thrones y sí, True Detective. El plano-secuencia del episodio número 4 de True Detective, Who goes there, levantó una enorme polvareda, sin embargo mucha gente (me incluyo) venía alabando la dirección de Cary Fukunaga (director único de toda la temporada) desde el piloto. Después, Fargo, y su dirección elegante y precisa recibieron grandes elogios, sobre todo el episodio 7, Who shaves the barber?, que también tenía un gran plano-secuencia (aunque técnicamente mucho más sencillo). Esta nueva senda de ambición en el terreno de la dirección televisiva ha alcanzado otra cima este último domingo, con la emisión del capítulo 9 de esta temporada de Game of Thrones, The watchers on the wall, del que ya hablé maravillas ayer, sobre todo del trabajo de su director Neil Marshall al que ya le robaron la nominación hace 2 años por Blackwater (GoT, 2X09).

Se ha venido manteniendo que si la televisión ya se codeaba narrativamente con el cine, visualmente, en cuanto a la puesta en escena, aún no lo hacía, que le faltaba atrevimiento, osadía, ambición de grandeza. Estas series, y antes otras como Breaking Bad y sus planos rupturistas o Boardwalk Empire y su precisión pictórica, nos señalan que la televisión ya es capaz de explotar todas las herramientas que tiene como arte audiovisual. Lo lógico sería que este año el Emmy estuviera entre Fukunaga y Marshall, con algún director de Breaking Bad por el medio. Pero por desgracia los Emmys no tienden a ser lógicos.


La Fat Lady de Louis CK vs. Todos los demás
Si en drama mis capítulos favoritos nominables son Ozymandias de Breaking Bad y The last call de The Good Wife (la serie de los King sólo participa en esta categoría con este episodio, Hitting the fan no ha sido propuesto), en comedia tengo que defender a So did the fat lady (4x03), esa pequeña genialidad de ese gran genio llamado Louis CK y que puede ser el gran favorito de la categoría. Louie, por formato, juega con la ventaja de que sus capítulos se pueden consumir como pequeñas perlas aisladas, que no es tan necesario entender el episodio dentro de un gran relato, sino que se puede consumir sin ver la serie en su totalidad. Como si estuvieras tragándote una pastilla de vida, de realidad, un trozo de un alma que no es la tuya, pero que podría serlo. Al igual que Louie, Veep sólo manda un capítulo, Special Relantionship (3x07), o el catastrófico viaje british de Selina Meyer, una elección redonda. En cambio Girls, otra de las series mejor escritas de la televisión, envía hasta 5 episodios, sí Beach House y Flo incluidos. Por su parte la reina de las sitcoms, Modern Family, estará representada por hasta casi 10 capítulos, aunque la season finale, debería ser su baza más sólida.

Cuida el producto desde el segundo 1
Que los tres mejores estrenos seriéfilos de la temporada (sin contar a Fargo que no tiene opening), True Detective, Masters of Sex y Orange is the new black vayan a estar (salvo sorpresa mayúscula) nominados en la fascinante categoría de títulos de crédito no puede ser casualidad. Las series han alcanzado tal grado de precisión que los títulos de crédito si se usan tienen que introducir al espectador en el capítulo antes de que el mismo empiece. Yo me quedo con los de True Detective, cien por cien hipnóticos.

lunes, 9 de junio de 2014

Modificando la fórmula

GAME OF THRONES


Aviso, hay spoilers hasta el 4x09


Este domingo HBO emitió el noveno capítulo de la cuarta temporada de Game of Thrones. El penúltimo de este 2014, The Watchers of the Wall, un capítulo burbuja que parece extraído del libro, una especie de hiato en la forma de narra que tiene la serie, siempre iluminada por múltiples focos de calor. Así, el capítulo gira única y exclusivamente sobre una trama, la de los guardianes de la noche defendiendo el muro frente a los salvajes y el ejército de Mance, con Jon Snow y Sam de protagonistas. También supone, por ser precisamente el noveno, una mutación de la estructura de las temporadas de la serie. Hasta ahora las grandes tramas de Game of Thrones avanzaba todos los años hasta culminar en el penúltimo capítulo, lleno de bombas, muertes y cambios de profundidad en el tablero de ajedrez. Sin embargo, este año no. The Watchers of the Wall no es el heredero natural de Baelor (1x09), Blackwater (2x09) y The rains of Castamere (3x09). Ni lo es ni pretende serlo, creo. Es más una rara avis, una perla de cine bélico, fría y enérgica. Se nota la mano de Neil Marshall, que ya había dirigido el superlativo Blackwater hace dos años, y que en esta ocasión vuelve a imprimirle a la serie un estilo visual frenético que difiere del habitual, más pausado, más reflexivo. Sin duda, el capítulo no podría estar mejor dirigido, resultar más trepidante.

Pero, a pesar de todas las bondades del episodio, que no son pocas, teniendo en cuenta lo difícil que es hacer mucho con poco, resultar espectacular lidiando con presupuestos muy alejados de los que tienen las grandes superproducciones cinematográficas, a pesar de todo eso… ay, me ha sabido a poco. Y aquí es cuando nos topamos con una de las amenazas vitales más crueles… las jodidas expectativas. Cuando acostumbras al espectador a que en un determinado momento le va a explotar la cabeza, y al final no pasa, es inevitable que se sienta decepcionado. Con esto no quiero decir que Game of Thrones haya traicionado una especie de pacto narrativo con los espectadores, simplemente que al mutar su estructura puede generar insatisfacción. Visto ahora, ¿no hubiera sido mejor que el capítulo 8 hubiera sido el 9 y viceversa? Los primeros 7 minutos del octavo, The Mountain and the Viper, centrados en el muro bien podían haberse incluido en el séptimo, y dedicar el octavo a este capítulo embotellado que narrara el asalto al muro. Así en el noveno hubiéramos vuelto al sur con el apoteósico combate a vida o muerte como cima. Creo que hubiera sido más justo con la estructura de la serie y también con el relato que ha desarrollado esta temporada tan centrada en Tyrion Lannister.

Sin embargo, es verdad que esta temporada ha sido desde el inicio diferente a las anteriores. En las otras tres había una cima al final del primer tramo de la temporada (por ejemplo el 3x04 presidido por el famoso “Dracarys” de Daenerys), y la gran cumbre en el penúltimo capítulo, siendo la season finale un epílogo. En cambio este año, la primera escalada la plantaron Benioff y Weiss ya en el segundo capítulo, The Lion and the Rose, con la Boda Púrpura. La segunda gran montaña la subimos en el sexto, The Laws of Gods and Men, con el juicio a Tyrion. Y la tercera en el octavo, el ya mencionado The Mountain and the Viper, con el combate entre la Montaña y Oberyn. Todo esto sin contar que es perfectamente posible (yo apostaría todo mi oro a ello) que el último capítulo en esta ocasión no sea un epílogo de lo que vino y un prólogo de lo que vendrá, sino una season finale con sus giros de calado, más próxima al estilo clásico que al estilo The Wire, como hasta ahora. De este cambio de progresión narrativa se desprenden un par de cosas interesantes. Por un lado, al estar el devenir de Tyrion fuertemente unido a los tres grandes episodios de la temporada, y a las grandes secuencias de estos: las de la Boda Púrpura, la del juicio y la del combate, se consolida la sensación de que ha sido más que nunca su temporada, y sobre todo que es el corazón de la serie. Esto obviamente es mi opinión, para mucha gente el corazón de la serie es Daenerys o incluso Jon (que los 3 son el centro de la historia a largo plazo está bastante claro). Por otro, es curioso observar como los títulos de los tres capítulos son bifrontes y que están enfrentados, casi en forma dicotómica, los leones Lannister frente a las rosas Tyrell, los hombres y sus leyes que son papel mojado, frente a los dioses teóricamente justos, y la barbarie que representa la Montaña frente al, también en la práctica justo, Oberyn. Al final, Game of Thrones, no deja de ser la lucha de un hombre contra otro por el poder. El hombre es un lobo para el hombre, apostándolo todo al noveno capítulo o no.