martes, 18 de marzo de 2014

Una serie para mostrarles a mis hijos lo inmenso que es el universo

COSMOS: A SpaceTime Odyssey


El científico ante la inmensidad

Es muy habitual que los padres quieran que sus hijos sean médicos (“siempre es bueno tener un médico en la familia”) o otras profesiones bien vistas socialmente, y muy útiles para la familia como institución que todo lo coloniza. Se comenta mucho aún hoy en día como Urgencias (ER) fomentó en la juventud americana de los 90 las ganas de dedicarse a la medicina, la vocación de curar a otros. Cosmos (1980), la original, la de Carl Sagan, enganchó a muchos niños en los últimos años de la guerra fría a eso tan maravilloso llamado ciencia. Uno de esos niños, Neil deGrasse Tyson, es el maestro de ceremonias de la nueva Cosmos (subtitulada A SpaceTime Odyssey), la de 2014 que estrenó hace 2 domingos FOX en prime-time. Una serie para crear científicos. Yo, que tengo complejo de chico de letras, lo que quiero es que mis hijos sean científicos, que lleguen más lejos de lo que llegué yo, que sus cabezas sean capaces de concebir cosas que la mía no es capaz ni de atisbar.

La nueva Cosmos es una maravilla que todo el mundo con un mínimo de curiosidad debería ver. Como ya dije soy un tipo de letras que cuando escucha a amigos de ciencias puras hablar se pierde a los 10 segundos en la conversación. El gran éxito de Cosmos es ser a la vez accesible y didáctica pero no ser en absoluto condescendiente o facilona. No es Ciencia para dummies. Es un producto televisivo cuidado hasta el mínimo detalle, visualmente fascinante y narrativamente muy bien planteado siempre oscilando entre lo macro, las grandes ideas, y lo micro, los ejemplos que hacen que entendamos esas grandes ideas. En un mundo televisivo de locos (muy locos) chromas, da gusto ver la factura de Cosmos, que exprime todos sus recursos (imágines reales, recreaciones por ordenador, hasta dibujos animados) hasta destilar un relato audiovisual que te coge en el segundo uno y no te suelta hasta el final del episodio, con objetivos claros, apasionante.

Estamos ante una serie que puede atrapar tanto a gente muy joven como a adultos. Sobre todo porque es una serie que apela al intelecto, que te reta a saber, a conocer, a descubrir, pero que a la vez está hecha con mucho corazón, salpicada de pequeñas dosis de emotividad. Funciona así muy bien la secuencia en la que Neil deGrasse Tyson cuenta como conoció a Carl Sagan siendo un niño y como este le insufló las ganas ya no de ser un gran científico, sino de ser una gran persona. Y también lo hace la secuencia final del segundo capítulo cogida directamente de la Cosmos original, que a través de dibujos narra en 40 segundos la evolución del ser humano hasta llegar a ser lo que es hoy en día. La sombra de Sagan es alargada, y en lugar de tener que luchar contra ella, la emplean con mucha inteligencia. Al fin y al cabo la ciencia es el producto de un trabajo común desarrollado por miles de investigadores durante siglos. Sabemos de dónde venimos, indagamos sobre quiénes somos e intentamos descubrir hacia dónde vamos. Cosmos es un regalo, un regalo que ojalá algún día pueda compartir con mis hijos y ver sus caras cuando descubran cuán inmenso es el universo, tan inmenso, que más que de universo debemos hablar de multiverso, de infinidad de universos infinitos.

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